Penélope Vázquez
Lucifer, Luzbel, ángel caído, príncipe de los ángeles rebelados, Satanás, Satán, Belcebú, el enemigo, espíritu inmundo, el destructor, demonio, Mammón, Leviatán, Gran dragón rojo, el acusador, el chancludo, Asmodeo, Samael, Belfegor, el dios negro, el padre de la mentira, la Bestia… (Golf, 2017).
Todos los nombres que se le han dado a la figura del “Diablo”.
La Real Academia de la Lengua Española (2020) refiere varios significados a la palabra diablo, compartiré los primeros 5:
1. m. En la tradición judeocristiana, príncipe de los ángeles rebelados contra Dios, que representa el espíritu del mal. EL diablo.
2. m. En la tradición judeocristiana, cada uno de los ángeles rebelados contra Dios y arrojados por él al abismo.
3. m. Persona que tiene mal genio, o es muy traviesa, temeraria y atrevida.
4. m. Persona muy fea.
5. m. Persona astuta, sagaz, que tiene sutileza y maña aun en las cosas buenas.
El significado de la palabra, sin duda está cargado en todo lo negativo, en todo aquello que se debe desechar, tanto en el hombre como en el mundo, tal como fue desechado ese ángel del Paraíso.
Lo diabólico, representado desde lo religioso, está colmado de males, agresiones, perversiones y deseos.
Satanás significa adversario, el adversario de “Dios”, sin embargo, la concepción de “El Diablo” y lo diabólico ha cobrado distintas concepciones y representaciones a lo largo de la historia y de las civilizaciones.
La figura de la maldad siempre ha sido resultado de la figura benigna del “Dios”.
Antes de conocer la significación actual en nuestra cultura, sería importante retomar las historias previas, esas que permitieron que se colara la figura de “La Bestia”.
En el México primitivo, cuando las primeras culturas se erguían, se pretendía dar un significado a todo aquello que ocurría, quizá porque para el hombre tan pequeño, verse en un mundo rebosante de vida, siempre ha sido un riesgo, buscamos incansablemente algo que nos dé certeza, certeza de vida o no.
En este sentido, es prudente recordar la cosmovisión que regía a todas las culturas prehispánicas: el culto a la muerte, específicamente el de la civilización más esplendorosa.
El Mictlán, el submundo, lo subterráneo, el lugar donde reposan los muertos en los mexicas contenía 4 puntos cardinales de posible llegada: Tonatiuhichan (la casa del dios sol), Cincalco (la casa de las mujeres guerreras y el dios del maíz), Tlalocan (paraíso del dios del agua) y el Mictlán (lugar de los muertos) y en el centro de todos ellos el quinto punto, el más profundo, el Ometéotl, donde reinan Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl (Mendoza, 1962 & Matos, 1998).
El Mictlán contenía todos los restos de la humanidad, toda la muerte, en el Mictlán no había vida, el Mictlán es la expresión de trascendencia similar al Nirvana, el punto cero, el fin infinito.
La llegada al espacio del submundo no dependía de cómo habías vivido, sino de cómo habías muerto, el culto a la muerte no representaba entonces un juicio de vida, sino meramente el fin de la misma, el retorno a lo inanimado, como diría Freud. Para los mexicas era regresar al vientre materno, a la Pachamama, sostienen los incas. Ese lugar inanimado, donde había descanso, donde la nada era la experiencia omnímoda.
Este mundo primitivo mexica, dista mucho en las representaciones de las deidades de las hordas primitivas descritas por Freud en Tótem y Tabú (1912), quizá porque las de Freud, fueron pensadas en puntos más antiguos, o quizá, lo que yo considero más certero, es porque las organizaciones de las primeras civilizaciones en el llamado “Nuevo Mundo”, no estaban planteadas desde un padre supremo, sino que el culto a la vida permitía sujetar las civilizaciones en torno a deidades tanto masculinas como femeninas, así como la exaltación y veneración de la figura femenina en tanto que daba vida. La característica que podemos encontrar similar es la fantasía de que al no ser alimentados los dioses, se desata entonces su ira y castigan a los humanos.
En este sentido, el ordenamiento de las figuras divinas en los antiguos mexicas, si bien politeístas, se encontraban con sus contrapartes que, a diferencia de ser rivales, como pueden ser en otras religiones, en esta constituían un complemento, un equilibrio universal, no había bien ni mal, había conductas descritas por arquetipos divinizados, que dieran un nombre a la pulsión experimentada.
Es curioso, que una de las características de la evolución sea reunir todas estas experiencias naturales y divinas en una sola figura, un solo Dios, producto de la integración de los rasgos atribuidos a todas las divinidades, sin embargo, aludiendo en este único dios, solamente todas aquellas fortalezas y cuidados deseados de un padre, no tanto uno completamente integrado tanto en lo negativo como en lo positivo, no de ese dios del que Nezahualcóyotl ya hablaba:
“(…) Dios, el señor nuestro, por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la Tierra.
Él es quien inventa las cosas,
él es quien se inventa a si mismo: Dios.
Por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la Tierra.
Nadie puede aquí,
nadie puede ser amigo
del Dador de la vida;
sólo es invocado,
a su lado,
junto a él,
se puede vivir en la Tierra”.
“(…) Con flores escribes, Dador de la vida
con cantos das color
con cantos sombreas
a los que han de vivir en la Tierra.
Después destruirás a águilas y tigres,
sólo en tu libro de pinturas vivimos,
aquí sobre la Tierra.
Con tinta negra borrarás
lo que fue la hermandad,
la comunidad, la nobleza.
Tú sombreas a los que han de vivir en la Tierra”.
Nezahualcóyotl, “Dador de vida” en Martínez, 2003
Prescindiendo de lo religioso, la civilización mexica, resolvía los problemas terrenales con juzgados del orden común, en los que la principal característica era la importancia para el bienestar de la comunidad, tenían cuerpos normativos, que regían los poblados y el delito más grave era aquel que ponía en más riesgo a las comunidades (Jacobo-Marín, 2010).
Otro punto importante en esta civilización que es de conocimiento de todos, son las expresiones cargadas de violencia y agresión que formaban parte de las costumbres y tradiciones del pueblo mexica, expresiones de sus pulsiones primitivas, que si bien, no estaban descontroladas como se suele pensar, si ofrecían actuaciones francas de descarga, estas son las Guerras Floridas, batallas que se organizaban, no para el saqueo ni para el sometimiento de los otros territorios, como solía ocurrir en las Guerras de Conquista, sino que los objetivos eran una gran cantidad de víctimas para sacrificio a los dioses y la posibilidad de entrenar en batalla (Pazos, 2017).
Considero que las Guerras Floridas resultaban ser una organización de la Triple Alianza (unión de México- Tenochtitlán, Texcoco, Tlacopan [Tacuba]) para la descarga de los impulsos agresivos, una descarga organizada, pero directa.
Conociendo estos aspectos, encontramos puntos frágiles, que dieron pie a la filtración de lo demoníaco, aunque en primera instancia tuvo que llegar dios.
Intentaré retomar la información previa en los ámbitos que corresponden a lo religioso inmerso en el México primitivo.
El primer punto, el relacionado con la veneración y culto a los muertos, lo llamado inframundo, es confundido a propósito y matizado por los frailes a la idea del infierno, el inframundo representa lo subterráneo, mientras el infierno, si bien también se refiere a lo subterráneo, la concepción teológica cristiana le había dado ya el significado del camino opuesto a dios.
Creo que una de las principales debilidades del ser humano, es el saberse mortal, el saberse frágil y vulnerable, razón para aceptar un contrato de vida eterna, que se ha de buscar en los mejores términos, ese contrato que trajeron los españoles para una vida eterna en un paraíso eterno, donde todo sería felicidad, donde los sacrificios, que no eran de vida, sino de control de impulsos, serían entonces valorados y recompensados.
Tanto el miedo a la muerte como la ambición innata de una vida eterna, permitieron anexar el deseo y la apreciación divina católica de un solo dios, mismo que ya había sido nombrado por Nezahualcóyotl, aunque en términos completos. El submundo, resulta entonces abrumador, lo que en un primer momento se vivía como una última etapa en el ser vivo, ahora estaba cargada de todos esos pesares, que aseguraban además la extinción en un lugar feo, aterrador y de eterno sufrimiento, así se puede dar significado al INFIERNO.
En la historia original que conocía sobre las deidades mexicas, jamás nombraban mujeres, lo que me hacía pensar en una tendencia a maximizar la figura masculina desde el comienzo de los tiempos, sin embargo, los estudios actualizados, la necesidad de dar voz a la mujer a través de la historia, nos han llevado a conocer las figuras borradas, desplazadas, que dan otra significación al tiempo y representaciones mismas.
Toda esta historia de equilibrio me hace pensar indudablemente en la figura masculina, sí como fuerte, pero no lo suficiente como para ser la principal, además si recordamos el mito de la concepción y nacimiento de Huitzilopochtli, tienen una gran similitud a la concepción y nacimiento de Jesús en Belén, en el que ambos nacen de la nada y son perseguidos, Huitzilopochtli por sus hermanos y Jesús por Herodes, lo que tiene mucho sentido en el mito del nacimiento del Héroe (Rank, 1884). Este parecido apoyó mucho la conversión de los antiguos mexicas, pero considero indudables diferencias en torno a ellas, la figura de Huitzilopochtli es distinta de la de Jesús en el sentido que su rival principal fue su hermana, una mujer: guerrera, fuerte, vengativa y envidiosa, pero él poseía características similares, a diferencia de Jesús todo bueno. La figura femenina en la Coyolxauhqui vuelve a ser representada en una imagen fuerte, lo que me lleva a pensar, que vender la idea de un PADRE todopoderoso, que reúne todo lo bueno, que es omnipresente, omnipotente y omnisciente resulta muy tentador para aquellos que temen a la mujer fuerte.
La representación femenina en la cultura mexica, evidentemente puede ser contrariada por la situación de la política, a la que la mujer no tenía acceso, o la cotidianidad, sin embargo es importante destacar que los roles estaban establecidos por habilidades, las mujeres tenían restricciones en tanto las condiciones de la fertilidad les permitieran, eran criadas desde pequeñas a las labores del hogar, pero no a ser serviles, sino a ser complementos.
Quizá en esta ausencia del padre fuerte y la búsqueda de un padre todopoderoso, se arraigó la figura de Jesús.
La figura de la mujer entonces fue puesta en duda, se empezaba a apreciar todo aquello que fuera santo en ella, su deseo sexual fue anulado: las prostitutas, por ejemplo en el México Tenochtitlán eran vistas como necesarias, se les respetaba, se les permitía dejarse llevar por sus deseos carnales, ahora la mujer tenía que ser del hombre, él tenía que asegurar que su mujer no era del diablo, lo relacionado a la sexualidad se convirtió en algo demoníaco, si querían hacer efectivo su contrato de vida eterna debían alejarse de todos los males puestos en sus dioses, en sus deseos, en sus perversiones, en sus necesidades, tenían que trascender a un mundo espiritual.
La figura de Dios, se convirtió en la máxima de los antiguos mexicas, pero este dios, no era un dios como el de Nezahualcóyotl, sino que era un Dios todopoderoso, pero todo bueno, la contraparte y directamente su enemigo era la figura del diablo, que simbolizaba todos los males, todas esas pulsiones, que parecían corresponder a ese mismo dios, pero que tuvieron que ser desprendidas de él. Sin duda, la figura del diablo es una escisión de la figura divina del padre, tiene las mismas características de dios, pero en negativo, y tanto dios como el diablo representan esa figura de autoridad y acogimiento, figuras que ponen límites, figuras que castigan, figuras que reprimen (Smulever, 2002).
En relación a las ideas de Nietzsche en el Anticristo (1888), considero que el hombre en su necedad y necesidad creó la figura de Dios a su imagen y semejanza, pero todas las pulsiones agresivas y sexuales primitivas las despojó a la figura del diablo y poco a poco, conforme las civilizaciones avanzaban y las necesidades culturales eran distintas, las instituciones religiosas servían como una forma de contención, de represión y de juicio /castigo para quien no cumpliera y la figura del diablo crecía más y más. Entre mayor fuera la represión, mayor sería la frustración y mayor la necesidad y urgencia de descarga, por lo que el diablo se hacía cada vez más grande y más malo (Freud, 1930).
Dios y el diablo son el sostén de la construcción y la destrucción, son proyecciones de uno mismo, el diablo ha crecido no afuera, sino adentro, dentro de cada uno de nosotros vive esa dualidad, luchando entre ellas con fuerza, ambas pueden ser sádicas y dañinas, el diablo representaría en términos psicoanalíticos todas aquellas pulsiones del ello y dios, es ese superyó, que pretende detener a cada una de ellas (Dicker, 2004).
El diablo representa entonces el deseo, lo que debe ser evitado, aquello que entre más lejos lo queremos, es porque más cerca está de nosotros.
En muchas ocasiones, me he preguntado ¿qué tan malo es lidiar con el diablo? Cabe resaltar que en la mayoría de las instituciones religiosas, se encuentran siempre conflictos humanos pulsionales no controlados, lo que me hace cuestionarme ¿será que entre mayores sean tus deseos/pulsiones prohibidos/difíciles de reprimir mayor será tu acercamiento a dios?
“Más lejos quiero estar del diablo, porque entre más lejos esté más probable es que pueda controlar estas perversiones que me queman…”
Hay algo muy difícil con la figura del diablo y es que representa todo aquello que retorna, el diablo se va, pero regresa, insiste, es tentador, engañador, tiene muchas caras, se disfraza, pero siempre está presente, tal como lo hacen las pulsiones, que en sus caminos pueden ser evitadas, reprimidas, transformadas, sublimadas, pero siempre regresan (Nava, s/a).
Encontrar un espacio de equilibrio entre dios y el diablo es encontrar un equilibrio entre la construcción y la destrucción, entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. La figura del diablo no constituye otra cosa sino la propia concepción de lo malo, proyectado afuera para no aceptar la propia debilidad.
El diablo en México, entró por la ventana de la religión y dios lo trajo de la mano. No existiría el diablo, sino existiera dios.
Bibliografía
- Dicker, S. (2004). Que el diablo no te queme. La letra. Columna mensual del GEPG en “El Periódico”.
- Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Obras Completas. Amorrortu Editores.
- Freud, S. (1912). Tótem y tabú. Obras Completas. Amorrortu Editores.
- Golf, S. (2017). Miércoles. Los nombres del diablo. En https://www.informacion.es/cultura/2017/07/31/miercoles-nombres-diablo- 5894780.html
- Jacobo- Marín, D. (2010). Delitos y castigos en la sociedad azteca. Universitarios Potosinos. (1), Pp. 36- 41.
- Martínez, J.L. (2003). Nezahualcóyotl. Vida y obra. Fondo de Cultura Económica.
- Matos, E. (1998). El camino al Mictlán. Museo del Templo Mayor.
- Mendoza, V. (1962). El plano o mundo inferior. Mictlán, Xibalbá, Nith y Hel. Indios de México Pp. 75-99.
- Nava R., J. (s/a). Simpatía por el diablo. Errancia. Revista de Psicoanálisis, Teoría crítica y Cultura
- Nietzsche, F. (1895). El Anticristo. Editorial Alianza.
- Pazos, A. (2017). Guerras Floridas. En https://idus.us.es/bitstream/handle/11441/75384/TFG%20Guerras%20Floridas%20PDF.pdf?sequence=1
- Rank, O. (1884). El mito del nacimiento del héroe. Editorial Paidós.
- Smulever, M. A. (2002). Mito y religión: Una interpretación psicoanalítica de los fundamentalismos. Fepal – XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis – Montevideo, Uruguay “Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica”