meditation-1434899Por: Frida Garza  
El presente trabajo lo realizo pretendiendo crear una aproximación teórica del Síndrome de Asperger (SA), con el fin de responderme una pregunta que ha surgido a través de mi práctica profesional: ¿es recomendable la práctica psicoanalítica en un sujeto con dicho síndrome?
A menudo, mirando al vacío, y en mis ratos de soledad, le pregunto a mi mente ¿En qué piensas?… Con frecuencia no me contesta, y cuando lo hace, la lucidez que creía perdida vuelve a mí. Para los demás estos momentos son cuando estoy “en mi propio mundo”, cuando en realidad es mi manera de interactuar con el mundo que me rodea. (Anónimo, citado por Angeles Pini, 2014. p 22)
Para contestar la pregunta en cuestión es necesario en principio, teniendo en cuenta que en la actualidad se considera que el Asperger es un trastorno del espectro Autista, determinar: ¿Qué es el Autismo? y ¿Qué relación tiene con el Síndrome de Asperger?
Bleuer en 1911, citado por Tendlarz (2011), crea el término “Autismo” para nombrar el retraimiento en el propio mundo imaginario, manifiesto en la esquizofrenia; basa dicho término en el concepto Freudiano de “autoerotismo”, desde un aspecto desexualizado.
Leo Kanner (1943), citado en Tendlarz (2011), publica un artículo en donde introduce el término “Autismo Infantil Precoz”, explicando que el autismo compartía las mismas características de la esquizofrenia, sin embargo que aparecía a una edad precoz (antes del primer año de vida). Kanner señala que en el trastorno, desde el inicio de vida, existe una incapacidad para establecer conexiones ordinarias tanto con personas, como con situaciones, y que se manifiesta una inclinación a la “soledad autista”, que aleja a todo lo externo que se acerca al niño; generalmente el niño actúa como si no existieran las personas que están en su entorno.
Kanner consideraba que la persona con Autismo vivía desde un inicio su mundo exterior como una “amenaza no localizable”, por lo tanto que el sujeto vivía toda acción del otro como una intrusión, pues si no existe orden simbólico, los cuidados no son vividos como tales, sino que se vuelven una intrusión (Tendlarz, 2011).
Algunos autores, basados en una teoría general del desarrollo psíquico, proponen alternativas de intervención terapéuticas orientas a la eliminación del Autismo. (Gonzáles Flórez, 2009)
Margaret Mahler (1972), citado en Gonzáles Flórez (2009), por ejemplo, expone que el autismo es el efecto de una regresión o una fijación de la primera fase del desarrollo psíquico, la “fase autística normal”, por ende, el tratamiento que propone pretendía hacer avanzar al sujeto a la siguiente fase de desarrollo, la de “simbiosis normal”, Mahler consideraba que de ésta manera ya no se produciría el autismo, sino un tipo diferente de psicosis.
Erikson atribuyó los orígenes del autismo a la causalidad de la reacción de la madre ante los síntomas del niño, argumentando que desde una edad muy temprana estos niños fracasaban sutilmente en la respuesta del contacto físico, la sonrisa y la mirada, lo que provocaba en la madre un distanciamiento consciente o inconsciente, que contribuía decisivamente al aislamiento del niño. (Artigas Pillares, 2012)
Otros autores como Donald Meltzer (1984) y Frances Tustin (1981), citados en Gonzáles Flórez (2009), describen el psiquismo del autista como resultado de una experiencia catastrófica y temprana de separación con respecto al objeto medio de satisfacción pulsional, describiendo el comportamiento del sujeto con Autismo como desmantelado, disociado, fragmentado y arcáico.
Uno de los autores más reconocidos que propuso una teoría psico-social de la génesis del autismo es Bruno Bettelheim. Su propuesta teórica, a pesar de ser en un principio aceptada por el propio Kanner, fue durante años digna de cuestionamientos y debates, en la actualidad se ha descartado. Bettelheim explicaba que el Autismo era una defensa que presentaban los niños que experimentaban condiciones extremas en el ámbito familiar, comparando dichas experiencias con las vividas en los centros de concentración Nazi. Su propuesta de intervención consistía en ofrecerle al niño una realidad benévola dentro de un entorno favorable, que le permitiera contener y apaciguar su angustia. (Gonzáles Flórez, 2009)
El Autismo es un trastorno del desarrollo, pues el niño que lo presenta mantiene un desarrollo normal durante el primer año y medio de vida. El bebé muestra interés en los juegos circulares de interacción, desarrolla pautas tempranas de anticipación social, adquiere pautas intersubjetivas primarias, presenta conductas comunicativas y aparecen las primeras palabras; el único aspecto que es de llamar la atención durante el primer año de vida en algunos sujetos con autismo es la ausencia de la conducta de señalar, y en ciertos casos, la presencia de una “pasividad no definida” y “tranquilidad expresiva”: A partir del primer año y medio de vida se observa un detenimiento del desarrollo, el niño manifiesta una sordera selectiva, pues no responde cuando le llaman, pero reacciona ante otros estímulos auditivos, pierde el lenguaje que ya había adquirido, pierde interés en la relación con otros niños, no establece contacto ocular con los demás, su juego es rutinario y repetitivo, muestra movimientos estereotipados, se perturba emocionalmente frente a los cambios, se adhiere a rutinas, y no muestra un desarrollo de la actividad simbólica. Cuando funciones psicológicas como: el comienzo de la inteligencia representativa y simbólica, el desarrollo de la auto-conciencia, las primeras estructuras combinatorias del lenguaje y el desarrollo de la actividad, están emergiendo y ampliándose comienzan a observarse las primeras anormalidades en el desarrollo del niño, por lo que se señala que el sujeto con Autismo presentará deficiencias significativas en dichas funciones psicológicas, creando afectaciones sobre todo, en la constitución de competencias sociales, interpersonales, e intersubjetivas. (Valdez y Ruggieri, 2011)
Las principales problemáticas sintomatológicas del sujeto con Autismo, indujeron a la conclusión de diferentes psicoanalistas de que en el Autismo ocurría una detención de la vida psíquica o que no existía actividad mental en el niño, por lo que determinaron que la esperanza terapéutica era limitada (Gonzáles Flórez, 2009).
Artigas y Paula (2012) explican cómo la concepción del Autismo ha ido modificándose a lo largo del tiempo, lo que se aprecia en las modificaciones del DSM desde 1952 a la actualidad.

DSM I -1952- Psicosis infantil Reacción esquizofrénica de tipo infantil
DSM II -1968- Psicosis infantil Esquizofrenia de tipo infantil
DSM III -1980- Psicosis infantil autismo infantil
DSM III-R – 1987- Psicosis infantil trastorno autista
DSM IV -1994-
DSM IV-TR -2000-
Trastornos Generalizados del Desarrollo Trastorno Autista
Trastorno de Asperger
Trastorno de Rett
Trastorno Desintegrativo Infantil
Trastorno generalizado no especificado.
 
DSM V Trastornos del Espectro Autista (TEA) Trastorno Autista
Trastorno de Asperger
Trastorno Desintegrativo Infantil (TDI)
Trastorno generalizado no especificado.

 
El DSM V en lugar de realizar distinciones entre los trastornos mencionados, determina que éstos varían dependiendo del nivel de severidad de los síntomas y las áreas libres de conflicto, y establece 3 niveles según el funcionamiento del individuo. Determina que los criterios que conforman el TEA son: un déficit persistente en la comunicación y la interacción social, y patrones repetitivos de conductas, actividades e intereses; y que los síntomas deben comenzar a presentarse en la infancia aunque puedan no manifestarse plenamente hasta que las exigencias sociales se vean impedidas por la limitación de las capacidades (Palomo Sedas, 2015).
Entre los trastornos incluidos está el Autista, el cual, tomando en cuenta la severidad de la sintomatología, entraría dentro del nivel 1 ó 2, así como el TDI, pues comparte los mismos síntomas que el Autismo en excepción de que en el TDI la regresión evolutiva sucede a una edad más tardía. Por otro lado al trastorno de Asperger podríamos encasillarlo de igual manera dentro de los niveles 2 ó 3, es decir en los niveles de mayor funcionalidad (Palomo Sedas, 2015).
Ha sido tema de controversia el cambio creado en el DSM V respecto a los TEA, pues sobre todo se cuestiona si el Síndrome de Asperger debería ser generalizado como un tipo de autismo o si se diferencia de éste.ç
¿Qué es el Síndrome de Asperger?
En 1944 Hans Asperger publicó un artículo en donde describía las características de un trastorno al que llamó “psicopatía autista”, estableció, a partir de observaciones, que la sintomatología comenzaba alrededor del tercer año de vida, o en ocasiones en una edad más tardía. Determinó que el niño manifestaba torpeza motriz, deficiencias en la comunicación no verbal y en la interacción social, y que a pesar de que el desarrollo lingüístico del niño era adecuado y frecuentemente avanzado, existían deficiencias en el uso social del lenguaje (Angeles Pini, 2014). El trabajo de Asperger fue olvidado, hasta que Lorna Wing en 1981 lo rescata y traduce al inglés. Wing modificó el término de “psicopatía autista” por el de “Síndrome de Asperger”. Tiempo después desarrolló e introdujo el concepto de TEA, para señalar a aquellas personas con rasgos autistas, que no presentan las características necesarias para ser diagnosticadas con un TA (Valdez y Ruggieri, 2001). En 1994 el Síndrome de Asperger es aceptado en la comunidad científica como un trastorno independiente, sin embargo, en el 2013, se consideró como parte del TEA.
El SA es una condición heterogénea, ya que a pesar de que al inicio del desarrollo se manifiesta de manera similar en los niños, posteriormente adquiere características específicas según el caso (Angeles Pini, 2014). Al ser un trastorno del desarrollo la expresión de sus síntomas se encuentra ineludiblemente condicionada en primer lugar, por los cambios biológicos, sociales y psicológicos, y en segundo, por la calidad e intensidad de las experiencias de aprendizaje a las que se exponga la persona (Martín Borreguero, 2004). No obstante, existen diferentes características que comparten quienes tienen Asperger, en mayor o menor medida.
Algunas de las características son: la manifestación de dificultades en habilidades comunicativas verbales y no verbales. Dificultad para establecer y mantener interacciones sociales, debido a que tienen conflicto en entender las pautas sociales, por lo que por ejemplo, dicen cosas fuera de lugar, sin percatarse de que el otro puede sentirse agredido y/o tomar a mal el comentario, o que ellos mismos se pueden ridiculizar; o enfocan la conversación a un tema propio de interés. Mantienen intereses obsesivos por temas restringidos, en algunas ocasiones suelen convertirse en “auténticos expertos” de un foco de interés. Manifiestan una gran capacidad de memoria que se observa en el almacenamiento de múltiples datos sobre su tema de interés, o de detalles que pudieran parecer insignificantes como nombres y fechas. Son inflexibles frente a las exigencias de la vida escolar y social, pues suelen alterarse frente a los cambios. Muestra un pensamiento concreto que se manifiesta sobre todo en la dificultad para distinguir el lenguaje literal del figurativo, generalmente no comprenden metáforas, ironías, dobles sentidos, ni chistes. Tienen formas diferentes a las convencionales para expresar empatía, por lo que muchas veces se infiere que es apático hacia los sentimientos del otro. Presentan dificultades para entender y expresar sus propias emociones y sentimientos, tienen poca tolerancia a la frustración. Algunos casos presentan hipersensibilidad sensorial. Ocupan patrones de lenguaje poco usuales, en muchas ocasiones el sujeto habla de forma formal, “extraña” o “pomposa”, con un tono de voz monótono o muy alto. Generalmente son percibidos como ingenuos. Conductualmente pueden presentar estereotipias motoras, hiperactividad, y/o conductas como balancearse o caminar de un lado al otro. (Angeles Pini, 2014)
El SA es en esencia un trastorno de las relaciones humanas, el sujeto se enfrenta a profundas restricciones en la capacidad de adaptación en las demandas de la vida social. (Martín Borreguero, 2004)
El infante que presenta un desarrollo normal participa de manera activa y temprana en situaciones de interacción social e intercambio comunicativo. Esta participación permite, por una parte, que el niño al observar e imitar los comportamientos de sus compañeros elabore modelos sociales; asimismo evalúa su propio comportamiento con el de sus compañeros de juego, lo que crea la base para la construcción gradual de representaciones internas sobre los comportamientos socialmente aceptados. Por otra parte, el niño al obtener información que le permite conocer las competencias de sus iguales, compara sus propias destrezas y habilidades con las de los demás, siendo éste un instrumento de autoevaluación que tendrá repercusiones en la autoimagen del niño. (Martín Borreguero, 2004)
El niño con SA presenta un funcionamiento perturbado de los mecanismos responsables del aprendizaje social, generalmente se encuentra alterada o ausente la capacidad de imitación social. En consecuencia, lo que otros niños aprenden de manera intuitiva a partir de la interacción social, el niño con SA lo tendrá que aprender mediante programas formales de enseñanza explícita. (Martín Borreguero, 2004)
Además de la dificultad del niño para aprender pautas y reglas sociales a partir de la interacción con sus compañeros de juego, el niño presenta dificultades frente a la interpretación del significado social y emocional de conductas no lingüísticas comunicativas, utilizadas en una interacción cualquiera. El niño tiene limitaciones frente al entendimiento, la producción y el uso social apropiado de conductas, como el contacto ocular, la expresión facial, la postura corporal, los gestos manuales, entre otros reguladores de la interacción social. El uso efectivo de éstos elementos de la comunicación, que comienzan a manifestarse a partir de los 6 meses de edad, exige un nivel básico de comprensión social, y a medida que la comprensión social y las habilidades cognitivas se van desarrollando también se hace más compleja la producción y coordinación de gestos sociales, y la comprensión y capacidad de realizar inferencias precisas sobre los estados emocionales, las intenciones y las actitudes de las otras personas. El sujeto al no comprender el significado de los comportamientos no verbales es incapaz de regular su comportamiento social en función de estas conductas. (Martín Borreguero, 2004)
La dificultad mencionada para anticipa y explicar las intenciones de otros, crea sentimientos de ansiedad e incertidumbre. González (2011) explica que los síntomas obsesivos que presentan las personas con SA, parecen calmar la angustia a partir de la repetición y la monotonía. El mundo reglamentado que se construye el sujeto, sirve para evitar una estimulación que percibe como abrumadora; se dedica a construir un mundo predecible con números, calendarios y leyes físicas, lo que le parece más predecible y fiable que el mundo de las relaciones sociales. En muchas ocasiones también se puede encontrar sintomatología paranoide en el sujeto con SA. Este parece ser el resultado de las explicaciones que se crea el sujeto para comprender lo que ocurre en su entorno, no teniendo tanto que ver, como en el paciente paranoide, con la proyección de aspectos agresivos. (González, 2011)
Los constantes monólogos en relación a los temas restringidos de interés que presenta el sujeto con SA, son una manera de reducir la incertidumbre que llega a experimentar cuando se encuentran con otros sujetos a los que no es capaz de entender. (González, 2011)
La memoria selectiva de la persona con SA para guardar información que suele percibirse como irrelevante para los demás, protege al sujeto de aquellas situaciones que le resultan nuevas o inesperadas. A pesar de que el sujeto tiene la capacidad para almacenar grandes “bits” de información, suele tener limitaciones para organizar dichos bits en una explicación integrada y coherente. A medida que el paciente habla sobre su vida con el terapeuta, va incrementando su capacidad para integrar los aspectos dispares de las experiencias previas y de estructurar una historia vital coherente. (González, 2011)
Un aspecto importante a saber es que la persona con Asperger sí desea vincularse con los demás, sin embargo no posee las habilidades para hacerlo, además de que los propios síntomas del Síndrome generalmente causan rechazo por parte del grupo de iguales de la persona en cuestión. (Angeles Pini, 2014)
La persona con SA desde la infancia comienza a darse cuenta que es diferente a los demás y que no comparte sus mismos gustos o forma de pensar, intenta relacionarse con el mundo, sin embargo, no sabe cómo hacerlo, descubre que hace cosas diferentes a las que hacen sus compañeros, se enfrenta al rechazo, y falta de comprensión. La discapacidad del sujeto no es evidente físicamente y generalmente no se manifiesta en los primeros años de vida, por lo que frente al desconocimiento del Síndrome, los padres suelen reprender severamente a su hijo al presentar actitudes propias del Asperger, que suelen ser confundidas por rebeldía y falta de límites. El sujeto sufre por su condición, sabe que es diferente, pero no logra comprender por qué, no conoce ni entiende nada de la vida emocional y es consciente de ello, por lo que sufre de un “vacío emocional” que le inquieta y en ocasiones, atormenta. La persona aprende a conocer racionalmente la existencia de sentimientos y emociones en los otros, pero se le dificulta observar y comprender los propios. El sujeto con Asperger experimenta una sensación de extrañeza y perplejidad, misma sensación que suele generar como una reacción contra-transferencial. (Elduque, 2015)
El papel de los padres es de suma importancia para que la persona con SA acepte su condición, la manera en la que ellos reaccionen frente al síndrome será determinante en el desarrollo del sujeto. Los niños con Asperger son sensibles al rechazo y a la indiferencia, muchas veces cargan con la culpa de ser los causantes del dolor y las frustraciones de sus padres. (Angeles Pini, 2014)
Aunque no son características del síndrome, se ha observado que la persona con Asperger es propensa a presentar síntomas de depresión, ansiedad y obsesiones (Angeles Pini, 2014). Estas características son por lo general secundarias frente a las limitaciones respecto a las relaciones interpersonales y la adaptación social. (Elduque, 2015)
Los sentimientos de tristeza manifestados por el sujeto con SA, en muchas ocasiones son una respuesta frente al aislamiento social, como se mencionó previamente el sujeto tiene la sensación de tener un vacío emocional (Elduque, 2015). Generalmente la persona decide evitar las relaciones interpersonales al haber experimentado situaciones de fracaso, o de rechazo y abuso en diferentes ámbitos. A causa de que el sujeto con SA es consciente de las limitaciones que presenta, la persona puede mantener un auto-concepto de sí mismo dañado; como si tuviera una falla de nacimiento (Angeles Pini, 2014). Es común encontrar cierto perfeccionismo en la persona con SA, considerando la rigidez en su pensamiento, es posible que desarrolle una limitada definición del éxito, en donde si no se es 100% exitoso en una tarea, significa que fue un total fracaso, por lo tanto el sujeto con SA se enfrenta a diferentes y constantes “fracasos”, que incrementan la sensación de minusvalía. (Dubin, 2012)
Algunos de los rasgos de las personas con SA, como las problemáticas frente a la mentalización y la empatía, están vinculadas a los padres y familiares de primer grado. González (2011), explica que los individuos con Asperger suelen percibir en sus padres problemáticas para ser empáticos con los demás y con ellos mismos, lo que reafirma la concepción que mantiene sobre su propia mente y la de otros; esto contribuye a que la persona tenga un sentido disminuido de la autoestima.
En terapia resulta necesario ayudar a la persona a conocer y manejar sus sentimientos de aislamiento y distanciamiento con los otros, facilitando un aumento en su autoestima y una mayor cohesión del self (Elduque, 2015). La psicoterapia psicodinámica deberá trabajar junto con el paciente con SA en dar sentido a la percepción del sí mismo y de los demás, así como comprender las experiencias que vive, lo que contribuirá a la capacidad de éste para la comunicación, la mentalización, y para crear un amplio sentido de autoconciencia. (González, 2011)
La persona con SA mantiene grandes dificultades para expresar y comprender sus emociones y sentimientos. En sesión es necesario comenzar nombrando las sensaciones, para que éstas, paulatinamente se vayan vinculando con las emociones, los sentimientos, y las motivaciones del paciente, lo que llevará al desarrollo de la capacidad de conocer su mente, y consecutivamente, la de aprender a entender la mente de los otros. (Elduque, 2015)
El terapeuta debe tener cierto “cuidado” en la comunicación de los estados mentales del paciente, pues debe considerar el registro emocional que la persona va encontrando y el ritmo en el que puede tolerar las interpretaciones. (Elduque, 2015)
La capacidad reflexiva del analista para entender los estados emocionales del analizado y no mezclarlos con los propios, le irá ayudando al paciente a comprender y autorregular el afecto, y a controlar sus impulsos. Así mismo, le irá permitiendo conocer mejor sus diferencias respecto a los otros y a desarrollar recursos para establecer relaciones interpersonales satisfactorias. (Elduque, 2015)
El problema central del sujeto con SA es la lucha por conocer y entender su propia mente y la de los otros. La mentalización es una función mental de naturaleza imaginativa, pues la persona debe imaginar qué es lo que piensa o siente el otro sin la certeza de que eso sea cierto. Algunos autores han relacionado la mentalización con la teoría del apego, explicando que la capacidad de mentalizar se desarrolla a partir de las experiencias interpersonales, particularmente de las primeras relaciones de objeto. Por lo que se puede considerar a la psicoterapia con orientación psicoanalítica como una buena opción para los individuos con SA, al ser ésta de carácter interpersonal y estar basada en la escucha empática. (Elduque, 2015)
González (2011), considera que la falla en la mentalización es una manera de auto-protegerse de un mundo que experimenta como enigmático y abrumador. En medida en que el paciente vaya experimentando el esfuerzo del terapeuta por comprenderlo, se empezará a ver el proceso de conocer la mente de los demás como algo que puede irse aprendiendo y que no tiene que resultar atemorizante.
El paciente con SA ha tenido la experiencia de enfrentarse a un mundo que le parece insensible. Es por ello que resulta fundamental la sincronización afectiva en el encuentro entre paciente y terapeuta, pues éste aspecto será clave en el aprendizaje de la mentalización. (González, 2011)
El psicoanálisis mantiene un foco hacia la intersubjetividad, y se preocupa por propiciar el insight, es por ello que la psicoterapia psicodinámica puede ser útil para que el sujeto logre estructurar un sentido realizado de autoestima y coherencia personal, y aumentar la satisfacción en las relaciones con otros. (González, 2011)
Los pacientes con SA tienen muchos deseos de entender las relaciones sociales y de aprender como tienen que actuar en ellas, lo que facilita el vínculo con el terapeuta. (Elduque, 2015)
Finalmente resulta necesario mencionar la importancia de que el terapeuta construya, junto con el paciente, un espacio creativo e imaginativo, lo que permitirá que el paciente optimice dichas habilidades. Con el niño, el terapeuta deberá fungir como una guía para éste que aprenda a jugar y de esta manera, ir desarrollando e incrementar la capacidad creativa e imaginativa. En cuanto el niño va aprendiendo a involucrarse en el juego establece una reciprocidad en la relación, lo que va agudizando la consciencia de las necesidades y deseos tanto del terapeuta, como de sí mismo. El juego permite que el niño aprenda a entender la mente de otro y a negociar las relaciones con los demás. (González, 2011)
Conclusión
En lo personal creo que la psicoterapia psicodinámica puede ser una buena opción en algunos sujetos con Asperger, pues las características de cada persona con Asperger son diferentes, así como el nivel de funcionalidad, las áreas libres de conflicto, y por lo tanto el pronóstico, por lo que también creo que para otros sujetos que presentan el síndrome puede no ser la mejor opción.
“Es tener un pie dentro y otro fuera”, ésta es la respuesta que obtiene Angeles Pini (2014), al cuestionar a un chico con SA sobre cuál es el significado que el Asperger tiene para él. A mi parecer es ésta una de las diferencias esenciales entre el Autismo y el Asperger, pues el sujeto con Asperger, a pesar de que en ocasiones se ensimisma, se encuentra completamente consciente del mundo externo, y no solo eso, sino que también mantiene interés en conocerlo, el sujeto quiere e intenta interactuar con éste, desea mantener relaciones interpersonales, disfruta de la compañía de los demás, mantiene interés en la sexualidad (cabe decir que algunos logran casarse), tienen conciencia de enfermedad, buscan independencia (lo que muchos consiguen) se esfuerzan por mantenerse estables en un trabajo, entre otras cosas. Este aspecto nos muestra que existe una parte sana en la persona, lo que permitirá, como Rosenfeld (2011) explica, que el Analista pueda valerse de la parte neurótica del paciente dentro de la psicoterapia psicodimámica.
Los sujetos con SA manifiestan significativos conflictos frente al entendimiento de las relaciones sociales, pues no logran introyectar pautas sociales que otras personas adquieren en la infancia. Mantienen grandes cantidades de información, sin embargo, no poseen las herramientas para organizar ésta de manera coherente. En su pensamiento predomina lo concreto. Por lo general son muy fantaseos, y estas fantasías suelen ser como las de un niño, pues por ejemplo, se relacionan con caricaturas, o plantean situaciones muy ilógicas. La persona con SA se desenvuelve en diferentes aspectos de la vida con un funcionamiento infantil, por lo que en lo personal pienso que el analista debería ocupar ciertas técnicas que se ocupan en el análisis con niños, o al menos en un comienzo, hasta que el paciente logre ir entendiendo a mayor medida lo que siente y pueda expresarlo, lo que le permitirá ir adquiriendo una mentalización. Elduque (2015) explica que en los pacientes con SA se debe modificar la técnica psicoanalítica considerando la comprensión del psiquismo mental primitivo. A pesar de lo mencionado, también considero necesario que el analista le dé el lugar de adulto a la persona con SA, y no caiga en tratarlo como a un niño, pues a mi parecer una de las reacciones contratransferenciales es ésta.
Uno de los aspectos más relevante en la psicoterapia psicoanalítica con pacientes con SA, será ayudar al paciente a encontrar cual es el significado de sus fantasías así como de sus compulsiones y obsesiones.
Por otro lado coincido con los autores que plantean que la psicoterapia con un enfoque psicoanalítico puede resultar favorable en la persona con SA por su enfoque en lo interpersonal, pues le permite al paciente crear un vínculo basado en la empatía y la escucha. Generalmente las personas con SA generan temor frente a las relaciones, pues se han enfrentado en diversas ocasiones al rechazo, la incomprensión, a burlas, a abusos, etcétera, de los demás, razón por la que suelen alejarse de las relaciones a pesar de desearlas. En la psicoterapia psicoanalítica el paciente entrará en un espacio en donde no es juzgado, donde se sentirá libre de hablar, en donde será escuchado, podrá ir integrando sus experiencias y sus emociones a partir de lo que el analista le devuelva de su propio discurso, lo que le permitirá ir organizando la información de manera coherente y así lograr una cohesión del self.
Un aspecto que considero fundamental en el trabajo psicodinámico de sujetos con Asperger es el trabajo con la autoimagen, pues como ya he mencionado, existe conciencia de enfermedad. Los chicos con SA siempre se han sabido diferentes, y al enterarse de su condición, a pesar de que por una parte, pueda resultar favorable, pues a partir de ahí saben el por qué siempre se sintieron diferentes, por otro lado, deben renunciar a la esperanza de ser “normales” algún día, muchos generan odio al Asperger. El sentirse diferente a los demás hace que se empobrezca su auto-concepto, empobrecimiento que por lo común se encuentra fomentado por las malas experiencias del sujeto. Por ejemplo, el abuso escolar, o que en muchas ocasiones los padres suelen ser muy duros con ellos en la infancia; generalmente son niños con problemas escolares, pues presentan problemas conductuales y de atención.
Las personas con Asperger pueden sentirse resentidas por la incomprensión de sus padres. Los padres enfrentan un proceso de duelo, deben aceptar que su hijo es diferente y deben adaptarse a una personalidad que no comprenden. En muchas ocasiones los padres comienzan a sobreproteger a sus hijos hasta edades avanzadas. Es fundamental que la persona con Asperger logre rescatar a sus figuras paternas, lo que se propiciará por el enfoque en las relaciones objetales primarias de la psicoterapia psicoanalítica.
Finalmente me parece fundamental recalcar la importancia de que el analista tome en cuenta en cuál etapa del desarrollo se encuentra el paciente y cuáles son los retos de ésta.
 
Bibliografía:

 
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