tunnel-1226855Por: Bernardo Lanzagorta
Parece que cada vez es más evidente que el discurso de la teoría psicoanalítica va cambiando de forma natural de centro de gravedad con el pasar del tiempo, ha habido muchos desplazamientos (algunos bastante telúricos) desde lo que era la teoría inicial de las pulsiones, el yo en búsqueda de placer y la tendencia cientificista de entender por separado los fenómenos tan propia de finales del siglo XIX; estas ideas encontrarían un camino de desarrollo de forma muy natural en el pragmatismo clínico y marcos teóricos como la psicología del Yo; pero también aparecerían al par otras línea de discusión que enriquecerían el discurso inicial así como a dichas vertientes pragmáticas del mismo.
Comenzaría el entendimiento de los fenómenos psíquicos ya no sólo a partir de la revisión y comparación del desarrollo y por ende la estructuración del aparato mental como lo entendía Freud, sino a partir de teorizaciones más arriesgadas dentro de los propios campos Freudianos, aparecerían las teorías correspondientes a los vínculos y los apegos, a un aparato que estructura lo psíquico no solamente buscando el placer y la descarga, sino construir relaciones como contenidos de la mente, es decir construir relaciones objétales. Se incorporó a la teoría psicoanalítica el extenso mundo de las fantasías inconscientes y con ello la aparición de nuevas propuestas para observar, para observarnos en el cómo es que pensamos, propuestas como la comunicación entre inconscientes.
Otro brinco cualitativo más en cuanto al entendimiento del psicoanálisis radica en la aplicación en clínica como tal, en donde hemos observado cómo la interpretación basada en la teoría representa el embrión de lo que después se entenderá como la interpretación en transferencia (apuntando de nuevo al campo de la discusión de “la subjetividad”) o incluso hasta la propuesta de entender a la interpretación contemporáneamente como un gesto emocional cargado de contenido analítico, dejando ya muy atrás lo pura o estrictamente verbal. Y puedo seguir elaborando en esta revisión para enfatizar mi punto y así darle su justo lugar a otros movimientos más que exploran diversas direcciones, como es el entendimiento del orden de lo simbólico a partir del lenguaje y su estructura propuesto por Lacan (entre otros); pero siento que este esbozo por breve o precario que sea es ya suficiente para provocar al lector a pensar en este vaivén del pensamiento analítico, siempre cambiante, siempre sugerente, y en ese sentido digno heredero del propio pensamiento Freudiano cuya obra creo firmemente que comparte este espíritu.
Me gustaría entonces comenzar mi propia discusión a partir de la observación de este movimiento citado, me interesaría elaborar un poco alrededor de la que creo es una línea clara dentro de la evolución del pensamiento psicoanalítico: la línea que parecería ir trasladando la idea del psicoanálisis solamente como parte del terreno de lo objetivo, positivista y científico (ya lo sé, muy superada para estas alturas pero de mención obligada); de esa postura hacia nuevos campos de entendimiento, y no hacia el terreno de la subjetividad como tal, sino al de la construcción de la relación intersubjetiva.
Lo que más me inquieta al respecto de estas posturas es que creo que para adentrarnos en la discusión de estos terrenos aún hacen falta herramientas que nos permitan definir y/o redefinir conceptos para observar desde otras ópticas los fenómenos analíticos relacionados a la intersubjetividad, como podría ser la propia y ya discutida transferencia. (Entendida como la reactivación de los vínculos y relaciones de objeto infantiles dentro –y a causa- del encuadre analítico) Es claro que las bases están sentadas ya para entablar y profundizar en dichas discusiones, como por ejemplo la que corresponde a la comunicación de inconsciente a inconsciente, de la cual podemos dar cuenta desde los escritos de Freud; él mismo planteó en “Consejos al médico” que el analista “debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor” (Freud, 1912).
Parafraseando y resumiendo de forma demasiado esquemática a Bollas cuando retoma este tema encontraremos que habla acerca de la “construcción” de núcleos generativos por parte del paciente y del analista que determinarán en sí la relación analítica (Bollas, 1994) o lo que se podría explicar también como la necesidad inevitable de la existencia del inconsciente del analista para el desarrollo de la comunicación (relación) analítica o de transferencia, misma que siempre será una comunicación de carácter inconsciente por parte del paciente; si nos ponemos a comparar podemos ver que en realidad dice algo muy parecido a lo que menciona Freud desde 1912. Y es en general dentro de este tenor en el que encontramos gran parte de las propuestas que la teoría del Psicoanálisis arroja estos días para el entendimiento de los fenómenos de pensamiento, su concepción, construcción y desarrollo mismo.
Y creo que es por esta búsqueda de herramientas para definir los parámetros de la construcción de intersubjetividad que vemos ir las teorizaciones y especulaciones en franco camino hacia un tratar de entender conceptos como la intimidad, que es precisamente el tema del siguiente congreso de la IPA; pienso que esto deja en evidencia lo anterior al mismo tiempo que nos provoca a pensar en estas nuevas herramientas.
Y perdonen si no es hasta ahora que pienso hablar acerca de un concepto que vale la pena considerar como estructurante – talvez mejor dicho elemento constructor- de la intersubjetividad; no solo porque siento que ya en sí goza de un peso dentro de la literatura psicoanalítica, sino que también se antoja como una presencia muda; ha sido a partir de mis propias asociaciones del tema con otros términos como es precisamente lo íntimo, por lo que pude señalarlo y posteriormente darme el lujo de elaborar a partir de los discursos y elaboraciones propuestos por mis compañeros del Instituto en el pasado congreso de candidatos acerca de éste tema. Así que en la más pura tradición de la literatura psicoanalítica me atrevo a presentar un concepto que ha sido ya rozado en varias ocasiones por el pensamiento analítico pero que no es fácil de asir –debido a su propia naturaleza intersubjetiva y por lo cual creo que se acomoda muy bien al desarrollo de este tren de pensamiento algo errático- como ya dije, un tema con el que topé al primero asociarlo, y luego relacionarlo de forma un poco más estructurada con la intimidad: la oscuridad.
Pero a diferencia de entenderlo como el concepto abstracto al cual aludimos generalmente en forma metafórica, y que generalmente representa aquello que queda oculto (lo cual es sin duda importante) me refiero a la propia oscuridad como una condición real y física, la que aparece en consultorio y que tendemos a interpretar o significar conforme a la literatura en lugar de proponerla como elemento constructor de intersubjetividad, me referiré a esto más adelante.
Entonces, siendo la oscuridad la primera intuición o asociación que tuve cuando me plantearon el tema de la intimidad para el congreso me puse a pensar en si era ésta una condición para poder estructurar, construir y/o entender a la segunda. A partir de los trabajos presentados por mis compañeros me di cuenta que bien podría ser un tema interesante a desarrollar, en dichos trabajos escuché cómo la intimidad era definida de varias formas, pero la constante parecía mecerse en torno a cierto rango: como aquello que es propio del sujeto y de nadie más, como aquello que es inaccesible incluso para el análisis y el analista, aquello que de ser descubierto por el sujeto deja de ser íntimo. Y estas líneas de pensamiento me interesaron y las entendí pertinentes para seguir mi camino.
 
Tendría entonces que existir en algún lugar de la literatura analítica una relación entre la oscuridad y la construcción de la intimidad. La primera pista la encontré en Freud quien en 1926 en “¿Pueden los Legos ejercer el Psicoanálisis? (Diálogos con un juez imparcial)”expone que la sexualidad de la mujer es el continente oscuro de la psicología, en dicho texto explica que para ese momento es demasiado complicado tratar de entender desde el conocimiento psicológico el origen del deseo de la mujer (a diferencia del deseo del hombre que comienza a esbozar a partir de la teoría psicoanalítica); y ese deseo ya era un tema que venía rondando su mente un año antes cuando analizaba a Marie Bonaparte (Freud, 1925); quedando de esta forma el deseo de la mujer (de lo femenino) como “esto oscuro” de lo que estamos hablando ya de forma intersubjetiva; que si pudiéramos poner a la luz se nos escaparía de alguna forma, en el mejor de los casos solo los poetas lo podrían explicar…
“Si queréis saber más sobre la feminidad, podéis consultar a vuestra propia experiencia de la vida, o preguntar a los poetas, o bien esperar a que la ciencia pueda procuraros informes más profundos y más coherentes” (Freud, 1931).
O…”a vuestra propia experiencia de la vida…” dejando de nuevo abierto un camino hacia la intersubjetividad.
 
Sumemos a lo anterior otro artículo de Freud, mismo que sin la presencia tácita de la oscuridad sería muy difícil entender, en “Lo ominoso” de 1919 Freud escribió:
…En cambio, la experiencia psicoanalítica nos pone sobre aviso de que dañarse los ojos o perderlos es una angustia que espeluzna a los niños. Ella pervive en muchos adultos, que temen la lesión del ojo más que la de cualquier otro órgano. Por otra parte, se suele decir que uno cuidará cierta cosa como a la niña de sus ojos. Además, el estudio de los sueños, de las fantasías y mitos nos ha enseñado que la angustia por los ojos, la angustia de quedar ciego, es con harta frecuencia un sustituto de la angustia ante la castración… (Freud, 1919)
Entonces el deseo de la mujer, la sexualidad femenina, la maternidad, lo ominoso y la castración aparecerían entonces como temas relacionados con la oscuridad, creo que el lector ya puede darse cuenta del camino que mis asociaciones intentan seguir. Todos estos conceptos apelan a la propia génesis del aparato mental, a las ansiedades más primitivas, a los momentos de pensamiento pre-verbal, todos pudiendo incorporar el elemento de oscuridad. Y cabe añadir que todos los anteriores son temas de importancia cardinal cuando hablamos de la relación transferencial, de la construcción intersubjetiva, de la definición de intimidad; y por lo tanto, cuando aparece la oscuridad como evocación que condensa muchos de estos contenidos talvez valdría la pena evitar el intento acercarse de forma simbólica para, en lugar de esto permitirnos construir sobre ello a partir de lo subjetivo, de aquello que no tiene que tener una definición teórica, tal vez uno de esos caminos que sirve para que se presenten algunas dimensiones de la relación intersubjetiva en lugar de la interpretación unidireccional puede ser precisamente la oscuridad.
 
Porque si pensamos que la oscuridad tiene una cualidad estructurante desde la muy temprana infancia, no tendrá mayor sentido intentar significarla ya que ella es sería quien puede significar y resignificar el mundo interno, más bien aparecería mostrando la forma en la que fue estructurando dicho mundo interno, reflejado en la forma en la que usa esos significados para relacionarse.
 
Por ejemplo diríamos que no existirían monstruos si no existiera la oscuridad, si no se presenta la condición no podríamos ver el objeto creado a partir de ella, así si “limitamos” definiendo o dando significado pasamos la condición estructurante por el filtro de la represión en lugar de dejar que se manifieste la relación de objeto (el monstruo). De igual forma vemos en la vida adulta un proceso similar, el del sueño que también se da en la oscuridad. En “La Interpretación de los sueños” (Freud, 1899) Freud explica que durante el dormir existe una reversión en el proceso que comienza con la percepción y termina con la motricidad, debido a que la motricidad queda inhabilitada y entonces tiene que existir un proceso de reversión del pensamiento, que provoca los sueños; considerando que también existe un cierre en el extremo de la percepción, es inevitable la presencia de la oscuridad en la creación de los sueños y por lo tanto podríamos proponer que dicho concepto se introduce como parte del sueño mismo. La oscuridad es la que de alguna forma nos permite “espacio” para soñar, y en este sentido también para la fantasía, ya que borra los límites con la realidad. Lo anterior resulta importante porque autores como Ogden, quien en 2005 propone el soñar como el acto de mayor importancia dentro del psiquismo, dando a entender que es el proceso que permite crear las relaciones objétales y por lo tanto todos los contenidos internos, y por lo tanto el soñar –acotará el autor- no sucede solamente mientras estamos dormidos. (Ogden, 2005) Talvez sea aquí en donde aludimos a la oscuridad en memoria, evocando la experiencia de oscuridad que aparece en el análisis.
 
De igual forma, en lo que corresponde a la relación entre sueño, fantasía y el deseo femenino en la construcción de la identidad podemos citar al mismo Ogden (2005) quien habla de la importancia de que la madre “sueñe” al niño; o lo que puede entenderse como la necesidad de que el niño sea “creado” por la madre y su deseo para que después pueda construir las identificaciones con dicho deseo y crear de esta forma su intimidad y después su identidad, que “sepa” o sienta que ya tenía un espacio en el mundo por haber tenido dicho espacio en la mente y el deseo de su madre; y para soñar es natural hablar de oscuridad; esa oscuridad que comienza a llenarse de estas imágenes que si bien no tienen representación están cargados de emocionalidad y por lo tanto de contenidos de pensamiento, de objetos, de relaciones; es por ello que representa un concepto que parece inentendible o inasible, pero en realidad vemos que condensa una gran cantidad de elementos interrelacionados y de naturaleza cambiante; a diferencia de elementos que se mantienen más o menos constantes por su (valga la redundancia) constante aparición en la percepción exterior, la oscuridad tiene la condición de cambio como naturaleza propia y se va amoldando y modificando alrededor de los demás contenidos, significados y definiciones. Esto nos permite verla como un gran elemento para construir relaciones intersubjetivas; y por lo tanto para permitir poner en evidencia la naturaleza de dichas relaciones.
 
Me gustaría ofrecer unas viñetas para ejemplificar lo que pienso:
Un paciente cuyo motivo de consulta es que no tiene amigos porque los considera inferiores a él; siempre compite con los que tiene y hace cualquier cosa por sentir que él tiene algo que ellos no, dice como primera frase en una sesión:

  • “Bernardo, ayer me comí un chocolate (pausa y énfasis en el siguiente calificativo) oscuro, muy oscuro…

 
B: Oscuro, como….

  • Oscuro como…..rico….prohibido.

 
B: ¿Qué será eso oscuro, rico y prohibido que traes aquí, conmigo?

  • Fantaseo a veces que cuando tengo relaciones con mi mujer hay otro hombre, y yo estoy en medio, y quiero demostrarle a él que ella es mía, pero también lo quiero a él, no sé si adentro como tal, o que solo vea lo que tengo……a veces, ese hombre eres tú.

 
Otra paciente quien teme perder a su esposo constantemente por otra mujer, incluso convencida que tiene varias amantes al mismo tiempo presenta este contenido después de un silencio prolongado en sesión:

  • Le tengo mucho miedo a la oscuridad (silencio)
  • ¿Qué? ¿No me escuchaste? o……. ¡Nunca entiendes lo que te estoy diciendo!

 
B: oscuridad que no entiendo

  • ¡Que nadie entiende!, yo no la entiendo y me da miedo; mis papás siempre tenían relaciones en la noche y yo les gritaba porque tenía miedo, y me dejaban ahí, abandonada en la oscuridad con mis miedos, como tú ahora, y no me explicaban nada, me da miedo y me enojo. En la oscuridad no puedo controlar que aparezcan esas partes mías que odio, que me atacan, mis partes malas…silencio
  • y también me excito, me comienzo a tocar…

Sobraría decir que todos los significados que conocemos a través de los artículos y teorías mencionados respecto a la oscuridad coinciden en cuanto al contenido de estos fragmentos; pero ¿cómo descubriríamos junto con el paciente cómo los usa en la relación intersubjetiva si no permitimos evocar los sentimientos relacionados con esta condición física? Cuando además es él o ella quien está presentando dicha condición como forma relacional con nosotros.
Incluso agregaría ¿Para qué queremos conocer o “iluminar” el significado –siempre elusivo y cambiante- de este contenido? Cuando dejándolo en la oscuridad podemos conocer la naturaleza de la relación que se crea a partir de dicho contenido.
En palabras de Northrop Frye (1957): “El axioma de la crítica debe ser, no que el poeta no sabe lo que dice, sino que no puede hablar sobre lo que sabe”
Me resulta inevitable traer a colación también el concepto de “núcleo del verdadero self” de Winnicott (1960) siempre incomunicado e inaccesible para los demás (Mitchell, S; 1993) que cuando se presenta solo puede observarse en silencio, en oscuridad diría yo. Pero que al hacerlo le permite una especie de conexión al paciente consigo mismo, con alguna de las partes más profundas de sí mismo, de su naturaleza, de su intimidad; así como la estructura defensiva se construye para salvaguardar dicho núcleo; y por lo tanto pensaría que también queda de esta forma expuesta la forma de vinculación.
En las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis Freud (1915) explica comenzando con los actos fallidos el mecanismo de la represión y la existencia del inconsciente; se interesa especialmente en hacernos notar la presencia de lo Inconsciente en gran cantidad de momentos y procesos a lo largo de la vida. La forma en la que ligo todo lo anterior es a partir de ésta imagen de lo inconsciente como aquello inaccesible a la conciencia que a final de cuentas rige gran (sino la mayor) parte de nuestros actos, emociones y formas de pensar; de forma similar considero que si observamos a la oscuridad como un elemento constructor de los contenidos internos (y parte de ellos al tiempo), dicha evocación o vivencia no interpretable de la oscuridad funciona en la persona como un elemento más de continuidad en su existencia, al cuál va recurriendo para llenar lagunas de experiencias emocionales no necesariamente traducibles a un significado consciente, pero que al ser evocadas dentro del contexto analítico se proponen como un modo relacional intersubjetivo; que deja en evidencia la forma en la que relaciona consigo mismo y con sus objetos. Pero que, dada su naturaleza, evoca también contenidos en el analista quien puede tender a interpretar o significar antes de permitir que salga a flote el modo relacional que dicha oscuridad está evocando.
Lo cual es natural, solo basta observar lo que la poesía o la mitología aportan para intentar significar a la oscuridad, y es interesante que desde mi perspectiva pueda ligarse fácilmente y enriquecer lo que se intenta exponer aquí de forma teórica a partir del pensamiento y la literatura psicoanalítica:
Existe en la mitología griega una deidad primigenia, que surge del Caos en el preciso momento de la creación: Érebo (Erebus), oscuridad. Hermano de Nix (noche) quien era la única que lo entendía, padre de Hemera (el día), Éter (el cielo), Moros (el destino), las Keres o diosas de la muerte violenta, y otras deidades principales. Después fue relacionado con el mismo dios del Inframundo en cuanto al concepto de tinieblas, Hades; y de forma notable también se relaciona con el espacio al que acceden los seres humanos cuando mueren antes de ser transportados al inframundo.
 
TU NOMBRE
Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.
Jaime Sabines.
 
Creo que ambos ejemplos nos permiten conectar las ideas que se han expuesto a lo largo del trabajo, la relación de la oscuridad con lo primigenio, con el material a partir de lo cual se construye lo demás, aquello que permite ponerle nombre a las cosas, que gravita entre las sensaciones y lo intangible, parece que es más productivo utilizarla para dar significado y explicar que intentar darle significado en sí. En ese sentido también es curiosa la inocencia del pensamiento analítico intentando asir términos que probablemente rebasan la significación, que incluso la sabia intuición Freudiana refiere a la poesía y al mito; aquí es donde la apertura al entendimiento de la intersubjetividad puede darnos un camino donde más que buscar un solo significado hay que entender que cada significado se da en relación a un momento y un objeto específico, y el entendimiento mutuo de éstos conceptos inasibles en ese momento esboza el reflejo de una relación tanto psíquica como emocional específica.
Y, por mucho que quisiera tengo que quedarme solo en el punto de provocarlos con estas asociaciones y temas que dentro de una inconexión encuentran para mí cierto hilo conductor hacia los terrenos de las relaciones intersubjetivas, dejar éstas inquietudes sumadas a alguna que otra pregunta que no me he tomado el tiempo de comenzar a contestar porque surgen de forma sorpresiva ahora en mi mente, preguntas relacionadas a la oscuridad como elemento estructurante de la angustia, y la angustia del pensamiento; y que por esto pueda ser que sea justo la angustia uno de los primeros significados que aparecen junto a la idea de oscuridad.
 
 
Bibliografía

  • Bleichmar, N; Liberman de Bleichmar, C; (1997) El Psicoanálisis Después de Freud. Buenos Aires, Paidós: Psicología Profunda.
  • Bollas, C. (1994). Los géneros psíquicos. En Ser un personaje: Psicoanálisis y experiencia del sí-mismo. Buenos Aires: Paidós.
  • Freud, S. ([1899]1900) La Interpretación de los sueños. En Obras completas (Vol. IV y V). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
  • Freud, S. (1912). Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. En Obras completas (Vol. XII). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
  • Freud, S. ([1915-1917] 1916-1917) Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. En Obras completas (Vol. XV). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
  • Freud, S. (1919) Lo Ominoso. En Obras completas (Vol. XVII). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
  • Freud, S. (1925) Algunas Consecuencias Psíquicas de la Diferencia Anatómica entre los sexos. En Obras completas (Vol. XIX). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
  • Freud, S. (1926) Presentación Autobiográfica, Inhibición, Síntoma y Angustia, ¿Pueden los Legos Ejercer el Análisis?, y Otras Obras (1925-1926). En Obras completas (Vol. XX). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
  • Freud, S. (1931) Sobre la Sexualidad Femenina. En Obras completas (Vol. XXI). Buenos Aires: Amorrortu Editores.
  • Frye, N (1957). Notebooks for Anatomy of Critcism (Collected Works of Northrop Frye) Edición Kindle.
  • Garibay K; A. (2012) Mitología Griega; México D.F. Editorial Porrúa S.A. de C.V.
  • Mitchell, Stephen A. (1993) Conceptos Relacionales en el Psicoanálisis, Una Integración. Madrid, México. Siglo XXI editores.
  • Ogden, T; (2005) This Art of Psychoanalysis: Dreaming Undreamt Dreams and Interrupted Cries (The New Library of Psychoanalysis), Edición Kindle
  • Winnicott, D.W. (1960). La contratransferencia. En Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Barcelona: Paidos, 1992.