Nuestro inconsciente guarda una infinidad de recuerdos, experiencias y deseos que muchas veces son inaceptables ya que pueden ser aterrorizantes, dolorosos, crueles, o rechazantes socialmente, por lo que se resisten a salir claramente a la conciencia y eligen otros caminos de salida como lo serian las fobias, síntomas, enfermedades y supersticiones. Éstas últimas se expresan indirectamente mediante rituales cargados de profundo simbolismo por lo que difícilmente se podría separar una referencia emocional en ellos.
 
Autor: Ariela Shubich

Llamamos superstición al respeto o temor no razonable a algo desconocido, misterioso o imaginario; un precepto o dogma, escrúpulo, o habito, que se fundamenta en el miedo o la ignorancia.

Algunas de estas creencias en ellas son clara y demostrablemente falsas, pero es muy difícil establecer una prueba negativa puesto que muchas veces la gente se aferra a creer en ellas ya que disminuyen su nivel de angustia ante situaciones que se encuentran fuera de su control.

Aquellos que en nuestra sociedad contemporánea tienen creencias distintas a las aceptadas por la generalidad, suelen tener mucho cuidado en anunciarlas y las van llamando “ciencias ocultas”. Frecuentemente se consideran una minoría iluminada, superiores en inteligencia y visión al resto de la gente, rechazando la idea que son supersticiosos.

Una de las características comunes en las supersticiones es la sugestión o la “profecía auto cumplida”, es decir, la creencia en que alguna superstición pudiera predisponer a la persona a que aquello malo suceda si no se cumple con el “ritual”.  (Si no se pone la camisa de la suerte, no consigue el empleo).

Existen supersticiones socialmente compartidas, que forman un sistema de creencias e ideas que han sido transmitidas de generación en generación sin haber perdido su potencia como algunas prácticas de protección (dejar derramar la sal, males de ojo, tocar madera, hechizos, talismanes, etc.). Todas estas relacionadas a angustias subyacentes como lo es la de la muerte, la envidia, la enfermedad y la angustia de separación. Es por ello que una explicación sobrenatural puede tranquilizar en cierta medida como el jalarse el cabello al escuchar una ambulancia. Con este ritual, la persona “disminuye” la amenaza de muerte y quizá al sentir el jalón de pelo, se siente viva.

Los llamados “remedios”, los talismanes, el tarot, la lectura de caracoles, etc. tienen un valor puesto ya que existen muchas personas creyentes que se muestran receptivos ante estas prácticas. Incluso sabemos de gobernantes en distintos países que han echado mano de adivinas para tomar decisiones importantes.

Frazer afirmaba que la magia desempeña un papel de primer orden en la mayoría de las supersticiones. El la consideró como una precursora de la ciencia, un temprano intento de formular leyes que rijan los fenómenos; aunque estas leyes sean erróneas. Las prácticas mágicas adoptan formas especiales, que siguen un modelo de funcionamiento característico de la mente humana el cual es más primitivo en un principio. En esta primera etapa de desarrollo, el pensamiento es mágico. El niño pequeño es “narcisista” y no distingue entre el “yo” y “no yo”, es decir, entre lo que es él y lo que no es. Percibe al mundo como una extensión de si mismo. Siente que todo sucede porque el así lo dispone (llora y le dan de comer o le cambian el pañal). No distingue entre lo real y lo irreal, entre lo natural y lo sobrenatural, comparable con el salvaje, por lo que todas las cosas que hay en su cosmos están personalizadas, y esto le lleva a confundir sus ideas sobre la forma de influir en su medio ambiente. Desde el punto de vista del niño, el árbol puede hablar, de acuerdo con la visión del salvaje , el árbol puede estar poseído.

Otro elemento a tomar en cuenta dentro de las supersticiones son los amuletos. Las personas desarrollan una defensa contra las amenazas que ellos perciben, dotando a diversos objetos y gestos de un poderío mágico. Se podría ejemplificar con el niño que no puede dormir sin su oso de peluche, el cual representa un objeto transicional, es decir, un espacio intermedio a través del cual el niño es capaz de poner (en el osito) aquellos sentimientos de amor y odio que siente por la madre logrando separarse de ella adquiriendo control sobre el objeto. En un principio los padres son divididos en “buenos” y “malos” (hechiceros y brujas) o en “genios” buenos y malos. Conforme avanza el desarrollo se va creando el espacio transicional teniendo control sobre un solo objeto que es a la vez bueno y malo. Si al llegar a adulto no logra resolver esa conflictiva de separación, probablemente tenga la necesidad de utilizar amuletos.

Al fallecer una persona, se realizan ciertos rituales que más bien ayudan a los vivos a asegurarse de que el otro ha muerto, dando cierto control a su gran angustia. La religión, le da la posibilidad al ser humano de proyectar su propia omnipotencia en algo más grande: Dios. En las religiones primitivas se buscaba adjudicar a un ser sobrenatural e inclusive a los propios fenómenos naturales, características de omnipotencia que provocaban simultáneamente una actitud de sometimiento a los dioses y la fantasía de que si cumplían con todas sus reglas tendrían garantizada la tranquilidad en el otro mundo.

Una persona puede tener un pensamiento inconciente cruel, incluso de deseo de muerte hacia otra persona amada, traduciéndose en una premonición de la muerte del ser querido, o la culpa suscitada por un deseo tan poco digno que puede conducir a una expectativa de castigo, y esta a su vez se puede manifestar  en una idea supersticiosa de un infortunio que le amenaza a uno mismo.

Una superstición relacionada con esta angustia es la del número 13 que en Estados Unidos y otros países es considerado de mala suerte. Es por ello que lo omiten en algunos elevadores, e incluso se evita tener esa cantidad de invitados a una reunión. En alguna ocasión, se mandó cambiar el número de anden en una estación de tren ya que a la Reyna Victoria iba a salir por el andén #13. Una explicación a esta superstición consiste en que en “La ultima cena de Jesús” se encontraban los 12 apóstoles y Jesús era el invitado #13, que fue crucificado poco después. Similar a esta superstición, se encuentra la del número 4 en Japón ya que la pronunciación de este número es similar a la de la palabra muerte en ese idioma “SHI”, por lo que en los hospitales de ese país, el piso 4 es eliminado.

Freud diferenciaba dos clases de supersticiones: una adquirida de forma pasiva, a partir del entorno sociocultural y otra adquirida por necesidades internas. Yo agregaría que en ocasiones las dos se mezclan, como en el ejemplo de “tocar madera”, que es tan común para muchos al manifestar el deseo de que aquello “malo” se revierta.

Esta superstición puede explicarse como una actividad mágica, que al realizarla alivia cierta ansiedad. La parte adquirida pasivamente consiste en el hecho de “tocar” y la parte innata en tanto la madera representa protección, tomando en cuenta que la palabra madera deriva de la misma  palabra que la de madre, “mater”. En este ritual, se restablece el contacto materno infantil, el cual es tranquilizante.

Se agrega otra explicación a este acto supersticioso que tiene que ver con la estructura social de competitividad. Al sentir que el éxito pudiera generar envidia y hostilidad por parte de los rivales, tocando madera se busca protección. Así mismo se explica que el tocarla es como tocar a la madre, con el deseo inconciente de aplacarla para que no envidie el triunfo como diciéndole “protégeme pero no te enfurezcas de que obtenga logros y me separe”, expresando así la angustia de separación – individuación.

El pasar por debajo de una escalera, además de ser racionalizado como el peligro de que algo pueda caer de arriba, condensa tres tipos de angustia. La de muerte, al traspasar el triángulo que simboliza la Trinidad, atentando a dicho dogma, representando así la entrada al mundo de los espíritus y de los muertos. La angustia de castración, al traspasar el triángulo edípico, osea, traspasar inconscientemente la barrera del incesto. Y por último, la angustia de separación, al reflejar el temor y deseo inconciente a ser reengolfado por la madre, es decir, de no lograr la separación con ella y regresar a la etapa mas primitiva de desarrollo, donde él y la madre eran como uno mismo: “me re acerco para asegurarme de que aun me quieres si me separo”.

Otra superstición relacionada con esta angustia es la de echar la sal para atrás, para que se vayan los malos espíritus, lo que nos pudiera hablar del temor y  deseo al mismo tiempo de ser reengolfado por la madre volviéndose la representación de un perseguidor.

Las supersticiones referentes a la sal, también podrían explicarse con referencia a la envidia. Si recordamos que en el pasado la sal era un elemento de riqueza, el derramarla o desperdiciarla equivaldría a perder algo valioso. Por ahí algunas abuelas suelen decir “si derramas sal, los ángeles lloran”. Podemos pensar que el lenguaje coloquial de “no me eches la sal”, puede significar, no me envidies o no me eches la mala suerte de que mi dinero o lo bueno se vaya.

Otra superstición que refiere este efecto de envidia es la del “mal de ojo”, que consiste en creer en poder producir un mal a una persona a través de la mirada. Para evitarlo, se utilizan “protectores”  como el listón rojo o azul, los ojos, los ajos, el huevo.

Al respecto, una paciente me decía que  su esposo le era infiel con otra mujer y pensaba que la razón por la que el continuaba con su amante era porque esta le había echado el “mal de ojo”. Me decía: “es por eso que el otro día apareció una serpiente en el jardín de mi casa y que he sentido varias veces que algo me aprieta en la garganta. Me siento muy agitada y me dan taquicardias”.  Había ido con un amigo de la familia quien le “interpretó” aquellas situaciones “extrañas” como magia negra y quien además le hizo una “limpia” con un huevo, el cual salió manchado.

Esta viñeta puede ilustrar el pensamiento mágico socialmente aceptado,  transmitido y racionalizado para poder explicar acontecimientos difíciles de enfrentar. Lo que en realidad era un ataque de angustia por su miedo a perder su pareja y al mismo tiempo el deseo que tenía de matar a la pareja de este, apelar a la superstición le resultó una forma en la que ella pudo integrar lo que sentía evitando la reflexión acerca de su propia angustia de separación, de su enojo y de su envidia.

Como analistas precisamente tenemos la tarea de descifrar y disolver las angustias que acompañan al sujeto. Esto al ir comprendiendo con cada paciente lo que para el o ella representan las supersticiones que tiene, los momentos en que las usa y su origen. Estas a su vez van a  representar un elemento útil  para todo su proceso y probablemente una vez resuelta la angustia subyacente que las provocaba se podrán sentir liberados de las mismas y por lo tanto mejorar su calidad de vida.