Colaboración de Paulina Antón para el portal RevistaPharmanews.com.mx
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Es importante distinguir entre la protección básica que debemos tener hacia nuestros hijos, y la sobreprotección. ¿Cuándo deja de ser una para convertirse en la otra? ¿Cómo distinguir la diferencia?
Todos los bebés necesitan muchos cuidados, los padres se vuelven los que “adivinan” lo que el bebé necesita; de alguna manera, saben cuándo el bebé tiene hambre, frío, o alguna otra molestia. Asimismo, los padres aprenden de manera empírica, cuando el bebé está haciendo un berrinche o necesita del cuidado de ellos. Estas “adivinanzas” son una especie de diálogo entre los padres y el bebé; aprenden a descifrar los estados de ánimo de éste, así como a satisfacer sus necesidades. Sin embargo, los padres sobreprotectores no aprenden desde el principio a hacer esta diferencia. Para ellos, este diálogo se vuelve poco claro; el bebé siempre tiene alguna necesidad que requiere ser cubierta y, en muchas ocasiones, los cuidados deben ser exagerados, es decir, si hace frío, hay que taparlo de manera considerable, si está enfermo de gripa hay que ir las veces que sean necesarias con el doctor y, si es necesario, sobremedicarlo, y así como cada uno de los desafíos que se presenten es como si dejaran de “escuchar” o entender al bebé, anteponiéndolo a sus miedos y creencias. En este contexto, es fácil que se piense que “más es mejor”.
Conforme los niños crecen, estos padres, ya sean ambos o uno de ellos, no permiten que se separen de ellos. Los niños más o menos a la edad de dos años, necesitan conocer el mundo por ellos mismos, es una edad muy difícil para ambos, niños y padres, ya que se pone a prueba la capacidad para tolerar la lejanía de los niños. A la vez, son momentos angustiantes, ya que es la primera vez que el niño se aleja de éstos y empieza a adquirir control sobre el mundo; por lo mismo, puede caerse o golpearse con algún borde de alguna mesa o algún mueble, así como perderse, convirtiendo este tipo de situaciones en momentos complicados para ambos.
Frente a ello, los papás sobreprotectores van a presentar una mayor angustia por querer proteger al niño y, en muchas ocasiones, van a impedir o tratar de disuadirlo de alejarse, enviando, incluso sin quererlo, varios mensajes como “el mundo lejos de ellos es peligroso”, “es malo explorar el mundo”, “es más seguro estar al lado de papá y mamá”, y esta conducta permanece durante toda la vida y, en momentos como en la adolescencia, se incrementa.
Aunado a lo anterior podemos añadir que este tipo de papás consideran que no hay nada mejor que lo que hacen ellos; por ejemplo, prefieren ellos atar las agujetas que esperar a que el niño lo haga, ya que “ellos lo van a hacer mejor” y así van a disminuir el riesgo de que se caiga; este tipo de ejemplos los encontramos en muchas circunstancias.
En el ámbito escolar, son papás que prefieren hacer la tarea ellos para que salga “perfecta” que supervisan los trabajos de los hijos, con el fin de evitar errores. En el ámbito personal, eligen a los amigos o a las parejas. A nivel profesional, eligen la carrera, la universidad, o el tipo de profesores para sus hijos; y en el ámbito laboral, eligen la empresa en la que tienen que laborar o tienen una “opinión” sobre el tipo de trabajo que realizan, o las horas en la que desempeñan el trabajo. Es decir, se meten o procuran meterse en todas las decisiones de su hijo y el problema no sólo radica ahí; el hijo llega a sentir que él no es capaz de tomar las decisiones por sí mismo y necesita de la aprobación de los papás para sentirse bien.
 
Conclusiones
Mensajes que mandan los padres sobreprotectores:
“El mundo es peligroso lejos de papá y mamá”.
“No es bueno arriesgarse”.
“Las cosas no las haces bien, si no es bajo la supervisión de papá o mamá”.
“No eres capaz de hacer las cosas bien tú mismo”.
Cabe señalar que la sobreprotección es muy peligrosa ya que el mensaje que se manda es incapacitante y, por lo tanto, puede resultar muy agresiva. Es como si detrás de un mensaje de amor y cariño hubiera menosprecio.