LA CANCIÓN DE SALOMON

Autor: Toni Morrison

ISBN: 9788497932622

Editorial: Debolsillo

Salomón

Por Alejandro Beltrán

Un vendedor de seguros decide saltar de un edificio porque está convencido de que volará. Lo observa un mujer embarazada que sostiene una canasta de flores rojas junto con un público confundido y divertido. Cuando salta y se estrella en el suelo, las flores rojas se esparcen por la plaza y la mujer comienza la labor de parto… Y así, también, comienza Song of Solomon (1977), es la tercera novela publicada por Toni Morrison (Ohio, 1931). La lectura mesurada de la novela, que aparece en castellano como La canción de Salomón, editorial Debolsillo, se ve obscurecida por la cantidad de premios que ha recibido su autora, quien obtuvo el premio Nobel de literatura en 1993. El año de su publicación, La canción… recibió el National Book Critics Circle Awardy el American Academy and Institute of Artsand Letters Award. Y digo que los premios dificultan su lectura porque la expectativa del lector se multiplica con cada galardón que el autor recibe.
Así que lo primero que le sugiero al hipotético futuro lector de esta novela es que se olvide de los premios y reconocimientos que Morrison ha cosechado desde que comenzó su carrera literaria en 1970, con la publicación de The Bluest Eye, sobre todo del fantasmón que significa el Nobel. Si dejamos los fuegos artificiales de lado, ¿qué nos queda? La historia de un viaje inciático. Milckman Dead (Lechero Muerto), hijo de Macon Dead y de Ruth, está aparentemente condenado a repetir la historia de sus antepasados, y son precisamente esas distintas historias que presionan para que sean repetidas las que funcionan durante la novela como verdaderas placas tectónicas, ejes narrativos en los que se va desenvolviendo la novela.
En un primer nivel, vemos el impulso para que Milckman se desenvuelva como un negro de Michigan de mediados del siglo pasado; en un contexto aparentemente liberal, debería vivir el sueño americano que su padre ha ido construyendo trabajosamente apilando bienes raíces y rentándolos a los negros pobres. Pero esta opción pronto se ve problematizada: desde el lado de la identificación masculina, tenemos a Macon, un hombre terrible que abusa violentamente de las mujeres de su casa, quien desea que su hijo continue literalmente sus pasos, no alienta a Milckman a que se labre un futuro independiente, por medio, por ejemplo, del estudio universitario (como sí hizo la autora, por cierto). Por el lado de las mujeres, Milckman se encuentra atrapado por una red femenina que lo mantiene en un estado de narcisismo infantil, donde todos sus deseos son cumplidos, creando un adolescente y un joven adulto indolente y apático. Las figuras de identificación masculina y femenina marcan al camino del éxito económico, del que se supone estaba destinado el joven heredero, como una ruta imposible.
En un segundo eje, el de la lucha por los derechos civiles e incluso el levantamiento revolucionario por parte de los negros, es una opción que está encarnada por Guitar (Guitarra), el entrañable amigo de su infancia. Guitar pertenence a lo que hoy los medios de comunicación llamarían una organización terrorista, The Seven Day (Los siete días), que busca equilibrar, de una manera literal, los agravios que los blancos cometen contra los negros. Si un negro es linchado, un blanco le pasará lo mismo, si una niña negra es mancillada, lo mismo sucederá con una blanca… primero fascinado y después horrorizado por esta lógica especular, por esta Ley de Talión llevada a la exasperación, Milckman será perseguido de la opción de cobrar venganza por todos los agravios cometidos en contra de los negros a preguntarse por los agravios que él mismo ha cometido; como pueden ver, este es un desarrollo de la relación de espejo al que lo introduce Guitar.
Como sabemos en psicoanálisis hay dos -por lo menos- clases de culpa: la persecutoria, donde el agobio proviene por las consecuencias que te puede acarrear tus actos, y la depresiva, que se refiera a la preocupación por el daño que podrías haber ocasionado con tus acciones. Milckman comienza perseguido por el miedo a que su egoísmo y ceguera sobre las necesidades de las mujeres que lo rodean, se le regrese ahora en forma de la venganza de una amante rota y desesperada; es Hagar, la prima amante enloquecida por un amor despechado, quien nos sumerge con la imposibilidad de su amor, en el primer rastro de Salomón: es la mujer que no fue la novia amadísima del Cantar de los Cantares.
En su sacrificio, Hagar nos acerca a la figura de su madre, Pilate, tía de Milckman. Si bien Pilate es un personaje central desde el inicio de la novela, es hasta que se desenvuelve este plano sacrificial -cuando Hagar muere de amor-, que cobra pleno sentido. A través del dolor abismal por perder a su hija, Pilate acerca a Milckman al sufrimiento de la mujer; pero el descubrimiento del dolor femenino pronto se ve sustituido por una búsqueda casi delirante: el protagonista inicia la búsqueda del oro que Pilate supuestamente escondió en su pueblo natal, en el sur norteamericano, apenas una niña salida de una casi esclavitud, pero pronto este viaje marcado por la avaricia se convertirá en el descubrimiento casi místico de sus raíces africanas.
Pero no nos confundamos, no se trata de una revisión literal de mitología occidental desde una perspectiva norteamericana, como ingenuamente hace Neil Gaiman con American Gods. Se trata de entender el papel que puede tener las raíces culturales africanas en la matriz norteamericana; es la invención, en la figura de Milckman, de una tradición mágica e inciática que nos recuerda a Ícaro. Milckman proviene de una línea de hombres que saben volar, eso lo descubre en el viaje al pueblo natal de su padre y tía. No es el sueño americano, ni la revolución, es el descubrimiento en el mundo interior de una mitología que ya no es africana pero tampoco occidental. Milckman es un ser híbrido, un héroe que sale del laberinto de la incertidumbre para llegar a… Prefiero que usted ensaye su propia respuesta leyendo este fascinante libro.