Participación de Eduardo Distel en SaludVital.com.mx
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Bien lo dijo Donald Woods Winnicott, psicoanalista ingles, en 1965 “No hay bebé sin madre” enfatizando así, la importancia de un ambiente materno, “suficientemente bueno”; en otras palabras, una madre que se entregue a su hijo y a las necesidades de éste.
Pero, ¿qué quería decir Winnicott con el término “un ambiente materno suficientemente bueno”? Una madre presente en el desarrollo emocional y físico de su pequeño, una madre que pueda tener fallas, demostrando así que  no debe de ser perfecta, y, ¿por qué? Porque esa idea de la maternidad perfecta es totalmente inexistente.
Toda persona comete errores, esa afirmación es un hecho y una madre no será la excepción por más que la sociedad quiera creerlo. Ese creer en la perfección materna sólo termina generando expectativas e ideales inalcanzables, que generan más daño que ser ejemplo de buena crianza. En este sentido, una madre “fallará”  en ocasiones, y de esas “fallas” aprenderá a cómo relacionarse con su bebé. El bebé crecerá e irá desarrollando  su propio ser, sus propias habilidades que se han ido gestando desde su nacimiento. La madre no podrá estar ahí cada vez que el niño lo requiera y cuando no esté presente, el pequeño se verá forzado a comenzar a pensar y encontrar diferentes alternativas ante la “falla/falta” de la madre, aprenderá a tener tolerancia ante la frustración, y al hacerlo, comenzará,  poco a poco, a generar un pensamiento.
La madre es “el universo” para el infante, es aquello que conoce y de quien depende en su totalidad, y es que, realmente, el vínculo con la madre es el primer vínculo que creamos al nacer; es a partir de ella que comenzamos a comprender y observar el mundo que está a nuestro alrededor. Desde el inicio está mamá y nadie más. Será con el paso del tiempo que irán surgiendo otras figuras, como papá, hermanos, tíos, etc.
He escuchado decir “no hay mayor crimen que abandonar a un hijo” y aunque soy consciente de que el tema está ligado a las madres ausentes, debemos comprender que la ausencia, en sí, es abandono, un abandono emocional, sin importar que tan cerca se esté, físicamente, del  hijo.
En cuanto al término de ausencia, el significado termina siendo demasiado vasto, ¿qué es ser ausente? Mucha gente tiende a equiparar este término con distancia física, un error que genera confusión y polémica, no merecida, sobre todo, en el contexto de madres que trabajan. Una madre puede trabajar y no ser una madre ausente, siempre y cuando, a su llegada, dedique el tiempo necesario a estar con sus hijos, a jugar, platicar,  etc.
Asimismo, una madre puede estar todo el día en casa con su hijo y sí “calificar” como una ausencia materna. En este sentido, la ausencia no es física, es emocional. Una madre que abandona el cariño y el interés por su pequeño, que no es cercana afectivamente a éste es ausente. Hay personas  que se encuentran a miles de kilómetros de distancia y que aún con las separaciones geográficas se encuentran más cerca de uno que personas que están a escasos metros de distancia. No  es la ausencia física la que genera mayor dolor, sino el abandono afectivo por parte de la madre.
¿Qué hace que califiquemos a una madre como madre ausente? En un intento de respuesta habrá que considerar una serie de factores tales como: la relación del cual el bebé es fruto, la relación materna que tuvo la madre actual, la presencia de una red de apoyo familiar, situaciones externas (dinero, trabajo, salud, etc.). Claro que son varios los factores mencionados, y éstos, son sólo unos cuantos. Ahora bien, ¿cómo solucionar dichos factores? Con la búsqueda de una terapia adecuada, un espacio en donde la razón de la ausencia se pueda comentar, y eventualmente, extinguir, en aras de una cercanía con el hijo que ha sido “olvidado”.
El ser hijo de una madre o padre ausente, genera un dolor que se remite en muchas ocasiones a la niñez. El perder el amor de aquella persona de quien debe esperarse un amor incondicional genera una pérdida de confianza básica necesaria para afrontar las vicisitudes de la vida. Es difícil confiar en alguien cuando aquel que tenía que estar, tomó la decisión de mantenerse alejado.