Vínculo madre-hijo en la generación de patología desde la visión de Winnicott.

Concepción Zepeda

Les comparto que éste trabajo teórico tiene como punto de partida mi interés por la díada madre-hijo principalmente, asimismo, este interés se vio reforzado por un analizando y la problemática que gira en torno al modo vincular con sus hijos; otro de los motivos que me inspiró es mi resistencia a trabajar con niños, aunque lo he hecho, me inclino a trabajar con otro tipo de población, así que, procuré adentrarme en la constelación madre-hijo para comprender cómo se va estableciendo uno u otro tipo de vínculo y cómo algunos llegan a ser la antesala de cierta patología.

El ser humano es el único que requiere de otro para sobrevivir, el niño al nacer se encuentra inundado por su primitiva emocionalidad, por un estado de no integración y de dependencia absoluta de la figura maternante; en caso de quedar desprovisto de cuidados, el bebé moriría; por tanto, la relación de dependencia del individuo es prolongada; en la medida en que va creciendo se va independizando, siempre y cuando se desarrolle en un ambiente facilitador. Cuando nace un niño los desafíos son enormes, no conoce nada, todo está por conocerse y entenderse en términos epistemológicos, para entenderlo necesita hallar a alguien y ese es quien funge el rol materno; en otras palabras, el bebé va a conocer el mundo a través de la mirada de la madre. Y bueno, eso me hace pensar en cómo la pareja, la familia y la sociedad podría cuidar a esa madre para que se sienta contenida durante el embarazo, a la llegada del hijo y durante la crianza. Por tanto, como candidatos y futuros analistas podernos cuestionarnos respecto al vínculo del niño con su madre, la importancia de éste y cómo va cobrando relevancia la vincularidad en el desarrollo psíquico del infante.

En el desarrollo emocional del individuo, Winnicott destaca la relación y las experiencias de la diada madre-hijo como unidad básica en las primeras etapas de la vida, al expresar la frase el bebé, eso no existe, Winnicott quiere decir, que no existe un hijo por sí mismo, sino que desde el inicio existe más bien una dupla indisoluble entre madre e hijo, por consiguiente, a éste no se le puede estudiar o interpretar concibiéndolo como un sujeto autónomo, separado de la relación con la madre; al ocuparnos de la relación de la madre con su hijo antes del nacimiento y en las primeras semanas y meses posteriores, estaremos en condiciones de ponderar “la inmensa contribución al individuo  y a la sociedad que la madre buena corriente […] hace al comienzo, y eso simplemente a causa de su devoción por su hijo” Winnicott, 1986, p.145).

Para Winnicot es la madre-ambiente quien dispone en la infancia las bases de la salud mental del ser humano. “La madre aporta un medio dentro del cual se pueden producir […] procesos complejos pero esenciales para que el yo del niño pueda completarse. Tal vez sea muy útil comenzar por un estudio de una madre buena y corriente, en la medida en que nos sea posible ver lo que sucede en esta relación entre dos personas” (Winnicott, 1948).

La teoría winnicottiana subraya la importancia de la función materna de holding o sostén como un factor básico del cuidado infantil, que abarca los cuidados de la etapa de dependencia absoluta, donde la función es sostener emocionalmente al bebé en todos los estados por los que curse su agresividad y afectividad, en estos momentos necesitará que la madre le preste su yo contenedor y sostenedor para que la intensidad de lo vivenciado no le resulte tan amenazador. Si este rol se cumple, el niño desarrolla sus incipientes nociones del amor, comprensión y bienestar. Una falla en el sostén determina amenazas interminables, vividas como fragmentación, aniquilamiento, desvincularse del cuerpo, caer interminablemente; como podemos advertir, estas amenazas se encuentran estrechamente vinculadas a las angustias de tipo psicótico, que si son permanente pueden provocar distintas patologías. 

Otra de las funciones que realiza la madre es la Handling o manipulación que tiene que ver con los cuidados y satisfacciones fisiológicas del bebé, el objetivo es que el niño sienta la experiencia de ser uno con el propio cuerpo de la madre en los cuidados habituales del día a día, cuando lo limpia, lo acaricia, lo nombra, lo sostiene entre sus brazos o lo mira. Si no existen grandes fallas en la manipulación el infante logra una adecuada coordinación motora y tono muscular, así como la vivencia de individualización. 

Lo antes mencionado se logra siempre y cuando la madre sea capaz de empatizar con las necesidades psíquicas y físicas del bebé, que se adapte al yo incipiente y a la sensibilidad de éste; por consiguiente, un adecuado sostenimiento y manipulación permite la integración y el sentido de unidad corporal, favorece el potencial del pequeño y su creatividad, lo ayuda a conocerse, a subjetivizarse, a reconocer a la madre y luego a otros objetos que esta le irá introduciendo.

Otra cualidad que debe desarrollar la madre es la presentación del objeto y la posible ilusión omnipotente en el infante, es decir, el bebé fantasea que él mismo ha creado al objeto que lo satisface y que este estará o aparecerá cuando él lo necesite, este proceso psíquico se da siempre y cuando la aparición de la madre coincida con el momento en que el niño la esté necesitando; el bebé aprende lentamente a soportar la ausencia de la madre, siempre y cuando tenga la confianza del retorno de esta; así es como el neonato empieza a desilusionarse sobre la base de la ilusión que la madre le había ayudado a crear. A medida que la mamá lo frustra, él empieza a dudar de su omnipotencia; esta situación lo lleva a reconocer la existencia del mundo exterior, a darse cuenta poco a poco que hay objetos fuera de él y de su control. Si el bebé no tuvo la suficiente oportunidad de experimentar la ilusión, éste proceso falla; como consecuencia, se rehúsa a abandonar el pensamiento omnipotente y esto lo lleva a perder la capacidad para aceptar la realidad; en este momento es cuando se instauraría la omnipotencia como patología. Por el contrario, si la madre le impone precoz y permanentemente la realidad y no permite que el infante la descubra, lo forza a adecuarse al medio y a convertirse en madre de sí mismo para subsistir.

Como hemos visto una madre lo suficientemente buena es también aquella que paulatinamente empieza a fallar, al respecto, en el libro, “Los bebés y sus madres” (1990) el autor afirma que: 

Con el tiempo el bebé necesita que su madre falle en adaptarse, siendo esta falla también un proceso gradual […] Sería molesto para el niño seguir experimentando omnipotencia cuando ya está en condiciones de tolerar la frustración y fallas relativas del ambiente. ¡Se puede obtener bastante satisfacción de la rabia!, siempre que esta no se convierta en desesperación. (Winnicott, 1990, p.25) 

Ante la ausencia de la madre el niño recurre a los objetos transicionales con la finalidad de elaborar su ausencia y desarrollar la capacidad para esperar y tolerar la frustración, el objeto es algo que la reemplaza para que el psiquismo del bebé no colapse de angustia y funcione, de hecho, no la reemplaza en su totalidad, solo fungen como puente entre la madre ausente y su deseo de recuperarla. Primero, será un objeto elegido y luego será puesto en una gran variedad de objetos; porque este funcionamiento psíquico no solo corresponde a esta etapa, sino que se ve a lo largo de la vida como modo un de funcionamiento, ya que este es el modelo de todos los procesos de simbolización. Cuando en los niños no se favorece la transicionalidad se inhibe la creatividad y la originalidad.

Naturalmente, el ambiente desempeña un papel vital al inicio del desarrollo emocional del infante, no puede haber una independencia de las actitudes parentales; lo podemos corroborar cuando vemos a un bebé que extiende la mano para tomar algún objeto y contiene su impulso para evaluar, sobre todo, la actitud de la madre. De acuerdo con Winnicott (2012) la madre es un espejo para el hijo y el rostro es el primer precursor; por ejemplo, qué ve el bebé cuando su madre refleja su propio estado de ánimo de tristeza, cansancio, enojo o bien la rigidez de sus defensas; por supuesto, no basta que suceda en una sola ocasión, sino, cuando el bebé no se vea reflejado a sí mismo en ningún momento, ya que la madre le debe devolver al hijo su propia imagen, a través de la mira de amor con que ella lo ve; en realidad lo que el bebé ve es una mira colmada de amor y satisfacción total cuando lo observa. A todo esto, Winnicott nos dice en el libro de Realidad y juego (2012) que “Surgen consecuencias. Primero, empieza a atrofiarse su capacidad creadora y de una u otra manera buscan en derredor otras formas de conseguir que el ambiente les devuelva algo de sí. En segundo lugar, éste se acomoda a la idea de que cuando mira ve al rostro de la madre.” (Winnicott, 2012). En este caso, se perturba el intercambio significativo con el mundo; las experiencias no le resultan significativas y no les pueden dar significado; en este sentido, algunos bebés estudian el rostro con la esperanza de encontrar algo de sí. Otros, estudian el rostro con la intención de predecir el estado de ánimo del agente maternante y, si es necesario, pueden llegar a sentir que tienen que retirar sus necesidades con la finalidad de sobrevivir.

Con lo antes expuesto, ahora si podemos aterrizar en un concepto que es la piedra angular de la teoría de Winnicott y con esto me estoy refiriendo, a lo que él llama “la madre lo suficientemente buena”. Al respecto menciona:

La madre lo suficientemente buena es quién, en casos de ser sana, la tiene como para atender a las necesidades de su bebé a cada minuto. Lo que el bebé necesita, y lo necesita absolutamente, no es ninguna clase de perfección en el quehacer materno, sino, una adaptación lo suficientemente buena, que es parte integral de una relación viva en la que la madre se identifica temporariamente con el bebé. Para poder hacerlo en el grado necesario, la madre necesita estar protegida de la realidad externa, de modo de poder gozar de un periodo de preocupación (materna primaria), siendo el bebé su objeto de preocupación. Para ser capaz de perder este alto grado de identificación al mismo ritmo en que el bebé transita de la dependencia a la independencia, la madre tiene que ser sana, en el sentido de no ser proclive a una preocupación mórbida. (Winnicott, 2011, p.63)

Winnicott (2011) sostiene que “Las fallas en la confiabilidad del ambiente en […] etapas tempranas producen en el bebé fracturas de la continuidad personal, a raíz de las reacciones de lo impredecible. Estos sucesos traumáticos comportan una angustia impensable o el máximo dolor.” (Winnicot, 2011, p.237). En el caso de un ambiente facilitador, la madre se adapta a las necesidades de su hijo que evoluciona poco a poco en personalidad y carácter, esta adaptación le hace sentir seguridad. La vivencia del infante con esa confiabilidad hace surgir en él un sentimiento de confianza; cuando existe un fracaso en la confianza se limita la capacidad para el juego creador, que es un indicador importantísimo de salud.

La falta de confiabilidad de la figura materna hace que cualquier esfuerzo constructivo resulte en vano; en consecuencia, el sentimiento de culpa se vuelve intolerable y el niño se ve impelido a retornar a la inhibición o a perder el impulso que, de hecho, forma parte del amor primitivo…peor aún, las experiencias tempranas no han posibilitado la realización del proceso innato que conduce hacia la integración; por consiguiente, no existe en el niño ninguna unidad, ni se siente responsable por nada. (Winnicott, 2016, p.132-33)

 La madre que guía con sensibilidad le permitirá al bebé externar la agresión pateando, berreando, gritando o destruyendo. Si un niño no ha tenido la posibilidad de expresar su agresión aniquila al mundo mágicamente y en la agresión ajena ve un reflejo de sus impulsos reprimidos y cuando se agota la dotación de persecución, el niño la sustituye con delirios. Por otro lado, cuando el ambiente no facilita el desarrollo, Winnicott apela a la expresión “congelamiento” de situaciones traumáticas y uno de los resultados patológicos es el surgimiento de un falso self defensivo, esto cobra interés psicoanalítico, ya que este falso self se instaura al inicio del vínculo madre-hijo, dado que este, no surge en el desarrollo normal del bebé y mucho menos independiente de la madre-ambiente. El falso self adquirirá la forma de alguna estructura psicopatológica de tipo fronterizo, esquizoide, etc.

Por lo antes expuesto, el estudio psicoanalítico de la primera infancia y del vínculo temprano es necesario y útil para el campo del psicoanálisis; me queda claro que para pensar psicoanalíticamente al niño, es necesario comprender psicoanalíticamente a la madre o figura sustituta y al vínculo diádico que se forma entre estos. Dentro de la teorización Winnicottiana se afirma, que el niño nace con un potencial, que si el ambiente-madre es capaz de que todo marche bien, que no exista algo verdaderamente traumático en el ambiente sostenedor, seguramente el infante se desarrollará en la salud. Sin embargo, cuando esto no sucede, las alteraciones que sobrevienen a temprana edad originan patologías graves y aún las patologías no graves causan sufrimiento psíquico. Por otra parte, este trabajo me hizo pensar en el tratamiento analítico, pensé al analista haciendo la función de sostén y el consultorio siendo ese espacio transicional, donde surge y se despliega una gran cantidad de fenómenos transicionales.

Viñeta clínica

Adriana, mujer de 31 años de edad, en unión libre, madre de dos hijos; María de 8 años y Rodrigo de 4. Su primer embarazo fue para retener a su pareja, el cual estaba casado. Al nacer su hija se da cuenta que su pareja no se va a vivir con ella, así que toda su frustración la descarga contra María; a decir de la paciente, su hija no cumplió con su cometido porque su pareja no dejó a su esposa y empezaron a vivir juntos después de 2 años de haber nacido María. Recuerda que cuando nació no sabía qué hacer con ella, le molestaba todo lo relacionado a los cuidado y atenciones de María, a los 3 meses de nacida golpeaba a su hija en el rostro “le daba cachetadas, sentía mucho enojo hacia ella”, cuando lloraba procuraba que la madre de la paciente se hiciera cargo, de lo contrario la dejaba llorar por largo tiempo. Su segundo embarazo fue porque su hija ya estaba grande y se sentía sola, así que decide tener otro hijo; refiere no haber deseado tener hijos, no recuerda haber jugado mucho con ellos porque la desesperaban, le molestaba que hablaran, solo algunas ocasiones se ha levantado para prepararlos y llevarlos al colegio; quien lo hace es el padre, nunca les ha preparado el lunch, desde siempre ha procurado dejar a los niños a cargo de otras personas, como el papá, con cuidadores, la abuela o la tía. Se sale de la casa y procura regresar cuando los niños estén dormidos para no tener que lidiar con ellos, a muy temprana edad les daba el celular o la tableta para que no la molestaran. En contadas ocasiones se muestra cariñosa con los hijos, les compra juguetes en abundancia y entre más costosos mejor. Ha referido que a su hijo Rodrigo de bebé no le gustaba estar con ella, lloraba y la rechazaba, prefería estar con el padre. Cuando los hijos muestran más cariño hacia el papá, Adriana se molesta con ellos y se encierra en su habitación.

La viñeta clínica, es un ejemplo de una mamá que no tuvo la posibilidad de ser una madre suficientemente buena, se le dificultó ser un sostén adecuado para sus hijos, no pudo identificarse y mucho menos adaptarse a las necesidades emocionales y físicas de estos; pareciera que no fue gradualmente fallando, es decir, siguiendo los cambios de sus hijos en desarrollo hasta que estos lograran la etapa de independencia, la falla fue súbita. La conducta emocional de Adriana pareciera de una madre imprevisible, que puede pasar de una actitud a otra; sin que sus hijos pudieran confiar en ella, prevaleció y prevalece la violencia y el rechazo, es evidente que no se propició un ambiente facilitador para María y Roberto.

No quisiera concluir sin antes compartir con ustedes una frase de Winnicott que me hace sentido: “La criatura humana debe recorrer cierta distancia desde la precocidad para alcanzar la madurez suficiente que le permita ser profunda…La psicosis consiste en no encontrar o no tener a nadie que te pueda soportar.”

Finalmente, abro la discusión con la pregunta. ¿Qué nos hace pensar la frase, “una madre insuficientemente buena?”

Bibliografía

  • Winnicott. D.W. (1990). Los bebés y sus madres. Buenos aires, Argentina. Editorial Paidós. 1ra. edición.
  • Winnicott, D.W. (1986).  El hogar, nuestro punto de partida. Buenos aires, Argentina. Editorial Paidós. Segunda edición.
  • Winnicott, D.W. (2016).  Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría del desarrollo emocional. Buenos aires, Argentina. Editorial Paidós. Primera reimpresión.
  • Winnicott. D.W. (2012). Realidad y juego. Buenos aires, Argentina. Editorial Gedisa.
  • Winnicott. D.W. (2011). Exploraciones psicoanalíticas I. Buenos aires, Argentina. Editorial Paidós. Quinta reimpresión.
  • Winnicott, D.W. (2016).  Deprivación y delincuencia. Buenos aires, Argentina. Editorial Paidós. Primera edición.