Por: Ericka Prado
El término zapoteca se deriva del náhuatl “Tzapotéecatl” que significa pueblo del zapote. Schrader-Kniffki (2004) afirma que “Los zapotecos conforman el tercer grupo etnolingüístico más grande de los más de cinco millones de hablantes de lenguas amerindias de México”(p. 3) tan sólo después del náhuatl y el maya. La cultura zapoteca se estableció, entre otros, en el actual estado de Oaxaca, su ciudad más importante fue Monte Albán y su cultura se ha perpetuado de forma importante en el istmo de Tehuantepec, una de las ocho regiones geoeconómicas del estado, específicamente en Juchitán. Es precisamente en éste poblado donde se presenta una de las particularidades de esta cultura, el Muxe. Collins (1986) lo explica de la siguiente manera “En el caso del Istmo se trata de una homosexualidad masculina institucionalizada que aparece como un tercer sexo socialmente concebido y aceptado” un hombre-mujer al cual se le denomina muxe y que podría asemejarse al berdache de las culturas indias de Norte América, que Ras (2006) describe como “varones que cambiaban de sexo y adquirían prestigio mezclados a mujeres como chamanes, médicos-brujos y consejeros, admitidos y cultivados por el grupo, como un verdadero tercer sexo”. (p. 139)
El significado de la palabra muxe aún se discute entre historiadores y antropólogos, según un estudio del Instituto de Estudios Sociales de La Haya una teoría sugiere que proviene de la palabra en castellano mujer que se adoptó al zapoteco en el siglo XVI. (Cruz, 2017)
En el Vocabulario Zapoteco del Istmo publicado por el instituto lingüístico de verano en 2007, la traducción de muxe del zapoteco al español es: afeminado, aunque en general en el Istmo es homosexual, sin ninguna connotación despectiva, solo referencial. Macario Matus (1978) poeta, narrador y periodista juchiteco, escribe en 1978, un artículo sobre sexualidad en el Istmo y sostiene que “ser homosexual en Juchitán es igual que ser heterosexual… la homosexualidad se toma como una gracia o una virtud que proviene de la naturaleza” este pensamiento predominó entre las familias juchitecas en esa época, hoy está en duda.
A partir de éste primer abordaje al término, trataré de hacer una aproximación a la sociedad zapoteca del Istmo donde se presenta esta problemática específica, que la hace particularmente interesante para cualquier interesado en comprender a la sociedad vía géneros y tratar de entenderlo, en su contexto, como ejes de la acción social y cultural. Esto, con la finalidad de explorar un fenómeno tan original como es la institucionalización de la homosexualidad para ampliar nuestra visión del tema y debatirlo desde nuestra perspectiva, un abordaje a profundidad no compete a este escrito, entre otros motivos porque existe muy poca documentación histórica etnográfica, esta escasez de información se debe a que a lo largo del tiempo el Istmo se ha conformado por una conciencia de resistencia étnica que dificulta su comprensión o entendimiento si no eres teco, forma en que se autonombran y que dificulta hacer una investigación a distancia, situación que se tratará de compensar en este escrito, con conocimiento personal sobre esta sociedad de la que mi familia proviene.
La participación de la mujer en la sociedad zapoteca es característica y protagónica, son tradicionalmente comerciantes y desapegadas al exclusivo rol doméstico, más bien asociadas a labores caseras, al mercado y actividades con la familia extensa. Son dueñas del dinero que ganan y lo destinan a la educación de los hijos, al sistema festivo local y a ahorrar en oro. Las distingue, respecto a las mujeres de otras etnias, su capacidad económica y autonomía respecto del hombre, lo cual se manifiesta en una fuerte auto valorización y en ser autoridad a nivel social y familiar, aspectos todos poco comunes en la sociedad del estado y quizá a nivel nacional.
Es debido a esta gran y aceptada autoridad que se habla de “matriarcado” en la sociedad zapoteca, donde si bien existe una centralidad de la madre en la familia y lo cultural y la mujer goza de un prestigio social derivado de su inserción activa en la economía, la autoridad ejercida por la mujer zapoteca no alcanza para ser jefe de familia, ese poder es reservado al hombre quien goza de mayores privilegios de libertad y afectividad respecto de las mujeres con lo que el matriarcado se pone severamente en duda.
El varón se considera depositario de la autoridad y de poder en las esferas de la representatividad, el poder político, la producción literaria, la creación artística, el campo y en general en el ámbito de las acciones y decisiones que conciernen a la comunidad y las relaciones con las instituciones.
No hay consideraciones a parte para el muxe dentro de la sociedad zapoteca, son componentes naturales de la sociedad y juegan un rol destacado y de alto valor dentro de la familia, reúnen características de los dos sexos y existen sobre ellos expectativas sociales.
La forma en que es utilizado el espacio urbano por hombres, mujeres y muxes permite hacer una lectura concreta de los ámbitos de acción de cada género, el poder y quehacer político lo simboliza el palacio municipal, la casa de cultura, espacios masculinos articulados casi exclusivamente por hombres; el comercio y poderío económico simbolizado por el mercado y la iglesia es el espacio netamente femenino. Los muxe ocupan espacios más bien periféricos, los cruceros, las cantinas; se les relaciona con el ámbito del esparcimiento, el mercado del sexo pero sin dejar por completo los lazos y funciones compartidas, como son actividades propias de la casa, participación en las fiestas, actividades culturales y artísticas.
 
Sobre la homosexualidad, un hecho sobresaliente es la actitud social y cultural hacia ella. La sociedad Istmeña mantiene una actitud peculiarmente permisiva y no punitiva ante la homosexualidad masculina, el travestismo, el afeminamiento, en contraste con la actitud que guardan hacia la homosexualidad femenina, pues si el muxe tiene presencia y cierto prestigio social, la lesbiana es desviada o enferma.
Un tema relacionado que resalta al dar un primer vistazo a esta cultura es su lenguaje. En español, los nombres o sustantivos y sus modificadores concuerdan en género y número, es decir existe el género gramatical masculino o femenino el cual según Hualde (2001), “es una propiedad inherente de los sustantivos que se manifiesta en la concordancia con adjetivos y otros modificadores” (p. 137) propiedad que el zapoteco no comparte con el español, en la lengua zapoteca, dicho por Muysken (1998) “no existe el género, con lo que surge un nuevo sistema de reglas que simplifica la concordancia” (p. 77) pues los sustantivos y sus modificadores sirven a tres géneros al mismo tiempo: femenino, masculino y neutro.
Los infantes zapotecas, aprenden esta lengua sin género exclusivamente masculino y femenino al mismo tiempo que son insertos en actividades donde gozan de mucha libertad para jugar y divertirse en las huertas, ríos y en general amplios espacios abiertos, hasta que llega el momento en que se considera que pueden ayudar en otras actividades y se hace una tajante diferenciación en la educación. Los niños gozan de varios años más de infancia libres de toda preocupación antes de comenzar el aprendizaje de un oficio y/o seguir estudiando, las niñas junto con los niños reconocidos y aceptados como potencialmente muxe por el entorno familiar y social, son incorporados a la vida de las mujeres donde aprenden toda la gama de conocimientos y comportamientos socialmente asignados a la mujer, hacer tortillas, cuidar a los hermanos pequeños, aprender a vender o cualquier actividad que les posibilite desarrollarse como personas independientes, con bases económicas propias para defenderse en la vida sin depender de nadie y ayudar a la economía doméstica. Al llegar la menarca en las niñas se hace más rígido el control familiar, para que nadie les vaya a faltar al respeto pues del mantenimiento de su virginidad depende el honor familiar, entre pubertad y matrimonio las mujeres se subordinan a los hombres de la casa, a los cuales hay que lavar, planchar, alimentar, etc. Hasta que después de un largo cortejo y un corto noviazgo llegan al matrimonio, el cual tradicionalmente se da por huida concertada, aunque ocasionalmente también se pide a la novia. En la huida, que es de común acuerdo y los padres conocen las intenciones de los novios, el muchacho se lleva a la novia a su casa donde cumple con el rito de la desfloración para comprobar la virginidad de la doncella antes de la ceremonia. La comprobación no se trata de una relación sexual completa, la desfloración se hace con un dedo para que salga la sangre y manche el pañuelo o la ropa interior de la novia y este sea expuesto en el altar familiar, junto con los santos y a la novia le suba la fiebre durante las siguientes 24 horas que permanecerá recostada, sangre y fiebre son elementos indispensables para comprobar que es una buena muchacha, el visto bueno lo dan las ancianas que saben distinguir entre la sangre de himen y cualquier otra. El rito es casi público pues desde el momento en que llega la novia, familiares, vecinos, comadres se reúnen en la casa y el patio llevando tributos para celebrar el evento como son cerveza, flores, cuetes. Tributos que se usaran días después durante la celebración de la boda, responsabilidad que recae sobre la mamá del novio, donde no están en juego sólo los gastos económicos sino también la activación y movilización de todos los recursos sociales, las redes de solidaridad y ayuda comunitaria necesarios para cumplir con las ceremonias que pueden durar hasta 8 días seguidos. Es por esto que la enumeración de hijos casados le da prestigio a la madre frente a la comunidad.
Las primeras experiencias amorosas de un varón son distintas, empiezan en la pubertad, los muxe se prestan gustosos a su iniciación. Tener más de una novia, saber conquistar, tener relaciones sexuales con mujeres mayores y con muxes en un rol activo, es demostrar a los ojos de los demás, incluyendo a las mujeres que son un verdadero hombre. Familia, amigos y comunidad esperan que el varón tenga la mayor cantidad de relaciones posibles antes y después del matrimonio, para probar su virilidad.
Los muxe, que desde la menarca de las hermanas se despegaron sobre su propio rol con el aprendizaje y dominio de todas las actividades de la mujer, comienzan a interactuar con los muchachos durante los años en que las mujeres están recluidas en casa al cuidado de las madres temerosas de la deshonra. Se distinguen por crecer, participar e interactuar con la comunidad en lo cotidiano con vestimenta unisex luciendo una larga cabellera y algo de maquillaje, en las fiestas tradicionales como bodas o Velas, lucen traje regional y un arreglo sumamente femenino, mayormente estilizado que las mujeres. Participan en la labores domésticas junto a sus hermanas pero pueden salir y gozar de la libertad de los hermanos cuando quieran, pueden seguir estudiando sin necesidad de esperar a un hombre que quiera casarse ni tampoco ir en busca de una mujer con la cual hacerlo; lo mismo ayudan en fiestas en decoración, coreografías, maquillaje y vestimenta que trabajando en el comercio pero fuera del mercado en zonas donde puedan interactuar mayormente con hombres o apoyando en las pesadas labores de las huertas cercanas a casa donde se requiere mayor fuerza física teniendo la ventaja de poder cocinarle a los jornaleros y atenderlos de paso, actividades conjuntas valoradas por la sociedad.
La característica común entonces parece ser un estado de constante performance de género, un juego entre ser y no ser, la instrumentalidad de una identidad ambigua y lúdica que les permite pasar con gran naturalidad de un rol a otro según lo requiera la circunstancia y el deseo personal. Otra diferenciación igualmente somera y a grosso modo, es la estratificación social que coincide con una separación de espacios territoriales y sociales de las que hablé anteriormente y que dentro de la comunidad muxe también presenta diferenciación, pues según la zona de donde provenga es el tipo de profesión u oficio al que tendrá acceso y por ende a los círculos sociales y culturales de la ciudad en los que podrá desarrollar su estilo de vida, aunque hay algo en lo que los muxe coinciden sin importar el estrato social del que provengan, representan para su familia tanto una seguridad económica como un apoyo moral pues se quedan al cuidado de los padres cuando estos envejecen y van ocupando las tareas y responsabilidades de ambos a lo largo del tiempo, es decir mantienen a sus padres y la casa en todos los sentidos hasta que estos mueran, motivo por el cual tener un muxe como hijo siempre será una bendición bien recibida, pues resuelve muchas cosas en la vida cotidiana de una familia, implica como padres nunca quedarse solos en la vejez ni desamparados en la enfermedad; gozar del apoyo permanente de alguien en una amplia gama de actividades que rebasan las de una hija o un hijo solamente. Macario Matus escribe “tienen la mente y fuerza de un hombre y los sentimientos y la laboriosidad de una mujer”
Muchos muxe han alcanzado, a través de su trabajo y/o sus redes de relaciones sociales, con viveza y habilidad, un buen nivel económico y reconocimiento social. Así que el muxe anciano que ha cumplido con una serie de valores de la comunidad, que, como las mujeres, ha trabajado, ha hecho su casa y comprado sus oros, ha cumplido con la costumbre, se ha preocupado para que su familia saliera adelante, etc. entra en otra fase del ciclo de vida, adquiere aquel prestigio y poder del que gozan las mujeres adultas con una trayectoria de vida conforme a las expectativas de la cultura. Con el tiempo y el cumplimiento de una vida considerada éticamente correcta, puede llegar a ser el elemento unificador de la familia extensa y a la muerte de la abuela y de la madre, heredar la autoridad moral y el prestigio de ambas.
Así, los zapotecos del istmo conformaron una sociedad donde cada género ejercía su influencia en espacios definidos y excluyentes en que las normas e interacción de los géneros es única, lograron una sociedad heterosexual dominante pero no heterosexista excluyente hasta que los pueblos se convirtieron en ciudades y se multiplicaron de forma compulsiva y perversa las fiestas, complejizando o contaminando la comunidad indígena como se imagina funcionaba años atrás. La conformación y representación de la identidad femenina, masculina y muxe de la cultura zapoteca es difícil de explicar pues estas categorías hacen referencia a simbolismos que limitan su comprensión desde fuera y es por qué codificamos de manera distinta lo que se entiende por género y esto queda claro en el dialecto puro de la etnia, donde no existe tal.
En psicología existe la tendencia de hablar de la mujer y el hombre sin la especificidad cultural e histórica. Los estudios de Margaret Mead procuraron demostrar que los roles de hombres y mujeres no son producto de una esencia masculina o femenina inmutable sino se construyen culturalmente a través de un proceso de socialización en el que intervienen los modelos de lo que la sociedad define como las actitudes y conductas apropiadas para cada sexo. En el istmo el ser hombre, mujer o muxe es simbólico de los roles y relaciones entre ellos; la identidad es el eje que los atraviesa y solo aplica para ellos pues precisamente su construcción simbólica e histórica es única.
El muxe no necesita ser mujer para ocupar un lugar en la sociedad, no se le puede definir de una sola manera, el eje de su reconocimiento social es independiente de su preferencia o identidad sexual, no es meramente el performance de género y se le respeta por eso, esa es la diferencia y por eso se habla de un tercer género al que se le permite y respeta todo. Con esa simple y compleja premisa rompe todos los esquemas occidentales, el tercer género se sostiene mientras los otros dos no lo ataquen, devalúen o marginen que por el contrario, puedan construir juntos.
En las últimas décadas la sociedad istmeña pasó de ser una sociedad tradicional a una invadida por la prensa internacional, entre otras cosas gracias a la Vela de las auténticas e intrépidas buscadoras de peligro, la Vela es la fiesta tradicional del Istmo en que se trata de mantener prendida la llama de las tradiciones año tras año y que contempla una serie de rituales al respecto, como pasarla de una familia a otra, la cual se encarga de preparar y costear todas y cada una de la actividades del festejo del año, en el istmo si no compartes lo que tienes con tu pueblo, con tu gente eres un miserable y es por medio de esta vela que los muxes se difundieron por medios de comunicación y se lanzaron a la fama internacional, generando ulteriores confusiones interpretativas.
Atrajeron la atención y la homofobia que aunque muchos que habían salido y regresado del pueblo conocían, no era algo en que estuvieran de acuerdo y mucho menos practicaran, el huracán modernizador trajo consigo un atentado al patrimonio cultural de los zapotecas: la tolerancia de la diversidad.
La cobertura de los medios tergiversó la forma en que se estructuraba y mantenía la armonía de los roles, el fenómeno mediático contribuyó a que los muxes y Juchitán se vieran por decirlo de alguna forma como “el paraíso queer de México” donde si bien el sistema festivo sigue siendo el microcosmo que refleja la multiplicidad y complejidad de los roles, identidades y relaciones está ahora bajo el reflector de la globalización.
Quizá la clave para entender el original modelo étnico de la sociedad zapoteca esta precisamente en la estructuración de su lenguaje, pensándolo como estructurador de la psique, el no género gramatical que simplifica al español podría ampliarse, modificar y simplificar nuestro entendimiento de los géneros tal cual ellos los manejan así como de su identidad, conformación de personalidad, cultura y tradiciones.
 
 
Bibliografía

  • Collins, C. (Diciembre, 1986). Isthmus Zapotec Muxe: Social and Biological Dimensions of a Third Gender Role. Trabajo presentado en ARGOH Simposium of American Anthropological Association, Philadelphia, USA.
  • Cruz, M. (Febrero 2017). Muxes: Una comunidad en Oaxaca desafía los conceptos tradicionales de la identidad y el genero. Recuperado de

https://verne.elpais.com/verne/2017/01/31/mexico/1485834145_612368.html

  • Hualde, J. (2001). Introducción a la lingüística hispánica. España: Cambridge
  • Matus, M. (1978). Conceptos sexuales entre los zapotecas de hoy: La cultura en México. Suplemento de Siempre, 859(1), 1.
  • Muysken, P. (1998). Foro hispánico de sociolingüística: lenguas en contacto. Amsterdam – Atlanta: Rodopi.
  • Ras, N. (2006). La guerra por las vacas: más de tres siglos de una gesta olvidada. Argentina: Galerna.
  • Schrader-Kniffki, M. (2004). Introducción a la lengua y cultura zapotecas. Alemania: Ivalca

 
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