Por: Jonatan Morales.
“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Salvador Allende.
Este pensamiento a mi parecer lo deberíamos tener tatuado en la mente los psicoanalistas, basta recordar que Freud comenzó con las ideas revolucionarias sobre el ser humano que movilizaron tanto la psique a nivel mundial es considerado por el mismo como uno de los causantes de una de las tres heridas narcisistas de la humanidad. Freud le hizo saber a la humanidad de que el hombre tenía la idea errónea de que se podía conocer así mismo, pero al hablar del inconsciente comenzaron las dudas de que tan cierto podía ser esa idea. Los sujetos no solo tenemos que lidiar con la realidad externa, también tenemos que hacerlo con nuestro mundo interno.
Como psicoanalistas debemos intentar tener claras nuestras ideologías, saber que éstas se quedan fuera del consultorio o por lo menos intentar que no vayan a perturbar nuestra mirada analítica. Lo anterior no nos exime de recordar que somos parte de la sociedad y que lo que aportemos con nuestra investigación y con nuestras ideas, puede influir en el transcurso del pensamiento colectivo. La prueba de esto es que después de las propuestas de Freud, algunos de los pensamientos sobre la psique humana fueron repensados y las ideas psicoanalíticas encontraron un espacio en otras disciplinas.
A lo largo de la historia, el ser humano ha creado eventualidades catastróficas, donde ha actuado la agresión de maneras sumamente alarmantes. Pero, si lo pensamos un poco más, es importante señalar que los protagonistas en esos conflictos son aquellos de los que casi no se habla o, si se hace, es de un modo estadístico; seres humanos que pasan a ser una cifra más como si su vida fuera despojada de cualquier valor.
Muchos de esos jóvenes ni siquiera habían terminado de ser adolescentes y aún así fueron enviados a guerras, conflictos armados o desaparecidos por sus propios gobiernos. Jóvenes que marcharon a guerras con la fantasía de así proteger a sus familias, jóvenes que pasaron noches en trincheras, abrazados quizás solo de los recuerdos de sus seres queridos, con la ilusión de salvarse y tener una vida por venir.
Algunos no tuvieron que irse lejos de casa, libraron la batalla por la libertad de expresión y de pensamiento dentro de sus propios países. Fueron víctimas de dictaduras y gobiernos opresores que los persiguieron, los silenciaron y los torturaron de maneras aberrantes. A los varones les ponían descargas eléctricas en los testículos y a las mujeres les introducían ratas por la vagina, los desgarraron física y mentalmente, para después simplemente darles el adjetivo de desaparecidos.
Dentro de estos dos escenarios, tanto en el de la guerra como el de las dictaduras, contamos con el ejemplo de dos psicoanalistas que demostraron su valentía alzando la voz y poniendo el dedo en la llaga, a pesar de que las sociedades psicoanalíticas a las que pertenecían en su momento les demandaron callarse. Ellas se negaron y, como consecuencia, se quiso buscar ignorarlas para así omitirlas de la historia.
Ferenczi dice (citado por Roudinesco, 2014/ 2015) “conozco bien la patología de las asociaciones y sé hasta qué punto suelen reinar en las agrupaciones políticas, sociales y científicas, la megalomanía pueril, la vanidad, el respeto de las fórmulas vacías, la obediencia ciega y el interés personal, en lugar de un trabajo concienzudo consagrado al bien común” (p.138).
Anne-Lisse Stern, nacida en Berlín en 1921, fue denunciada por ser judía, la arrestaron y fue trasladada a un campo de exterminio nazi en abril de 1944. Tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, regresa a Francia y la Cruz Roja la acoge. Gracias a ello puede reencontrarse con sus padres, a quienes daba por muertos. Influenciados por las ideas freudianas, sus padres la alentaron a que contara lo que vivió y que lo dejase plasmado por escrito. Stern cuenta “Reemerger (…) de los campos, de haberles dicho todo, ha tomado largos años de psicoanálisis. Pero también esto -y mi chance en el campo, mi relativa poca deportación en relación a otros- es lo que hizo posible que me volviera analista a pesar/a causa del campo (..). No poder hablar de ello por el hecho de no ser escuchada, eso es lo conocí más tarde y, lamentablemente, sobre todo en la comunidad psicoanalítica”. (Stern, 2004, p. 113).
Helena Besserman Viana nació en Río de Janeiro en 1932. En la década de los años setenta, Helena presenció cómo en su país y en otros países de Latinoamérica se fueron instaurando las dictaduras militares, junto con todas las desgracias y restricciones que estas conllevaron. Veríssimo de Posadas expresa respecto de Helena que “Guardó la imagen de una luchadora solitaria, respetada por muchos -acusada y puesta en peligro por otros- por su coraje durante la dictadura brasileña (1964 – 1965), donde el gobierno (…) que suprimió derechos y garantías de los ciudadanos, y persiguió, torturo y desapareció opositores” Varissimo de Posadas, 2018, p.14).
Helena confrontó y le exigió a las sociedades psicoanalíticas y a la IPA, que no se podía dar la espalda a lo que estaba sucediendo, en sus palabras “Quedar subyugado, no cuestionar (…) ni la teoría, ni actos delictivos, (…) porque eso va a denigrar la imagen del psicoanalista como aquel sujeto formidable que sabe todo (…) Y ahí entra el tema de la filiación, del sujeto que imita. Son raros, hasta diría bastante raros (…) los psicoanalistas que han hecho un análisis llamado de formación y que sus candidatos hayan logrado la libertad de seguir sus propios caminos”. (Calmon et al., 1999, p.27)
En ambos casos podemos ver que estas mujeres tuvieron una historia personal complicada, pero es de suma importancia recordarlas y aprender de ellas a pesar de que los escenarios donde alzaron la voz son muy diferentes a los que nosotros nos enfrentamos. Por eso me planteo la pegunta ¿Cómo es que las generaciones que nos precedieron pudieron contar con la estructura psíquica y fuerza yoica para tolerar las pulsiones agresivas expresadas de modos tan destructivos?
“Los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean hombres débiles y los hombres débiles crean tiempos difíciles “. Michael Hopf.
Si bien el pensamiento colectivo es el que dicta las normas de comportamiento de los miembros de una sociedad, esto no quiere decir que dichas normas siempre apunten al juicio más sano para la mayoría. Los gobiernos y las religiones han tenido un importante papel en el manejo y control de las masas, dictaminando cuáles son las normas por las que debemos regirnos.
Quizás la masa necesita que se le indique qué es lo que debe pensar para así poder librarse del exhaustivo proceso del pensamiento, necesita que le simplifiquen la idea de lo que es correcto o incorrecto. Freud dice que “Las masas nunca conocieron la sed de la verdad (…). Para los neuróticos no vale la realidad objetiva corriente, sino la realidad psíquica (…). En la actividad anímica de la masa, el examen de la realidad retrocede frente a la intensidad de las mociones de deseo afectivamente investidas. La masa es un rebaño obediente que nunca podría vivir sin señor. Tiene tal sed de obedecer que se subordina instintivamente a cualquiera que se designe su señor” (Freud, 1921, p. 76 y 77).
Me parece que las religiones actualmente han perdido impacto ideológico en un número considerable de algunas poblaciones a nivel mundial. Esto hace interesante replantearnos como ha cambiado el escenario y pensar ante quién se subordina el pensamiento de las masas en este momento. A mi parecer, la diversificación ideológica se ha capitalizado y esto ha sido impulsado por los gobiernos, con la utilización de las redes sociales. Pareciera que es más viable manejar sociedades infantilizadas y fragmentadas ideológicamente (divide y vencerás), que aquellas que puedan utilizar un pensamiento adulto con el cuál busquen llegar a puntos de acuerdo.
Ante el manejo del pensamiento colectivo, Freud menciona que “La masa es impulsiva, voluble y excitable. Es guiada casi con exclusividad por lo inconsciente. Los impulsos a que obedece pueden ser, según las circunstancias, nobles o crueles, heroicos o cobardes. (…) Habría un sentimiento de omnipotencia; el concepto de lo imposible desaparece para el individuo inmerso en la masa (…). Los sentimientos de las masas son siempre muy simples y exaltados. Por eso no conoce la duda ni la incerteza” (…). Quien quiera influirla no necesita presentarle argumentos lógicos; tiene que pintarle las imágenes más vivas, exagerar y repetir siempre lo mismo”. (Freud, 1921, p. 74).
Recordemos que el superyó esta relacionado con aquello que introyectamos de nuestras figuras paternas y aceptamos como el faro moral con el que nos regimos para así poder relacionarnos de manera social o, como mencionaba Freud, que el núcleo de la llamada conciencia moral es la “angustia social”. Pareciera que, al haber una diversidad ideológica, la angustia por no cumplir con los cánones de lo que es socialmente aceptado aumenta. Esto ha provocado que haya una dilución del significado de lo que es ser empático y tolerante, cayendo así en la paradoja de la intolerancia, al no estar de acuerdo o al cuestionar las ideologías se promueve la idea de que el sujeto es intolerante, falto de empatía o “fóbico”. Considero que tenemos que estar muy atentos al manejo que hacemos de los conceptos tanto dentro y fuera de los consultorios. McWilliams dice que “La “empatía” a menudo se usa mal para significar reacciones cálidas, tolerantes y comprensivas hacia el paciente, sin importar lo que está transmitiendo emocionalmente. Utilizó el término (…) en un sentido literal de la capacidad de sentir emocionalmente algo así como lo que la otra persona está sintiendo”. (McWilliams, 2014, p.33).
El psicoanálisis es un trabajo que se limita mayormente al consultorio. Es una relación bipersonal entre analista y analizando. El proceso consiste en que el sujeto revise su realidad interior, lo cual es doloroso en muchas ocasiones, porque para comprender nuestro mundo interno tenemos que revivir relaciones y situaciones que nos han dejado cicatrices, las cuales a veces sólo son visibles por la sintomatología que nos caracteriza. La comprensión de los anterior hará que el sujeto se vaya dando cuenta que lo que considera los hechos, es solo su versión de ellos. De ese modo el analizando tendrá que admitir que su deseo imprimió (e imprime) su sello a la experiencia y de esta forma, él ha ido modificando y re-creando su experiencia de la realidad exterior.
El psicoanálisis se ha desarrollado como un método terapéutico y una filosofía para intentar explicar la vida, que ha logrado cambios a gran escala social, pero eso también conlleva tener un buen número de detractores y más teniendo en cuenta que el psicoanálisis no es compatible con la opinión popular. A pesar de que el psicoanálisis logro popularizarse en el pensamiento colectivo, sus ideas y su metodología no ofrecen caminos fáciles e indoloros, es un proceso que requiere de muchos esfuerzos, eso causa que pierda de atractivo para la mayoría.
A mi parecer es sumamente difícil que el pensamiento psicoanalítico encaje con lo que es políticamente correcto, ya que nuestro trabajo conlleva nombrar lo angustiante, lo amenazante, lo incómodo, lo inconsciente. Por eso creo que nuestro propio proceso analítico y nuestra formación como analistas, nos permite aprender a estar cómodos con lo incomodo, a cuestionarnos lo que mayoría de las personas evita preguntarse y que buscan escapar de todo este proceso del pensamiento por medio de distractores.
Freud piensa que “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarlas, no podemos prescindir de calmantes. (…). Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestras miserias; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas”. (Freud, 1944, p. 75).
El gran distractor de la actualidad son las redes sociales, en la cuales se difunden ideologías, modas, estereotipos y se simplifica la idea de lo que se requiere para cumplir ciertas metas. Esto provoca que impere un pensamiento infantil, donde la masa constantemente busca eludir los procesos, el esfuerzo y tiempo que estos conllevan, provocando frustraciones que necesitaran ser acalladas por medio de más distractores, buscando lograr la negación, debido a que la obtención de resultados no va acorde con lo que la realidad impone.
Como analistas debemos preguntarnos: ¿qué es lo que está depositando la persona en las ideologías a las que se apega, qué busca resolver con ellas o qué síntomas esta mostrando por medio de ellas? No lo hacemos con el fin de emitir juicios, lo hacemos para poder comprender qué hay dentro de los diálogos que resuenan con el material de cada sujeto.
Hay que estar pendientes del discurso en el que se basan los sujetos, diferenciar si tienen tintes más hacia lo neurótico o hacia lo psicótico, recordemos que la diferencia entre estos, es que en el diálogo del neurótico, este sabe que la causa de las angustias tiene que ver con lo interno, con las fantasías y es consciente de que la manera en que percibe al mundo, no va acorde con la realidad externa. Para el psicótico es lo contrario, piensa que el modo en como el percibe, es cómo funciona la realidad externa.
André Green habla de que “El psicótico se apoya en la dependencia materna que le permite la prolongación de las delicias -tal vez pagadas muy caras, pero sin embargo deliciosas- del narcisismo primario en el cual la represión de la realidad permite la prolongación del reinado del principio del placer donde el yo vive en el cenit de la megalomanía” (Green, 1962, p.82 y 83).
La realidad no funciona como quisiéramos, los demás no nos perciben como nos gustaría que lo hicieran. Es una verdad dolorosa que tenemos que aceptar para poder seguir adelante. El discurso que se fomenta en las redes sociales ha ido cambiando, antes era “tú puedes ser lo que tu quieras, sólo tienes que esforzarte para serlo”. Pasó a “puedes ser lo que quieras mientras tú te percibas así, no importa lo que piensen los demás” y ahora es “el otro te debe percibir como tú lo decidas”.
Esto provoca que haya un choque entre lo que dice la masa y el diálogo interno que tenemos cada sujeto. A mi parecer es peligroso fomentar y no cuestionar las ideas que buscan negar la realidad.
Como lo compara Freud “Lo que puede ser cancelado de modo pasajero por una función fisiológica, naturalmente tiene que poder ser perturbado también por procesos patológicos. La patología nos da a conocer gran numero de estados en que el deslinde del yo respecto del mundo exterior se vuelve incierto, o en que los limites se trazan de maneras efectivamente incorrecta; casos en que partes de nuestro cuerpo propio, y aun fragmentados de nuestra propia vida anímica -percepciones, pensamientos, sentimientos-, nos aparecen como ajenos y no pertenecientes al yo, y otros casos aún, en que se atribuye al mundo exterior lo que manifiestamente se ha generado dentro del yo y debiera ser reconocido por él. Por tanto, también el sentimiento yoico está expuesto a perturbaciones, y los limites del yo no son fijos”. (Freud, 1944, p. 67).
Lo anteriormente mencionado no tiene como objetivo determinar qué es lo correcto o lo incorrecto. A pesar de que en la sociedad impera un falso discurso de tolerancia esto no significa que para las ciencias está prohibido hacer cuestionamientos y no estar de acuerdo con el pensamiento popular. El psicoanálisis requiere hacer preguntas, para poder trabajar con lo que el paciente llega a nuestro consultorio, pero también para aportar a nivel social respuestas que pueden ayudar para que ciertos procesos psíquicos y sociales, se lleven de la manera más sana posible.
Contamos con la fortuna de no tener que lidiar con situaciones extremas como las que se mencionaron al principio de este trabajo, tenemos la oportunidad de que el psicoanálisis se difunda y vaya evolucionando. Podemos pensar sin tener que estar en una linea de fuego que amenace nuestra integridad física y mental. Por eso creo que es de suma importancia cuestionar la multiplicidad de ideologías que surgen, poner el dedo en la llaga de cada una y no dejarnos seducir por la cultura de la inmediatez, la escisión e ideas positivas exacerbadas. Hay que aprender a estar cómodos con la idea de que para los psicoanalistas la mayoría de las veces es más complicado el poder integrarse al pensamiento popular, pero que sí podemos aportar a la idea de que las personas pueden pasarla mejor ante la vida que se les presenta, pueden manejar las conflictivas y las eventualidades de modos conscientes y no solo dedicarse a repetir conductas de modo incosciente.
Freud estima que “Uno no puede apartar de sí la impresión de qué los seres humanos suelen aplicar falsos raseros; poder, éxito y riqueza que es lo que pretenden para sí y lo que admiran en otros, menospreciando los verdaderos valores de la vida. Más en un juicio universal de esa índole, uno corre el peligro de olvidar la variedad del mundo humano y de su vida anímica. (…) hay hombres que (…) su grandeza descansa en cualidades y logros totalmente ajenos a las metas e ideales de la multitud. Se tendería en seguida a suponer que sólo una minoría reconoce a esos grandes hombres, en tanto que la gran mayoría no quiere saber nada de ellos. Pero no se puede salir del paso tan fácilmente; están de por medio los desacuerdos entre el pensar y el obrar de los seres humanos, así como el acuerdo múltiple de sus mociones de deseo”. (Freud, 1944, p. 65).
Es evidente que los psicoanalistas no tenemos las respuestas a todo y lo que sale de nuestra boca no conlleva a la verdad absoluta, pero gozamos de la capacidad de pensar y cuestionarnos de modos distintos, puedo que esto, nos haga sentir comprometidos a querer transmitirlo a otros. André Green afirma que “lo que el sujeto viene a buscar en nosotros más allá del sufrimiento, la angustia y la soledad, es su interrupción, sin duda, pero más aún el porqué del sufrimiento, de la angustia y de la soledad. Lo que le damos no es el goce, la beatitad, el éxtasis, sino la posibilidad de encontrar los medios para una interrogación renovada acerca de sí y del mundo con la ayuda de lo que haya aprendido con nuestra mediación”. (Green, 1962, p.90).
A modo de conclusión de este trabajo, quiero recalcar la idea de que “la realidad se antepone”.
Por eso creo que hay una variedad de temas que podemos ir abordando y analizando para ofrecer propuestas que sean realmente valiosas y que sean en beneficio de los sujetos y las sociedades. El pensamiento revolucionario no significa estar en contra de todo, pero sí estar en contra de aquello que es amenazante para nuestra salud y nuestro bienestar. No creo que a los movimientos revolucionarios del pensamiento se les puedan programar métodos y fechas. Eso sería limitarlos y controlarlos, dejándolos estériles en su capacidad reflexiva y creativa.
El psicoanálisis nos permite adentrarnos en nosotros, pero también nos da la seguridad y la fuerza para salirnos de nuestras burbujas y es ahí donde comenzamos a ser empáticos con los otros. Hay que tener muy presente que mucha gente no tiene la oportunidad que nosotros tenemos.
El trabajo del analista y su formación son extenuantes, pero seamos honestos, hay cosas mucho peores y afortunadamente podemos vivir la experiencia del psicoanálisis.
Charles Bukowski decía que “Hay veces que un hombre tiene que luchar tanto por la vida, que no tiene tiempo de vivirla”.
Nosotros podemos vivirla, pensarla, trabajarla, reflexionarla y elaborarla para poder seguir disfrutando de ella. Y en verdad creo que debemos intentar disfrutarla lo más que podamos, porque nunca sabremos cuando se nos presentara “la ultima carcajada de la cumbancha”.
Bibliografía:
- Grinberg, L. (1977). “Sobre la madre falica por André Green”, cap. 4 de Prácticas psicoanalíticas comparadas en las neurosis, (1965, pp. 62-106). Buenos Aires, Paidos.
- Freud, S. (1921). “Psicología de las masas y analisis del yo y otras obras”, vol. 18 de las Obras completas, tr. José L. Etcheverry, (1992, pp. 63-136.) Buenos Aires, Amorrortu.
- Freud, S. (1944). “El malestar en la cultura”, vol. 21 de las Obras completas, tr. José L. Etcheverry, (1992, pp. 57-140.) Buenos Aires, Amorrortu.
- Roudinesco, E. (2015). Freud, en su tiempo y en el nuestro. Buenos Aires: Debate. (Trabajo original publicado en 2014).
- Stern, A.-L. (2004) Le savoi-deporté: Camps, histore, phychanalyse. París: Seuil.
- Veríssimo de Posadas, L. (2018). “Es tiempo ahora de voces entre voces apoyadas”, vol. 16 de Calibán Revista Latinoamericana de Psicoanálisis, (2018 pp14-31). Uruguay.
- Imagen: Soldados de asalto avanzan bajo un ataque de gas, Otto Dix, 1924.