Esther Cohen Cohen

 

 

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La palabra ‘persona’ viene del latín: persōna, que significa ‘máscara de actor’ o ‘personaje teatral’, y éste a su vez viene del griego πρόσωπον (prósōpon), que traduce precisamente a ‘máscara’, es decir, ‘delante de la cara’. 

Un ícono importante de los orígenes del teatro griego, son las máscaras que ocupaban los actores. Estas máscaras se utilizaban y permitían que los actores pudieran interpretar varios personajes o cambiar sus rostros para el estado de ánimo que mostraban (Cultura 10, S.F). Hoy en día, no ocupamos este tipo de máscaras para mostrarnos al mundo, sin embargo a pesar de que hayan pasado los siglos, el mensaje simbólico de que lo que representan éstas sigue latente en nuestra sociedad, existiendo un tipo distinto de máscaras metafóricas en la actualidad. 

El COVID-19 es una situación que hemos tenido que enfrentar tanto de manera individual como comunitaria que nos ha puesto en riesgo como especie. De acuerdo a lo que ocurre en cada punto específico de nuestra historia, la sociedad tiene ciertas herramientas, conocimientos e información para intentar atacar el peligro que tiene enfrente. Sabemos que la pandemia ha dejado estragos físicos, psicológicos, socio-emocionales, políticos, sociales, económicos, entre otros aspectos; ha venido a permear en todo nuestro mundo tal como lo conocíamos y obligarnos a tomar los recursos que se tienen a la mano para actuar, re-ajustarnos y adaptarnos para sobrevivir. Dentro de este caos, lo único que se ha vuelto constante ha sido el cambio y la incertidumbre. Y es que a pesar de ser reconocidos como una especie que ha logrado perdurar frente a situaciones que nos han puesto en riesgo, aun así el ser humano requiere de estabilidad para seguir evolucionando. 

Nuestra sociedad se ha sacudido y por ende, también nuestros consultorios; volteando todo de cabeza y forzándonos a replantear nuevas maneras de relacionarnos, nos encontramos con el reto de descubrir otras formas de acercarnos al otro, de seguir vinculándonos, y pienso que para bien o para mal, uno de los recursos de la época que se utilizó para tratar de sobrellevar esto, fueron las redes sociales. 

 La interacción digital se ha vuelto parte fundamental de nuestra vinculación con los otros; y considerando todos los beneficios que nos ha dado, también me pongo a pensar en las desventajas, de qué manera nos ha afectado, de qué manera ha afectado la manera en que nos desarrollamos y forjamos una identidad. Al ser las redes sociales uno de los inventos más significativos del inicio de este siglo, han revolucionado la forma en que nos comunicamos, nos relacionamos, obtenemos información, y se han vuelto parte no sólo de nuestro mundo personal, sino también del laboral, profesional e incluso académico. No obstante esto se agudizó de manera crítica durante el tiempo en confinamiento. Por eso me pongo a pensar en: ¿cómo las redes sociales han modificado la manera en que nos relacionamos con los otros y nos mostramos al mundo? Aperturando este cuestionamiento, este trabajo va a tratar de abordar el concepto del Falso Self en relación con nuestra época actual, considerando que hoy en día existen unas nuevas máscaras que son las redes sociales.

Para comenzar a desarrollar este escrito, se me viene a la mente la palabra AVATAR, de acuerdo a la RAE (2021), ésta tiene 4 significados, de los cuales mencionaré dos que se relacionan con lo que se va a plantear aquí: 1. Fase, cambio, vicisitud. 2. Representación gráfica de la identidad virtual de un usuario en entornos digitales. 

Durante el confinamiento, el avatar de cada uno de nosotros se volvió nuestra conexión con el mundo para poder ser identificados. En la película de Avatar, los humanos permanecen en cápsulas mientras que sus mentes están conectadas con los cuerpos de los Na’vi y es así cómo pueden moverse libremente por el planeta de Pandora. Esto me parece que es análogo a como nosotros exploramos el mundo digital sentados desde nuestro propio hogar. Tratamos con los avatares de nuestros pacientes, y ellos mismos conectando con el avatar de cada uno de nosotros como psicoanalistas, en un mundo virtual, lleno de símbolos que han permitido que la tecnología nos mantenga “conectados” al mundo externo, o más bien, al mundo virtual de lo que era nuestra realidad. 

El concepto de Falso Self que introduce Winnicott, puede tener similitudes con lo que hoy en día vivimos. Este Falso Self que interactúa y aparece ante el mundo para proteger a ese Verdadero Self que está escondido no nada más en el propio mundo interno, sino incluso escondido detrás de un aparato digital. Las redes sociales han permitido que podamos escondernos detrás de avatares, inventarnos y reinventarnos cuantas veces queramos y como dice una paciente de mi consulta, quien se encuentra muy involucrada en la red social de TikTok y cada vez se ha vuelto más popular: “yo sólo soy un personaje y mis seguidores no lo entienden, yo no soy yo en TikTok”. Esta facilidad que nos dan las redes sociales para enmascararnos, me pone a pensar en cuántas máscaras tenemos que buscar quitar dentro de nuestros consultorios. 

Winnicott describe al Falso Self como un medio de no ser uno mismo. Es “una distorsión de la personalidad que consiste en desarrollar desde la infancia una existencia ilusoria con el fin de proteger, por medio de una organización defensiva, al verdadero self”. (Álvarez, 2014)

Existen diferentes niveles del Falso Self, pasando desde el más patológico, hasta uno sano para el sujeto; esto más adelante se va a  retomar para explicarlo con claridad. Sin embargo, es sumamente importante clarificar que el Self y el Yo no son sinónimos y partiendo desde la línea de pensamiento de Winnicott, hay que comprender su visión sobre lo qué es el Yo.

A diferencia de Freud, Winnicott (1991, como se citó en Álvarez, 2014), va de acuerdo con la existencia de un Yo prematuro, ya que para él, sólo a partir de la no-existencia, la existencia puede comenzar; él afirma que no hay Ello antes que el Yo. En un principio el Yo es débil, por lo que necesita de un ambiente facilitador, siendo de gran importancia el rol de la madre o la figura materna para brindar ese soporte. Al ser una madre o figura materna suficientemente buena entonces el Yo del bebé se fortalecerá y tendrá su propia organización para gradualmente separar lo que es “distinto de mí” de lo que es “parte de mi” (Álvarez, 2014). “La madre está en condiciones de brindar este soporte al Yo del bebé gracias a su capacidad y disposición para identificarse temporalmente con él”. (Winnicott, 1991, como se citó en Álvarez, 2014). 

Winnicott (1945) menciona dos procesos que caracterizan al desarrollo del Yo y que indica empiezan desde muy temprana edad, que son la integración y la personalización, incluyendo aquí la importancia de la apreciación del tiempo y del espacio, es decir, la comprensión. 

En un principio, la personalidad no está integrada, siendo una “no integración primaria”. Winnicott (1960)  plantea que el infante nunca está integrado totalmente; la cohesión de los diversos elementos sensoriomotores corresponde al hecho de que la madre sostiene al infante, no sólo en ocasiones físicamente, sino de modo permanente en términos figurados. Para que la integración sea posible se necesita del otro que cuide al infante. Winnicott (1945) postula lo siguiente: 

La tendencia a integrarse se ve asistida por dos series de experiencias: la técnica de los cuidados infantiles en virtud de los cuales el niño es protegido del frío, bañado, acunado, nombrado y, además, las agudas experiencias instintivas que tienden a reunir la personalidad en un todo partiendo desde dentro.

De acuerdo a lo que expone Bareiro (2011) sobre lo que plantea Winnicott, si esto se logra cumplir suficientemente bien, entonces se va a alcanzar el vivir creador hasta la manifestación de los fenómenos transicionales. Este término implica sentirse vivo, verdadero y real. Sin embargo, si el ambiente no provee al infante el cuidado y protección que necesita, “arriesga al self experiencias de futilidad y ocultamiento. Fenómeno que denomina falso self patológico.” (Bareiro, 2011, p. 45). La desintegración de la personalidad demuestra que el estado primario no integrado provee una base para la desintegración y que ese retraso o ausencia con respecto a la integración primaria predispone a la desintegración como forma de regresión, o como resultado de algún fracaso en los demás tipos de defensa.

De la misma manera que en la integración, la experiencia instintiva y las experiencias del cuidado corporal van a promover que gradualmente se construya lo que es la “personalización satisfactoria”. E igual, los fenómenos de despersonalización se relacionan con retrasos en este mismo proceso, donde se pierde la unión entre el Yo y el cuerpo, incluyendo los impulsos y las satisfacciones del Ello (Winnicott, 1945). Por lo tanto, el proceso de desarrollo parte de la integración, a la personalización y por último a poder establecer relaciones de objeto. Pasando a algo fundamental que es la relación primaria con la realidad externa.

En la teoría Winnicottiana, el cuidado materno es sumamente importante, como hemos mencionado, la relación del bebé con la madre, así como la capacidad de ésta para ser contenedora y convertirse en ese yo auxiliar, es fundamental para promover un desarrollo óptimo en el bebé, para impulsar la integración y la personalización. Por lo mismo, en la madre debe existir una preocupación materna primaria, ella sabe lo que el bebé necesita. No obstante, pueden existir dificultades en esta área como aquellas madres que no pueden sentir a su bebé o incluso, aquellas que padecen de una preocupación patológica (Michaca, 1987, como se citó en Álvarez, 2014). Para este fenómeno, Winnicott introduce lo que es el holding:

La capacidad de la madre de identificarse con su bebé le permite cumplir la función de holding (sostenimiento, abrazo, contención), que constituye la base de lo que gradualmente se convertirá en una experiencia del self. La función del holding es proveer apoyo al Yo, en particular en el estadio de dependencia absoluta antes del logro de la integración yoica. Así, el establecimiento del desarrollo e integración de una relación adecuada del Yo con los objetos descansa en un buen holding. (Álvarez, 2014)

No obstante, parte importante en esta etapa, para que el infante inicie a aportar lo propio en el mundo que habita, es lo necesario de que la madre-ambiente falle de manera pausada (Bareiro, 2011). Ahí es donde entra esta madre suficientemente buena, sin embargo, que también falla ocasionalmente. Estas fallas son necesarias ya que van a promover que el infante desarrolle progresivamente sus capacidades, y comience a crear al mundo desde una mirada personal. 

En su contraparte, está el trauma patológico, siendo las fallas ambientales excesivas y prolongadas. No sólo es la omisión del cuidado ambiental, sino también su intrusión y rigidez, así como fallas en el holding (Bareiro, 2011). Una madre que no es capaz de proveer el holding, puede llevar a su hijo al trauma lo cual se relaciona con la amenaza de aniquilación, que se extiende hacia las ansiedades primitivas (Álvarez, 2014). El infante no se siente sostenido; “un trauma representa la ruptura de la continuidad de la línea de la existencia del individuo. Sólo en una continuidad de existir puede el sentido de ser, llegar a establecerse como rasgo de la personalidad individual”. (Winnicott, 2006a, p.29, como se citó en Bareiro, 2011, p.48)

A partir de este desarrollo primitivo y la relación del infante con el ambiente-madre, se va formando el Self. Durante la etapa de omnipotencia del bebé, que es cuando la madre en su capacidad de protectora y cuidadora, satisface esa omnipotencia infantil revelada en un gesto, este gesto expresa un impulso espontáneo (Winnicott, 1960). “La fuente del gesto es el Self Verdadero y ese gesto indica la existencia de un Self Verdadero potencial”. (Winnicott, 1960). Distintos autores ya han aportado diferentes definiciones sobre lo qué es el Self. Sin embargo, para función de este trabajo, nos quedaremos únicamente con la visión de Winnicott sobre este concepto. 

El Self se puede definir como: “el potencial que experimenta una continuidad de existir, y que a su modo y a su ritmo adquiere una realidad psíquica personal y un esquema corporal personal” (Winnicott, 2007b, p.59, como se citó en Bareiro, 2011, p.46). Es un proceso dinámico donde el desarrollo del individuo inicia con la relación y dependencia al ambiente, en especial a esa madre cuidadora. Es la base para el autodescubrimiento y el sentimiento de existir.  

De acuerdo a todo lo expuesto anteriormente, para buscar la etiología del Falso Self, debemos examinar esta primera etapa de relaciones objetales (Winnicott, 1960). Winnicott plantea que el Falso Self se desarrolla al inicio de la relación madre-hijo,  por lo que es importante explorar el comportamiento y la actitud de la madre, más que entender los mecanismos de defensa primitivos del Yo en contra de los impulsos del Ello. Esto es porque la dependencia del bebé en esta etapa es tal que no se puede sólo mirar al bebé, es necesario comprender al ambiente y saber de qué manera la madre, fue o no capaz de contener a su bebé, adaptarse y desadaptarse a sus necesidades, anticipar las angustias y cumplir con la omnipotencia del infante respondiendo a ese gesto espontáneo. 

Si no fue una madre suficientemente buena, una de las cosas que se careció, fue que no logró responder al gesto del bebé y en su lugar “coloca su propio gesto, cuyo sentido depende de la sumisión del mismo por parte del niño; esta sumisión constituye la primera fase del falso self” (Álvarez, 2014). Si la madre no pudo adaptarse suficientemente bien, el infante es seducido para que sea sumiso:

Es un self falso complaciente el que reacciona a las exigencias ambientales, y el infante parece aceptarlas. A través de este self falso el infante construye un conjunto falso de relaciones, y por medio de introyecciones llega incluso a alcanzar un aspecto de realidad, de modo que el niño crece para ser exactamente como la madre, la niñera, la tía, el hermano, o quien quiera domine la escena en ese momento. (Winnicott, 1960)

Sin embargo, hay diferentes grados y variantes que puede presentar la insuficiencia materna, por lo que este desarrollo del Falso Self se acomoda en distintos niveles. Self (Álvarez, 2014): 

  1. En un extremo donde el Falso Self se establece como real, no obstante en algunas situaciones comienza a fallar, y el Verdadero Self está oculto. 
  2. En un extremo inferior donde el Falso Self defiende al Verdadero Self,  se busca la preservación del individuo a pesar de las condiciones ambientales normales. 
  3. Más cerca de la salud donde el Falso Self busca las condiciones que permitan que el Verdadero Self entre en posesión de lo propio. Sin embargo, pueden no encontrarse dichas condiciones y será necesario reorganizar una nueva defensa contra la explotación del Verdadero Self. Si aún no se logra, el resultado es el suicidio, “aquí, el suicidio consiste en la destrucción del self total a fin de evitar el aniquilamiento del verdadero self.” (Álvarez, 2014)
  4. Aún más cerca de la salud donde el Falso Self se edifica sobre identificaciones. 
  5. En la salud donde el Falso Self se encuentra representado en actitudes sociales adaptables. Se da “un aumento de la capacidad del individuo para renunciar a la omnipotencia y al proceso primario en general, ganando así un lugar en la sociedad que no puede conseguirse ni mantenerse solo mediante el verdadero self.” (Álvarez, 2014)

Por lo entendido, hay un cierto grado de salud en poseer un Falso Self, incluso, es necesario para poder preservar un lugar en esta sociedad manteniendo actitudes adaptadas y consideradas éticamente correctas. Aunado a esto, hay que comprender que el Falso Self aparece como una necesidad de defendernos del mundo exterior y proteger nuestra esencia y la parte más vulnerable de nosotros mismos que es nuestro Verdadero Self, donde se sostiene la creatividad y la espontaneidad como posibilidad de estar en el mundo. Sin embargo, esto puede pasar a un plano patológico donde “el falso self tiene una función de máscara. Resguarda al verdadero en las cuestiones sociales, pero también puede llegar a esconderlo de manera tal que el sujeto se halla subsumido a vivencias de futilidad”. (Bareiro, 2011, p. 45)

De acuerdo a Sainz (2017) el entorno debe proteger al niño ayudándolo a construir un Falso Self, pero al mismo tiempo facilitando que el Verdadero Self se exprese y pueda relacionarse con la realidad. Esto para mí, es el reto en el que nos enfrentamos actualmente, ¿en verdad el ambiente promueve que nuestro Verdadero Self se exprese? ¿Será que las redes sociales agudizan a este Falso Self protector? Hay un miedo constante a ser rechazados y juzgados, el papel que juegan las redes sociales es de tratar de transmitir sólo una parte de nosotros, una parte agudizada, alterada, incluso avaterizada, que como en un artículo leí: “Eran nuevos tiempos, nuevas formas de comunicación y, de pronto, un nuevo “yo online“.” (López, 2018)

Pienso que hoy en día nos encontramos frente a un nuevo cuestionamiento, para repensar lo que el concepto de Falso Self implica tanto de manera colectiva, como individual; las redes sociales han venido a convertirse en las mismas máscaras para los individuos. Me parece alarmante el impacto que han tenido éstas sobre el Self del sujeto, cada vez se ha vuelto más constante y con mayor autoconsciencia lo mucho que se esconde y aparenta en redes sociales, pero aun así se hace. Lo pienso como un tipo de Falso Self avatarezco donde con ayuda de los aparatos y redes sociales, se nos permite transformar completamente quién somos de acuerdo a estos ideales y sensación de vació inconsciente. 

Sin duda que se debe tener en consideración las primeras etapas del desarrollo y desde Winnicott, conocer el rol de la madre en el desarrollo del Self. Sin embargo, se puede estar con predisposiciones que ante situaciones de riesgo, como lo es una pandemia y el estar en confinamiento, sumado a las redes sociales, siendo un medio de comunicación remoto en el cual la persona decide cómo, cuándo, dónde y qué compartir, sean facilitadores de que a manera de defensa salga un Falso Self

Reflexiono sobre si cada vez se está perdiendo más comunicación con ese Self Verdadero oculto y que de acuerdo a lo que Winnicott (1960) mencionaba, sea tal el grado de escisión entre el Self Verdadero y el Self Falso que haya poca capacidad de la creatividad y la espontaneidad, así como para la utilización de símbolos. 

Como psicoanalistas del siglo XXI, adaptando nuestra práctica a una época tecnológica y pandémica, debemos considerar este fenómeno muy presente, y pensar en las implicaciones que tiene el tratar con un paciente al que podamos detectar que tenga un Falso Self patológico fomentado por esta ola de redes sociales que imponen estándares y únicamente se juega con pretensiones, viéndose así reflejado en nuestros consultorios: ¿qué tanto se esconde con nosotros en sesión? 

Acompañada de la idea que plantea Sainz (2017) me parece que una labor sumamente importante dentro del consultorio es la experiencia relacional con nuestros pacientes, que podamos crear un vínculo con ellos basado en confianza y seguridad donde se aliente a emerger el Verdadero Self, “sería como permitir a un niño que se exprese con libertad y sin censurarlo.” (Sainz, 2017, p.43). Que el paciente no sacrifique su espontaneidad pero que pueda adaptarse a la realidad externa. En palabras de Winnicott (1960a, p. 196, como se citó en Sainz, 2017, p.45):

En el individuo sano cuyo ser presenta un aspecto sumiso, pero que, pese a ello, existe, es creador y espontáneo, existe simultáneamente la capacidad para el empleo de símbolos. Dicho de otro modo, en este caso, la salud se halla estrechamente relacionada con la capacidad individual para vivir en una zona intermedia entre el sueño y la realidad, y que recibe el nombre de vida cultural.

Cierro este escrito con una última pregunta de reflexión para nosotros como psicoanalistas que formamos parte de una cultura y no somos exentos de las redes sociales, ¿qué tanto nosotros mismos también estamos ocultando y desconectando con nuestro Verdadero Self?

Bibliografía