Masoquismo en la vida cotidiana
Autor: Elizabeth Villa Alva
Mi hermana me dijo un día “¡Güey! ¡Nuestra infancia no pudo ser tan mala como para que tú quieras pasar el día escuchando los problemas de la gente!”. Lo que me llevó a pensar en la cotidiana dificultad que la relación analítica establece y que se manifiesta en la transgresión de los parámetros del encuadre; como el retraso del pago de honorarios, los retardos a sesión, el abandono del tratamiento, la solicitud del paciente de más tiempo y atención negándose simultáneamente a la alta frecuencia de sesiones.
Todos estos cuadros se presentan en casi todos los pacientes en mayor o menor medida y en diferentes circunstancias con respecto a la estructura de personalidad y nosología diagnóstica de ellos. Por lo que me cuestioné; ¿qué es lo que compartimos analistas y pacientes para involucrarnos en una relación donde la cercanía, ya por periodos, ya en momentos de mayor angustia o resistencia o bien de manera estable se posibilita con la sensación de “ser maltratado por el otro”?
Freud habló de un Masoquismo, según la formulación original; la frustración que se siente en la etapa oral provoca una tendencia destructiva del mundo exterior de donde se percibe la agresión para luego regresar dicha agresión contra el Sí mismo a manera de culpa y de miedo al castigo. Por lo que lo que en principio sadismo, se ha convertido en masoquismo siendo el Superyó el agente punitivo. El resultado de tal proceso es la conciencia moral. (Reich 1967 p.231)
Para Reik (1963), el punto de partida es un sadismo infantil donde la meta instintiva es apoderarse del objeto mediante la violencia y tomar posesión de él. El crecimiento de los dientes, el fortalecimiento de los músculos y el dominio de las funciones del esfínter pertenecen a estas precondiciones. El incipiente Yo no logra alcanzar su violento deseo por lo que ante la frustración, se busca la satisfacción en la imaginación que naturalmente es sádica. Ahora que el impulso agresivo carece de objeto exterior, el impulso toma al Yo por objeto.
Sé de una persona (a quien le llamaremos Mario) a quien a poco de haber iniciado su análisis su analista le canceló unas semanas por vacaciones, a unos días de la partida del analista, el paciente tuvo un grave accidente y pocos minutos antes de padecerlo sintió ira y soledad. Al momento de la cancelación, el paciente había establecido ya una transferencia intensa de devaluación por su analista y según me pareció, el accidente le permitía anticipadamente obtener la retaliación de sus objetos primarios desplazados hacía el analista. Es de notarse que en muchas ocasiones cuando los pacientes presentan los mayores conflictos o más intensas son sus crisis amenazan con abandonar el tratamiento; como sucedió con este paciente quien suspendió su tratamiento dando como explicación que las secuelas físicas no le permitían el traslado al consultorio. O como sucede con muchos otros que cuando más necesitan del acompañamiento mayores dificultades económicas presentan llevando la atención de la pareja analítica hacía sus demandas orales que llegan a concluir en baja de honorarios o de sesiones. Son muchas las posibilidades dinámicas que llevan a una persona a decrementar los honorarios de su analista y la frecuencia de sus sesiones, pero me parece importante considerar siempre la posibilidad de que el paciente busque por éste medio el amor del analista.
Es el caso de una paciente (a quien llamaremos Sandra), quien llega a consulta con el objetivo de “no repetir las relaciones de pareja, pues todos los hombres que he tenido se parecen”, es decir, que con todos ellos inicia un noviazgo con la sensación de “que algo muy malo va a ocurrir”. En general, sus parejas eran hombres que despertaban en ella una sensación de suspicacia al inicio de la relación, sospecha era lo que le proseguía para luego sentirse utilizada, humillada, menospreciada y llena de ira cuando confirmaba las conductas violentas, actitudes agresivas de ellos y en varias ocasiones le ocultaron que estaban casados.
Al inicio del tratamiento llamo mucho mi atención la facilidad con la que la paciente parecía lograr insight con mucha rapidez, interrumpió súbitamente en un periodo en el que más enojada se sentía con su imago materna de quien había padecido abusos físicos en su infancia y regresó a consulta manifestando su compromiso por el análisis pero la dificultad que tenía para pagar él.
Supe que aquello que parecía insight, es una forma de hacer críticas continuas sobre sí misma lo que en principio logró mi simpatía. Si bien, no digo que cuando los analizados realizan una valoración sobre sus propios conflictos se deba a rasgos masoquistas, sí que en esta paciente específicamente, demostró tener rasgos de dicho carácter a nivel neurótico como explica Kernberg (citado en PDM). Mientras que el primer paciente referido (Mario) corresponde a un nivel border line.
Antes de proseguir, cabe destacar que entre las características principales del funcionamiento Masoquista se encuentran la imperiosa necesidad de demostrar su sufrimiento y que el otro esté pendiente de él pues sólo así sienten lograr un vínculo con el otro, parte del sufrimiento incluye auto menospreciarse, gastan grandes cantidades de energía puntualizando sus penas y parecen sentir más enojo que tristeza por ellas. (PDM, Mc Williams, Reich). El autocastigo masoquista no es la ejecución del castigo temido, sino un sustituto más benigno. Representa un modo específico de defensa contra el castigo y la angustia. (Reich 1967 p.242)
Bleichmar piensa que el sujeto con carácter masoquista ha tenido figuras parentales que mandan el mensaje que a través del auto sacrificio, la redención y la culpa se le ofrecerá el amor. Es factible que todo hubiese comenzado en la relación con una madre que exacerba el control que tiene sobre el cuerpo y sobre la mente de su hijo lo que resulta abrumador para el niño y en vez de defenderse se ataca a sí mismo sintiendo que la madre está dentro de él. La dinámica continúa porque eso mismo que lo abrumo le provoca un triunfo omnipotente y entonces el sufrimiento queda marcado con el placer de la presencia del objeto y de la preferencia que se experimenta en la exclusividad del vínculo. Las conductas auto afirmativas e intentos de individuación del niño son experimentados por los padres como agresivas y como si fueran actitudes testarudas en una batalla por el poder.
La meta del sufrimiento cotidiano de la defensiva masoquista, no es la unión con la madre amorosa sino el control fantaseado sobre una madre cruel y dañina que imaginariamente es sentida como que no es la que inicia el ataque, sino que, supuestamente, fue provocada por la conducta del niño. Para poder negar la hostilidad y el maltrato el niño se ve obligado a reforzar el aspecto libidinal de la relación, teniendo que enfatizar las representaciones de los momentos placenteros experimentados con ellos y las imágenes de los padres como proveedores de placer.
En la consulta, he visto cómo adultos jóvenes presentan amplias dificultades para reconocer sus habilidades, establecer expectativas de vida laboral, profesional…es decir, incluso pasados los treintas no han logrado verse a sí mismos como personas adultas e independientes. Es el caso de una paciente (a quien llamaremos Cristal) que llega a consulta debido a ataques de pánico que la imposibilitan para salir de su casa por periodos largos, buscar un trabajo y llevar a la práctica el conocimiento que ha acumulado hasta entonces.
El curso del tratamiento avanza exponiendo material donde se aprecia que sus padres le ofrecen ayuda económica, jamás le insisten que busque trabajo y le manifiestan compasión por su situación emocional insistiendo en que ellos le apoyaran todo el tiempo que sea necesario. La paciente se describe casi obligada a permanecer enferma para poder recibir todos los favores que sus padres le otorgan y siente culpa por recibirlos y también se siente muy enojada cuando se percata de que no es a la única a quien ocupa la atención de ellos y siempre encuentra la forma de explicar que el desamor de su madre se debe a que Cristal nunca pudo cumplir con sus expectativas por lo que las peleas entre ambas son constantes. La culpa que siente por no haber cumplido con las expectativas de sus padres, Novick y Novick (1987 y 1991) lo explican diciendo que el niño al fracasar en la realidad retorna a soluciones omnipotentes.
Reich (2010) aduce que las constantes flagelaciones hacía la estima propia se debe a la base de la frustración real o fantaseada de una exigencia de cariño excesiva que no puede ser gratificada. En el fondo es el miedo a ser abandonado. El intento de conseguir amor del objeto siempre fracasa porque el rencor y provocación se dirigen contra la misma persona que se quiere y de quien se exige cariño; así aumenta el temor a perder el cariño, el sentimiento de culpa. Por lo que entre más trata de salir de su situación de sufrimiento, más se enreda en él.
El sentimiento de intimidad, las personas con rasgos masoquistas lo logran a través de relaciones donde la atención se centre en sus problemas y todos las injusticias a los que son sometidos y no están interesados en superarlas, a diferencia de las personas con un carácter depresivo. La segunda paciente arriba referida, Sandra, mantuvo una relación laboral en una empresa cuyos jefes eran abiertamente violentos en su trato hacía el recurso humano y ofrecían tratos claramente penalizados por la Ley Federal del Trabajo. La paciente buscó tratamiento tres meses después de concluir su relación laboral; interpreté que la década de permanencia laboral le había permitido transferir en sus jefes la imago materna sádica y lograr una sensación de control y fusión con ella pues apenas dormía unas horas al día durante todo ese tiempo.
Otra de las pacientes, Cristal, posibilita el sentimiento de fusión la sensación de intimidad en su relación de pareja. Su esposo le pidió matrimonio justo después de un ataque de pánico. Una gran resistencia durante el análisis es su miedo a que si mejora, tendrá que terminar su matrimonio pues siente que hasta ahora ella ha tenido una especie de discapacidad y que su esposo ha sido su soporte. Ciertos masoquistas crean una imagen despreciada de sí mismos para mantener una imagen idealizada de un objeto del cual poder depender y sentirse protegidos; lo que les ayuda a contrarrestar angustias fóbicas y paranoides (Bleichmar 1997).
Una característica que las personas con rasgos y con caracteres masoquistas presentan, es que el sufrimiento, los abusos de los que se sienten víctimas, los sacrificios que hacen son pruebas de su grandiosidad, de la excepcionalidad de su calidad humana. El displacer es codificado como la fidelidad a sus convicciones idealizadas. Es por ello que cuando se entrevista a una mujer que es víctima de violencia doméstica se escucha reiteradamente que la dinámica de agresiones es vivida como una intensa lucha en donde su sufrimiento es el arma que asegura el bienestar de sus hijos. En su artículo sobre el Masoquismo, Bleichmar asegura que al comienzo de la vida, las fantasías sobre la sexualidad las vivió con sometimiento, la vida real lo aseveró y la violencia quedó inscrita en el deseo sexual. Entonces, ser deseado por alguien más poderoso, que es aquel que ejerce el sadismo generalmente moral, implica estar unido con el fuerte y poderoso lo cual narciza a la mujer en este caso. Por su parte, el varón (según este ejemplo, pero bien puede ser a la inversa) puede ser otro masoquista con fantasías de injusticia; mismas que le ofrecen la justificación de sus conductas violentas. Donde el masoquismo constituye una fachada racionalizadora del sadismo y puede estar integrada por una condición de masoquismo narcisista (pues se siente superior al que tendría la conducta inadecuada) y masoquismo moral (alivia tensión anticipándose a la emergencia, el sentimiento de culpa que sobrevenía si el ataque que fantaseo no hubiese estado precedido por el sufrimiento).
Bibliografía
- Bleichmar, (1997) Avances en Psicoterapia Psicoanalítica. Ed. Paidós
- Mc Williams,Nancy. (1994) Psychoanalytic Diagnosis. Ed. The Guilford Press. New York.Capítulo 12 pp. 257 a 279
- PDM
- Reich,Wilhelm. (2010) Análisis de Carácter. Ed.Paidós.España. cap 11. Pp. 229 a 264
- Reik, Theodor (1963). Masoquismo en el hombre moderno. Ed. Sueños Aires. Argentina. Pp.151-172