Christiane Musalem
En segundo semestre de la formación, realicé un trabajo nombrado “Bloqueos y barreras terapéuticas” que trataba sobre: cómo los analistas nos podemos llegar a posicionar activamente y como parte implicada en el trabajo y dentro del consultorio, exponiendo algunas de las angustias que pueden llegar a existir dentro de dicho espacio. El presente trabajo, está enfocado en profundizar sobre dichas angustias y mencionar la importancia que tiene el análisis propio en el analista para trabajar ello.
Considero que, en la teoría, como analistas tenemos muy claro qué necesitamos cumplir con ciertas horas de análisis como parte de nuestra formación; sin embargo, me gustaría poder dar algunos ejemplos en donde no tenemos esto tan presente. Así como los pacientes en algunos casos son resistentes al tratamiento, también nos puede pasar a nosotros como analistas.
“En psicoanálisis, se denomina resistencia a todo aquello que, en los actos y palabras del analizado, se opone al acceso de su inconsciente. Freud habló de resistencia al psicoanálisis para designar una actitud de oposición. Este concepto se ve como un obstáculo al esclarecimiento de los síntomas y a la progresión de la cura” (Laplanche, Lagache & Pontalis, 1996).
“Como la resistencia es una manifestación de la función defensiva y desfiguradora del yo, es la resistencia lo primero que trata de analizar la teoría psicoanalítica” (Greenson, 1976).
La resistencia en la contratransferencia puede manifestarse como temor a no saber cómo abordar o cómo trabajar con los pacientes.
Ejemplo de lo anterior y de índole personal, en ocasiones he sentido frustración durante el proceso de formación, sin embargo, es de conocimiento común que tal desarrollo conlleva tanto frustraciones como gratificaciones otorgadas de vez en cuando. Considero importante el hecho de que, poder identificar las frustraciones y gratificaciones durante el proceso de formación y el poder transmitirlas y trabajarlas en el análisis propio permite continuar con el proceso de 6 años de formación.
En el libro de “Técnica y práctica del psicoanálisis” se habla de la importancia de la relación entre teoría y práctica, en donde, se menciona que hay una relación de reciprocidad dentro de la misma; ya que “siempre que haya alguna falta de integración entre teoría y técnica es probable que salgan perjudicadas ambas” (Greenson, 1976).
Hay analistas que tienden a separar su conocimiento práctico del teórico (Greenson, 1976). Con base en lo anterior, reitero que en cuanto a lo teórico tenemos muy clara la importancia del análisis propio en el analista en formación, pero en la práctica podemos tener nosotros nuestras propias resistencias y muchas veces no entregarnos a nuestro propio proceso analítico.
Ejemplo de esta carencia o ausencia de análisis propio en el analista es que en algunas instituciones psicoanalíticas la formación está basada en la teoría y no se exige a los alumnos tener su análisis propio. Considero, dicho análisis es vital durante el proceso de formación, ya que te permite identificar tus resistencias, de entender los motivos por los que se desea algo, de entender el por qué en ocasiones se quiere “olvidar todo” y principalmente, sirve para poder ser capaz de comprender al paciente cuando presente tales resistencias.
“Actualmente la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional), acepta 3 distintos modelos de formación psicoanalítica: el clásico (instaurado en 1922) y dos modelos alternativos, los cuales son propuestos como adaptaciones a los distintos contextos, socioculturales y académicos. El modelo clásico, fue instituido por Eitingon con el aval de Freud en el Instituto Psicoanalítico de Berlín, en donde se anunció: la tradicional de análisis didáctico, supervisión, de casos y seminarios teóricos – clínicos; esto como fundamento para poder estudiar y aprender psicoanálisis” .(Oróstegui H, 2008)
“El segundo es el modelo francés, mismo que surge en 1960 y trae como novedades la realización del análisis didáctico previamente al ingreso de la formación; también flexibilizaciones en cuanto al número de sesiones que son exigidas para el análisis personal y la supervisión de casos. Existe mayor apertura frente a los modelos teóricos que se estudian, con la inclusión de seminarios que son obligatorios y de igual manera con los optativos. Con estos cambios, la supervisión parece adquirir mayor importancia para el proceso de la formación de psicoanalistas”. (Oróstegui H, 2008)
“Finalmente, el modelo uruguayo nace en el contexto de una sociedad en la cual predomina la clase media, en donde hay una tradición educativa gratuita y un gobierno social – democrático. Esto se ve reflejado en que, para este momento, el modelo de la figura de un analista didáctico se elimina, y se crean entonces funciones (didáctica, de supervisor, director de seminario, etc.) los cuales pueden ser ejercidas por cualquier miembro del instituto y se reparten por consenso” (Oróstegui H, 2008)
El análisis didáctico surge de la necesidad para el terapeuta en formación de enlazar el conocimiento teórico y la vivencia o experiencia personal de manera dinámica. “El autoanálisis de Freud, sostiene que a todo analista lo precede un análisis que es efecto o resultante de un análisis” (Campalans, L, 2004). Proponiendo la necesidad de la experiencia analítica como requisito para poder ser un futuro psicoanalista.
“El primer análisis didáctico fue practicado con René Spitz, en el Instituto Psicoanalítico de Berlín, esto fue definido con una exigencia institucional por parte de la formación psicoanalítica. Sin embargo, estos eran cortos en duración e incluían elementos instructivos y educativos que parecían mezclar sus fines con los de la supervisión. Actualmente la IPA, tiene el análisis didáctico como un fundamento para el análisis certificado.
La supervisión analítica surge muy cerca del análisis didáctico, mismo que recalca la importancia de un interlocutor externo, con el cual se logre generar un espacio reflexivo, de validación y de crítica frente a la experiencia del analista y su visión del paciente”. (Oróstegui H, 2008)
Ricardo Carlino, nos envió una carta de presentación para nuestro seminario, y en ella venían unas palabras que creí pertinente agregar:
“Al estudiar psicoanálisis se adquiere un saber que no se alcanzaría con sólo arribar al área intelectual, debido a que estudiar psicoanálisis nos atraviesa también afectivamente. Cuando esto no sucede, no aprendemos psicoanálisis ni podremos devenir psicoanalistas, a lo sumo, se logra saber qué contiene el psicoanálisis y los psicoanalistas. Para lograr realmente aprehender los conceptos psicoanalíticos es necesario atravesar varios obstáculos: la “coraza defensiva”, el muro de los prejuicios, de las costumbres, del pensar generalizado, el de algunos de los valores sociales establecidos que operan como obstáculo al conocimiento psicoanalítico y el narcisismo propio que lleva a autocentrase en la propia cosmovisión (Weltanschauung) como si fuera general. Para ello, los seminarios de formación enlazándolo en estrecha ligazón con el psicoanálisis personal y el diálogo de la supervisión forman lo que se ha llamado “Trípode de la Formación”. Cuando todo esto se tiene en cuenta se arriba a otra cualidad de conocimiento con disposición a estudiar, pensar y ligar unas ideas a otras. Es por ello necesario abordar el conflicto o el malestar que implica aceptar↔rechazar lo estudiado, lo que puede manifestarse como “síntoma”, tales como: distracción o dificultad de concentración, sueño mientras se estudia, dificultad para sentarse y ponerse a leer, u otros.” (Carlino, 2021)
Me gustaría compartir una experiencia, una ocasión acudió conmigo una paciente, y desde que me comenzó a describir su historia, recuerdo tener un nudo en la garganta y decir “no voy a poder con este caso”; a continuación, logré hablar con mi analista y me di cuenta de que era un tema mío, en el cual podía trabajar sin tener que dejar a la paciente. Creo que muchas veces, o por lo menos en mi caso, estando frente de un paciente se me olvida que tengo derecho a equivocarme, a supervisar, comentarlo en clase, analizarlo en mi análisis propio u otros recursos a mi alcance. En algunas ocasiones este miedo a equivocarme persiste durante las sesiones, hasta que, por una cosa u otra, recuerdo que cuento con estos recursos y pasa mi angustia.
Greenson en su libro “Teoría y Técnica del Psicoanálisis”, menciona que hay pacientes que tratan de aislar al psicoanalista de la vida real y en muchas ocasiones imaginan que solamente tienen existencia dentro de su consultorio y que sus reacciones siempre están controladas. Creo que esta fantasía puede llegar a confundirnos un poco, ya qué, así como los pacientes la tienen, nosotros también la podemos adoptar y apropiarla como si fuera nuestra y poder pensar que nosotros tenemos que poder con todo lo que nos llegue.
Lacan, citado por Esandi, G., ubica al analista como objeto y menciona que debe de operar como una causa de deseo para el analizante. Sobre la misma línea, el analizante es el que nos otorga a nosotros como analistas el lugar del sujeto del supuesto saber; sin embargo, esto nos colocaría en un lugar de omnipotencia, significando que estaríamos obligados a saldar dicha demanda por parte del analizante (Esandi, 2010).
“[…] El analizante, es quien nos otorga ese lugar. Es desde el dispositivo analítico, que querrá tener la respuesta sobre su goce, sin embargo, de su goce nada sabemos. Si nos quedáramos como analistas perpetuamente en ese lugar, se produciría un punto de fijación contraproducente. Indicaría que tendríamos todas las respuestas, lugar omnipotente, ya que, desde ese lugar, saldaríamos la demanda del analizante, demanda interminable, demanda de amor. Si accediéramos a saldar su demanda, el deseo no se haría anoticiar y se estaría generando ese punto de fijación obstaculizando la producción asociativa. Consecuentemente es desde el no saber y la abstinencia, que el Sujeto supuesto saber cae, y si cae, es porque tiene una falta, falta que indicaría que desea, que está castrado, que no tiene todo el saber que le fue otorgado.” […] (Esandi, 2010)
En la medida que logremos resolver nuestros conflictos, nosotros como analistas en formación nos veremos menos comprometidos a tener que cumplir con dicha fantasía.
En el trabajo que había escrito anteriormente me plantee una pregunta:
– ¿Cuál es la mejor manera de posicionarme dentro de un espacio terapéutico? –
Me respondí, que depende de la necesidad latente y manifiesta del paciente; por lo tanto, no es la manera que yo decida, sino la que decidamos ambos, con el fin de buscar el rapport, viendo por los intereses del mismo. Es por esto, que planteo como cierre la cuestión: ¿La terapia es guiada por el paciente o por el terapeuta? A lo que respondí: por ambos.
A esto agregaría y reforzaría el punto de que, para que el analista en formación pueda guiar y adentrarse como debería dentro del espacio, es importante que cumpla con los tres pilares que mencioné anteriormente “Análisis propio – Teoría – Supervisión”.
Freud, define la relación analítica no solamente desde el punto de vista del paciente, sino que también del analista, en donde menciona que es una relación bipersonal, recíproca, de transferencia y contratransferencia. Describe la contratransferencia como una respuesta emocional del analista hacia los estímulos del paciente. Freud veía la contratransferencia como un obstáculo, mismo que debía de ser removido; la solución que propuso Freud ante esto fue el autoanálisis, y tiempo después en “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” bajo la influencia de Jung y el grupo de Zurich, Freud propicia de una manera más concreta el análisis didáctico (Etchegoyen, 1986).
Paula Heimann y Racker fueron los que subrayaron el papel de instrumento de la contratransferencia; su trabajo se distingue ya que, gracias a éste, la contratransferencia ya no se ve como un peligro, sino que se empieza a ver como un instrumento sensible, el cual puede ser muy útil para el desarrollo del proceso analítico. (Etchegoyen 1986).
Reitero la importancia de que una persona acuda a análisis, con el fin de que en la contratransferencia pueda identificar las reacciones causadas por el paciente, mismo que ayudará al paciente con el tratamiento. Complemento lo anterior ejemplificando de la siguiente manera, una terapeuta que conozco a mi parecer tenía un trastorno de la conducta alimentaria y constantemente se lo proyectaba a sus pacientes, haciendo referencia a que cada conducta que tuvieran hacia la comida tenía que venir desde el punto de vista de una enfermedad. Esto mismo llegó a causar que una de sus pacientes intentara provocarse el vómito haciéndose la idea de que podía existir en ella la posibilidad de tener un trastorno de la conducta alimentaria.
Con este trabajo, hago énfasis en la importancia que tiene el análisis propio para los analistas en formación. Como mencioné a lo largo del trabajo, es indispensable podernos conocer e identificar nuestros miedos y angustias e incluso nuestras metas, para que las mismas no influyan en nuestro trabajo con el paciente. De igual manera, el análisis no es lo único importante, sino también la supervisión para poder ver con otros ojos lo que muchas veces nosotros no logramos ver al estar trabajando con nuestro paciente. Por último, es importante lo teórico; sin embargo, recordar que al momento de estar frente al analizando intentar estar en blanco y dejarnos ir con la asociación libre y con las fantasías que en ese momento se nos despierten. Todo esto con el fin de poder devenir psicoanalistas y tener una mejor práctica con nuestros pacientes.
Concluyo el trabajo con la siguiente frase:
“Hombre soy, nada humano me es ajeno” – Terencio
A mi parecer refiere que, simplemente por el hecho de ser personas nos vamos a terminar involucrando con el dolor, felicidad, etc. de la otra persona. En el trabajo anterior sobre “Bloqueos y Barreras terapéuticas” se menciona un ejemplo en particular que me gustaría retomar; cuando decidí estudiar psicología una de mis maestras de preparatoria me decía que yo no contaba con el perfil para cursar dicha licenciatura, ya que me veía como una persona muy sensible y que no iba a poder escuchar las historias de mis pacientes sin verme involucrada emocionalmente. Esta sensibilidad que me caracteriza y desde mi perspectiva, a muchos psicoanalistas, permite generar una empatía con el paciente; y remitiendo a la frase anterior, nada nos será ajeno y muchas veces algunas historias nos afectarán más que otras, y la mayoría del tiempo estarán presentes nuestros propios conflictos y nuestras propias resistencias, por lo que se debe tener presente el que estamos respaldados por un grupo de expertos y que esto es un camino de aprendizaje, tanto a nivel interno como externo. Es importante tener la guía de un grupo de expertos en la materia y confiar en sus interpretaciones, ya que, a partir de su conocimiento y experiencia, ven por el interés común, tanto del analista como del paciente.
Bibliografía
- Campalans, L., 2004. Acerca de los múltiples y divergentes usos del término <<Autoanálisis>>. Revista Uruguaya, [online] p.185. Available at: <https://www.apuruguay.org/revista_pdf/rup99/rup99-campalans.pdf< [Accessed 8 March 2021].
- Esandi, G. (2010). El Lugar del Analista. Retrieved 27 February 2021, from https://www.elsigma.com/introduccion-al-psicoanalisis/el-lugar-del-analista/12157
- Etchegoyen, R., 1986. Buenos Aires: Amorrortu Editors, p.237.
- Etchegoyen, R., 2021. 1986. Buenos Aires: Amorrortu Editors, p.242.
- Greenson, R., 1976. Técnica y práctica del psicoanálisis. México: Siglo XXI, p.31.
- Greenson, R., 1976. Técnica y práctica del psicoanálisis. México: Siglo XXI, p.41.
- Laplanche, J., Lagache, D., & Pontalis, J. (1996). Diccionario de psicoanálisis (p.384 ). Barcelona: Paidós.
- Oróstegui H, P., 2008. Análisis Didáctico y Supervisión. Revista de la Asociación Psicoanalítica Colombiana, [online] 2, p.136. Available at: <https://www.asociacionpsicoanaliticacolombiana.org.co/pdfs/RevJulioDic08..pdf#page=135> [Accessed 2 February 2021].