Por: Luciana Giesemann

Resumen 

El presente trabajo aborda el narcisismo desde una perspectiva psicoanalítica, destacando su relevancia en la clínica actual y su relación con la teoría freudiana. Se señala que el narcisismo se manifiesta en la intensa búsqueda de reconocimiento y amor, con dificultades para lidiar con la decepción, el duelo y el reconocimiento de un Otro. Se habla sobre las complejidades que se presentan en el espacio terapéutico y se abordan posibles líneas de trabajo con pacientes que padecen un trastorno narcisista. Se retoman autores como Kohut, Kernberg, Hornstein y Winnicott, quienes ofrecen diferentes perspectivas sobre el narcisismo y su desarrollo a lo largo de la vida. Se resalta la importancia del pensamiento, el duelo y la empatía en el trabajo que se lleva a cabo con pacientes que presentan un narcisismo patológico.

Palabras clave: Narcisismo, duelo, teoría psicoanalítica, desarrollo humano

 

Abstract

This paper approaches narcissism from a psychoanalytic perspective, highlighting its relevance in current clinical practice and its relation to Freudian theory. It is pointed out that narcissism manifests itself in the intense search for recognition and love, with difficulties in dealing with disappointment, loss and recognition of an Other. The complexities that arise in the therapeutic space are discussed and possible lines of work with patients suffering from narcissistic disorder are addressed. Authors such as Kohut, Kernberg, Hornstein and Winnicott, who offer different perspectives on narcissism and its development throughout life, are reviewed. The importance of thinking, dueling and empathy in the work carried out with patients with pathological narcissism is highlighted.

Key Words: Narcissism, loss, psychoanalytic theory, human development

 

 Conversar con Freud sobre el Narcisismo Actual

El presente ensayo surge como una necesidad propia de entender el trabajo analítico que se lleva a cabo con pacientes narcisistas, después de la llegada de una nueva analizanda que ha venido a despertar un interés especial en mi formación como psicoanalista. Es común escuchar que el narcisismo es la enfermedad del vacío, el padecimiento de la época, la patología del siglo XXI; es por ello por lo que considero que resulta pertinente llevar a cabo un trabajo de estudio y reflexión colaborativo entre analistas en formación con el fin de entender nuestra labor en la actualidad.

La gran motivación detrás de este, es comprender a mayor profundidad el funcionamiento de la clínica narcisista en la actualidad, retomando a Freud como eje central. Me es importante mencionar que al ahondar en la teoría freudiana respecto al narcisismo, me llenó de emoción comprobar a través de una experiencia propia que la teoría freudiana fue, es y será sumamente enriquecedora y necesaria para comprender al ser humano.

Cuando se profundiza en la obra freudiana, surgen cuestionamientos de todo tipo.

Pienso que aquí yace la verdadera riqueza de su teoría puesto que nos permite llevar a cabo un arduo ejercicio reflexivo. La teoría freudiana no es absolutista, es aquella que abre caminos conductores para pensar en la complejidad del ser humano, específicamente del aparato psíquico. Me atrevo a afirmar que esta es una de las razones por las que el psicoanálisis resulta tan apasionante aun cuando las teorías centrales fueron expuestas hace más de cien años. El concepto de narcisismo es un buen ejemplo de ello.

Desde mi corta experiencia en el psicoanálisis he notado que existe dentro de nuestra sociedad, sobre todo en el campo de la psicología, un esfuerzo incesante por desestimar a quien inventó el psicoanálisis. Por tal razón, para mí, este escrito es una manera de conversar con Freud, como un intento de gratitud y confirmación de su trascendencia. Es gracias a él que hoy podemos pensar que el sufrimiento puede abordarse a partir de la palabra. A pesar de las modificaciones contextuales, el objetivo es atemporal, pues la gran motivación detrás del padre del psicoanálisis fue construir una teoría que buscara alivio para el sufrimiento humano.

Entre las razones por las que disfruto el psicoanálisis, se encuentra la sutileza con la que se retoman ramas de conocimiento, religiones, artes, culturas y valores universales. Para fines de este escrito únicamente retomaré en el mito de Narciso. En la versión del mito contada por Ovidio, Narciso, castigado por Némesis, se enamora de su propio reflejo, el cual admira sin cesar. Es tal su fascinación que muere al desatender sus propias necesidades por la manera en la que queda ensimismado (Rubio, 2015).

Freud usó el término “narcisismo” por primera vez en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica de Viena en 1909, declaró que “el narcisismo era un estadio intermedio entre el autoerotismo y el amor de objeto”. Volvió a mencionar el término en Tres ensayos de teoría sexual (1909), pero fue hasta la publicación de Introducción al Narcisismo (1914) que Freud investigó las relaciones entre el yo y los objetos externos, diferenciando entre libido yoica y libido de objeto.

En este escrito abordó también los conceptos de ideal del yo, base para lo que posteriormente en 1923 fue formulado como superyó. En la Conferencia 22 de Introducción al Psicoanálisis, Freud expresa “estemos preparados para que nuestros puntos de vista vuelvan a ampliarse y a subvertirse cuando podamos incorporar a nuestras consideraciones, además de la histeria y de la neurosis obsesiva, las otras neurosis, las narcisistas”. (Freud, 1978 en Rosenvald & Antón, 2007).

En Introducción al Narcisismo (1914), Freud explica el narcisismo desde tres estructuras distintas: neurosis, psicosis y perversión. Desde la neurosis describe al paciente que busca hacerse reconocer como el “buen paciente”, o peor aún, el psicoanalista que desea obtener satisfacción al asegurar que el análisis avanza a la perfección como una resistencia narcisista. Visto desde la psicosis, Freud introduce el estrecho vínculo entre narcisismo y la megalomanía paranoica. Es con estos pacientes con los que la interpretación resulta insoportable y se rechaza a toda costa. En cuanto al narcisismo y la perversión se habla de una elección narcisista de objeto. En tales casos, la idealización del analista se construye en el mundo interno del analizando, de tal manera que no hay lugar para el conflicto, el cual es rechazado porque el paciente rechaza el discurso del Otro o lo acepta de manera irreflexiva. (Lutereau & Esborraz, 2021).

El narcisismo visto desde la teoría freudiana es una clínica de amor y dolor. Esto me lleva a pensar en uno de los motivos de consulta más comunes en la actualidad: los pacientes llegan porque sufren de amor. Y es aquí donde me cuestiono, ¿será que sufren de amor o de deseo? Tomando como punto de partida que el deseo no está relacionado del todo con la presencia del Otro. “El deseo produce conflicto, pues quien desea no se reconoce en aquello que desea. La condición del deseo es que está articulado en fantasías.” (Lutereau, 2021, p. 23).

Es esencial diferenciar entre la clínica del deseo y del narcisismo. En la primera, la decepción es una parte inherente, mientras que en la del narcisismo, la decepción no desempeña un papel fundamental. Tanto la decepción como la pérdida son componentes esenciales al entender la naturaleza del humano como un ser deseante. El proceso de duelo no se limita únicamente a perder algo y aceptar su ausencia, sino que también involucra la elaboración de los afectos de la pérdida del Otro. “La clínica del narcisismo, es una clínica del amor pero también del dolor, donde la decepción no puede ser elaborada” (Lutereau, 2021

  1. 37). El duelo en estos casos queda investido de deseo (Lutereau & Esborraz, 2021).

Con pacientes narcisistas, hay una inaccesibilidad de la intervención del analista. El narcisista busca que el analista desempeñe un papel de sostén. El narcisista anhela que el amor sea lo que alivie su dolor; el amor actúa como una forma de reparación. Para el analista, las sesiones con pacientes narcisistas suelen sentirse eternas, como si carecieran de vitalidad, y a menudo no generan un gran interés. En estas interacciones es común experimentar un agotamiento debido a la exigencia implícita o explícita del paciente por ser visto, reconocido y deseado sin la posibilidad de un trabajo profundo en relación con su mundo interno. Sus ideales suelen ser considerados indiscutibles. Si lo anterior no es elaborado, puede convertirse en un patrón crónico que da lugar a una dependencia prolongada en el analista, siendo este su objeto de deseo (Lutereau & Esborraz, 2021).

Dentro de las pasiones narcisistas se encuentra el enojo en la dimensión de rivalidad: “tener siempre algo de lo que estar enojado o siempre estar enojado contra algo” (Lutereau, 2021, p. 40). El enojo funciona como proyección y, a su vez, es una forma de tratar la decepción, son personas que llegan a análisis solo para hablar de lo que les enoja, depositando responsabilidad absoluta en la forma en la que el Otro “me hizo enojar”, reduciendo las relaciones personales a un sistema de estímulo-respuesta. El enojo en pacientes narcisistas es un esfuerzo por reemplazar la tristeza. Uno de los grandes retos es ayudar a la persona a encontrar una manera de responder a la decepción que no sea a través de la ira (Lutereau & Esborraz, 2021).

El psicoanálisis es una práctica de duelo, todo el tiempo estamos haciendo duelos, simbolizando pérdidas. El duelo es a mi parecer una de las operaciones analíticas más importantes, quiere decir que algo se mueve, que hay deseo y vitalidad. Nuestro objetivo es que el paciente pueda perder algo sin quedar identificado con aquello que se perdió. El gran reto para el narcisista es reconocer que para hacer un duelo, no basta con sustituir y cosificar. Es decir, que “eso que uno perdió sea distinto a lo perdido, que uno pueda tener lo que perdió: en la medida en que lo perdí, lo tengo; esta es la vivencia de satisfacción, es la verdadera causa de deseo” (Lutereau, 2021, p. 44).

Ahora bien, ¿cómo se introduce la pérdida cuando no hay duelo? Freud habla de dos caminos: a través del narcisismo o por la clínica del conflicto, que es la misma que la clínica del deseo. En esta segunda el proceso de elaboración es el duelo. En esta vía se encuentran las personas que después de llevar a cabo una elaboración de lo perdido queda energía psíquica disponible para encontrar objetos en los cuales desplazar ese monto; no se refiere a un reemplazo del objeto. (Hornstein, 2008; Lutereau & Esborraz, 2021)

Lo que plantea Freud en “Duelo y melancolía” (1917) es el reencuentro con otro objeto, tomando como punto de partida lo insustituible del objeto perdido. Para Freud, entonces el camino del duelo tiene que ver con volver a amar a partir de la pérdida del amor anterior. Es volver a amar de una forma distinta. En el narcisista esto no sucede, se pasa de una relación a otra sin que se haya producido algún tipo de duelo, como si siguiera con la misma persona, mismas expectativas puestas en diferentes contextos y seres humanos. Es por ello que en el funcionamiento narcisista nos encontramos con personas que se enamoran apasionadamente para de pronto cansarse y enamorarse de alguien más (Rosenfeld, 1971, Hornstein, 2008; Lutereau & Esborraz, 2021).

Y, es aquí, donde encontramos el vínculo tan estrecho entre el concepto de narcisismo y melancolía. “En la vía narcisista nos encontramos con las pérdidas narcisistas y la melancolía, porque aquí la pérdida siempre es totalizante, nunca se parcializa. Un melancólico no pierde el amor, pierde la vida”. (Lutereau, 2021, p. 48). El melancólico narcisista cuando pierde algo, pierde todo. Las personas narcisistas frente a la pérdida frecuentemente reaccionan melancólicamente. Son personas que al caer en esta posición les es impensable pensar en lo que hay fuera de ella, como si resultara englobante (Freud, 1917; Lutereau & Esborraz, 2021).

Referente a lo descrito con anterioridad, me gustaría retomar mi experiencia personal con la paciente mencionada al inicio de este escrito, puesto que ha sido sumamente retador manejar mi propio deseo para que salga de ahí, es decir, de encontrar movimiento, y, sobre todo, de ablandar el terreno del análisis para que este resulte fértil para cuestionar las totalizaciones que predominan en su discurso y, su vida.

Con esta paciente la gran pérdida narcisista, motivo de consulta, ha sido la sensación de haber perdido el sentido de vida al haber perdido el amor. Tal como lo menciona Freud en “Introducción al Narcisismo” (1914), el trabajo que hace el analista es de parcialización, fungiendo como un yo auxiliar. En un inicio no hay espacio para la interpretación, el gran desafío para el paciente será establecer un proceso de pensamiento. Sin pensamiento no hay trabajo.

Para que exista la posibilidad de introducir el pensamiento primero se tiene que restituir el proceso de pérdida, que éste sea uno parcializado y no totalizante. El pensamiento es lo que desafía al narcisismo. Así que, respondiendo a una pregunta que surge comúnmente en mi mundo interno “¿cómo hacemos para no ser narcisistas?” La respuesta que encuentro después de leer a Freud es: pensar. La gente que piensa puede ser soberbia y orgullosa, pero en general, no es narcisista. Bion en “Aprendiendo de la experiencia” (1962) afirma que el pensamiento es el daño principal en el narcisista. En ellos, el proceso secundario freudiano está obstaculizado, es decir, la capacidad de tolerar la frustración, incertidumbre, demora, descargas parciales y de los objetos sustitutos se ve dañada (Gaitán, 2023).

Un error clásico que puede llevar al abandono del tratamiento al trabajar con pacientes narcisistas es transmitir la urgencia de introducir el pensamiento abruptamente. El objetivo es que el propio espacio analítico sea visto, paulatinamente, como uno en el que se viene a pensar. En primera instancia, podría parecer tarea fácil, pero la realidad es que para una persona narcisista representa un verdadero desafío, ya que el trabajo del pensamiento conlleva un trabajo de duelo. Hablarlo es hacer real, eso que antes solo vivía en pensamiento, es plasmado en la realidad externa. “El “no decir” tiene tintes alucinatorios, “si no lo veo, no existe, si no lo digo, tampoco existe”, “si lo hablo se vuelve real”. Cuando aparece la palabra inicia el proceso de separación” (Lutereau, 2021, p. 52).

Considero de suma importancia aclarar que en “Introducción al Narcisismo” (1914) Freud explica que hay un narcisismo necesario en cierta dosis, se trata de aquel que permite construir al yo y a la realidad. El narcisismo es un ingrediente esencial de la vida humana, está íntimamente relacionado con el amor por uno mismo. “Se esperaría que seamos personas narcisistas, que nos amemos a nosotros mismos, y eso solo se logra a través de un narcisismo bien desarrollado” (Gaitán, 2023). Es por ello que al hablar de narcisismo es fundamental diferenciar un trastorno del tipo narcisista y el narcisismo sano, propio de todo ser humano.

En el presente escrito no se está hablando del narcisismo primario estructural, sino sobre aquellas formaciones del narcisismo relacionadas con la falta y rechazo al trabajo de pensamiento. Un trastorno narcisista implica que en algún punto de la línea de desarrollo del nacimiento a la vida adulta algo falló, algo se desvió, algo no avanzó de manera adecuada o distintos eventos provocaron regresiones (Gaitán, 2023).

El trastorno narcisista tiene que ver con un modo de funcionamiento anímico. El analista queda descolocado frecuentemente y es pocas veces escuchado. Son pacientes que difícilmente permiten la interpretación o que parece no haber lugar para lo devuelto.

Pareciera un panorama pesimista, sin embargo, desde el psicoanálisis existe un camino amplio para trabajar con pacientes que llegan a consulta. Es importante ayudar a la persona que llega al espacio analítico a escucharse así mismo a través del proceso de pensar y reconocer qué duelos hizo, si los hizo, cómo piensa, si piensa, etc. (Lutereau & Esborraz, 2021).

Cuando llega un paciente con un trastorno narcisista, generalmente, no es por decisión propia, por lo que su resistencia y reactividad ante la interpretación y presencia del Otro puede no ser bienvenida. Hablarle al yo de primera instancia resulta intolerable y muy ofensivo. Las interpretaciones a distancia tienden a ser más adecuadas, por ejemplo el uso ingenioso de palabras que parecerían insignificantes, pero tienen un efecto valioso, tales como “es común”, “suele pasar” o “se ha visto”.

Como analista en formación he llegado a reconocer que frente a la paciente que mencioné al inicio de mi escrito suelo temer a su enojo, pienso que lo que diga será visto de manera agresiva, por lo que constantemente me encuentro formulando frases como “me puedo equivocar, pero me da la impresión”. Llevar a cabo la propuesta planteada por Bion “sin memoria ni deseo” ha representado uno de los mayores retos, pues constantemente me encuentro con un gran anhelo de que ella pueda amar sin lastimar, que pueda depositar libido en Otro.

Hablando de memorias y deseos, otro gran deseo que surge en mí, es encontrar que pase algo por primera vez. A diferencia del trabajo que se lleva a cabo con pacientes neuróticos, en quienes lo que predomina es la repetición. En mi trabajo con una paciente narcisista he llegado a desear que haya cierto despertar, que haya movimiento del enojo a la tristeza. Deseo que desee más allá de sí misma.

Entre los autores postfreudianos que hablan de narcisismo se encuentran Kohut y Kernberg. Este último habla de una línea de desarrollo en la que primero se encuentra un narcisismo y se espera que en algún momento ese narcisismo desaparezca y evolucione en un amor por los objetos. Una de las grandes diferencias que plantea Kohut a la teoría planteada por Kernberg es que en algún momento del desarrollo se abren dos caminos: uno que evoluciona hacia la relación de objeto y otro que sigue siendo el camino del amor por uno mismo (Gaitán, 2023).

Kohut explica que en un trastorno narcisista la regresión es a un punto previo a la bifurcación de estos dos caminos. Kernberg distingue el trastorno narcisista de la personalidad y trastorno fronterizo de la personalidad. Para él, entre ambos trastornos el narcisista es más regresivo. Coincido con la aportación de Kohut al afirmar que cuando hay un narcisismo sano, hay un amor por el objeto, libidio destinado a los demás y, a su vez, existe libido dirigida a uno mismo necesaria para la autoconservación.

A su vez, Kohut retoma la importancia de frustraciones tolerables en el desarrollo infantil al hablar de narcisismo. Los niños pueden tolerar a padres que a veces son menos admiradores, atentos o amorosos en su totalidad, pero encontrarán intolerable una indiferencia absoluta o críticas agresivas constantes. (Cazau, 2020).

Lo normal y esperado es que las figuras primarias, después de alimentar el yo del bebé como un “self grandioso y capaz” y de haberse presentado como modelos que permitan la construcción de un self idealizado, paulatinamente promuevan y guíen hacia la reducción de la omnipotencia y desidealización del mismo. Si esto no sucede a tiempo, pueden ocurrir trastornos primarios: por ejemplo, el sujeto seguirá sintiéndose omnipotente y será incapaz de concebir la realidad imperfecta en la que vivimos, le resultará insoportable concebir sus fracasos y, por ende, los de los demás que jamás serán dignos de su amor (Cazau, 2020; Neves, 2014).

El narcisismo para Kohut, madura y sufre transformaciones a lo largo del desarrollo.

Él no habla de la categoría de fase o etapa libidinal planteada por Freud, puesto que él considera la persistencia del narcisismo a lo largo de toda la vida de un individuo. Siguiendo su línea de pensamiento, el narcisismo sufre transformaciones y no desaparece o conforma con cargar el ideal del yo. “Deben evaluarse no sólo como transformaciones del narcisismo sino más bien como logros del yo y aptitudes y logros de la personalidad” (Kohut, 1966, p. 385). La noción de empatía rige como factor central en la teoría y clínica de Kohut. Explica que dicha capacidad tiene fundamento y origen en la propia empatía que tuvo la madre con su hijo en el inicio de su vida y en el marco de una concepción narcisista del mundo. De ello depende cómo más adelante podrá ser utilizada, o no, según haya sido el desarrollo y transformación del narcisismo (Rosenvald, et al., 2007).

Para Freud, los trastornos narcisistas por excelencia son la esquizofrenia, paranoia y melancolía, los cuales conforman la psicosis. En estos casos el conflicto básico está íntimamente relacionado con la supervivencia: la angustia principal es de muerte. Cuando una persona padece uno de estos trastornos, la realidad es que los objetos no tienen importancia, no hay espacio para ellos. Los objetos acaban por ser vistos como cosas que sirven o no para sobrevivir, pero no se ven del todo como un Otro semejante a la propia persona (Gaitán, 2023).

Kernberg habla de los grados de relación de objeto. Explica que hay otras formas de trastornos narcisistas que ubicó dentro de los trastornos fronterizos. Él se enfoca en los grados de relación de objeto, explica que al hablar de lo fronterizo se debe considerar un cuadro, no un gradiente fijo. Lo que distingue al narcisista y al límite es que tan regresivo es el punto de regresión. En el fronterizo narcisista uno de los rasgos distintivos es la sintomatología florida. Si se retoma el diagrama perceptual de psicosis-neurosis, el sujeto con un trastorno narcisista presenta algunos síntomas pertenecientes a la psicosis y otros a la neurosis. Las relaciones de objeto en los narcisistas son parciales (Kernberg, 1992; Gaitán, 2023).

Considero pertinente retomar a Winnicott, que si bien no trató el narcisismo de manera explícita, lo incorporó a su obra de diversas maneras y lo enriqueció con preguntas específicas que resonaron a lo largo de su obra en la que constantemente se preguntó ¿Qué es la vida? Winnicott mencionó específicamente el rol esencial de los objetos primarios y la realidad externa como un factor de suma importancia en el desarrollo de todo ser humano.

Desde su teoría, el narcisismo se vincula de manera directa con el desarrollo emocional primitivo. En tal sentido, Winnicott (1993) expresa “en las primeras etapas del ser humano nos aproximamos hasta la fusión total del individuo en el ambiente, implícito en la fase del narcisismo primario”. (p.183-184). El bebé depende del todo de su madre, que en un inicio es todo su medio ambiente. A su vez, la madre, idealmente, se ocupa por satisfacer las necesidades el bebé. Si en este estado de dependencia absoluta, los cuidados maternos son insuficientes o nulos “se producirá una ruptura, un trauma, o una agonía impensable, origen y causa de las más severas patologías, una falla en el narcisismo primario” (Rosenvald, et al., 2007).

Siguiendo a Winnicott (1993) el primer objeto para el bebé es el “objeto subjetivo”.

Aquel que le permite explorar su propia existencia desde un reinado puro de magia y omnipotencia. Lo anterior coincide con el concepto planteado por Freud “His majesty the baby” en “Introducción del Narcisismo” (1914). El bebé imagina que todo lo hecho no solo le pertenece, sino que lo creó, se trata de una cualidad ilusoria necesaria.

En los niños que hacen una evolución normal, un amor propio sano va en paralelo con el amor por los demás y un interés por el mundo externo. El niño narcisista considera el amor de sus padres como un derecho y la consecuencia natural de sus cualidades. Un niño capaz de amar, se sentirá capaz de sentirse amado porque confía en el amor de los demás, a pesar de los conflictos normales de la constelación edípica. En un círculo benigno de este tipo, la propia sensación de bondad refuerza su capacidad de amor y gratitud (Grimalt, 2017).

A diferencia de lo que se cree actualmente, el narcisismo patológico no consiste en un exceso de amor propio, en realidad nos encontramos con personas que experimentan una falta crónica que conlleva un sufrimiento profundo. Por lo que la persona con un trastorno narcisista volcará su existencia en un esfuerzo incesante por sustituir el amor propio por la admiración externa. El sujeto orienta su vida hacia la realización de deseos inalcanzables, por una sensación de vacío interior. Las relaciones narcisistas se caracterizan por ser meras cosificaciones, se proyectan las problemáticas yoicas en el Otro o la búsqueda infinita de un ideal que represente las figuras idealizadas. El narcisista anhela ser todo para alguien, ser amado con exclusividad. El vínculo narcisista se caracteriza, entonces, por proyectar excesivamente problemáticas yoicas o buscar un ideal (Hornstein, 2008; Zuliani, 2016).

El término narcisismo constantemente se utiliza de manera peyorativa, considero que caer en la descalificación como psicoanalistas en formación no solo resulta poco ético, sino que nos vuelve reduccionistas y poco capaces de abordar el malestar que presentan las personas que vienen en busca de una cura. El psicoanálisis nos invita a pensar más allá, a abrir caminos de reflexión que nos permitan llevar a cabo un trabajo analítico amoroso con personas que sufren debido a una falla en su historia de vida. El psicoanálisis favorece el pasaje de la posición de “amado”, propia del narcisismo, a la posición de “amante”, es decir, aquella en donde la persona es capaz de procurar a sus objetos, tomando una posición más abierta al deseo, a la vida misma.

 

Bibliografía

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  • Imagen:Pexels/cottonbro studio