Perversión y Psicoanálisis
Autor: Alejandra Rivas
PERVERSIÓN O PARAFILIA
De acuerdo al DSM-IV la parafilia es definida como un tipo de excitación sexual con objetos o situaciones que no son parte de la estimulación normativa (APA, 1994)
Las características esenciales de las filias son recurrentes, intensas, cargadas de erotismo, puede haber excitación con imágenes que producen deseos sexuales o conductas que tienen que ver con objetos no humanos o el sufrimiento de uno mismo o de la pareja, niños o personas que no consienten este tipo de actividades (APA, 1994)
Stoller define la perversión como una fantasía masturbatoria para preservar el placer erótico, cuya motivación (tanto para el acto como para la fantasía) es el extremo placer.
Fenichel afirma que las perversiones son manifiestamente de carácter sexual, que cuando se ha cedido por completo a los impulsos patológicos, es decir, se descargan, se produce entonces el orgasmo.
Por otro lado, Sturbin ve el acto perverso como intentos de mantener el equilibrio psíquico y la identidad de género. Dice que el perverso sufre una alteración en la organización del self, tanto en la configuración de su imagen corporal como en sus límites (existir como un ser humano separado). Por lo tanto la motivación principal de la perversión es mantener una identidad de género. (Stoller, 1986).
La fantasía juega un papel de vital importancia en las parafilias, mientras que la masturbación suele reforzar este tipo de conductas. (Arrigo & Purcell, 2006).
CONTINUUM DE LA PARAFILIA
La parafilia es conceptualizada como un continuum de la conducta, que va de lo leve a lo severo (Abel & Osborne, 1992). Esta conducta es considerada disfuncional solo cuando el individuo depende excesivamente del estímulo y la fantasía perversa para la excitación sexual y gratificación (Arrigo & Purcell, 2001) El individuo pierde entonces su capacidad de expresar su sexualidad de forma sana al depender de inducciones parafílicas e imágenes. Eventualmente se vuelve tan dependiente del parcialismo para la descarga orgánica, que la parafilia llega a causar angustia y dificultades en la rutina social, interpersonal y ocupacional en el día a día. (Hickey, 2005).
Explorando el proceso de la parafilia que va de lo normal a lo anormal, se puede entonces explicar cómo las conductas sexuales aberrantes se manifiestan y progresan en un individuo a través del uso de la fantasía, la masturbación o algunos facilitadores como drogas, alcohol y pornografía (Arrigo & Purcell, 2006)
Surge entonces la pregunta de qué es una perversión normal, qué es leve y qué es severo; generalmente es la sociedad la que determina que es considerado una conducta e ideación normal, sin embargo es inevitable que la sexualidad sea personal, diversa y variada. (Kimmel & Plante, 2004)
Según la APA, es frecuente que las personas empleen fantasías relacionadas a la perversión para alcanzar una excitación sexual. Las perversiones más comunes encontradas en este aspecto son el fetichismo y el parcialismo (Lancaster & Di Leonardo, 1997)
Tanto Hickey (2005) como Holmes (1991), han notado que las fantasías, las compulsiones, el simbolismo y los rituales son elementos que nos ayudan a distinguir entre sexualidad normal, anormal y patológica.
Para ser sexual, uno debe de tener fantasías eróticas (Holmes & Holmes, 2002ª), otros, han arrastrado su atención al rol esencial de la fantasía en la conducta erótica, argumentando que las imágenes sexuales son un componente de la actividad sexual normal entre la mayoría de los hombre y mujeres (Bader, 2003; Chodrow, 1994). Freud en “Tres ensayos para una teoría sexual” dice que la creación y uso de imágenes cargadas de erotismo se considera un aspecto importante en el funcionamiento sexual.
Bader (2003), propone que la fantasía es un aspecto fundamental para hacer esta distinción gracias a su naturaleza y al contenido de la misma; la mayoría de las fantasías anormales o patológicas tienen contenido agresivo y elementos sádicos. De acuerdo a Holmes & Holmes (2002ª), las fantasías eróticas más violentas se centran en parejas dispuestas a realizar actos sexuales anormales. (Hickey, 2005)
El simbolismo corresponde al aspecto visual del sexo y la sexualidad (Freud, 2000). Por ejemplo el uso de imágenes cargadas de erotismo en la mercadotecnia para la venta de productos como cigarros, alcohol, etc; Holmes (1991), asocia el simbolismo sexual con el fetichismo y el parcialismo, que es un tipo de parafilia en donde la atracción sexual se centra exclusivamente en una parte del cuerpo, mientras que el fetichismo es cuando una persona se excita sexualmente con un objeto inanimado (Hickey, 2001). Según Bader (2003), el fetiche es requerido o por lo menos preferido para lograr excitación sexual, excitación prolongada y en última instancia el placer orgásmico.
En el contexto de la sexualidad normal o anormal, el ritualismo conlleva un particular reconocimiento de que la conducta de uno, debe ser reproducida, consciente de un proceso tradicional y predecible (Hickey, 2005). Con el ritualismo, el acto sexual es llevado a cabo de la misma forma, así como en la misma secuencia (Holmes & Holmes, 2002ª). Esto puede ser verdad tanto en parejas casadas como en agresores sexuales. Como sea, en el agresor sexual, el ritualismo se vuelve una forma de conducta adictiva (Palermo, 2004).
La compulsión sexual es a menudo un impulso incontrolable para poder entablar algún tipo de conducta sexual (Freud, tres ens). Esta conducta puede estar presente en relaciones interpersonales normales, en donde hay un impulso y una necesidad natural de participar en actividades sexuales con una pareja que también quiera participar (Kimmel & Plante, 2004). Sin embargo esta conducta se vuelve anormal (y patológica) cuando la compulsión es tan abrumadora que las emociones genuinas de cuidado auténtico para con la pareja son inexistentes (Small, 2004)
Un ejemplo de parafilia que va de lo leve a lo severo es el siguiente: 4 hombres que tienen un fetiche por el cabello largo.
Leve: Encuentra el cabello largo como algo que hace un “llamado” a la sexualidad.
Leve a moderado: El segundo puede centrar su atención en una mujer poco atractiva pero que tiene el cabello largo y dejar pasar una mujer muy atractiva pero que tiene el cabello corto.
Moderado a severo: El tercer sujeto no puede conseguir una erección a menos que use una peluca de cabello largo o que su pareja tenga el cabello largo.
Severo: El cuarto hombre puede incluso tener un orgasmo con solo mirar o tocar el objeto deseado.
Para Fenichel, las perversiones también aparecen en el comportamiento sexual de las personas normales, especialmente en las actividades preliminares del coito. Son algo universalmente humano, y mediante el psicoanálisis se revela que los síntomas del neurótico son actos perversos disfrazados.
Freud reveló que los fines sexuales del perverso son iguales a los del niño. En las perversiones, la sexualidad está sustituida por uno de los componentes de la sexualidad infantil. Siguiendo por esta línea, Fenichel (1986) agrega que los perversos son personas en las cuales la sexualidad es infantil en lugar de ser adulta. Esto puede deberse a una detención en el desarrollo o a una regresión. Sin embargo hace la distinción de que la sexualidad de un perverso no es igual que la sexualidad “perversa polimorfa” de los niños; la del perverso está organizada bajo la férula de cierto componente instintivo, cuya satisfacción posibilitará nuevamente el orgasmo genital.
El perverso típico tiene una sola manera de hallar placer sexual. Todas sus energías se hallan concentradas en un instinto parcial particular, y este instinto hipertrofiado compite con su primacía genital. Sin embargo, si el acto perverso llega a su fin, la persona llega a tener un orgasmo genital, por lo cual sería volver a recurrir a una fórmula demasiado simple el afirmar que estos pacientes carecen de primacía genital.
El perverso busca dañar a otros, es la forma erótica del odio, la fantasía llevada a la actuación. Al igual que Freud, Stoller sugiere que las perversiones surgen como soluciones o formaciones de compromiso de los conflictos inconscientes. (Fenichel, 1986)
EL ROL DE LA FANTASÍA EN LA PERVERSIÓN
Las fantasías pueden tener un contenido que va de lo insípido y benigno, hasta lo bizarro y violento (Bader, 2003). La fantasía es un elemento integral en la emergencia y mantenimiento de muchas conductas perversas.
Entender el rol de la fantasía, ayuda para poder formular un tratamiento y estrategias de prevención que depende de la capacidad del terapeuta de interpretar correctamente las imágenes eróticamente cargadas (Arrigo & Purcell, 2001)
Potter y Travin (1987), examinaron los paradigmas conductuales y psicodinámicos pertenecientes a la teoría correspondiente a la fantasía, particularmente como motor de los pensamientos, impulsos y conductas perversas.
Freud en “Tres ensayos…” desarrolla la perspectiva psicodinámica de la fantasía, explorando los aspectos tanto conscientes como preconscientes de la fantasía, los cuales están conectados con los deseos sexuales de la persona.
Potter y Travin (19879 se basan en teorías psicoanalíticas más recientes enfocándose principalmente en la estructura de las relaciones interpersonales. Este aspecto enfatiza la necesidad de las relaciones humanas y la importancia de una identidad personal bien formada, segura y con un sentido de cohesión del self. De acuerdo a esta perspectiva, el problema se centra en una evaluación psicodinámica completa, enfatizando en las relaciones personales, los tipos de vínculo y la intimidad en general (Guntrip, 1997). Cuando estos factores no se desarrollan por completo, o son establecidos inadecuadamente en una persona especialmente durante la infancia, surgen problemas conductuales. Cuando esto se combina con factores de estrés ambiental, tales como la falta de modelos de cuidado parental, el individuo se retrae en la fantasía como estrategia para sobrellevar la situación (Bader, 2003). En aquellas situaciones en las que el sentido de identidad se mantiene detenido o construido negativamente, la auto-imagen de la persona puede volverse más agresiva, sádica y violenta (Shipley & Arrigo, 2004). Esto sucede principalmente en el perverso. (Hickey, 2005). Psicodinámicamente hablando, las fantasías conscientes y perversas que emergen, tienen algún tipo de valor representacional que psíquicamente se relaciona con significados preconscientes e inconscientes de sí mismo y de otros (Arrigo & Purcell, 2001)
La fantasía es una realidad segura, privada y poderosa (Bader, 2003). El individuo perverso es socialmente incapaz de acercarse a potenciales parejas sexuales de forma adecuada. Debido a esta incapacidad de acercamiento sexual y a una desafilada y emocional autoestima, el acto perverso se convierte en un sustituto para una relación interpersonal sana. El individuo se sumerge tanto en sus fantasías eróticamente perversas, que eventualmente pierde todo contacto con la realidad, solo para encontrarse obligado a actualizar y experimentar la fantasía completa (Arrigo & Purcell, 2001). Este proceso sucede repetida y compulsivamente al integrar seres humanos a sus fantasías (Hickey, 2005).
Stoller menciona que el deseo es la causa de la conducta mientras que la fantasía es la cura del trauma, el protector contra la realidad.
PSICODINAMIA DE LA PERVERSIÓN
Las conductas perversas tienen su origen en la infancia temprana (Arrigo & Purcell, 2001); según Hazelwood y Douglas (1980) muchas de las personas que tienen este tipo de conductas, han experimentado eventos traumáticos al inicio de su vida en la forma de abuso sexual o físico.
Stoller afirma que el perverso busca convertir el trauma infantil en un “triunfo adulto”. En los detalles de la perversión se puede discernir el trauma que es el trauma perpetrado contra la sexualidad, o su identidad de género. Busca transformar el trauma en placer, orgasmo y victoria. El placer es alcanzado cuando la fantasía actuada logra deshacer (temporalmente) el trauma infantil.
La excitación precoz en la infancia puede contribuir en el surgimiento de la perversión cuando es acompañada de una culpa severa.
El conflicto intrapsíquico surge cuando los deseos, impulsos o aspiraciones sexuales se contraponen al sistema de valores de los padres ahora introyectados (lucha del ello contra el superyó), por lo tanto aparece una culpa persecutoria y técnicas internas de auto-castigo; debido a esto, el yo se divide; una parte actúa como punitiva o amenazante en contra de la otra parte que frustra los impulsos hacia la gratificación.
La hostilidad en la perversión es central. La excitación sexual que surge de dañar al objeto, expresa la rabia consciente hacia su propio objeto sexual, para así sentirse triunfante sobre la otra persona. Este deseo de dañar aparece en perversiones sádicas y masoquistas y fetichismo.
La masturbación puede ser una defensa contra los sentimientos de ansiedad asociada con el trauma de abandono. La frecuencia de la masturbación indica la gravedad del trauma. Generalmente la fantasía que acompaña la masturbación revela el trauma original; a partir de esta fantasía se puede determinar si el sujeto es perverso o no.
Con respecto a los hombres se habla de una falla al alcanzar una identidad masculina debido a una triada de hostilidad:
1. Ira al ceder su felicidad temprana (miedo) e identificación con la madre
2. Miedo e intentos fallidos de escapar de la órbita de la madre
3. Necesidad de vengarse de la madre por haberlo puesto en esta posición
La molestia en el proceso de separación-individuación (descrito por Mahler, 1985) genera ansiedad simbiótica y miedo que no le permite permanecer separado de la madre. Esta ansiedad erige defensas para no fundirse otra vez con la madre, aumentando el miedo de perder su identidad masculina (angustia de castración), por lo tanto los rituales perversos sirven para promover la separación y al mismo tiempo la no separación de la madre.
– El ritual lo hace “triunfar” sobre la madre (se separa), pero si se separa, entonces deja de ser hombre “es castrado”, permitiéndole esto fundirse con y permanecer separado de su propio objeto.
Continuando con la propuesta de Stoller, la hostilidad surge de las dificultades en el vínculo de sus relaciones objetales, por lo que el sujeto busca en el exterior una víctima que encaje con su necesidad de venganza. Esta motivación depende del sentimiento de haber sido victimizado.
La dificultad de los hombres de relacionarse, refleja la necesidad de construir una barrera contra el deseo de fusión con la madre (ansiedad simbiótica). Esto explica porque algunos hombres no pueden mantener relaciones amorosas, o tienen la necesidad de escapar después de tener relaciones sexuales, o incluso se muestran ansiosos o alterados frente a esta experiencia. Otros pueden desarrollar identificaciones femeninas para defenderse del sentimiento de estar abrumado por el engolfamiento o por la ansiedad de separación.
Sturbin menciona que la perversión le da al yo cohesión y un sentimiento de identidad separada, por esto sugiere que las verdaderas perversiones inician en el temprano desarrollo, especialmente en el proceso de separación-individuación de la madre simbiótica (Mahler, 1985). Sugiere también que el padre es en estos casos, una figura inaccesible que hace poco por eliminar la fusión de la relación madre – hijo.
Esto indica que el sujeto se ha mantenido psicológicamente fusionado con la madre en la simbiosis inicial; debido a esto vive a la madre como amenazante, terrorífica y engolfante y al padre como débil e impotente. Sin embargo tanto la madre como el infante defienden su simbiosis debido a que se necesitan para mantener una estabilidad en su organización del self y para combatir la ansiedad.
Fenichel comenta que el perverso sí tiene represiones que son patógenas específicas; tienen un complejo de Edipo y una angustia de castración inconscientes. Tanto el síntoma perverso como el neurótico, facilita la descarga de una parte de la catexis de impulsos originariamente rechazados, y de esta manera se hace más fácil el rechazo de la parte restante.
Existen dos problemas principales en la perversión:
1. El factor que primariamente perturba la primacía genital es la angustia y sentimientos de culpa dirigidos contra el complejo de Edipo. Como factor decisivo se encuentra la angustia de castración (y los sentimientos de culpa que son derivados de esta angustia)
2. Una vez que el goce genital se ha hecho imposible a causa del temor a la castración, la persona tratará de regresar a aquella parte de su sexualidad infantil a la que se está fijada. Partes explícitas decisivas, de esta sexualidad infantil son reprimidas, y la hipertrofia de un determinado componente de la sexualidad infantil es utilizada aparentemente para fortalecer esa represión.
Entre las experiencias fijadoras que sirven de base a las perversiones, hay una que se destaca particularmente: las experiencias de satisfacción sexual que al mismo tiempo han dado lugar a un sentimiento de seguridad mediante la negación o la contradicción de algún temor. Cada vez que siente perturbada su sexualidad genital por el temor a la castración, el perverso regresa a aquel componente de su sexualidad infantil que alguna vez (durante la infancia) le proporcionó un sentimiento de seguridad o al menos de aseguramiento contra el temor, y cuya gratificación fue sentida con especial intensidad a causa de esa negación o reaseguramiento. El perverso es una persona cuyo placer sexual está bloqueado por la idea de castración. Mediante la perversión trata de probar la inexistencia de la castración (negación), y en la medida en que llega a creer en esta prueba, vuelven a ser posibles nuevamente el placer sexual y el orgasmo.
La hipertrofia el instinto parcial infantil reasegurador sirve al mismo tiempo para la represión del complejo de Edipo y de otros remanentes rechazados de la sexualidad infantil. Esto se consigue mediante una “represión parcial” de la sexualidad infantil, al mismo tiempo que otras partes de la misma son exageradas.
El hecho de que determinados impulsos, habitualmente prohibidos sigan siendo conscientes, garantiza la represión del complejo de Edipo y de castración.
ETIOLOGÍA DIFERENCIAL DE LAS PERVERSIONES Otto Fenichel
Las perversiones se pueden confundir con síntomas compulsivos ya que los pacientes sienten la “compulsión” de llevar a cabo tal o cual acción patológica.
Las perversiones y los impulsos mórbidos son placenteros, o que al menos son llevados a la práctica con la esperanza de obtener un placer, en tanto que los actos compulsivos son penosos y se llevan a cabo con la esperanza de librarse de un dolor.
El neurótico obsesivo se siente forzado a hacer algo que no le agrada hacer, es decir, obligado a usar su capacidad volitiva en contra de sus propios deseos, mientras que el perverso se siente forzado a hacer que algo “le guste”, aún en contra de su voluntad. Sus impulsos pueden verse contrariados por sentimientos de culpa, eso no impedirá que en el momento de la excitación sienta el impulso como sintónico del yo, como algo que quiere hacer con la esperanza de alcanzar un placer posible.
Las personas que reaccionan a las frustraciones sexuales con una regresión a la sexualidad infantil son perversas, los que reaccionan con otras defensas o emplean otras defensas después de la regresión, son neuróticos.
En las neurosis, el síntoma esta “desexualizado”, mientras que en las perversiones es un componente de la sexualidad infantil, además en que la descarga es penosa en las neurosis, en tanto que en las perversiones acarrea el orgasmo genital.
A menudo se combinan las perversiones con las neurosis, debido a la común fijación pregenital, con las neurosis obsesivas y las psicosis. Existen tres posibilidades:
1. La perversión y la neurosis se desarrollan una junto con la otra. El yo del perverso, en su lucha con el conflicto edípico, presta su conformidad a un representante de la sexualidad infantil, sin excluir la posibilidad de usar simultáneamente algunos otros mecanismos de defensa que pueden formar la base de una neurosis.
2. Una neurosis viene a complicar una perversión primariamente establecida. Una persona con una perversión se puede enfrentar a situaciones que hacen que su perversión se vincule más estrechamente a la situación edípica, o bien representa un incremento del temor de castración. Estas situaciones exigen nuevas medidas de defensa, las cuales pueden crear una neurosis.
3. Una perversión se suma a una neurosis primariamente establecida. Ejemplo: que los síntomas de una neurosis obsesiva resulten tan gratificantes como para tomar la apariencia de una perversión secundaria.
Los requisitos previos en el desarrollo de la perversión son:
1. Factores constitucionales de facilitación orgánica. Incremento relativo de la erogeneidad de zonas erógenas específicas por la fisiología de las hormonas.
2. Experiencias que condujeron a la fijación patógena decisiva. Las fijaciones que constituyen la base de las perversiones difieren de las correspondientes fijaciones de las neurosis, por cuanto se basan en la simultaneidad de la gratificación sexual y un sentimiento de seguridad o reaseguramiento que se opone a un temor inhibidor.
TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO DE LAS PERVERSIONES Otto Fenichel
El tratamiento amenaza con reavivar aquellos conflictos que el paciente ha eludido mediante la enfermedad y con destruir un placer, el único placer sexual que el paciente conoce. El placer sexual que a la larga promete el analista, no es para él más que una cosa remota. De ahí resulta apenas posible analizar a personas que están en armonía con sus perversiones,
El pronóstico depende de si el deseo de curarse existe, o en qué medida puede ser despertado. El paciente puede ser motivado por consideración hacia personas que le son cercanas. La tarea principal de un análisis de prueba, en este caso, será la de evaluar este deseo de recuperación.
El equivalente a la situación fóbica de evitar en la histeria de angustia (Freud), es en el perverso la situación sexual normal, que el analista puede sugerir al paciente como finalidad.
La necesidad de reaseguramiento expresada en el hecho de aparecer una perversión, se debe frecuentemente a una intensificada necesidad narcisística y la capacidad de “reaseguramiento por la negación” al carácter inestable de la función de prueba por la realidad.
Hay muchos pacientes que, tanto en su conducta de transferencia como en su comportamiento general en la vida, manifiestan una perturbación narcisística del carácter, o pueden incluso manifestar un cuadro poco menos que psicótico. En estos casos, el psicoanálisis se encuentra en las mismas dificultades que en el tratamiento de las perturbaciones de carácter o el de las psicosis.
Siguiendo a Stoller, en terapia se debe buscar la fuente y el origen de la necesidad de dañar, y el entendimiento sobre lo que el acto significa para diferenciar si es perverso o no.
CONCLUSIONES
En la perversión emerge la simbiosis con la madre, el paciente se quiere separar de ella para poder entablar una relación de pareja no incestuosa, pero en ese momento entra el temor de castración (por parte de la madre), haciéndole entonces imposible la separación. Al mismo tiempo no quiere regresar a la simbiosis (reengolfarse) por lo que recurre a la fantasía como una forma segura de ejercer su sexualidad que está llena de resentimiento contra la madre, provocando culpa retaliatoria y nuevamente el deseo de fusionarse con ella. Al llevar a cabo la fantasía en el acto perverso, triunfa sobre la madre, ya que puso ejercer su sexualidad (separarse) y no hubo castración, por lo que hubo un triunfo y el trauma infantil “desapareció” momentáneamente. Aquí comprueba su masculinidad. Después regresa la culpa persecutoria (por haber triunfado sobre la madre, quien lo va a castrar) poniendo en riesgo su identidad masculina. Frente al resurgimiento del deseo de fusión con la madre, surge nuevamente la fantasía y la actuación como una especie de “círculo vicioso” para separarse y al mismo tiempo sentir placer extremo.
Bibliografía
- Abel, G. G., & Osborne, C. (1992). The paraphilias: The extent and nature of sexually deviant criminal behavior. Psychiatric Clinics of North America, 15.
- American Psychiatric Association. (1994). The diagnostic and statistic manual of mental disorders. 4th ed. Washington, D.C
- Arrigo, B.A., & Purcell, C. E. (2001) Explaining paraphilias and lust murder: An integrated model. International Journal of Offender Therapy and Comparative Criminology, 45.
- Arrigo, B.A., & Purcell, C. E. (2006) The psychology of lust murder: paraphilia, sexual killing and serial homicide. Burlington, MA: Academic Press
- Bader, M. J. (2003). Arousal: The secret logic of sexual fantasies. New York: St. Martin´s Griffin.
- Fenichel, O. (1986). Teoría psicoanalítica de las neurosis. México: Paidós
- Freud, S. (2000). Three essays of the theory of sexuality (Rev. ed.). New York: Basic Books
- Guntrip, H. (1971). Psychoanalitic theory, therapy, and the self. New York: Basic Books
- Hazelwood, R. R., & Douglas, J. D. (1980, April). The lust murderer. FBI Law Enforcement Bulletin
- Hickey, E. (2001). Serial murderers ant their victims (3rd ed.). Belmont, CA: Wadsworth
- Hickey, E. (2005). Sex crimes and paraphilia. Upper Saddle River, NJ: Prentice-Hall
- Holmes, R. M. (1991). Sex crimes. Newbury Park, CA: Sage
- Holmes, R. M., & Holmes, S. T. (2002a). Sex crimes: Patterns and behavior (2nd ed.). Thousand Oaks, CA: Sage
- Lancaster, R. N., & Di Leonardo, M. (Eds.). (1997). The gender/sexuality reader: Culture, history, and political economy. New York: Routledge
- Mahler, M. S., Pine, F. and Bergman, A. (1985). The Psychological Birth of the Human Infant: Symbiosis and Individuation. London: Karnac Books.
- Protter, B., & Travin, S. (1987). Sexual fantasies in the treatment of paraphiliac disorders: A bimodal approach. Psychiatric Quarterly, 58.
- Shipley, S. L., & Arrigo, B. A. (2004). The female homicide offender. Serial murder and the case of Aileen Wuornos. Upper Saddle River, NJ: Prentice Hall.
- Stoller, R. J. (1986). Perversion: The Erotic Form of Hatred. London: Karnac Books.
- Stubrin, J. P. (1994). Sexualities and Homosexualities. Trans. Eduardo Reneboldi. London: Karnac Books.