Un esbozo hacia lo espiritual en la clínica.

Autora: Paola Sáenz

 

“Espiritualidad es cierto estado de conciencia.

Es un estado de gracia que uno obtiene dentro de su propio corazón,

y que debemos encontrar por nosotros mismos”.

Sri Ram.

 

Hace no mucho tiempo tuve una conversación muy bonita con un colega candidato. Ambos, compartimos experiencias y puntos de vista sobre un tema en particular que nos llama la atención, pero, al mismo tiempo, nos genera cierta resistencia, temor, es posible que hasta angustia. Hablábamos sobre “la espiritualidad”. En el intercambio de opiniones, los dos coincidíamos en que “el sobre pensar” o “racionalizar” o “intelectualizar” este tema nos hacia alejarnos de su verdadera esencia pero ¿cuál es la esencia de la espiritualidad? Los dos sentimos cierta atracción hacia la materia, sin embargo, por nuestra formación concordamos en que teníamos ciertas resistencias al respecto. Estudiamos la mente y sí, las emociones también, pero, discutimos si había algo más que conocer fuera de la razón, además, nos cuestionamos si había algo mal en nosotros, probablemente no analizado para que tuviéramos esa curiosidad por el tema, ya que muchas veces suena como algo místico. Primero que nada, ¿qué es lo que consideramos espiritualidad? A lo largo de este escrito tendré la intención de acercarme y compartir con ustedes algunas ideas a las que llegué. Asimismo, es mi deseo que juntos nos cuestionemos sobre el papel que tiene la <<espiritualidad>> en el trabajo clínico y, principalmente, en nosotros como analistas.

En una ocasión, tuve la oportunidad de asistir a una clase budista en la cual me llamó la atención que el monje mencionaba que la psicología y sus múltiples terapias sólo tenían la capacidad de llegar hasta cierto límite -de alguna manera superficial- al conocimiento de la mente humana y su comportamiento. Hay algo más profundo de y en nosotros, una explicación de nuestra forma de percibir la vida y dirigirnos en ella. A lo que este monje budista se refería era a la espiritualidad. He de compartir con ustedes que en ese momento me sorprendí, y recuerdo que pensé algo así como “Este monje seguro no tiene idea sobre los alcances que tiene el psicoanálisis. Lo dice porque es monje, y es en lo que cree.” No obstante, poco después me cuestioné ¿y si yo Paola también tengo cierto sesgo e idealización sobre lo que práctico y a lo que le he dedicado cierta cantidad de años estudiando? El psicoanálisis se ha convertido para mi a lo largo de este tiempo en una manera de explicar y comprender el mundo que me rodea; a mí misma, a los pacientes, al arte, al cine, a grupos sociales, a la literatura, y podría seguir la lista, pero ¿hay realmente algo más profundo de lo que todos nosotros o algunos de nosotros debemos conocer? ¿podría ser aquello un complemento para nuestra formación como analistas, pero en primer lugar, como seres humanos? Cuando surgió en mi la idea de realizar este escrito, sinceramente, tuve ciertas inseguridades, reticencias y resistencias ¿la espiritualidad se trata de un tema fantasioso? ¿dónde entra la razón aquí? ¿la espiritualidad es positivista o es una “fumada” de unos cuantos seres con una estructura psíquica más primaria por así llamarla? Sabemos que la ciencia aún no alcanza un saber absoluto, pero ¿será posible alcanzar este saber a través de la espiritualidad? O ¿deberían de ir de la mano?. Pienso que llegar a una postura concluyente no me será posible ya que en primer lugar, este es sólo un acercamiento de mi parte al tema y, en segundo lugar, porque de hecho no estoy segura de que haya una respuesta definitiva, es un tema metafísico, que sobrepasa la razón.

Entrando ya en materia, me dediqué un tiempo a investigar por diversas fuentes qué es la espiritualidad, ya que el término puede tener también connotaciones metafísicas y antropológicas. A decir de la RAE es la “naturaleza y condición de espiritual”(RAE, 2019), no resuelve mucho esta definición, por lo que al buscar <<espiritual>> se encuentra que la palabra proviene del latín spirituālis que es algo “perteneciente o relativo al espíritu”… Espíritu tiene múltiples acepciones que en cierta medida parecen poseer algo en común, aquí unos ejemplos: “1. Ser inmaterial y dotado de razón. 2. Alma racional. 4. Vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar” (RAE, 2019). Por otro lado, me encontré con un trabajo de una psiquiatra y psicoterapeuta argentina llamada Raquel Inés Bianchi que busca la integración de diversas ramas de la psicoterapia -entre ellas el psicoanálisis-, la psiquiatría y la teología para la prevención y tratamiento de diversas patologías. La espiritualidad para ella es

“una experiencia interna o vivencia de sentirnos vivos, un sentimiento de integración con la vida y el mundo, un ansía de Dios, una búsqueda de lo sacro o divino, necesidades expresivas ligadas al arte, diferentes actos creativos, la necesidad del encuentro a través de la comunicación con otras personas, necesidad de contacto con la naturaleza, se manifiesta como un convencimiento profundo de que la existencia tiene un valor y un sentido trascendente” (Bianchi, 2010, pg. s/p).

Entonces, se resume que la espiritualidad es inmaterial, es lo que nos impulsa a movernos, a expresarnos profundamente a través de diferentes artes, a sentir una profunda conexión con uno mismo, los otros y la existencia; está relacionada con la pulsión de vida, forma parte de eros. Pudiera ser que la espiritualidad surge como apaciguamiento hacia la ansiedad que nos provoca la muerte, nuestros instintos, es una panacea para lo que no podemos explicar, los misterios de la existencia humana, del universo. Freud nos dice “Según Schopenhauer, el problema de la muerte se sitúa en el principio de toda filosofía; y nosotros hemos averiguado que también la formación de las representaciones sobre el alma y de la creencia en los demonios, características ambas del animismo, se reconduce a la impresión que la muerte produce en el hombre” (Freud, T. XIII, pg. 91).

Por otra parte, este método se puede practicar por muchas personas de diferentes maneras. Por ejemplo: existen aquellos que meditan y contemplan, otros, a través de prácticas religiosas, o de artes marciales como tai chi, jiu-jitsu, judo, unos al pintar, cantar, hacer jardinería y también hemos escuchado del péndulo, el reiki, yoga, las cartas, astrología, etc. ¿Será que así como hay múltiples psicoterapias, hay también formas de practicar una vida espiritual y de conocerse a uno mismo? ¿hay un método más eficiente que otro? ¿realmente funcionan todos? ¿la espiritualidad es una creencia irracional? ¿es un tema para “Schreber”? Freud dijo en relación a este tema:

“Pero si se lo somete al tratamiento analítico, que le hace consciente lo en él inconsciente, no podrá creer que los pensamientos son libres y temerá siempre manifestar malos deseos, como si exteriorizándolos no pudieran menos que cumplirse. Ahora bien, en esta conducta, así como en la superstición que practica en su vida, nos muestra cuán cerca se encuentra del salvaje que cree alterar el mundo exterior mediante sus meros pensamientos” (Freud, T. XIII, pg. 90).

Disculparan mi ejemplo escabroso pero imaginemos que un médico nos anuncia que tenemos unos cuantos meses de vida. Ante este planteamiento podríamos tomar diferentes actitudes. Llenarnos de angustia, llorar, enojarnos, deprimirnos, etc. pero podríamos también tomar una actitud completamente contraria. Pensemos en un monje budista o al Papa Francisco –o cualquier paciente-, probablemente ellos sentirían dicha de 1. Renacer o 2. Irse con Dios/Jesús, ambos se sentirían repletos de alegría. Podríamos dar como analistas diversas interpretaciones a ese modo de conducirse en la vida, pero ¿la espiritualidad será lo que determinará la actitud, el talante con que el que tomaremos ese advenimiento y muchos otros? El grosso filósofo argentino Darío Sztajnszrajber piensa “si queremos comprender si hay algo más allá del límite ¿cómo hacerlo sin usar las categorías del mas acá?”

De hecho, al final del DSM-IV en el capítulo de “Otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica” se propone la categoría Problema religioso o espiritual que es:

“Cuando el objeto de atención clínica es un problema religioso o espiritual. Los ejemplos incluyen el malestar que implica la pérdida o el cuestionamiento de la fe, los problemas asociados con la conversión a una nueva fe, o el cuestionamiento de los valores espirituales que pueden o no estar necesariamente relacionados con una iglesia organizada o una institución religiosa” (DSM-IV, 2003, pág. 828).

Hace un tiempo, un paciente realizó un viaje a Asía; ahí tuvo la oportunidad de conocer un poco más sobre la filosofía budista, visitó templos, leyó unos cuantos libros, convivió con practicantes, entre otras cosas y, a su regreso, haciendo alusión a lo espiritual me dijo “me siento pleno, en paz, feliz, me di cuenta que a veces nos ahogamos en un vaso de agua. Me la paso sobrepensando, quejándome de mi esposa, de mi mamá, de mis hermanas, incluso de mí mismo. Pero me di cuenta que es una perdida de tiempo y que hay otras cosas realmente más importantes y significativas”. Como analista pensaba muchos puntos: ¿será que <<Menganito>> viene maniaco del viaje? ¿trae la cuestión “espiritual” como resistencia para no pensarse a sí mismo? ¿será que esta idealizando una cultura totalmente diferente a la suya? Pero hubo otro instante en el que recordé las palabras del monje budista y me pregunté ¿Paola, y si <<menganito>> realmente encontró por un instante en la espiritualidad cierta satisfacción, respuestas, conocimientos de sí mismo, sensaciones físicas demasiado placenteras? ¿quién era yo para pensar que venía maniaco, resistente, “Schreberiano”?. Quizá sí, pero quizá no. Parte de lo maravilloso que encuentro del trabajo clínico es que no sólo trabajamos en conocer los aspectos inconscientes de los pacientes, sino que a través de ellos, también nosotros los analistas podemos llegar a conocer mucho de nosotros, a aprender, a cuestionarnos. En esa ocasión, yo me cuestionaba ¿será que habrá algo más profundo que el psicoanálisis, otras respuestas y otro método para sanar?.

Es importante que como psicoanalistas estemos al tanto de la vida espiritual de nuestros pacientes, qué significado tiene para ellos estar comprometidos y practicar una vida espiritual. Ese aspecto nos brindaría abundante información.

La motivación de la vida espiritual en la persona está fungiendo como una pulsión de parte de eros, o es una resistencia, manía, un método de calmar sus objetos persecutorios, sus angustias, ansiedades, con esto quiero decir, que tal vez en algunos casos, la espiritualidad es simplemente un depositario de múltiples proyecciones de la persona, tanto libidinales como agresivas. Así como las religiones y muchas otras creencias del hombre surgen de la angustia que provoca la muerte, del misterio de no saber qué hay más allá después de que nuestra vida termine aquí. Para algunos creyentes nos vamos al paraíso, al cielo, para otros reencarnamos en diferentes formas dependiendo de nuestro karma, otros cuantos piensan que nos convertimos en parte del universo, y otros, que nuestra existencia termina por siempre. Considero que la espiritualidad puede no estar relacionada con la religiosidad aunque en varios casos la religión sea la vía. Cuál es la verdad, no lo sabemos hoy y probablemente nunca lo sabremos, a pesar de ello, sea cual sea la creencia que tengamos la manera en que nos conduzcamos dependerá de ese credo y tal vez ahí sea donde entre la espiritualidad, en esa forma que tenemos de relacionarnos con nuestras creencias respecto a nuestra existencia. Freud decía:

“Si damos por supuesta la ya mencionada historia de desarrollo de las cosmovisiones humanas, en que la fase animista es revelada por la religiosa y esta por la científica, no nos resultará difícil perseguir los destinos de la <<omnipotencia de los pensamientos>> a través de esas fases. En el estadio animista, el hombre se atribuye la omnipotencia a sí mismo; en el religioso, la ha cedido a los dioses, pero no renuncia seriamente a ella, pues se reserva, por medio de múltiples influjos, guiar la voluntad de los dioses de acuerdo con sus propios deseos. En la cosmovisión científica ya no queda espacio alguno para la omnipotencia del hombre, que se ha confesado su pequeñez y se resigna a la muerte, así como se somete a todas las otras necesidades naturales. Sin embargo, en la confianza en el poder del espíritu humano, en la medida en que este tome en cuenta las leyes de la realidad efectiva, revive un fragmento de la primitiva creencia de la omnipotencia” (Freud, T. Xiii, pg. 91-92).

Personalmente considero que podríamos cuestionarnos hasta qué punto los valores de una vida espiritual y las prácticas terapéuticas se encuentran y divergen. Posiblemente la espiritualidad en un paciente podría funcionar como un yo auxiliar, como un principio organizador, podría incitar y apoyar a un psicoanálisis o a una psicoterapia con la finalidad de favorecer al self. No obstante, pudiera ser que la espiritualidad se convirtiese en un aspecto inconsciente persecutorio, en el cual las <<representaciones objetales espirituales>>, por así llamarlas, pudieran tornarse en puniciones del superyó.

A lo mejor, la espiritualidad es como un mecanismo de defensa, que protege ante profundas angustias existenciales. El ámbito de la espiritualidad es un trabajo personal, así como uno decide conocerse a sí mismo a través del análisis, considero importante que como analistas nos planteemos la vida espiritual y tengamos una postura al respecto, ya sea que creamos o no en ella, para así tener la capacidad de reconocer nuestra contratransferencia para comprender mejor a los pacientes, y abordar este tema tan subjetivo con suficiente profesionalidad.

 

Bibliografía

  • AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (APA). (2002). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-IV-TR. Barcelona: Masson.
  • Bianchi, R.I. (2010). Espiritualidad y práctica clínica. Buenos Aires, Argentina.
  • Freud, S. (2011). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis y otras obras (1932-1936). (2da ed., Vol. XXII). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
  • Freud, S. (2011). Tótem y tabú y otras obras (1913-1914). (2da ed., Vol. XIII). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
  • Real Academia Española. (2019). Diccionario de la lengua española. (23ªed.) Consultado en: http://www.rae.es/rae.html