Por Sebastián Ortega
Hay tantos tipos de psicoanálisis como psicoanalistas hay en el mundo, con un amplio espectro de enfoques, técnicas, énfasis, objetivos, procesos, métodos, encuadres, conceptualizaciones, explicaciones y desarrollos teóricos. Es de experiencia personal que, a medida que avanza el tiempo en la formación psicoanalítica y que los seminarios van pasando uno tras otro, voy cayendo en cuenta que menos sé y viendo todo lo que aún hay por aprender. Con esto no quiero decir que niegue lo que he aprendido hasta ahora, sino que, a medida que van apareciendo nuevos autores en el horizonte, se amplía la lectura que tengo del psicoanálisis y ese horizonte se hace cada vez más grande.
En un primer momento de la formación fue muy simple tomar por cierto lo que decían mi deber ser y mi ideal del yo: -Sé un buen analista, toma lo que entiendes y lo que dicen los analistas ya formados y ponlo en práctica-. Era muy sencillo, pues lo que en ese momento entendí fue -plantea un encuadre y apégate a él, no busques guardar silencio, sino callarte hasta encontrar algo qué decir, interpreta, procura que sean mutativas y no te olvides de la transferencia-. Empero, a medida que este horizonte teórico ha ido creciendo ya no me es posible sólo pensar que seguir un cúmulo de instrucciones me llevará a cumplir este ideal del “buen analista”.
Esta reflexión me abrió la siguiente pregunta: ¿qué hace que un analista sea un buen analista? Yo pienso que es el acto de dudar y comprender. Sin embargo, no existe una sola respuesta para decir qué es un “buen analista” pues pueden existir dos analistas que sean excelentes, pero que hagan cosas diametralmente diferentes y esta división se remite a la técnica a la que se adscriban. No quiero decir que estos hipotéticos analistas sólo conozcan una técnica o que eleven a esa corriente teórica y al autor a un estatuto de deidad, sino que se permitan entender que las diferentes escuelas se han ido creando dentro de un continuo de aportaciones teóricas desde Freud y hasta la actualidad. No existen kleinianos, freudianos o lacanianos puros, sino analistas cuya línea teórica principal sería la de la escuela kleiniana, la freudiana o la lacaniana, por decir algunos y que son capaces de reconocer el aporte de las otras escuelas, aunque existan diferencias teóricas en la conceptualización del psicoanálisis.
Con esto dicho, me tomo la libertad de poner en palabras algunos ejemplos de cómo serían algunos buenos analistas:
Un buen analista cuya línea teórica principal sea la freudiana, se guiará por el precepto “Donde está el ello, allí deberá estar el yo” (Freud,1923 en Kanan 2014) acompañando al paciente a esclarecer los contenidos de su neurosis y los orígenes de ésta. Asimismo, este método le permitirá que el yo se libre del vasallaje que tiene ante sus tres amos: la realidad, los influjos del ello y la exigencia del superyó (Freud,1940). También, este buen analista freudiano entenderá que el yo del psicótico escapa de la técnica clásica y que ésta no le bastará, mientras que con los neuróticos más graves se podrá alcanzar una cura al pedirles “sinceridad cabal a cambio de estricta discreción” (Freud,1940 pp. 174) Conocerá la transferencia como una herramienta de información invaluable al tiempo que se ve como una fuente de peligro. Podrá interpretarla para que el enfermo se dé cuenta que actúa para no recordar, para que esta transferencia no opere a manera resistencial. También interpretará las resistencias que son guiadas por la represión. De manera teórica, el analista freudiano tendrá entendimiento de la dinámica de los sueños, de la teoría de las pulsiones y de la función sexual. Tendrá conocimiento de la primera y segunda tópica como herramientas de comprensión en la lectura de sus casos. Seguirá los consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (Freud, 1912) sobre la atención parejamente flotante y “escuchar y no hacer caso de si se fija en algo” (Freud, 1912, pp. 112). No tomará apuntes sino hasta el final del día (a menos que sirvan para la publicación teórica). Tomará por “modelo al cirujano, que deja de lado todos sus afectos y aún su compasión humana, y concentra sus fuerzas espirituales en una meta única” (Freud, 1912, pp. 114). Estará en condiciones de servirse de su inconsciente como instrumento de análisis, por medio de su propio análisis. Tendrá en cuenta el consejo de actuar como “la luna de un espejo” (Freud, 1912, pp-117) para con el analizando, al mismo tiempo de procurar no educarlo.
Un buen analista cuya línea principal de trabajo sea la kleiniana podrá tener como base de su clínica el precepto de que “el psiquismo se origina en un vínculo intersubjetivo, en primer lugar, la relación de objeto del bebé y su madre. [Que] estudia las características emocionales de ese vínculo, en el que busca descubrir cuál es la ansiedad predominante y las fantasías constitutivas” (Bleichmar y Leiberman-Bleichmar, 1989, pp. 82). Entenderá que la base de su entendimiento viene de esta fantasía inconsciente que se genera a partir de la relación que ejerzan los objetos internos desde un periodo del desarrollo temprano y que generará diferentes tipos de ansiedades, la persecutoria y la depresiva. Comprenderá que se pasará de una posición esquizo paranoide, llena de escisiones entre objetos idealizados y persecutorios, envidia, retaliación y formas de defensa omnipotentes, así como de reparaciones maniacas, a una posición depresiva formada por la integración de los objetos, culpa, gratitud y la posibilidad de identificarse con las partes buenas de estos objetos totales. Este analista kleiniano, en su técnica, tendrá por objetivo interpretar las angustias, así como el amor y la hostilidad colocados en la transferencia por igual, con el fin de que el analizante pueda “integrar los sentimientos ambivalentes en sus vínculos del presente y del pasado, en la realidad externa y en su mundo interno” (Bleichmar y Leiberman-Bleichmar, 1989, pp.113).
Un buen analista cuya línea de trabajo principal provenga de la escuela americana o de la psicología del yo, primero se preguntará acerca de los criterios de analizabilidad e inanalizabilidad para determinar si podrá trabajar en un análisis o una psicoterapia psicoanalíticamente orientada. (Bleichmar y Leiberman-Bleichmar, 1989) Después, se propondrá trabajar en desarrollar la alianza de trabajo con el paciente, para que se pueda promover la regresión y así poner de manifiesto los conflictos internos del paciente para poder trabajarlos. Se buscará que las partes sanas del yo observador puedan identificarse con las partes sanas del analista (Kanan, 2014).
Un buen psicoanalista cuya línea teórica sea la lacaniana entenderá que el sujeto se encuentra estructurado, a través del estadio del espejo, por una imagen del yo ideal que lo encadena a esa imagen ilusoria narcisista de lo que imagina que la madre espera que llegará a ser, pero al mismo tiempo es inalcanzable. Luego se estructura por una identificación imaginaria con el deseo de la madre en una relación diádica, que después será cortada por el tercero en la posición del nombre del padre, castrándolo, lo cual hará que se coloque una relación simbólica de aceptación hacia la Ley (Bleichmar y Leiberman-Bleichmar, 1989, pp.153). El analista lacaniano seguirá el precepto de que el sujeto se encuentra instaurado en el lenguaje, en el campo del Otro con O mayúscula, en este conjunto de normas que forman la cadena de significantes, los cuales en su interacción dan y cambian el sentido de lo que forma su realidad dentro del registro de lo simbólico. Pensará a partir del hecho de que el significado no es sin el significante y que el sentido depende de la posición que ocupen los significantes entre sí. “El significante es aquello que la cosa no es, lo que determina una carencia que le es intrínseca. Es en la medida que le falta algo y a la vez existe en relación con los otros significantes del código: es porque no es otro significante” (Lacan en Bleichmar y Leiberman-Bleichmar, 1989). Yo soy esto, porque no soy eso de allá, lo cual permite al sujeto definirse en esta relación lingüística. Es el analista que de manera técnica buscará los significantes que se encuentran en un discurso latente a través de las transfiguraciones metonímicas y metafóricas de su lenguaje, que en torno a las relaciones especulares (incluida la repetición de patrones en la transferencia) optará por interrumpir la sesión en lugar de interpretarla, para así, causar un acto simbólico que permita la aparición de la palabra plena.
Podría continuar ejemplificando cómo sería un buen analista de las nuevas escuelas y diferentes líneas técnicas de los post-Kleinianos Por ejemplo, podemos considerar a Bion con la función alfa y el continente-contenido (Bleichmar y Leiberman-Bleichmar, 1989), o las fases del proceso analítico, la temperatura y la distancia de Meltzer (Williams, 2022), o el poder soñar el sueño interrumpido o lo no soñado por el paciente y el manejo contratransferencial puesto en el tercero analítico intersubjetivo de Ogden (2005) o, incluso, los argumentos cuestionadores a la técnica clásica que plantea Ferro (2017)
Sin embargo, aquí es donde abro la pregunta: ¿qué pasa si estos analistas, no pueden comprender la técnica, la base epistemológica, la parte histórica del desarrollo de la corriente que siga, tampoco dominar los conceptos, ni ser capaces de ligarlos con otros para una lectura completa de los casos? ¿Qué pasa si en vez de cuestionarse y comprender todo esto, sólo se sigue la técnica a rajatabla como si de un manual se tratase? ¿Qué pasa si, por ejemplo, el texto de los fundamentos de la técnica psicoanalítica se transforma en el santo evangelio, según Etchegoyen? ¿O si los consejos al médico sobre el tratamiento se vuelve el versículo quinto del tomo XII según San Freud? Considero que aquí es donde nace la caricatura del analista: aquel analista que maneja un encuadre y una técnica tan rígidos que pueden rozar en el fanatismo, que se rige por el rezo del Encuadramos señor:
Mantente en silencio porque debes mantenerte callado
Encuadramos, señor
Mantén absoluto anonimato y sólo sé un espejo
Encuadramos, señor
Mantén el semblante, y realiza la escansción
Encuadramos, señor
Interpreta ansiedades e integra objetos
Encuadramos, señor
Lleva a que el paciente se adapte
Encuadramos, señor
Tu objetivo es metabolizar
Encuadramos, señor
Todo es transferencia
Encuadramos, señor
Tu interpretación debe ser mutativa
Encuadramos, señor
Si no son tres sesiones no es psicoanálisis
Encuadramos, señor
Abstinencia y neutralidad ante todo
Encuadramos, señor
Si no es neurótico no es analizable
Encuadramos, señor
Si no acepta interpretaciones es resistencia
Encuadramos, señor
Palabra de Freud.
Sin embargo, creo que la caricatura del analista no viene de la nada, sino que es un peligro latente. Aquí es donde viene lo que yo más más me pregunto y extiendo esta pregunta a ustedes y a la reflexión de los lectores. ¿Qué factores podrían propiciar este apego fanático que, en vez de comprender, guíe hacia una mecanización de la técnica?
Considero que, por un lado, está la angustia del no saber o de ir empezando en este camino de la formación analítica. Pues abarca la angustia, de equivocarse, o de sin querer poder hacerle daño al paciente desde el desconocimiento. Ante esto, desplegamos un falso self (Winnicott, 1965) que se sostiene con la imagen que hemos formado de cómo debe ser un analista. Otra posibilidad que pienso es que en vez de que nuestra mirada esté dirigida al analizante, se dirige hacia nosotros mismos, que nuestras guías sean nuestro ideal del yo y nuestro deber ser y que sean ellos quienes nos definan cómo debe ser la persona / máscara del analista. También está la posibilidad que al adscribirnos a una escuela o regirnos por una institución, sea ésta la que iatrogénicamente nos instaure un dogma el cual elevemos como verdad absoluta por creer que lo que vamos aprendiendo es cierto sin dudarlo. También, está la posibilidad que nos adhiramos a la técnica que conocemos por un tema de transferencia no analizada, ya sea hacia nuestros supervisores, analistas, profesores, o institución en un intento de identificarnos con eso que admiramos. Incluso que esta adherencia se deba a la angustia que nos cauce una transferencia no analizada con un paciente y nos movilice la angustia, es decir que sea por nuestra transferencia hacia el paciente o como una reacción contratransferencial que dejemos de pensar el caso y sólo pensemos cómo deberíamos de actuar. Por eso los invito a cuestionar si alguna vez les ha pasado… confieso que a mí sí.
Creo que el psicoanálisis no puede ser sino es pensado, cuestionado o dudado y que no existe EL psicoanálisis. Como lo dice Froylán Avendaño:
“…la búsqueda de armados conceptuales que compaginen producciones de distintos esquemas referenciales, deberían permitir una porosidad y laxitud tal que habiliten su articulación, tanto en lo teórico como en lo clínico, dificultando que se dogmatice el conocimiento y permitiéndonos pensar en los diferentes tipos de psicoanálisis y no psicoanálisis que puedan ayudar a nuestros diferentes analizandos. Una teoría técnica y clínica única, está destinada a ver a un único tipo de paciente” (Avendaño, 2022).
No debemos cerrarnos a buscar una sola respuesta, a pesar de tener una línea teórica principal. Es importante abrirse al entendimiento y conocimiento de otras más que puedan ser complementarias o históricamente antecesoras de la que nos haga más sentido. Al menos para reconocer las diferencias teóricas que se ven reflejadas en la técnica, pues existen escuelas cuyas técnicas son incompatibles entre sí, pero es radicalmente diferente seguir una técnica a cuestionar por qué se sigue una y no otra. Es poder aceptar que no existe una escuela que contenga todo el saber psicoanalítico, ni que haya una corriente que haya descubierto el hilo negro o la verdad absoluta.
Otra forma de entender este argumento es parafraseando a Ricardo Rodríguez Ponte (Sauval, 2005) quien plantea que el deseo del analista es la caída del sujeto supuesto saber, es decir, la dispersión del saber, el poder dar cuenta que el saber está fragmentado y no hay saber absoluto al cuál aspirar.
En términos bionianos, sería poder desarrollar la capacidad negativa (Bion, 1970, como se citó en Ortiz, 2011, pp. 42-43) “… cuando un hombre es capaz de enfrentarse con la incertidumbre, el misterio y la duda, sin ningún afán irritable de alcanzar el hecho y la razón”. Se trata de poder tolerar el no saber de cierto y posicionarse ante esta falta [de saber] desde la gratitud.
En efecto, hay tantos tipos de psicoanálisis como psicoanalistas hay en el mundo. Para pasar de esa potencia a la realidad cada analista puede tomar en cuenta la propia construcción de su historia tanto teórica como personal, en la vivencia analítica, así como de su construcción como analista en función de cada analizante que entra a su consultorio. Es importante permitirse dudar, no saber, pensar y pensarse durante cada minuto de su práctica, durante cada intervención para así lograr un ejercicio cuestionado y lo más comprendido posible de su psicoanálisis.
Bibliografía:
- Avendaño, F. (2022). “EL” Psicoanálisis no existe. Escritos de analistas en formación. Sociedad Psicoanalítica de México. Recuperado febrero de 2023, de:
- https://spm.mx/2018/el-psicoanalisis-no-existe/
- Bleichmar, N y Lieberman-Bleichmar, C. (1989). El psicoanálisis después de Freud Teoría y Clínica. Paidós. México.
- Etchegoyen, H: (2014). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica -3ª ed. Amorrortu. Buenos Aires
- Ferro, A. y Nicoli, L. (2017). Pensamientos de un psicoanalista irreverente. Guía para analistas y pacientes curiosos. Espacio Gradiva.
- Freud, S. (1912). “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”. En Obras Completas, Tomo XII. Amorrort. Argentina
- Freud, S. (1940). “El esquema del psicoanálisis” en Obras Completas, Tomo XXIII. Amorrortu. Argentina
- Kanan, E. (2014). Rescate Gradiva: TÉCNICA DE LA INTERPRETACIÓN. Recuperado febrero de 2023 de:
- https://spm.mx/2018/falta-rescate-gradiva-tecnica-de-la-interpretacion/
- Ogden, T. (2005). This Art of Psychoanalisis; Dreaming Undreamnt Dreams and Interrupted Cries. England
- Ortiz, E. (2011). La mente en desarrollo Reflexiones sobre la clínica psicoanalítica. Paidós. México.
- Sauval, M. (2005, diciembre). Reportaje a Ricardo Rodríguez Ponte. https://www.acheronta.org/reportajes/rodriguezponte.htm
- Williams, M. H. (2022) Donald Meltzer: A Contemporary Introduction. England.
- Winnicott, D. W. (1965) El proceso de maduración en el niño. Laia.
- Foto de Isai Matus: pexels.com