Memoria y Psicoanálisis 
Autor: Adriana Romero
OBJETIVO:
El objetivo de este trabajo es estimular la observación en los psicoanalistas acerca de su memoria y de su capacidad para recordad en relación a su trabajo. Además de dar una revisión teórica del tema.
El psicoanálisis comenzó siendo una teoría del trauma. Cuando “las histéricas sufren de reminiscencias” –para citar la famosa frase de Freud–, es la memoria la que posee un carácter patógeno. Luego de que Freud abandonara la búsqueda de escenas sexuales infantiles traumatizantes junto con la teoría de la seducción, el psicoanálisis emprendió una exploración más amplia de la realidad psíquica. Con el concepto de transferencia, Freud descubrió una nueva dimensión de la memoria, a saber, su repetición en la conducta. Se comenzó a centrar en demás, en el mundo interno más que en el externo y a la influencia de las fantasías inconscientes en las percepciones y en la conformación de las relaciones objetales internas. La incorporación de la realidad externa habría sido interpretada, en general, como un ataque a la realidad psíquica y a la importancia del inconsciente.
Freud consideró constantemente que el objetivo del tratamiento analítico era traer a la conciencia los recuerdos reprimidos de la vida psíquica temprana. Hablaba de las huellas mnémicas que son las percepciones se almacenan en la memoria en la que hay varios sistemas superpuestos de memoria que ordenan la misma huella mnémica, almacenadas varias veces como duplicados de acuerdo con determinados principios. Los recuerdos de las impresiones y experiencias del pasado pueden recuperarse intactos, pero no es lo que ocurre en general en lo tocante a los recuerdos
inconscientes asociados con elementos de la memoria, que dan origen a desplazamientos y represiones. El resurgimiento de los recuerdos se conecta entonces con el destino de las mociones pulsionales y la autenticidad de un recuerdo infantil es significativa en la medida en el que el análisis de los procesos que la distorsionan sacan a la luz el deseo inconsciente. Lo que se recuerda, entonces nos son los hechos o sucesos en sí mismos, sino un proceso psíquico. Dice que si el terapeuta consigue “tramitar mediante el trabajo del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por medio de una acción, lo celebra como un triunfo en la cura”, aunque no siempre se logra pues en ocasiones aparece la compulsión a la repetición, que en este caso se trabaja en transferencia.
En la Psicología del Yo, la labor psicoanalítica se orienta mucho a la reconstrucción, se intenta que un suceso psíquicamente significativo de la infancia sea integrado y remodelado. El objetivo de la reconstrucción es comprender dicho patrón y sus revisiones posteriores a fin de rastrear en sentido inverso el suceso original y su fantasía inconsciente asociada.
En el desarrollo de la técnica analítica, el estudio de la interacción transferencia-contratransferencia ha pasado a ser el eje terapéutico. e los recuerdos no pueden comprenderse aislados del contexto en que aparecen, pero lo que más tarde se ha demostrado es con cuánta fuerza su surgimiento es impulsado por una dinámica inconsciente que evoluciona en la relación transferencial-contratransferencial. El análisis de los trastornos tempranos arroja luz sobre el grado en el que el material autobiográfico puede ser distorsionado y mal representado por los procesos de escisión. a menudo falta el espacio psíquico que es
condición previa de cualquier análisis interpretativo de los recuerdos.
En la escuela Kleiniana, la labor terapéutica se trocó en el análisis de las relaciones objetales internas en el aquí y ahora de la transferencia y contratransferencia. En forma inconsciente, el paciente configura la relación con el analista de modo que su mundo interno es transmitido como situación total del pasado al presente. el presente es función del pasado.

EL MODELO PSICOECONÓMICO DEL TRAUMA DE FREUD

En “Más allá del Principio del placer” (1920) Freud desarrolló este modelo. Dice que un cuerpo extraño se convierte en una cantidad de excitación que no puede ser ligada psíquicamente y avasalla al yo, irrumpiendo en la protección antiestímulo. La fuerza de esas cantidades de excitación es tan avasallante que el aparato psíquico  regresa a modalidades de reacción más primitivas.
Freud introduce el concepto de compulsión a la repetición, mediante la cual se actualiza la experiencia traumática en la esperanza de ligar psíquicamente la excitación y hacer que opere de nuevo el principio de placer, así como las formas de respuesta psíquico que le están asociadas. El trauma no sólo perturba la economía libidinal; también amenaza de una manera más radical la integridad del sujeto. la paradoja de que
el trauma es en verdad invasivo y ajeno, pero en la medida en que sigue siendo ajeno es revivido e incurre en repeticiones sin volverse comprensible. Ahora bien, como los seres humanos no pueden vivir sin explicaciones, procuran dar al trauma un sentido individual e historiarlo. Estas historiaciones retroactivas son principalmente recuerdos encubridores; la tarea analítica consiste en identificarlos y reconstruir la historia auténtica, en tanto que la historiación futura permanece inconclusa.

EL MODELO DEL TRAUMA DE LA TEORIA DE LAS RELACIONES OBJETALES

Destaca que el carácter traumatógeno de una situación depende de que se haya desarrollado una relación intensa entre el niño y el objeto. La relación objetal cobra entonces una condición traumática.
Cuanto mayor sea el trauma, más grave es no sólo el daño ocasionado a la relación de objeto interna, sino también el quiebre en la comunicación interna protectora y estabilizadora que las representaciones del self y del objeto que da origen a fragmentos aislados de la experiencia traumática queden fuera de la comunicación interna.

LOS ESTUDIOS DE LA PSICOLOGÍA COGNITIVA

en comparación con el material no traumático, el traumático es sin duda modificado mentalmente, aunque se lo codifica y recupera de una manera bastante parecida. Van der Kolk et al. (1996) postulan la existencia de una memoria del trauma específica, en que los recuerdos traumáticos se preservan de un modo distinto que un recuerdo autobiográfico explícito. La intensa excitación divide la memoria en varios elementos somatosensoriales aislados, en imágenes, estados afectivos y sensaciones corporales, así como olores y  sonidos. No pueden ser integrados en esta forma a una memoria  narrativa.
“La organización patógena no se comporta genuinamente como un cuerpo extraño, sino, mucho más, como una infiltración. […] La terapia no consiste entonces en extirpar algo –hoy la psicoterapia es incapaz de tal cosa–, sino en disolver la resistencia y así
facilitar a la circulación el camino por un ámbito antes bloqueado”.
(Breuer y Freud, 1895, págs. 290-91)
Los recuerdos traumáticos despliegan una dinámica propia.

  1. Con frecuencia nos encontramos con una regresión a un pensamiento omnipotente, como defensa contra el desvalimiento insoportable. En el momento en que ocurre el suceso traumático, puede surgir asimismo y fundirse con el material que irrupciona una antigua fantasía reprimida de amenaza, una convicción interna o una representación de angustia básica.
  2. La parálisis psíquica del self traumatizado congela el sentido mental del tiempo y produce un impasse temporal interno.
  3. En la situación traumática, es común que la persona afectada no pueda mantener los límites entre ella y el otro. La excitación avasalladora y la intensa angustia lesionan el sentido del self y generan, como núcleo de la expectativa traumática, una fusión self objeto difícil de resolver y que impide persistentemente alcanzar un sentido de identidad.

Con frecuencia, en el tratamiento analítico los recuerdos traumáticos son activados por puestas en acto de la relación transferencial. El requisito para elucidar y comprender su revisión secundaria y transformación por obra de las fantasías y significados inconscientes que contienen sentimientos de culpa e impulsos punitivos, es descubrir la realidad del trauma y sus afectos conexos, o sea, historiarlo, aunque de modo fragmentario y aproximado. Entonces se aclara cuál ha sido la realidad traumática y cuál es la fantasía, con lo cual el Yo obtiene una comprensión que lo alivia. La historiación implica también reconocer el hecho traumático y comprender la experiencia individual y sus consecuencias emergentes a largo plazo. Si esa interpretación reconstructiva tiene éxito, suele producirse una mejoría asombrosa en el estado del paciente, quien refiere entonces su sensación de integración psíquica, signo de que la organización del self se está reestructurando. Si una parte traumática encapsulada del self vuelve a ser permeable, también es posible interconectarla mejor por vía de las asociaciones. En cambio, una reconstrucción imprecisa es siempre ineficaz, por significativa que parezca en todo momento.
La interpretación debe dar cuenta de los elementos ya establecidos en las propias experiencias traumáticas o inherentes a ella, junto con el desarrollo secundario de su significado. Pero si en la terapia sólo se analiza la transferencia-contratransferencia en el aquí y ahora de la situación analítica, y surgen narraciones importantes pero sin la reconstrucción de la realidad traumática causante, se corre el riesgo de que esas narraciones no distingan fantasía de realidad y, en la peor de las situaciones, vuelvan a traumatizar al paciente.

LA MEMORIA DEL PSICOANALISTA

Debemos explorar las áreas y posibles razones o excusas para los defectos en la memoria de los psicoanalistas: lapsus en la memoria que pueden ser específicos, aislados y que interfieren en forma definitiva. Descubrir esto en cada uno de nosotros es uno de los objetivos de la supervisión. Se da por sentado que la memoria aparece como un efecto colateral de la supervisión del análisis personal y del conocimiento teórico.
Los candidatos deben desarrollar una forma de reportar que esté libre de angustias y que no dependa de las notas escritas, ya que el inconsciente sigue siendo el mejor método de registro.  Freud, en 1912 en “Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico” menciona que es necesario una buena memoria para el analista. Debemos guardar en la memoria innumerables nombres, fechas, detalles, ocurrencias.
Es necesario que todos nuestros esfuerzos estén en la atención libremente flotante. Des esta manera uno ahorra tiempo y esfuerzo. Así no hay expectativa o inclinaciones. No se debe olvidar que uno tiene que escuchar cosas cuyo significado solo con posterioridad discernirá.
El psicoanalista desarrolla una memoria particularmente buena cuando el analizado presenta algo nuevo a lo cual se asocia con algún detalle que quizá antes pudo parecer desapercibido y ahora se hace consciente y se fija en la memoria del analista, luego éste pasa la información al analizado.
En este recordar sólo ocurren errores en tiempos y lugares donde uno es perturbado por haberse envuelto uno mismo, y, por tanto, quedó enojosamente a la zaga del ideal del analista.
Nuestros recuerdos se van almacenando como si fuera una biblioteca virtual, clasificados y almacenado, traídos a la luz de la consciencia gracias a una idea fortuita, la interpretación. Producto de un arduo trabajo mental. La memoria del psicoanalista va mas allá del reconocer y reproducir.
Podemos ver 2 aspectos de resistencia de la memoria: una en el paciente y otra en el analista. Esta última se puede ver influenciada por el número se sesiones a la semana con que se ve, la fatiga, atención, estado emocional y contratransferencia.  Es una distorsión que fluctúa.
Resulta esencial para el paciente y para la terapia que el analista desarrolle confianza en su memoria.

CONCLUSIONES

La buena memoria está relacionada con una función yoica.
Debemos de analizar y supervisar para evitar caer en deficiencias.
La memoria es siempre una distorsión, fluctuando de acuerdo a la fatiga, atención, estado emocional y contratransferencia. El estudio de esta puede facilitar la memoria del psicoanalista.

Bibliografía:

  • Werner Bohleber, Werner. “Recuerdo, Trauma Y Memoria Colectiva: La Batalla Por La Memoria En Psicoanálisis”. http://www.apdeba.org/
  • Futterman, Samuel. “La memoira del Pisocterapeuta”. Gradiva, REvsta de ka Sociedad Psicoanalítica de México, A.C. Volumen II 1981.
Imagen: Morguefile/Nazka2002