Por: Luz Elena Baz
“La libertad se extiende sólo hasta los límites de nuestra conciencia” Carl G. Jung
Pensar en libertad, muchas veces nos remite a la libertad espacial; a poder movernos de un lugar a otro sin restricciones. Vienen a nuestras mentes los prisioneros de centros penitenciarios como los principales representantes de una libertad negada. Los barrotes, rejas y cercos, son aquellas barreras físicas que los aíslan de la sociedad con la que convivimos en el día a día. Pensamos ingenuamente que al no haber un guardia que detenga nuestro paso por el mundo somos libres.
Este trabajo tiene como objetivo entender el concepto de libertad desde una postura psicoanalítica. Se revisarán las instancias que conforman el aparato mental para poder entender como la estructura que nos constituye como sujetos, limita nuestras acciones y nuestra percepción del mundo. El psicoanálisis desde sus inicios buscó con su técnica terapéutica, liberar al sujeto de las cadenas inconscientes que lo condenan a repetir historias pasadas, a depositar energía psíquica en síntomas que impiden su capacidad de crear, de ser dueño de sí mismo, sin embargo nunca se debe dejar de considerar las limitaciones que esto implica.
Freud, en la segunda tópica estructural menciona: “Donde reina el ello que gobierne el yo”. Freud nos habla en esta cita, como el psicoanálisis, busca a través del análisis volver al sujeto dueño de sus pasiones, fortalecer su yo, que ha sido sobrepasado por la angustia y los afectos que le impiden ejercer su libertad. Para poder entender al yo y su relación con la libertad, es importante describir sus funciones y relación con las otras instancias del aparato psíquico. En el yo, se dan los conflictos, el choque de fuerzas opuestas. Aquí se halla la «zona» de la libertad, la «zona» de la decisión. (Daros, 1979).
Freud en los instintos y sus destinos, habla de que el yo en el origen de la vida anímica forma una sola cosa con el ello, revestida de instintos y capaz, en parte de satisfacer los instintos por sí mismo. El mundo exterior no es el origen de las satisfacciones en esta primera época: es un mundo indiferente. Pero luego, dadas las necesidades del instinto de conservación, siente a sus instintos como no placenteros. Entonces por el principio del placer se vuelve a los objetos exteriores que lo satisfacen y los introyecta. El ello al entrar en contacto con el mundo externo se va diferenciando y comienza la formación del yo. El yo, es, pues, una «zona» intermedia entre el ello y el mundo exterior, el mundo exterior que al ser introyectado constituye el súperyo. Cuando un objeto llega a ser fuente de placer, surge en el yo una tendencia motora que aspira a cercarlo y a incorporarlo. El yo atrae al productor de placer, lo «ama». «Odia», por el contrario, al estímulo productor de displacer (Buhler, 1974). El yo rige normalmente donde se deposita la libido, no se trata de una preferencia intelectual y puramente consciente. La libido es una energía limitada; por esto cuando el yo la administra empobrece la instancia de la cual es retirada y enriquece al depositario de la misma.
Freud plantea que el yo somete los procesos mentales al examen de realidad y que el dominio del yo de los accesos de motilidad, es más formal que efectivo. Es decir, que el yo no está siempre en condiciones de decidir, de tener la fuerza para ejecutar la decisión tomada, que sería considerada como la libertad de acción. Cito a Freud: “«Por lo que respecta a la acción, se halla el yo en una situación semejante a la de un monarca constitucional, sin cuya sanción no puede legislarse nada, pero que reflexionará mucho antes de oponer su veto a una propuesta del Parlamento». Freud, hace una analogía en donde compara al yo con un rey, el cual tiene el poder, la libertad de decidir, sin embargo sus acciones están bajo el escrutinio del parlamento que lo constituye: ello, super yo y mundo exterior, los cuales pueden llegar a limitarlo y entorpecer la acción.
El yo, en su rol de mediador y regulador de las tres instancias puede ser dominado fácilmente por la opinión social, los instintos o la conciencia moral, lo cual es una vía fácil, que evade al sujeto de la reflexión y el autoconocimiento, objetivos que persigue el proceso psicoanalítico. Freud nos aporta el siguiente planteamiento: «Mas, por otra parte, se nos muestra el yo como una pobre cosa sometida a tres distintas servidumbres y amenazada por tres diversos peligros, emanados, respectivamente, del mundo exterior, de la libido del yo y del rigor del súper-yo. Tres clases de angustias responden a estos tres peligros. Pero su situación de mediador le hace también sucumbir, a veces, a la tentación de mostrarse oficioso, oportunista y falso, como el estadista que sacrifica sus principios al deseo de conquistarse la opinión pública”
Freud plantea que existen dos tipos de libertad: la libertad formal, y la libertad eficaz. La libertad formal la define como, un poder de decisión ineficaz del yo. Este poder existe desde que surge el discernimiento. El discernimiento es una «instancia imparcial» propuesta para decidir si una representación determinada es verdadera o falsa, esto es, sí se halla o no de acuerdo con la realidad. Cuando se instaura el principio de la realidad, queda libre cierta actividad mental respecto a la confrontación de la realidad, que antes estaba sometida exclusivamente al principio del placer. Se ha instaurado ahora una visión objetiva, imparcial, de las cosas: he aquí la base de un juicio libre.
La libertad efectiva se refiere no solamente al potencial del sujeto a tomar una decisión basándose en el principio de realidad previamente mencionado, sino a tener un yo con la fuerza necesaria para regular las fuerzas instintivas provenientes del ello, los mandatos del súper yo y la realidad. El yo, es capaz de decidir de una manera eficaz, sobre los instintos, si existe en él una fuerza proporcional a los mismos, en ese caso el poder de decisión del yo es efectivo, de lo contrario es únicamente un poder formal; es decir no se lleva a cabo una acción efectiva, que haga sentir al yo fortalecido. Esto se puede ejemplificar en la Neurosis obsesiva en donde ejercer la libertad resulta tan abrumador, que paraliza al sujeto a través de la duda y el auto cuestionamiento, sintiéndose debilitado frente a situaciones que le demandan actuar por cuenta propia.
Robert Walder, en el artículo: El problema de la libertad en psicoanálisis y la prueba de realidad, define la libertad como la capacidad de un individuo de no estar atado a sus instintos biológicos y a su ambiente; ir más allá de sí mismo y de sus percepciones inmediatas, ser capaz de abstraerse de una situación, ser el sujeto de sus propias reflexiones. Walder ejemplifica esta capacidad con un hombre que logra tomar decisiones siendo consciente de los límites de su propia existencia, de su mortalidad.
Walder relaciona la capacidad del sujeto de ver más allá de sí mismo, con la función del súper yo. El súper yo al ser la instancia del aparato mental que se estructura a partir del contacto con el mundo exterior y la introyección de sus normas, genera que el sujeto actúe por encima de las percepciones inmediatas, de sus necesidades instintivas. El componente del súper yo en la prueba de realidad consiste en la distinción que hace el sujeto de su capacidad de auto observación entre el mundo interno y externo, entre la realidad y la fantasía.
En su artículo, Walder, ejemplifica el problema de la libertad, en la neurosis y la psicosis. Describe la neurosis como un padecimiento en donde la libertad del sujeto se ve obstruida por las ansiedades y fijaciones, las cuales debilitan al yo y le impiden llevar a cabo una libertad efectiva. En la psicosis la falta de libertad en relación a los objetos, impide al sujeto diferenciar la realidad de la fantasía, siendo presa de su delirio. El psicótico no llega a desarrollar el primer tipo de libertad mencionado por Freud; libertad formal, ya que no hay capacidad de discernimiento, que se instaura a través del juicio de realidad.
El psicoanálisis como se mencionó a principios de este trabajo tiene como objetivo expandir la libertad del sujeto; fortaleciendo el yo, sin embargo no hay que dejar de considerar las limitaciones del yo de cada paciente que llega a consulta. Walder nos habla de la importancia de diferenciar entre la fuerza del yo y algo que el conceptualiza como pseudo fuerza del yo, que muchas veces se confunde con la primera. Anna Freud ejemplifica claramente este tipo de pseudo fuerza en relación a las diferentes ansiedades que se presentan en el niño; el niño se retira de la zona de peligro, renunciando a actividades que puedan representar un riesgo. En este caso la libertad de ansiedad se da a expensas de la limitación del yo. Otro ejemplo sería: el sujeto que le teme más, a ser considerado un cobarde que al peligro en sí mismo. Una persona que opta por aislarse, prefiriendo estar solo por miedo al rechazo sin arriesgarse a conocer nuevas personas en un ambiente nuevo.
Para Walder, la verdadera fuerza yoica consiste en la capacidad del yo de posicionarse por encima de sus afectos e instintos, lo cual le da al sujeto cierto grado de libertad. Siguiendo la línea de pensamiento de Walder sobre la importancia de la función del súper yo en el ejercicio de la libertad. Surge la pregunta: ¿Qué pasa sí el súper yo del sujeto es rígido, y persecutorio? ¿Cómo puede fortalecerse el yo del paciente a través de una conciencia moral que lo castiga severamente al no cumplir un ideal? Es a través de estas preguntas que podemos vincular nuevamente la búsqueda de la libertad en el proceso psicoanalítico. Cito a Freud: “Sí el paciente pone al analista en el lugar de su padre o de su madre, le otorga también el poder de su súper yo y entonces el nuevo súper yo tiene oportunidad para una suerte de posteducación del neurótico, puede corregir desaciertos en que incurrieron los padres en su educación”. Es a través de la transferencia que se puede lograr una modificación del súper yo del paciente, una expansión de su libertad.
Un primer paso en la búsqueda de la libertad a través del análisis es la desaparición del síntoma, que podría ser considerado como un logro a corto plazo, en la medida en que el sujeto se siente más “libre”. La desaparición del síntoma genera un movimiento de la libido, en otras áreas que pudieron haber sido debilitadas, de ahí la sensación de mayor fortaleza cuando los síntomas desaparecen, sin embargo este momento es crítico, ya que el paciente al sentir una liberación puede dejar el análisis, confundir la fortaleza del yo por la pseudo fuerza descrita por Walder.
Con base a la revisión teórica que se hizo en este trabajo, llego a las siguientes conclusiones; el psicoanálisis es una práctica que apunta a que el sujeto adquiera una libertad efectiva, tener un yo con la fuerza necesaria para regular las fuerzas instintivas provenientes del ello, los mandatos del súper yo y la realidad. La libertad efectiva, permite que el sujeto actúe, teniendo claro porque lo hace, eso no significa que la acción está exenta de errores, pero un yo fortalecido es lo suficientemente flexible para ver los errores, como una fuente de aprendizaje; tolerar la incertidumbre de las consecuencias de nuestros actos. Un primer paso para que el paciente expanda su libertad, es la desaparición del síntoma, sin embargo, aunque el paciente tenga la sensación de que “le han quitado un peso de encima” la sintomatología por la que llega a análisis es la capa superficial del conflicto, y el ejercicio de una libertad efectiva requiere una modificación de la estructura psíquica. Es a partir de este punto que podemos hablar de la importancia de la situación transferencial para que el súper yo del paciente pueda ser modificado, lo que Freud llama posteducación. Finalmente, creo que es importante plantear que la libertad de una persona se puede expandir hasta los límites del yo, de sus niveles de funcionamiento.
Bibliografía
- Freud, S. El « yo » y el « ello », e.c., vol. III, p. 2703
- Freud, S. Los instintos y sus destinos, e.c., vol. II, p. 2049.
- Bühler Charlotte, El principio de realidad. Discusión de teorías y datos observacionales, en El concepto de realidad en psicoanálisis, Bs. As., Psicoanálisis, 1974, p. 125.
- Freud, S. Los dos principios del funcionamiento mental, e-c., vol. II, p.1639.
- Freud, S.. Inhibición, síntoma, y angustia, e.c., vol. III, p. 2840
- Walder R. “The problem of freedom in psychoanalysis and the problem of reality testing”. 1930.
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