Repensando lo edípico: un camino a la alteridad.
Autor: Paulina Palacios
La teoría es buena, pero no impide que las cosas sean como son.
Charcot a Freud.
En occidente, desde hace dos décadas (empezando por los países más desarrollados y “coincidentemente” menos religiosos) se ha presentado en el debate público y jurídico el tema del matrimonio igualitario y la homoparentalidad. Empezando por Canadá, los Países Bajos y los nórdicos, para después pasar al Reino Unido, Europa Central y América, ya son varios los países, donde el matrimonio igualitario y la adopción de niños por parejas del mismo sexo es algo avalado por ley. En nuestro país, a pesar de que la mayoría de los estados niegan tales derechos, la Suprema Corte de Justicia de la Nación afirma que representa un acto discriminatorio no permitirlo y vía una impugnación e imagino que muchos trámites, en teoría se puede obtener una sentencia de lo federal que obliga a la autoridad estatal a realizar tales procedimientos[1].
Como psicoanalistas, uno de los debates que más ha llegado a nuestros oídos lo representa el caso de Francia en 2012 y 2013. Al estar el tema en el debate público y debido al lugar social que el discurso psicoanalítico tiene en ese país, se les preguntó a los psicoanalistas su opinión al respecto y, para sorpresa de algunos y calma de otros, muchos salieron manifiestamente en contra de los derechos al matrimonio gay y la adopción de niños por parejas del mismo sexo. ¿Su argumento principal? El complejo de Edipo.
¿Por qué el argumento principal de los psicoanalistas fue el complejo de Edipo?, ¿cómo es que se argumentó? Un ejemplo de argumentación es el que sigue: “al dejar existir la familia homoparental como modelo, volvería obsoleta la teoría de la universalidad del Edipo”[2] y como consecuencia “pondría en peligro a la sociedad, socavaría sus cimientos.[3]” Otro ejemplo, se puede resumir como “La naturaleza no permite a una pareja homosexual reproducirse, por tanto, no pueden ser padres”[4]. Considero que argumentos como los anteriores tienen que ver con la imposibilidad de pensar la disyunción entre procreación, sexualidad y filiación. Ahora, estos términos representan pilares en nuestra concepción teórica del complejo de Edipo, por lo cual, vale la pena repensarlo.
Para nuestro gremio, el complejo de Edipo es la piedra fundamental de la estructuración subjetiva. Planteamos que somos sujetos de la cultura a partir del evento edípico. La lectura que hacen nuestros colegas franceses para su argumentación es una que conocemos: Todo niño necesita un papá y una mamá (de manera literal) para hacer su triángulo. Al no desconocer la diferencia sexual anatómica, sabemos que la niña debe salir del complejo de Edipo deseando tener un hijo varón de un objeto sustituto del padre y el niño, saldrá del complejo identificándose a éste y esperando escoger en el futuro un objeto como el que el padre eligió: es decir, una mujer que deseará tener un hijo de él. Consecuencia natural de un planteamiento así, es que el desenlace es la heterosexualidad y el no serlo, representa entonces una desviación, una perversión. Sin entrar en detalle y como posible tema de otro trabajo, otra consecuencia natural de este mismo planteamiento es que la que deseará siempre un hijo es la mujer y el no desearlo es, por decir lo menos, sospechoso. Regresando al tema en específico, me pregunto: ¿cómo es que llegamos a que el complejo de Edipo se conceptualizara de esta forma?
La sexualidad humana como objeto de estudio clínico: el sexo y la emergencia de la sexualidad.
Para entender desde dónde Freud pudo pensar la sexualidad y, por lo tanto, inventar al complejo de Edipo como signo de la estructuración humana, necesitamos de la epistemología histórica: Foucault nos enseñó que como categoría medica-psiquiátrica, la sexualidad no entró en escena sino hasta el siglo XIX. Antes de este siglo, la palabra -y por lo tanto nuestra concepción acerca de esta- ni siquiera aparecía en los diccionarios[5]. El concepto médico de perversión no existió hasta mitades del siglo XIX. Antes de esto, la sexualidad y los perversos no existían. No estoy diciendo que la gente de antaño se limitara al coito pene-vagina (tenemos múltiples ejemplos de que no), lo que intento decir es que no existía la sexualidad como entidad nosológica, como objeto de estudio clínico desde la ciencia solamente. Previo a este siglo, la sexualidad normal y la perversa eran cosa determinada desde lo moral y religioso, no únicamente desde la medicina. Perverso significaba ser el antónimo de converso. Para pensar esto me sirve un ejemplo que Davidson en su texto llamado Sex and the Emergence of Sexuality (y es el que vengo siguiendo) nos pone: en el siglo XVII, la flagelación se utilizaba como método médico para curar la impotencia. Cito: “El uso de látigos en los asuntos de Venus puede ser una modalidad terapéutica justificada que el médico y el paciente pueden practicar sin ser imputados de un crimen[6]”o un pecado. Es decir, en la Europa de esos tiempos se creía que, para curar la falta de erección, la flagelación de la espalda estimulaba la producción de líquido seminal[7] y que dicha estimulación podía ser administrada ¿por qué no?, vía un médico que tenía que justificar su técnica en términos morales.
Para que la sexualidad se pudiese convertir en un objeto de conocimiento clínico, fue necesario un brinco epistémico dentro de la propia ciencia y en la sociedad en general: éste se dio en el siglo XIX con Krafft-Ebing como uno de sus máximos representantes[8]. Él, a quien Freud cita varias veces en sus Tres ensayos, propuso que “conocer la sexualidad de una persona es conocer a esa persona. La sexualidad es la externalización de la esencia interna y oculta de la personalidad.[9]” Así, la medicina se hizo cargo del estudio de lo que una vez había sido parte de la moralidad y transformó la desviación en patología[10]. De aquí (aunque sé que no solamente) salió Freud. El ensayo respecto a las aberraciones sexuales es la psiquiatría del siglo XIX. De Krafft-Ebing toma Freud el concepto de perversión[11]. Sin embargo, Freud no se quedó ahí. Reitter nos explica: Es en ese mismo texto donde Freud estalla el concepto de perversión en el cual el mismo texto se basa al afirmar que la pulsión no tiene ningún objeto natural y no debe su elección a los encantos del mismo[12]. Freud pensaba la pulsión sexual como algo flexible y por lo tanto, no patologizaba la homosexualidad. Pienso en varios ejemplos:
El primero: en 1909 Freud viaja junto con algunos de sus preferidos a Clark University, en Massachussets, para brindar sus primeras Conferencias de Introducción al psicoanálisis y en sus palabras, llevarles la peste. Con Putnam (quien es uno de los que lo recibe en Estados Unidos), mantiene una correspondencia[13] donde Freud apela a que sea menos moralista y más libre respecto al ejercicio de la pulsión sexual. Putnam, como buen representante WASP[14], no hace mucho caso. Freud le insiste en el carácter amplio del esquema sexual dentro de la teoría psicoanalítica, y le recuerda que todos hemos hecho por lo menos una elección homosexual en nuestra vida, y que, si bien no para todos es sabido, no deja de tener injerencia desde lo inconsciente. Es decir, el complejo de Edipo completo es tanto positivo como negativo.
Un segundo ejemplo: El 9 de abril de 1935, cuatro años antes de su muerte y ya muy enfermo, Freud escribe en inglés una carta como respuesta a una mujer que lo busca angustiada respecto a la homosexualidad de su hijo. Entendemos, vía la respuesta de Freud, que esta madre estadounidense le escribe preguntándole si él puede “curar” a su hijo. Sabemos de la existencia de esta carta gracias a la princesa Marie Bonaparte, quien publicó entre 1950 y 1951 escritos que Freud no habría querido divulgar, entre ellos, además de la carta citada, el famoso Proyecto de psicología para neurólogos, escrito en un viaje en tren en el año de 1895 sólo para los ojos de su amigo Fliess. En esta carta –ahora no difícil de encontrar, Freud escribe:
Deduzco que su hijo es homosexual. Me impresiona mucho el hecho de que usted no menciona esta palabra en su información sobre él. ¿Puedo preguntarle por qué evita el uso de ese término? La homosexualidad no es una ventaja, pero tampoco es algo de lo que uno deba avergonzarse; un vicio o una degradación, ni puede clasificarse como una enfermedad.
Freud continúa:
Muchos individuos altamente respetables, de tiempos antiguos y modernos, entre ellos varios de los más grandes (Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc.) fueron homosexuales. Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como un crimen y es también una crueldad. Si Ud. no me cree a mí, lea los libros de Havelock Ellis.[15]
Si seguimos leyendo la carta, Freud le dice a esta mujer que ningún homosexual debe ser tratado psicoanalíticamente por ser homosexual. Si su hijo, le dice, es además neurótico, infeliz o desdichado, entonces puede ayudarlo, pero por lo anterior, no por su elección de objeto de amor que sabemos, es fruto de su complejo edípico.
Un último ejemplo respecto a esta postura freudiana es un sobrecogedor relato de un hombre que acudió a consulta con Freud entre 1904 y 1905 bajo petición de un profesor de la Universidad de Viena que mostraba preocupación por él. Bruno Goetz era un estudiante de poesía que sufría económicamente y estaba aquejado de síntomas que parecían ser melancolía. Por lo que entendemos, él no quería ir a ver a Freud ya que, al haber leído la obra inaugural del psicoanálisis, le aterrorizaba pensar que iba a destruir sus sueños. El profesor que arregla la cita manda a Freud, previo a ésta, una serie de poemas escritos por el estudiante. Ya en consulta y al hablar de sus prácticas sexuales “no convencionales” y de amor, comienza a sentirse mejor. Freud, además de hacer algunas intervenciones que valdría la pena estudiar técnicamente, le pregunta cuándo fue la última vez que comió bien. Al terminar la consulta, el fundador del psicoanálisis le entrega un sobre y le dice:
Le ruego no lo tome a mal, soy un médico ya instalado y Usted es todavía un joven estudiante. Acepte este sobre y permítame, por una vez, asumir por hoy el papel de su padre. Son pequeños honorarios destinados a retribuir la alegría que sus versos y la historia de su juventud me han deparado[16].
Ese sobre contenía dinero para que pudiera cenar un buen pedazo de carne. Goetz escribe que en cuanto abrió el sobre y vio el dinero, se soltó a llorar. El joven poeta fue a visitar a Freud dos veces más. En estas reuniones, podemos ver al Profesor Freud hablando de lo que él consideraba significaba ser artista. Le recomienda a Goetz nunca encerrarse ni ocultarse y ser libre, para así poder escribir. El poeta nos comparte:
No me acuerdo lo que le contesté. Cuando llegó el momento de separarnos, me dio la mano y me miró a los ojos, y vi una vez más la bondad tan afectuosa y melancólica de su mirada. No olvidé esa mirada en toda mi vida[17].
Bruno Goetz pasó a ser reconocido como poeta y escribió en varios periódicos europeos. Ahora hasta página de Wikipedia tiene. Nunca se analizó.
Como vemos, Freud pugnó en diferentes momentos de su vida y obra por una versión más libre y menos moralista en el ejercicio de la sexualidad. Desde un inicio encontró resistencias entre sus colegas, sobre todo con Jung y Jones. Tuvo aliados también: Rank, Tausk y Magnus Hirschfeld vienen a la mente. Para las décadas de los 20 y los 30 había debates al respecto en cada instituto psicoanalítico. Como paréntesis, en Alemania algo interesante sucede en los albores y durante la Segunda Guerra Mundial respecto a este tema. Para 1923, llega como catedrático al Instituto Psicoanalítico de Berlín Felix Julius Boehm[18], que enseña en el Instituto por 10 años y con el ascenso de Hitler al poder, es reclutado por Matthias Göring, -primo de Hermann Göring, lugarteniente de Hitler- para iniciar el operativo llamado “salvamento del psicoanálisis”. Es decir, la “arianización” de nuestra disciplina. Max Eitingon, en su calidad de judío, debe entonces renunciar a la presidencia de la sociedad y Boehm sube al poder. Con el visto bueno de Göring, se pone en marcha la renuncia “voluntaria” de los analistas judíos a los institutos alemanes, para poder ser puros. Ernest Jones, en ese momento presidente de la IPA, acepta la política con aval de Freud y preside la sesión donde se expulsa a los miembros judíos. Cuando se funda finalmente el Instituto Göring, la asociación alemana es disuelta y el instituto nazi ocupa el mismo edificio donde antes se encontraba nuestra sociedad berlinesa. Uno de los temas de interés principales de Boehm era justo el tema de la homosexualidad. La consideraba un peligro al creerla una traición biológica y un riesgo para la pureza racial alemana. Durante la guerra se dedica a estudiar homosexuales, se le nombra perito en homosexualidad y para 1944 manda exterminar a sus objetos de estudio.
Cuando muere Freud, varios analistas se declaran abiertamente en contra de la homosexualidad. Para la década de los 50, ya la postura oficial era enteramente condenatoria. Rado escribe que, para todas las teorías psicoanalíticas, la homosexualidad es siempre psicopatológica[19]. Charles Socarides va más allá, al afirmar que la homosexualidad es una enfermedad que siempre viene acompañada de psicosis y manifestaciones maniaco-depresivas[20]. Socarides votó en contra de que la homosexualidad fuese removida como patología de los DSM en 1973 y como dato curioso, su hijo Richard, que era gay, fungió luego como asesor del presidente Clinton en las relaciones con su comunidad[21].
Considero que lo que sucede cuando se piensa como argumento al complejo de Edipo para patologizar la homosexualidad y la homoparentalidad es justo una mirada naturalista y moral, heredera de la psiquiatría moderna, del triangulo edípico. Citando de nuevo a Reitter, equiparar heterosexualidad con sexualidad natural es un error. Si parte de lo que marca el Edipo es que, al atravesarlo, se debe reconocer la diferencia sexual anatómica y por lo tanto, la alteridad y que esto sólo se logra, siendo heterosexual, caemos en una ilusión, como si ser heterosexual fuese garantía en algo de salud mental. ¡Ojalá el reconocimiento de la alteridad se lograra sólo con ser heterosexual!
Parece que un obstáculo epistemológico para poder repensar el complejo de Edipo es que este, tanto en el cuerpo freudiano como en el lacaniano, está, como dice Reitter, generizado.[22] La diferencia sexual anatómica no es insignificante, pero tampoco lo es todo. Generizamos cosas que pueden pensarse como funciones: Hablamos de función materna, por ejemplo, porque usualmente es una mujer -y no necesariamente la madre- quien provee los cuidados primarios para un infante. Más allá de la producción orgánica de leche, no veo necesidad en teorizar estos cuidados exclusivos de un sexo.
El sujeto se constituye en un campo de fuerza libidinal, y ese campo libidinal lo provee la familia. Familia que nunca está al margen de las relaciones de poder, por eso es que, más bien que “la familia”, hay familias, en plural[23]. Los colegas franceses afirman que permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo implica “desnaturalizar el concepto”[24], como si el matrimonio en sí fuese natural. Aquí Foucault nos recordaría que éste es otro claro ejemplo de la dimensión política del discurso psicoanalítico. Reitter afirma que las familias homoparentales ponen un signo de interrogación sobre el papel que juega o no la diferencia sexual en la estructuración psíquica del sujeto. Y cito:
Hasta el momento todos los estudios serios indican que los hijos de las parejas del mismo sexo no tienen diferencias significativas respecto de los hijos de las parejas heterosexuales. […] ¿Será posible que la diferencia sexual de los padres, el género al que se identifican y su elección de objeto sexual, jueguen un papel menos importante en las identificaciones y elecciones de los hijos de que lo que hasta el momento creíamos?[25]
Al rescate vienen Vittorio Lingiardi y Nicola Carone que en su artículo Challenging Oedipus in changing Families se dan a la tarea de repensar los significados contemporáneos del complejo de Edipo sin dejar de utilizar sus funciones como un mensaje capacitado para el desarrollo psíquico y sexual.[26] El texto citado problematiza el complejo de Edipo como equivalente del reconocimiento de la diferencia sexual entre los sexos, así como la historia del origen en cada historia edípica. El complejo de Edipo nos historiza. Afirman:
Las investigaciones de los niños van mucho más allá de la curiosidad sobre los cuerpos de los padres o la relación entre ellos, ya sean homosexuales o heterosexuales. […] lo que estructura el complejo de Edipo no es tanto la posibilidad de identificaciones con cuerpos sexuados específicos como la posibilidad de encontrar el lugar propio dentro de la escena familiar[27]. Postulan que creer en la necesidad de una mamá y un papá literalizados en género responde a una ilusión naturalista y reduccionista de lo que puede significar el triángulo edípico. Pensar lo edípico en lo que llaman “la complejidad de la geometría familiar”, implica un juego de relaciones y posiciones (de dos a tres, es decir, donde aparece la alteridad) en donde se trata de que el niño resuelva un misterio, donde los padres poseen e intercambian secretos, que provocan un sentido de exclusión[28]. He aquí la importancia de Edipo: el niño debe ir encontrando su lugar en el mundo, fuera de la diada y la triada familiar. El Edipo nos marca como sujetos porque salimos de él siendo sujetos de la cultura, independientemente de a qué objeto se ama. La alteridad no está garantizada por la heterosexualidad, sino por el reconocimiento de que el mundo no inicia ni termina con nosotros: somos sujetos de la historia y nuestras circunstancias. Desde aquí es desde donde podemos escuchar al otro, al tercero, siempre desconocido. Sin decir a quién, Freud afirmaba que alguien sano era alguien capaz de amar y trabajar. La tarea es tener orejas para escucharlo. En el Diccionario Amoroso de Elizabeth Roudinesco, bajo la entrada de Familia, la autora -quien fue una de las psicoanalistas que apoyó la instauración de la ley de matrimonio igualitario en su país- nos recuenta la historia de Jean Valjean, de Los Miserables: Exprisionero y sin haber conocido jamás amor carnal, al mirar a Cosette, experimenta por primera vez ‘un éxtasis amoroso que llega hasta el extravío’. Siente enseguida ‘los retortijones’, es decir, los dolores de parto: ‘como una madre y sin saber de qué se trata’. Literalmente pues, da a luz a una hija, y el amor que le da es materno. Por su parte, la niña […] mira a ese hombre a quien llamará padre sin saber quién es y sin jamás conocer su verdadero nombre.[29] Concluye la autora: A tal punto que tengo ganas de decir que el mejor elogio que se puede hacer de la familia es desearle a cada niño que tenga de madre y padre al mismo tiempo al equivalente de un Jean Valjean[30].
Bibliografía
- Abelove, H. Freud, la homosexualidad masculina y los americanos.
- Davidson, A.I. (1987). Sex and the Emergence of Sexuality. Fuente: Critical Inquiry, Vol. 14, No. 1 (otoño, 1987). pp. 16-48. Publicado por: The University of Chicago Press. http://www.jstor.org/stable/1343570
- Goetz, B.. (1960). Recuerdos sobre Sigmund Freud. Recuperado de https://drive.google.com/file/d/0B3B1j7FmW65iQmtlOU9talZqdWc/view
- Jones, E. (1998). Vida y Obra de Sigmund Freud. Buenos Aires: Lumen-Hormé
- Lingiardi, V. y Carone, N. (2019) Challenging Oedipus in changing families: Gender identifications and access to origins in same-sex parent families created through third-party reproduction, The International Journal of Psychoanalysis, 100:2, 229-246, DOI: 10.1080/00207578.2019.1589381
- Mata Quintero, G. (22 de junio de 2015). Ya hay jurisprudencia del matrimonio gay, ¿ahora qué sigue? México. Revista Nexos. Recuperado de https://eljuegodelacorte.nexos.com.mx/?p=4731
- Reitter, J. (2018). Edipo Gay. Heteronormatividad y Psicoanálisis. Buenos Aires: Letra Viva
- Roudinesco, E. (2018). Diccionario amoroso del psicoanálisis. Barcelona: Penguin Random House
- Tin, L.G. (dir). (2012). Diccionario de la Homofobia. Madrid: Akal
Notas
[1] Mata Quintero, G. (22 de junio de 2015). Ya hay jurisprudencia del matrimonio gay, ¿ahora qué sigue? México. Revista Nexos. Recuperado de https://eljuegodelacorte.nexos.com.mx/?p=4731 el 13/10/2018
[2] Tin, L.G. (dir). (2012). Diccionario de la Homofobia. Madrid: Akal. p. 273
[3] Ibídem.
[4] Ibíd, p. 274
[5] Davidson, A.I. (1987). Sex and the Emergence of Sexuality. Fuente: Critical Inquiry, Vol. 14, No. 1 (otoño, 1987). pp. 16-48. Publicado por: The University of Chicago Press. http://www.jstor.org/stable/1343570 p.23. la traducción es mía.
[6] Ibíd., p. 41
[7] Ibíd., p.43
[8] Reitter, en su libro de Edipo Gay -más tarde citado- nos ilumina: también en el siglo XIX la homosexualidad empieza a hablar en 1ª persona con Karl Heinrich Ulrichs. Primer activista de los derechos de los uranistas. Escribió estudios sobre el misterio del amor masculino donde abogó por la no criminalización de la homosexualidad. A sus 75 años escribe: “Hasta el día de mi muerte, miraré hacia atrás con orgullo.” Citando al autor: “Aquí aparece esta palabra, que tanta importancia tendrá, como repuesta política a la introducción de la vergüenza” en la lucha gay. pp. 22 y 23
[9] Ibíd., p. 47
[10] Ibid., p. 48
[11] Reitter, J. (2018). Edipo Gay. Heteronormatividad y Psicoanálisis. Buenos Aires: Letra Viva, p.
[12] Ibid, p. 24-25
[13] Henry Abelove, Freud, la homosexualidad masculina y los americanos.
https://redfilosoficadeluruguay.wordpress.com/2013/09/28/freud-la-homosexualidad-masculina-y-los-americanos/ Recuperado el 28/04/2017
[14] WASP Préstamo del inglés de Estados Unidos: white anglo-saxon protestant, formado con las siglas de w(hite) a(nglo)-s(axon) p(rotestant) que se traduce como blanco, anglosajón y protestante, término utilizado ya en el siglo veinte para agrupar a los herederos “legítimos” de la tradición puritana, conocidos ampliamente por su postura moralista sobretodo, con respecto a lo sexual.
[15] Jones, E., Vida y obra de Sigmund Freud, Editorial Lumen-Hormé, Buenos Aires,1998, Tomo III, p. 214-215.
[16] Goetz, B. Recuerdos sobre Sigmund Freud. https://drive.google.com/file/d/0B3B1j7FmW65iQmtlOU9talZqdWc/view Recuperado el 28/04/2017
[17] Ibídem.
[18] Todo lo que sigue respecto a Boehm se encuentra en el libro ya citado de Reitter, pp. 113-118
[19] Goetz, B. Ibidem.
[20] Para una lectura más elaborada de este punto, consúltese el trabajo de Bernardo Lanzagorta presentado en la Sociedad Psicoanalítica de México en abril de 2014 titulado Entre lo políticamente correcto y lo patológico: Pensando en el papel de la homosexualidad y publicado en la página de ésta sociedad en noviembre del mismo año. https://spm.mx/home/entre-lo-politicamente-correcto-y-lo-patologico-pensando-en-el-papel-de-la-homosexualidad/ Recuperado el 05/05/2017.
[21] Reitter, J. Op.cit. p. 47
[22] Ibid., p.89
[23] Ibid., p.88
[24] Ibid., p.81
[25] Ibid., p. 90
[26] Vittorio Lingiardi & Nicola Carone (2019) Challenging Oedipus in changing families: Gender identifications and access to origins in same-sex parent families created through third-party reproduction, The International Journal of Psychoanalysis, 100:2, 229-246, DOI: 10.1080/00207578.2019.1589381 p. 230. La traducción es mía.
[27] Ibid., p. 238
[28] Ibid., p.236
[29] Roudinesco, E. (2018). Diccionario amoroso del psicoanálisis. Barcelona: Penguin Random House. p. 165
[30] Ibidem.