Elizabeth Patiño

“Toda gira alrededor del dolor, lo demás es accesorio, incluso inexistente; recordamos sólo lo que duele” 

Emil Cioran (citado en Meruane, 2021)

Es sin duda difícil hablar del dolor y es al mismo tiempo un hecho innegable que no hay ser humano en la tierra que no le haya conocido. El dolor nos acompaña desde el momento en que nacemos hasta el día en que morimos. Forma parte de nuestra historia y se aparece una y otra vez en nuestra vida; con sus diferentes grados de intensidad y sus múltiples formas. 

Lo que pretendo con este trabajo de investigación sobre el dolor y el sufrimiento es llevar a cabo una reflexión sobre la comprensión psicoanalítica y social del tema, así como la importancia que el dolor tiene en el encuentro psicoanalítico. Intentaré analizar desde diferentes perspectivas lo que es el dolor y el sufrimiento sin la intención de asegurar que lo que escribo es lo único y absoluto, pero sí un resultado de mi pensamiento analítico aún en desarrollo. Asimismo, deseo denotar y traer a discusión la despersonalización y anulación que se le busca dar al dolor y al sufrimiento en nuestra sociedad, así como el impacto psíquico que tiene esto.

Por otra parte, no podía dejar de mencionar en este texto, el evidente suceso por el que seguimos transitando, y que sin lugar a dudas para muchos los últimos 18 meses forman parte de una de las épocas más dolorosas en la historia reciente. Infinidad de personas nos hemos visto (incluyéndome porque así lo ha sido) enfrentadas a un bucle infinito de desesperanza, duelos consecutivos, separaciones inesperadas, violencia en diversas formas, incertidumbre constante y crisis económicas que solo acentúan lo que ya era evidente, pero se negaba. Si de por sí, el dolor suele ser una vivencia aislada, hemos tenido que lidiar más que nunca con el dolor y el sufrimiento solos y confinados en cuatro paredes. En palabras de Nettel (2021) “Hay mucha más diversidad en el dolor que en nuestras maneras de lidiar con él”. 

[El dolor y el sufrimiento]

Partiendo del punto de vista psicoanalítico, el dolor psíquico y el sufrimiento no tienen distinción en sí mismos. Ambos están conceptualizados [como una expresión de un monto elevado de excitación en el sistema]

Pero vayamos un poco atrás en la historia, el dolor y el sufrimiento han ocupado espacio en todas las culturas y épocas. Para los espartanos el dolor tenía un importante valor heroico. Para los romanos, específicamente para la medicina romana, el dolor era considerado no un anunciamiento de enfermedad sino una enfermedad en sí misma. En la época medieval el dolor se ve ligado a la maldad, mientras que en la época siguiente es visto como un castigo divino y al mismo tiempo un camino hacia la redención a través de una dolorosa penitencia. 

A lo largo de su evolución posterior, el dolor comienza nuevamente a dejar de ser visto como solo un signo de alarma que anuncia enfermedad y se torna en la enfermedad misma a combatir. Finalmente, y gracias a Darwin en el siglo XX la concepción del dolor toma un curso diferente al ser visto como un elemento indispensable para sobrevivir, afirmando que el dolor está presente en todas las especies, y que constituye una señal de alarma necesaria para la protección del organismo, sin ello no habría defensa ante la amenaza (Fajardo-Chica, 2021).

-Dolor físico

Sobre el dolor físico sabemos que, desde el ámbito médico, el dolor ha sido considerado como la señal de alarma que advierte que alguna función está en problemas. Es decir, se le considera el mecanismo protector del bienestar biológico por excelencia. Sin embargo, también lo podemos ver como una señal de que algo no estamos atendiendo, y en este caso el dolor cumple una función de autopercepción. De acuerdo con Roussillon (citado en Zubiri, 2021) “la sensorialidad es un primer modelo de organización. La percepción de la piel, incluida la dolorosa, organiza una cobertura perceptiva que participa en la evolución organizativa del Yo” (p20).

-Psicoanálisis y dolor

De acuerdo con Lander, (2012) “El dolor y el sufrimiento se presentan en el Yo como un afecto displacentero y pueden conceptualizarse, al menos en cuatro formas: 

  • La angustia (incluye las fobias y el miedo)
  • La culpa (culpa inconsciente y masoquismo moral)
  • El duelo (referido a la pérdida objetal)
  • El goce (refiere al concepto de Jouissance)” (p111).

Freud habló acerca del eje placer/displacer y de la necesidad de mantener un equilibrio mental. Un balance y estabilidad en los montos de energía, y mencionaba lo importante de mantener la homeostasis en el aparato psíquico. Pero mantener este equilibrio entre el placer/displacer se vuelve una tarea compleja al entrar en juego participantes como el “deseo” y el “principio de realidad” que obligan al sujeto a hacer frente a la frustración de sus necesidades y a la insatisfacción de sus deseos (Lander, 2012).

Para Freud, el dolor ocupó espacio en algunos de sus escritos más importantes, y fue abordado y explicado por el padre del psicoanálisis en varias ocasiones. Sumergiéndonos en su obra podemos hallar una evolución de este concepto, como de muchos otros que fue construyendo y cambiando. Sin embargo, será en su texto “Duelo y melancolía” donde va a hablar del displacer de dolor. Ahí habla del dolor ya no solamente como un afecto, sino que aborda su carácter representacional especialmente en relación con una pérdida; el carácter doloroso por excelencia es el duelo.

J.-D. Nasio por su parte, en su libro “El libro del dolor y del amor” (1999), plantea la relación entre investimiento y dolor, considerando que siempre que hay dolor, es porque hubo amor y el dolor psíquico es la manifestación de la pérdida del objeto amado, el abandono, la humillación, vergüenza, mutilación, etc. Pero Nasio resalta que el dolor no es solo consecuencia por la pérdida acaecida, sino por el caos que dicha pérdida produce y que puede ser vivido como un desgarramiento del alma, como una amputación, un “grito mudo que emana de las entrañas”. Este dolor es signo de la pérdida que tuvo lugar, es la muestra de una separación que perturba. 

En este mismo texto, Nasio también describe los tres tiempos en los que se genera el dolor:

  • El primero: la ruptura o la pérdida en sí.
  • El segundo: el período de conmoción psíquica, es decir la manifestación del caos que la pérdida produce.
  • El tercero: la reacción defensiva

Y considera que justamente el dolor funciona como una última fortaleza defensiva que protege al psiquismo contra la locura. Por mi parte, pienso que es precisamente en un periodo doloroso cuando afloran emociones que acentúan cualidades empáticas con el otro. Como un abono que puede preparar en cierta medida el terreno para un desarrollo o una madurez psíquica posterior. Mientras tanto, Roudinesco (2000) plantea que el sufrimiento psíquico hoy en día, se mira bajo el lente de la depresión, resultado de un exceso de aparentes libertades adquiridas que sorpresivamente han rebasado la capacidad de los individuos para lidiar con ellas.

[¿Por qué duele?]

-Desde lo filosófico / religioso

Si lo pensamos desde el ámbito teológico, está sin duda ha sido una de las grandes interrogantes que creyentes y no creyentes nos hemos hecho, y es que ¿Por qué un dios que todo lo puede, infinitamente bondadoso y absolutamente justo, sometería a sus criaturas al sufrimiento?

Las grandes religiones del mundo conceden en su haber un importante espacio al dolor y sufrimiento humano. Que de acuerdo con Lander (2012) “esto es explicado por los sentimientos de culpa ancestrales, inconscientes. Todas ellas o al menos desde el cristianismo, se otorga una culpa ‘original’, fundante del ‘ser’, entendida como una metáfora de la conducta de Adán y Eva en el Paraíso”(p115). Desde entonces, la vida en este mundo, que es transitoria, es definida por acción de esta culpa ancestral como ‘un valle de lágrimas’, en el cual el arrepentimiento sincero y la penitencia podrían otorgar la salvación. Jesús de Nazareth en su pasión ‘sufre y muere’ para redimir los pecados del mundo.

Es así como religiones como el cristianismo, nos ofrece ‘la visión de un ser’, que, inevitablemente, está orientado a vivir en sufrimiento. Mientras que, por otro lado, son este tipo de reflexiones las que nos conceden acercarnos a una respuesta de por qué tenemos que vivir una vida dolorosa. Solo somos criaturas dolientes a causa de razones que en gran medida ignoramos, pero si logramos atravesar la pena de la existencia nos será recompensado en esta vida y/o en las otras. Por su parte Buda en sus enseñanzas dijo: “Hay sufrimiento” ofreciéndolo como una observación general para contemplar o reflexionar, presentando el sufrimiento como un hecho innegable, pero que no necesariamente deba vivirse como una condición humana que tenga que ser adoptada o con la que obligatoriamente  tiene que darse una identificación.

-Desde lo biológico

Ahora si nos colocamos desde una visión orgánica y quizá evolucionista para tratar de responder esta pregunta. Hallaremos que la experiencia del dolor es una “bendición” aunque desde nuestra posición esto se viva más de una manera agónica, el dolor se ha instalado en el reino animal como la forma más eficaz en que la vida, en medio de un mundo tan hostil como este, ha logrado abrirse paso. Dicho de otra manera, el dolor nos brinda protección. 

El dolor en sí mismo es una experiencia que involucra todos los sentidos y que envuelve a más de una emoción, tornándose en una experiencia llena de significado. Y, sin embargo, es totalmente cierto aquel dicho que dice que — si no doliera tal vez no le habrías prestado atención— Fajardo-Chica, (2021) dice que “Sabiendo lo que pasa cuando duele, podemos pensar en qué hacer para que duela menos” (p11).

La psicología asegura que el indagar, e interesarse por ahondar en entender mejor acerca de qué es y cómo funciona el dolor, conlleva efectos positivos en su tratamiento. Experimentamos alivio al confirmar que no es una falla nuestra la confusión que nos invade frente al sufrimiento, sino que forma parte de una perplejidad humana frente al dolor en general. Comprender aquello que compartimos como dolientes ofrece sosiego al navegar una situación que se experimenta de forma tan solitaria. De alguna forma el sufrimiento puede llegar a ser una fabricación de nuestra mente, y ello no demerita su intensidad, de hecho, puede ser sumamente doloroso. 

[El Psicoanálisis: una vía de alivio]

El psicoanálisis existe no solo gracias a Freud sino también a sus pacientes histéricas que le hicieron cuestionarse con su sufrimiento. Dejando al mismo tiempo claro que este descubrimiento no pretende eliminar de la vida humana el sufrimiento, ni mucho menos convertirse en la fórmula a seguir para alcanzar la felicidad eterna. Pero sí, transformar esa “miseria neurótica” en un malestar con el que se pueda vivir. 

En su texto “Malestar en la cultura” nos deja claro que la felicidad es una utopía, algo que idealmente perseguimos, pero que nos es concedido a ratos y de a poco. Por lo que nuestros vastos intentos por eludir el dolor inherente a nuestra condición de humanos y seres mortales están desde un inicio condenados a fracasar y muy probablemente a acrecentar nuestros dolores. Según Freud, (1929) “El sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo que, condenado a la decadencia y a la aniquilación ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables; por fin, de las relaciones con otros seres humanos.” (p. 76-77).

En el inicio y en la base de todo proceso analítico está el dolor, transformando la situación analítica en una experiencia peculiar y distinta a otros modos de encuentro. Sin embargo, actualmente vivimos una peligrosa tendencia a despersonalizar el dolor y la muerte. Intentado a toda costa librarnos de ambas, y provocando al mismo tiempo una pérdida progresiva del sentido simbólico del cuerpo y del dolor discapacitándonos para elaborar el sentido que el dolor tiene en nuestra condición humana y gravemente también privándonos de la capacidad de empatizar con el dolor ajeno. En esta misma línea Roudinesco (2000) nos dice que “la sociedad democrática moderna quiere borrar de su horizonte la realidad de la desgracia, de la muerte y de la violencia, buscando integrar en un sistema único, las diferencias y las resistencias…Pasó de la edad del enfrentamiento a la edad de la evitación” (p17). 

Como ya lo mencionamos, el dolor es un afecto y el afecto se encuentra en todo acto humano. Así como el dolor acompaña al doliente impregnando cada aspecto de su vida. Y es precisamente en estos momentos donde pienso que el psicoanálisis cobra un espacio importante que se ofrece como un instrumento de abordaje. Que acompaña e invita no a desentenderse del dolor, tampoco a exaltarlo, pero tampoco pretende desprenderse de ello o ir en su búsqueda innecesariamente. Sabemos, que la recuperación de la alegría o la elaboración del dolor son objetivos que se sortean a lo largo del viaje que se emprende en un proceso analítico, porque dar sentido al síntoma es dar sentido al dolor y al sufrimiento. Una sociedad sin dolor es una sociedad sin matices, en la que tampoco se reconoce el placer.

Es imperante entender que ante toda la experiencia psicoanalítica es un encuentro entre dos sujetos en donde lo que se pone en juego es el develamiento del dolor o sufrimiento de uno de ellos frente al otro. Y este otro [el analista] intentará dar espacio a esta experiencia de dolor en el espacio analítico, para después ubicar ese dolor en una secuencia teórica y/o interpretativa. J.-D. Nasio, (2007) en su texto “El dolor de amar” expresa “Sabía que el dolor se irradia a aquel que lo escucha. Sabía que, en un primer momento, mi función debía ser la de aquel que, por su sola presencia -aunque sea silenciosa- podía disipar el sufrimiento recibiendo sus irradiaciones. Y que esta impregnación, más allá de toda comunicación verbal, podría precisamente inspirarme las palabras más convenientes para expresar el dolor y, por fin, aliviarlo” (p15).

Una vida sin dolor es una aspiración imaginaria o la fantasía del reencuentro con aquello que se ha perdido. Sin embargo, la existencia humana está tan estrechamente vinculada al dolor y su experiencia, que no es posible pensar en esta sin tener al dolor como frontera entre lo vivo y lo no vivo. Nuestra labor analítica, pienso, consistirá en otorgarle un sentido a este dolor para hacerlo soportable y que sea transformado en un dolor simbolizado. Así, como analistas hemos de jugar un rol intermediario que acoge ese dolor puro del paciente al permitir que las palabras lo desgasten; ubicando al dolor como un fenómeno en el límite entre el cuerpo y la psique, y entre el yo y el otro.

Y no se trata de hacer una apología del dolor, pero sí creo que aprender a convivir y lidiar con él, nos permitirá seguir fabricando futuros y nuevos encuentros.

Bibliografía 

  • Donghi, A. (2014). AVANCES FREUDIANOS SOBRE LA EXPERIENCIA DEL DOLOR. Anuario de Investigaciones, XXI, 29-32. [fecha de Consulta 21 de septiembre de 2021]. ISSN: 0329-5885. Disponible en:   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=369139994042
  • Fajardo-Chica, D. (2021). Cuando duele. Revista de la Universidad de México. Núm. 872, México.
  • Freud, S. (1920) Más allá del principio del placer. Tomo XVIII, Edit. Amorrortu, Bs.As.
  • Freud, S. (1925) Duelo y Melancolía. (1915). Obras Completas, Tomo XVIII, Edit. Amorrortu, Bs.As.
  • Freud, S. 1926 [1925]) Inhibición, Síntoma y Angustia. Tomo XX, Edit. Amorrortu, Bs.As.
  • Freud, S. 1929 [1930])El malestar en la cultura. Tomo XXI, Edit. Amorrortu, Bs.As.
  • Freud, S. (1950 [1895]) Proyecto de Psicología. Obras Completas, Tomo I, Edit. Amorrortu, Bs.As.
  • Lander, R. (2012). Un estudio sobre el sufrimiento psíquico. Psicoanálisis XXIV
  • Meruane, Lina. (2021). No Pain No Gain. Revista de la Universidad de México. Núm. 872, México.
  • Nasio, J. (1999). El libro del dolor y del amor. Ed. Gedisa Barcelona.
  • Nasio, J. (2007). El dolor de amar. Ed. Gedisa Barcelona.
  • Nettel, G. (2021). Editorial. Revista de la Universidad de México. Núm. 872, México.
  • Roudinesco, E. (2000). ¿Por qué el psicoanálisis? Ed Paidós. Bs.As.