Por: Cecilia Alcocer

Los feminicidios es un tema que siempre estuvo en mi mente para hacer un teórico o investigar al respecto,sobre todo porque siempre me ha interesado entender y analizar los temas que como sociedad mexicana solemos padece; de hecho hace  no mucho tiempo hice un trabajo sobre la falta de límites y cómo esto representaba el riesgo y la violencia para los niños mexicanos, sobre todo por las repercusiones fatales que suelen acarrear, entre ellas la muerte, como lo fue en el caso de Fátima Cecilia, una niña de cinco años, asesinada en 2019 y que conmovió a la población y a los medios de comunicación. Sin embargo aún no me había atrevido a hablar de este tema quizás por resistencia propia, al ser un tema espinoso, doloroso, complejo, con muchas aristas y que por supuesto a mi como mujer también me golpea. Al decidirme a hacerlo la primera fantasía que vino a mi mente fue de miedo, ¿y si se publica y el contenido de mi trabajo llega a enojar a alguien, estaré yo también en riesgo? Creo que ese es justamente el problema, que a pesar de que hoy en día podamos hablar de lo que está ocurriendo, crear organizaciones y colectivos feministas, promover en redes sociales la denuncia, el empoderamiento y la emancipación femenina, organizarnos para marchar en contra y exigir a las autoridades que hagan algo al respecto, el resultado obtenido es que esto sigue ocurriendo y cada día son más las víctimas. Al escuchar en las noticias sobre el caso de la muerte de Debhani y los otros cinco cuerpos que aparecieron durante la investigación de ésta, así como el revuelo que se género en todos los medios  debido a que los niveles de violencia e impunidad se vuelven cada día más insultantes para nuestra sociedad, me dije que al menos desde el psicoanálisis tenemos que poderlo pensarlo y aunque las soluciones al problema de pronto parezcan casi imposibles, colaborar en que todos podamos entenderlo, difundirlo y si se puede de alguna manera prevenirlo o bien apoyar a las familias que han sufrido estas pérdidas de madres, hermanas, primas, amigas, vecinas, etcétera, que tienen que ser traumatizantes.

Curiosamente al buscar bibliografía psicoanalítica sobre el tema e incluso preguntar a algunos maestros al respecto, me encontré con que se ha escrito muy poco sobre feminicidios desde la trinchera psicoanalítica y abundan los escritos por parte de antropólogas, sociólogas y feministas, por lo cual creo que es momento de empezar a hacerlo e incluso quisiera invitar a todos mis compañeros a que también puedan compartir sus impresiones al respecto, ya que es un tema que cada día se vuelve más urgente y nos concierne a todos, hombres y mujeres.

Para comenzar a entenderlo, debemos tener en mente que esta problemática surge a raíz de diversas causas y son muchos los factores involucrados por los que continúa sucediendo, entre estas podemos destacar cuestiones de género, socioculturales, transgeneracionales, económicas, políticas, gubernamentales y por supuesto patológicas. Sin embargo, a lo largo de este trabajo me enfocaré únicamente en las cuestiones socioculturales, transgeneracionales e individuales psicopatológicas para entender los feminicidios.

Los datos nos señalan que no sólo se trata de feminicidios, los homicidios y desapariciones forzadas, también aumentan cada día en México.

Es por ello que actualmente nuestro país ocupa el cuarto lugar, a nivel internacional seguidos por República Democrática del Congo en primer lugar, Colombia en segundo y Myanmar en tercero, en el Índice Global en Delincuencia Organizada, elaborado por la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional en 2021 (Camarillo, 2021)

De acuerdo con esta investigación, los países con mayores niveles de criminalidad son los que experimentan conflictos o algún tipo de fragilidad institucional, situación que es aprovechada por la delincuencia organizada para tener una alta participación. El documento también nos recordó que México fue declarado el país más peligroso del mundo para los periodistas e igualmente obtuvo una de las puntuaciones más altas en cuanto a la trata y el contrabando de personas. (Camarillo, 2021)

Pero ¿por qué México es un país que se encuentra tan atravesado por la agresión y la violencia? Lo primero que nos viene a la mente, es que nuestro sistema de justicia es uno de los más deficientes en comparación con otros países, a diario nos enteramos de miles de personas desaparecidas, del descubrimiento de fosas comunes, del poder del narcotráfico por encima del estado, por lo que los feminicidios parecen ser simplemente una pieza más en este rompecabezas de la ruptura social.

Avelino Gonzáles (2011), en su artículo La agresión y el concepto psicoanalítico del desarrollo, nos menciona que el término “impulso instintivo” nos da una explicación completa de las fuerzas psíquicas responsables del comportamiento humano; el instinto son las características heredadas y el impulso es aquella parte del instinto que experimenta grandes cambios como resultado de procesos de aprendizaje.

Siguiendo este modelo, la agresión es la manifestación del impulso instintivo agresivo, que psicológicamente es experimentado como una necesidad y atraviesa las mismas vicisitudes que el impulso instintivo libidinal, es decir como resultado de necesidades internas y adaptativas. Durante los primeros meses de vida y hasta finalizar el primer año de vida, la agresión opera con base en patrones heredados de respuesta a los estímulos internos y externos, por lo tanto, esta energía agresiva es muy primitiva, es decir el niño desarrolla fantasías basadas en la sensación de que cuando se alimenta, destruye al objeto satisfactor de la necesidad y este es el factor básico de la angustia de separación. (González, A. 2011 p. 298)

Otto Kernberg, explica que la prolongada dependencia infantil determina la necesidad de canalizar la agresión, sobre todo hacia las representaciones internalizadas del sí-mismo y objetales, más que descargarla hacia el exterior en la figura materna. En condiciones normales, la agresión canalizada hacia el interior elaborada en relaciones objetales internalizadas estables, especialmente en el yo y super yo, garantizando el éxito de la neutralización de la agresión; cuando esta energía agresiva no es neutralizada por parte del yo, es utilizada como acción defensiva en contra de impulsos instintivos y eróticos, por lo que el fracaso de neutralización puede ser visto como una de las razones de la destructividad del hombre. De alguna manera debemos comenzar a pensar en las madres que conforman nuestra sociedad, la cuales quizás también atravesadas por factores intrapsíquicos o externos que desarrollaremos a continuación, se están viendo incapacitadas para poder neutralizar la agresión de sus hijos en las primeras y subsecuentes fases de su desarrollo (Kernberg, O pg. 94)

A medida que el niño crece, se va capacitando para lidiar con mayores cantidades de agresión a través de su proceso de pensamiento y de sus fantasías, en la etapa edípica los genitales pasan a ser los órganos más importantes y el padre del mismo sexo pasa a ser el blanco de la agresión. Cuando esta fase ha sido rebasada, más o menos en el sexto año de vida, el superyó se encuentra plenamente desarrollado, significa que el niño ha internalizado entre otras cosas el comportamiento agresivo de sus padres y es capaz de castigarse a sí mismo cuando los sentimientos de culpa exijan una necesidad de castigo. (González, A. 2011 p. 298)

De igual forma Melanie Klein (1934), nos explica en su artículo sobre la criminalidad, que los niños que muestran tendencias asociales, criminales y las actúan una y otra vez, son quienes más temen una cruel represalia de sus padres como castigo de sus fantasías agresivas dirigidas contra estos, es decir son niños que inconscientemente esperan ser cortados en pedazos, decapitados o devorados, ya que se sienten compelidos a portarse mal y hacerse castigar, porque el castigo real, por más severo que sea, es reasegurador en comparación con los ataques asesinos que esperan continuamente de sus padres fantásticamente crueles.

Si a esto le sumamos que muchos niños en México se desarrollan en ambientes multi carenciados o agresivos, esto se dará no sólo en la fantasía, sino que será reforzado y confirmado en la realidad, por lo que llegarán a experimentar un importante grado de persecución y quedará instaurado un superyó muy primitivo y sádico, el cual será muy temido, tanto a nivel interno como externo y cuando llegue a pasar ciertos límites, el individuo podrá sentirse compelido a destruir a la gente justificadamente y esta compulsión forma la base de un tipo de conducta criminal o de una psicosis; dichas cuestiones se repiten de manera transgeneracional, ya que los padres de estos niños probablemente se desarrollaron en las mismas situaciones adversas y difícilmente van a poder establecer relaciones objetales estables para con sus hijos, sino más bien relaciones parciales y de esta manera se perpetúa una sociedad cada vez más agresiva y con menos valor por la vida. (Klein, 1934)

En relación con los feminicidios, observamos que México ocupa el segundo lugar de América Latina, ya que a nivel global no existen datos consistentes estandarizados sobre este delito; en donde únicamente nos supera Brasil en este comparativo, que mide la cantidad de feminicidios por cada 100.000 mujeres. (ONU, 2020)

De igual forma, la cifra oficial de feminicidios no ha dejado de crecer desde el 2015, en donde según las estadísticas, ese año hubo 412 presuntos casos y cinco años después la cifra había alcanzado los 977 casos en 2021, registrados por las autoridades nacionales. No obstante en el presente año 2022 se han registrado 229 presuntos feminicidios de enero a marzo, siendo el mes de febrero en donde más casos se han registrado, curiosamente el mes en que se celebra el amor en pareja, por lo tanto el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidio, refiere que diariamente son asesinadas alrededor de 10 a 11 mujeres en nuestro país. (CNN Español, 2022)

Debo mencionar que la recolección de datos fiables y estadísticas actualizadas, para la elaboración del presente trabajo, representó un importante reto, fue más sencillo encontrar datos actuales en los medios de comunicación que por parte de las instituciones gubernamentales, cuestión que deja ver claramente, cómo se atiende la violencia de género en México.

Pero ¿Qué es el feminicidio y cuál es la diferencia en relación a un homicidio? En el Diccionario de la Real Academia Española la definición de feminicidio es: “Asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia”; la misoginia, por su parte, es definida como la aversión u odio a las mujeres. (Santoro, 2014).

El Código Penal señala que se comete delito de homicidio cuando se priva de la vida a otro, los homicidios son crímenes que se pueden cometer en contra de hombres y mujeres. Por ejemplo, una mujer que muere debido a una bala perdida no es víctima de feminicidio, pues las circunstancias de su muerte no se relacionan con su género, de todos los asesinatos cometidos en contra de mujeres, sólo el 25.6 por ciento, son considerados como feminicidios. (Toledo, 2009)

Existen diferentes tipos de feminicidio y es importante clasificarlos para poder analizarlos, las especialistas Julia Monárrez y Patricia Olamendi (2005), los dividen de la siguiente manera, basándose en a las circunstancias y modus operandi: está el Íntimo, donde la muerte de una mujer es cometida por un hombre con quien la víctima tenía o había tenido una relación o vínculo íntimo, no íntimo, cuando se trata de un hombre desconocido, Infantil, cuando es una niña menor de catorce años y cometida por un hombre en el contexto de una relación de responsabilidad, familiar, por conexión, cuando la muerte de una mujer se da porque se encontraba en el mismo lugar en donde se intenta matar a otra mujer, sexual sistémico desorganizado, cuando la muerte de las mujeres está acompañada por el secuestro, tortura y/o la violación, se presume que los sujetos activos matan a sus víctimas en un periodo determinado sexual, sistémico, organizado; en estos casos los sujetos activos pueden actuar como una red organizada de feminicidas sexuales, con un método consciente y planificado en un largo e indeterminado periodo de tiempo. Por prostitución o por ocupaciones estigmatizadas, motivado por el odio y la misoginia que despierta la condición de prostituta de la víctima. Por trata, por tráfico de migrantes, transfóbico, lesbofóbico o racista, y finalmente por mutilación genital femenina, donde la muerte de una niña o mujer es a consecuencia de una práctica de mutilación genital. (Monárrez, 2005)

El colectivo feminista veracruzano “La brujas del marver” exhibe cada semana en sus redes sociales, y nos da una ilustración sobre las múltiples historias de mujeres desaparecidas pidiendo justicia, así como las fotos y los nombres de los feminicidas que siguen sueltos o los que raras veces logran penalizar. Lo interesante es que al leer todas estas historias, observe, que en México se trata, de todos los tipos de feminicidios antes mencionados, en muchas ocasiones se trata de la pareja sentimental en donde ya han denunciado agresiones y el delito ha sido minimizado, o vemos otros casos en donde varias mujeres fueron a un entrevista de trabajo o pidieron un taxi y nunca regresaron, o bien fue el vecino o el maestro quien cometió el asesinato, en otros se mata a la pareja, pero también a la propia hija, o bien ponen una foto del sujeto peligroso que ha violentado a varias o finalmente se trata del narco, ya que recientemente corren noticias de que estos tienen bien controlados a los taxistas que trabajan en plataformas y los sobornan pagándoles, por cada mujer que les entreguen.

En una investigación que hace Monárrez, J (2009) sobre los feminicidios en Ciudad Juárez, menciona que estos no solo responden a un factor predominante de odio hacia las mujeres, sino que también conforman un mensaje, cuya función es celebrar un pacto, mediante el cual se garantiza la permanencia de lealtad inviolable a “cofradías mafiosas” que operan en ese lugar o bien, de exhibir poder.

Por lo cual surgen muchas preguntas al respecto ¿Qué es exactamente lo que está ocurriendo?, ¿Porque se le mata a la mujer con tanta facilidad? Y ¿Por qué tanto odio?, ¿Por qué existe tanta impunidad frente a la suma exorbitante de feminicidios y pocos detenidos? Sobre todo, si entendemos que estos feminicidas, finalmente también nacieron de una mujer.

En algún momento, conocí la historia del asesino serial Ted Bundy, el cual fue famoso por haber matado a múltiples mujeres y niñas en la década de los 70s en Estados Unidos, el FBI registró alrededor de 36 víctimas, sin embargo, el número real es desconocido, cuestión por la cual fue detenido y condenado a muerte en la silla eléctrica. Ted Bundy encaja perfectamente en el perfil del hoy feminicida, sin embargo, la pregunta es ¿porque en México parecieran haber miles de Ted Bundys y porque estos permanecen sueltos, cuando a este caso se le dio como condena la pena de muerte?

En México los feminicidas matan a las mujeres porque pueden, porque existe un referente sociocultural de género en donde se percibe a la mujer como objeto devaluatorio, de dominio y de descarga pulsional, porque saben que el sistema de justicia es deficiente y pueden quedar impunes, confirmando así la trasgresión de la ley, tan característica en estas patologías que suelen violar o asesinar y finalmente porque estos hombres hacen uso de la fuerza física en el pasaje al acto, donde tristemente si son superiores a la mujer, por simples cuestiones biológicas.

Sin embargo, además de poder pensar en todos estos aspectos de la realidad externa y del contexto que están en juego, debemos poder entender cómo es que estos se interrelacionan con las cuestiones psicodinámicas y estructurales, tanto a nivel familiar como individual en la vida de hombres y mujeres, que está gestando feminicidas. Ya hemos hablado anteriormente sobre cómo se desarrolla el predominio de la agresión y la violencia, pero ahora es importante entender cómo es que se genera este odio masculino, dirigido hacia la mujer en específico.

Comencemos por comprender que ese bebe, niño y potencial futuro feminicida nace de una mujer y esta debería ser su primer objeto de amor, sin embargo, pareciera ocurrir exactamente lo contrario. Claude Balier (2000) en su libro el psicoanálisis de los comportamientos sexuales violentos, el cual escribe después de haber analizado a violadores y asesinos que se encontraban presos, nos menciona que normalmente cuando observamos las relaciones entre estos sujetos y sus madres, vemos que esta se encuentra en el interior, pero no constituida todavía como objeto interno, sino formando parte de él, existe una indiferenciación, activada por un movimiento contradictorio de rechazo y asimilación.

Por lo tanto, vemos que se trata de un conflicto del narcisismo primario, de agresión y de odio hacia el objeto materno, Klein (1934) menciona que en el criminal el objeto persecutorio odiado era originalmente para el bebé el objeto de su amor y libido, pero ahora está en situación de odiar y perseguir su propio objeto amado, y como ésta es una situación intolerable es preciso suprimir todo recuerdo y conciencia de cualquier sentimiento de amor por cualquier objeto.

Por lo que más allá de tratarse de una angustia de castración, que probablemente hubiera sido nuestra inicial especulación, se trata de una angustia de inexistencia y esta última guarda probablemente una estrecha relación con el miedo a la pasividad. En el caso de la violación, esta se dirige naturalmente a una madre temida y odiada, a la vez enteramente buena y enteramente mala, precisamente en el nivel de los procesos primarios. Lo bueno trae consigo lo malo, que vuelve a aparecer en el interior, no pudiendo el sujeto desembarazarse de ello, lo quiere, sin quererlo, porque si no lo tuviera se encontraría sin nada, sería inexistente, resultando un terrible atolladero. (Balier, 2000).

Esto nos explica porque una gran parte de los feminicidios se cometen en contra de la pareja sentimental, porque ésta precisamente remite a ese objeto materno, a la vez odiado, pero también necesario para la supervivencia y muchos de estos se desencadenan cuando la pareja amenaza con abandonarlos. R. Roussillon propone considerar la repetición de la tendencia a la destrucción, no como una intolerancia a la frustración, sino como resultado de una confusión primaria entre el objeto y la fuente interna de destructividad, que genera una vivencia de yo malo, núcleo persecutorio interno que apelará a la externalización repetida de la violencia. (Balier, 2000).

Y al mismo tiempo eligen a estos hombres como pareja o conviven con ellos a nivel familiar, tanto porque se repiten patrones inconscientes de violencia en casa, como porque muchas veces no identifican la amenaza en los hombres que presentan estas patologías, ya que estos manejan una escisión de tal magnitud, que por más que se difunda la peligrosidad del sujeto, no se reconoce al hombre que algunos ven a diario, pues este presenta a los demás la parte de su yo que acepta la realidad, pero hay otra realidad inaceptable que esta por movilizar una angustia relacionada con el abandono y el anonadamiento, que moviliza las pulsiones imperativas que van dirigidas al objeto narcisista. (Balier, 2000).

Cuestión que nos obliga detenernos a pensar en las imagos maternas de dichas patologías, podemos entender que se trata de la representación de una madre fálica, en donde existe una doble amenaza, se trata de un deseo de fusión versus intrusión en un primer nivel, y de esencia puramente narcisista, poco representable y está constituida por una ruptura en el movimiento narcisista creador del niño, debida al lugar abusivo que ocupa en él la madre y no le deja autonomía suficiente, finalmente está también presente el deseo de autonomía, versus abandono en un segundo nivel, en donde hay una representación del objeto parcial fálico, instrumento de potencia que puede tomar la forma tanto del cuchillo agresor como del pene triunfal. (Balier, 2000).

Se trata de madres en donde hay un falo muy presente y hasta sobreestimado, pero temible, peligroso y hasta terrorífico; esto se confirma al observar la manera en la que normalmente se asesina a las mujeres a través de este instrumento de potencia fálico, en comparación a cómo son asesinados los hombres; las cifras revelan que mientras para ellos dos de cada tres muertes son por medio de un arma de fuego, para las mujeres es un 40% menos. En los feminicidios es mucho más frecuente el uso de medios como el ahorcamiento, estrangulamiento, sofocación, ahogamiento e inmersión en un 18% de los casos, y tres veces más que en los hombres; la utilización de objetos cortantes en un 14.2% de los casos, el número de mujeres envenenadas o quemadas triplica a la de los varones y finalmente cabe destacar que en el 17% de los casos no hay información sobre el medio utilizado para el asesinato, por lo que mueren literalmente en manos de su agresor. (Echarri C y Ramírez, K,.2011)

André Green menciona que la mujer fálica es la que no quiere el falo proveniente del hombre, se quiere única, y esto responde a una de las opciones deseadas por el niño, para esto necesita anular al padre en los mensajes que transmite, es decir se gesta lo que llegará a ser el fantasma de autoengendramiento. (Balier, 2000).

Santiago Ramírez, (1998) en su libro Infancia es destino, nos refiere que, desde hace muchos años, la familia del mexicano normalmente ha estado constituida por hogares de tipo uterino, en donde la cohesión familiar se estructura alrededor de la madre y el padre tan solo participa como el procreador eventual. Se trata de mujeres que han sido abandonadas, en un alto porcentaje durante el embarazo, es por ello que desde niñas se les educa con un miedo a la sexualidad, impidiéndoles inconscientemente adueñarse plenamente de esta y decidir al respecto.

Dichas cuestiones refuerzan su posicionamiento fálico como madres, ya que se trata de una si no es que la única condición femenina que resulta altamente valorada en nuestra cultura; la familia mexicana desde hace miles de años es caracterizada por el exceso de madre y la ausencia de padre, por lo cual es únicamente sobre el hijo donde suele tener el dominio completo, este podrá ser el objeto donde puede descargar de manera inconsciente toda su rabia y sus frustraciones que no se atreve admitir por ser la madre. Si a esto le sumamos que se trata de un hijo varón, probablemente este vendrá a remitirle al hombre o a los hombres que la han violentado o la han abandonado. Ramírez (1998) menciona que una mujer adecuadamente satisfecha en sus aspectos genitales no brinda al niño el exceso de sus cargas no satisfechas.

O bien terminará depositando en este hijo varón su sed de venganza, Alina Téllez (2022) lo explica bien en su trabajo sobre narcoterrorismo, donde nos menciona que el objeto materno del narcotraficante, suele ser una mujer, que, por razones múltiples de la violencia estructural de la realidad mexicana, se queda sola al cuidado de su hijo. Pequeño falo nacido de sus entrañas, que cuál Huitzilopochtli, vengará las injurias cometidas contra ella, cuando crezca. Pero que hereda a sus hijos sus grandes “Carencias Originales” y heridas narcisistas propias.

Esto a su vez promueve transgeneracionalmente la polarización de los géneros, ya que esta madre que deposita en el hijo varón su sed de venganza a raíz de lo que ha tenido que sufrir, suele ser también la que promueve en el hijo el maltrato hacia otras mujeres. Es frecuente ver que, en muchas comunidades, al juntarse la nueva pareja, es la mujer quien se muda a vivir con la familia del hombre, para de esta manera educarlas y hacerlas a su manera; en estos escenarios normalmente las suegras suelen ser muy agresivas con sus nueras, así como lo fueron con ellas, quedando la mujer doblemente desprotegida y violentada, de ahí que ella reproduzca la violencia.

En cuanto a los asesinos, los expertos registran un yo grandioso, es decir un deseo de ser el mejor en todo, rechazo de los límites y órdenes dados por los superiores y sensación de no ser reconocido por su valor, por lo que el sujeto se siente fácilmente perseguido y tiende a hacer justicia por sí mismo, una nota paranoica, en resumen, un fondo depresivo. No se trata de un placer sádico, sino de una embriaguez de omnipotencia traduciendo la relación narcisista, una revancha sobre la vivencia de inexistencia que organiza su depresión esencial. (Balier,200)

Podemos pensar entonces en muchas madres, que a pesar de estar llevando a cabo este rol femenino tan estimado y determinante, lo hacen desde una posición en donde parecieran gozar poco de esta maternidad y están criando a sus hijos con grandes montos de agresión y abandono. La psicoanalista Marta Campos, en el coloquio feminismo y psicoanálisis, nos mencionaba que no todas las maternidades son libres y elegidas, además de que la crianza implica sacrificar muchas cosas y por ende se requiere de una red de apoyo. Se cuestiona mucho a las mujeres que dejan a los hijos, pero no al varón, por lo cual muchas veces queda al cuidado de todos menos de ella, termina convirtiéndose en la esclava de la casa, ya que lleva a cabo sus labores las 24 horas, durante siete días a la semana sin descanso, bajo esta exigencia patriarcal.

En otros escenarios implica salir a trabajar para mantenerlos y tener que dejar a los hijos, en el mejor de los casos, al cuidado de otras mujeres de la familia,con la abuela o las tías; actualmente, un factor que debemos tomar en cuenta, es que se eliminaron la estancias infantiles que fungían como guarderías, al igual que desaparecieron los refugios para las mujeres que sufrían de violencia intrafamiliar, aspectos que a su vez contribuyen a que las madres tengan, cada vez menos redes de apoyo por parte del entorno y se vean mayormente impedidas a llevar a cabo eficazmente esta función materna.

Se teme por lo tanto a la madre débil, en tanto que la construcción de una madre fálica, secundaria, responde a una necesidad de una madre todopoderosa para no ser destruido pero una madre que va entonces a destruir es una paradoja, por eso se utilizan medios de defensa radicales. Stollernos, J. habla de que la perversión representa la forma erótica del odio, como respuesta a la atracción de una simbiosis con la madre, primer objeto de identificación, es decir en una primera fase hay un deseo de ser mujer antes de devenir un varoncito, este odio se duplicaría en un revanchismo vinculado a traumatismos sufridos durante la primera infancia provocados por la madre. (Balier, 2000).

Además de que con frecuencia observamos que la madre tiende a responsabilizarse de todo, el Superyó femenino suele ser el más sádico, el más severo y el más culposo, pareciera que se transmite la representación interna de una madre que lo puede todo; incluso en los casos en donde no se trata de un padre violento, vemos que a muchas mujeres aún se les dificulta involucrar a los hombres en la crianza o pedirles que colaboren en las labores del hogar, defendiendo y perpetuando de manera inconsciente estos mandatos y roles estereotipados de género, que se repiten de generación en generación y las dejan en desventaja.

A las niñas se les educa a hacerse cargo de todo, bajo un mensaje inconsciente devaluatorio y a los niños se les exige poco, para que no vayan a identificarse con lo femenino, en el término popular, para que no se hagan “mandilones”, cuestión que promueve la polarización entre los géneros y una sobrecarga en el momento de la crianza, que precisamente está gestando patologías graves que van en aumento y destruyen vidas, por lo que la violencia patriarcal nos atraviesa a todas y a todos.

Pensando en los feminicidas nos encontramos en la frontera de la perversidad y la psicosis, en las zonas más difíciles de tratar, las que Freud llamó neurosis narcisistas, en estos casos, la identificación con el imago paterno se encuentra muy perturbada, el rechazo se manifiesta en la renegación de una ley que se impondría sobre él, al mismo tiempo que cohabita con el deseo de encontrar límites, es decir la búsqueda desesperada de un padre. (Balier,200)

Retomando que en nuestra cultura las imagos paternas, están basadas en figuras principalmente ausentes y por lo tanto anhelados, en muchos de los casos violentos y que difícilmente muestran una fachada sexual y erótica hacia la madre, sino que más bien de esta se espera que sea abnegada y asexual; si lo pensamos desde el punto de vista winicottiano que reactiva la importancia de la madre como objeto externo, pero también de la madre en su relación con el padre en las organizaciones y configuraciones del niño.( Balier,200)

Vemos que desde el lado de los hombres, existen nulas o escasas posibilidades de identificación con una masculinidad saludable o equilibrada en relación con la mujer, es preciso reafirmarse y defenderse, es por ello que se reproduce la impunidad, por esta repetición de renegación frente a la ley del padre; no tener el falo es no ser nada, tenerlo es correr el peligro de destruirse, por lo cual nos encontramos más en un registro del ser que del tener, lo cual conduce directamente al problema de la identificación con el agresor, que en este caso es lo que les permite “ser” hombres. (Balier,200)

Esto se confirma en lo social con lo que la antropóloga argentina Rita Sagato (2006) nos dice sobre los feminicidios, menciona que tienen dos funciones, por un lado, la retención o manutención del poder y, por el otro, su reproducción, es decir no sólo tienen una dimensión instrumental sino expresiva, el objetivo, no es solamente mantenerlas subordinadas en las relaciones de género, sino expresar y comunicar un mensaje a sus interlocutores masculinos.

Así mismo, existe una afinidad entre cuerpo femenino y territorio, hay una asociación de conquista territorial y violación de los cuerpos tanto en las guerras como en las civilizaciones; el sometimiento, sexualización, feminización y conquista, son considerados como equivalentes simbólicos, por lo cual los feminicidios más que tener un fin sexual se ejecutan por medios sexuales, en donde la misoginia como motivo del acto, está más próximo al sentimiento de un cazador por su trofeo, se trata de un desprecio por la vida de las mujeres o a la convicción de que el único valor de esa vida se encuentra en su disponibilidad para la apropiación. (Segato,2006)

Claude Balier (2000) nos menciona que en el violador o en el asesino se da un estallido de los límites del yo en el momento del pasaje al acto, por lo cual en cierto modo lo que se anunciaba como un objeto interno, la mujer que hace pensar en la madre debe ser reubicado con urgencia en el exterior, en lo concreto, a fin de anular un peligro extremo. Por lo tanto, el pasaje al acto coloca al individuo en otro espacio, con las satisfacciones narcisistas que le son propias, puede hablarse de un goce narcisista, con una extremada necesidad de dominación y poder que llega al asesinato. Además de que el acto conlleva un carácter coactivo, es decir se repite sin poder evitarlo, hay un empuje procedente del inconsciente, en donde la pulsión de muerte se manifiesta en un automatismo de repetición, aun cuando lo que se repite sea una escena marcada por un afecto de displacer; estamos lejos del placer característico de la relación de objeto genital, aquí lo sexual está al servicio de la violencia y la agresividad mezclada con las pulsiones eróticas.

 

Conclusiones y posibles Soluciones

Como hemos podido analizar, las causas de esta problemática corresponden a ambos géneros, así como a una importante desprotección y trasgresión de la ley por parte del estado, lo cual, a nivel social, repite lo que se vive a nivel intrapsíquico e intrafamiliar, en los hombres y mujeres que conforman nuestra sociedad y la padecen.

La manera en que la sociedad ha presentado su denuncia frente a los feminicidios ha sido a través de las continuas manifestaciones en las que exigen al gobierno justicia o el poder encontrar a las mujeres desaparecidas, recientemente incluso se han llegado a detener carreteras, con tal de exigir que se encuentren a personas desaparecidas.

La marcha del 8 de marzo que se ha venido llevando a cabo desde el 2020, con el objetivo de protestar en contra de las violencias machistas, contra el trabajo precarizado, el aborto legal y el derecho a decidir, se pide un alto a los feminicidios y los transfeminicidios en el país; se utiliza como emblema el color morado, como símbolo de la mezcla del rojo y el azul que representaría a ambos géneros.

Sin embargo, es una marcha que se lleva a cabo de manera separatista, los colectivos feministas piden no llevar hombres para velar por la seguridad de todas, y entiendo perfectamente las razones por las cuales se llega a esta lógica, sin embargo considero que la lucha feminista radical, aunque pueda aportar mucho al empoderamiento femenino, en ocasiones genera una mayor polarización y provoca desde el lado masculino mucha rabia o enojo, más allá de una comprensión de la problemática y es ahí donde se pierde todo el objetivo.

La respuesta a esta problemática está en la educación enfocada hacia la equidad, las mujeres debemos comenzar por educar hijos de ambos géneros sin diferencias sustanciales preestablecidas, porque la realidad actual requiere del apoyo y colaboración de ambas partes, tanto para construir una familia, como para alcanzar objetivos económicos o laborales; debemos permitirnos romper con patrones arcaicos e inoperantes que perpetúan la cultura patriarcal y que nos está matando.

Hacia los hombres debemos hacerlos participar desde niños en todas las tareas que se requieren en el hogar, permitirles encontrar e identificarse con distintas formas de masculinidad y evitar encasillarlos en roles rígidos de género, dejarlos expresar sus emociones, así como permitirles contactar con sus partes femeninas, sin transmitirles el miedo de que esto los hará menos hombres.

Entre mujeres debemos hacer un esfuerzo en intentar transmitirles a nuestras hijas mensajes de fortaleza y autocuidado emocional, evitar identificarlas con cuestiones devaluatorias o de debilidad que comúnmente se le suelen adjudicar al género, erradicar frases como “la vida de las mujeres es más complicada, nosotras solemos sufrir más o si no haces tal, te vas a quedar sola”, la vida de todos es complicada. Promover desde niñas la sororidad, que la otra pueda significar una fuente de apoyo, más allá de la competencia, la envidia y la rivalidad, ahora más que nunca tenemos que apoyarnos entre nosotras para protegernos, porque todas estamos expuestas frente a los feminicidios. Debemos también comenzar a educar la sexualidad femenina desde una perspectiva abierta y distinta, dejando de juzgar el cómo debe de vivirse en cuanto a cuestiones moralistas, sino más bien hacerlas dueñas de su cuerpo y de sus decisiones, ya que esto las protegerá mucho más, transmitir que la maternidad es simplemente una elección y no una imposición que les dará valor, todas las elecciones de vida tienen valor. En cuanto a las madres es muy importante que puedan hacerse de una red de apoyo que las acompañe durante el proceso de la crianza de sus hijos, así como buscar espacios para ellas que les proporcionen bienestar, entre estos el espacio analítico, para poder brindarle lo mejor a sus hijos.

Finalmente y tristemente, no nos queda más que cuidarnos, tomar precauciones en la medida de lo posible y buscar fuentes de apoyo.

Bibliografía

  •     González, A (2011) Obras de Avelino González Fernandez.1°edicion. México. Sociedad Psicoanalítica de México
  •     Balier, C. (2000) Psicoanálisis de los comportamientos sexuales violentos, una patología del inacabamiento.3°edicion. Argentina. Amorrortu Editores.
  •     Kernberg, O. (1977) La teoría de las relaciones objétales y el psicoanálisis clínico. México. Editorial Paidós
  •     Klein, M. (1921-1945) Amor, culpa y reparación y otros trabajos. 1°edicion. México. Editorial Paidós.
  •     Echarri C, Ramírez, K, (2011) Feminicidio en México, aproximación tendencias y cambios. Primera Edición. Comisión Especial para el seguimiento de Feminicidios.
  •     Lagarde de los Ríos, Marcela. (2005) “El feminicidio, delito contra la humanidad”. En Feminicidio, justicia y derecho. México: H. Congreso de la Unión, Cámara de Diputados, LIX Legislatura
  •     Monárrez Fragoso, Julia E. (2005)” Elementos del análisis del feminicidio sexual sistémico en Ciudad Juárez para su viabilidad jurídica. Feminicidio, justicia y derecho. México: H. Congreso de la Unión, Cámara de Diputados, LIX Legislatura
  •     Monárrez Fragoso, Julia E. (2009). Trama de una injusticia. Feminicidio sexual sistémico. México: El Colegio de la Frontera Norte- Miguel Ángel Porrúa.
  •     Ramírez, S. (1998) Infancia es Destino. 2°Edición. México. Siglo veintiuno editores.
  •     Santoro, S (2014). «En el diccionario de la RAE aparecerá el término ‘feminicidio’ impulsado por una antropóloga. La Real Academia aceptó ponerle
  •     nombre». Página/12.
  •     Santos (2017) Naming Bodies: What can research on feminicide teach us about psychoana listening. Division Review. Psychoanlaytic Electronic Publishing. (https://terms.pep-web.org/)
  •     Toledo, P (2009). «La tipificación del femicidio/feminicidio en la región». Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
  •     Téllez, A (2022) Terrorismo de estado y narcoterrorismo, nuestra actualidad.
  •     CNN Español (2022) Las cifras de feminicidio en México muestran el alcance de una violencia que no se    detiene (https://cnnespanol.cnn.com/2022/04/27/feminicidio-mexico-cifras-orix/)
  •     Camarillo, L (2021) México, cuarto lugar entre los países con mayor criminalidad en el mundo. (https://noticias.imer.mx/blog/mexico)
  •     ONU Observatorio de Igualdad de Género (2021) Feminicidio último año disponible. (https://oig.cepal.org/es/indicadores/feminicidio)
  •     Foto: Pixabay, Grupo de Vela Encendida, Pexels.