Por: Xóchitl González
“No sé si en verdad las enfermedades físicas, tengan algo que ver con lo emocional”
Esta fue la primera frase que escuché al regresar al consultorio, después de la vacaciones de invierno, una de mis pacientes se preguntaba, recostada en el diván, sí era cierto lo que había escuchado en algún momento, acerca de que las enfermedades físicas podían estar relacionadas con la vida emocional.
Por alguna razón esta frase me quedó grabada y cuando continué recibiendo a los pacientes que regresaban después del período de vacaciones, me di cuenta que algunos hacían referencia a males físicos que los habían aquejado antes o durante las vacaciones.
Al final de los primeros días, tuve una sensación que ciertamente ya había tenido antes, pero seguramente no había podido sensibilizarme ante ella, de tal manera que ocupara un espacio constante en mi cabeza. Me sentía como “la mala”, para explicarlo más detalladamente, me sentía como la abandonadora, culpable de alguna manera de lo mal que la habían pasado algunos de mis pacientes durante las vacaciones, incluso llegué a preguntarme porqué razón había decidido tomar vacaciones si ni siquiera saldría de la ciudad, cuestionándome si era necesario haber tomado ese descanso. Recapitulé lo que había pasado en las sesiones que me había hecho sentir así, llegando a la conclusión de que indudablemente, el inconsciente de mis analizandos habían logrado por medio de la transferencia, mostrar las huellas de los abandonos sufridos en su primera infancia.
Observé como en algunos de mis pacientes, los reclamos de abandono estaban dirigidos a algún otro objeto igualmente representativo en su vida y se encontraban tan bien camuflados que podría ser un poco complicado o más tardados de identificar en la transferencia, sin embargo de modo opuesto, llamaron mi atención aquellos reclamos que en el momento me habían hecho sentir incomoda o culpable, como si aunque estuvieran ocultos tras alguna otra situación, fuera muy claro que la que había abandonado y por lo tanto arruinado algo, era yo, en algunos casos se presentaban con mayor agresividad que otros, pero sin embargo no sentía que fuera una agresión con el fin de abandonar o dejar el tratamiento, sino únicamente para hacerme saber que yo debía haber estado ahí.
Al profundizar en estos últimos descubrí que la mayoría de estos pacientes presentaba desde el inicio del tratamiento reacciones somáticas, que si bien de inicio no fueron el motivo de consulta, a lo largo del tiempo habían salido a la luz durante el tratamiento, incluso llegué a considerar como una reacción ya esperada tanto para el analista como para el analizando, la aparición de algún síntoma físico antes o después de las separaciones.
En nuestro trabajo como analistas, uno de los retos más comunes es identificar las diferentes reacciones que tienen nuestros pacientes ante los períodos vacacionales, cancelación de sesiones o simplemente la distancia del fin de semana, material de suma importancia para conocer la forma en como nuestros pacientes se vinculan con sus objetos, sin embargo aunque estas reacciones antes o después de los períodos de separación, sean algo que comparten todos los analizandos, las diferencias entre una reacción y otra son las que nos podrían dar más luz en el conocimiento profundo de sus vínculos y su mundo interno.
Decidí incluir en esta investigación teórica la experiencia que tuve dentro del consultorio al regresar de último período vacacional por dos razones, la primera fue para poner en contexto al lector sobre el tema que se abordará y la segunda para mostrar los motivos que me llevaron a realizar esta investigación. De esta forma quise basar esta investigación por una parte en la relación que existe entre la psicosomática y el psicoanálisis y siendo más específica en la forma en cómo se vinculan con sus objetos los pacientes somáticos, teniendo como fin entender la transferencia y por consiguiente la forma en cómo podemos trabajar y reaccionar con estos pacientes dentro del consultorio. Para llevar a cabo esta investigación tomé como apoyo la teoría de dos grandes psicoanalistas los cuales abordan el tema del psico – soma como puntos importantes en sus investigaciones, así como algunos ejemplos que he observado en mi práctica como psicoanalista. El primero de estos psicoanalistas es Pierre Marty quien también es considerado como psicosomatólogo, quién de forma similar a Freud, se acerca al psicoanálisis al intentar encontrar respuestas a síntomas físicos que aquejaban a sus pacientes buscando ir más allá del campo de la medicina. La segunda es Joyce McDougall, quién partió de estudiar los efectos que tenía el desarrollo sexual infantil, en la sexualidad adulta y más tarde en las manifestaciones neuróticas y psicosomáticas.
Uno de los principales objetivos de estudio de la psicosomática es la transformación de lo afectivo en lo somático, sin embargo debemos de tomar en cuenta que existen diferentes categorías de enfermos somáticos, es decir no todos los casos presentaran las mismas características, ni el mismo comportamiento, mencionó esto ya que no sería adecuado caer en la generalización dentro del fenómeno somático. Esto es algo que podemos observar en el consultorio ya que ninguna sintomatología es igual a otra, sin embargo existen algunos puntos en común que nos podrían ayudar a diagnosticar o identificar la somatización, disminuyendo la confusión que se puede dar con otros diagnósticos.
Encontramos que los pacientes que tienden a somatizar, son muy sensibles a la separación con sus objetos, teniendo como escenario ideal la cercanía permanente o por lo menos una disposición especial de sus objetos para estar en el momento en el que el paciente o sujeto lo requiera. Pierre Marty incluso describe esta forma de acercarse a los objetos como: “Relación de objeto alérgica”, resaltando que el deseo único y primordial de estos pacientes es acercarse lo más posible al objeto hasta confundirse con él.
Para describir la forma en como estos pacientes se acercan y se confunden con sus objetos, Pierre Marty utilizó dos etapas para describir este proceso:
La primera es nombrada por él como “Captación del objeto” y la segunda como “Acondicionamiento o disposición del objeto, estas dos etapas tienen como principal mecanismo la identificación y unión con el objeto.
En la primera etapa se da una identificación profunda, que bien podría ser llamada una confusión con el objeto, no hay límites que separen al uno del otro.   Marty lo llama “un objeto huésped” en ambos sentidos, es decir, el sujeto habita en el objeto de la misma forma en que el objeto habita en él.
Esto lo podemos observar en la descripción que hacen estos pacientes sobre cómo se empiezan a relacionar con las personas, viviendo al otro como un ser muy cercano de forma inmediata, con características muy parecidas a las del sujeto y viceversa.
Una de mis pacientes con estas características comentó lo siguiente: “A veces sucede, que cuando conozco a alguien, siento que ya lo conocía desde hace mucho y me es muy fácil saber cómo es y qué es lo que le gusta”. Esta descripción podría confundirse con una capacidad empática natural, sin embargo esta identificación con el otro es forzada.
En caso de que esta identificación y unión con el objeto encuentre dificultades, el sujeto logra desinvestir de forma rápida al objeto en pro de fusionarse con otro que parezca si disponible, esos objetos pueden ser no solo humanos, sino también animales o vegetales.
El segundo movimiento descrito por P. Marty como acondicionamiento del objeto, se refiere a un proceso más prolongado, es decir una “verdadera instalación de la identificación primaria”, en este período se busca borrar todas las dificultades o distancias efectivas entre el objeto y el sujeto.
Esto se realiza por medio de un trabajo proyectivo en el cual el sujeto pone sus cualidades en el objeto y un trabajo de identificación donde el sujeto toma las cualidades del sujeto, de esta forma se crea una “masa indiferenciada” objetivo principal del sujeto. Al llegar a este punto podemos observar que algunos pacientes se confunden con el analista, este es el caso de una paciente con estas características, la cual al cambiar ella misma de “look” me preguntó al llegar a sesión: “Qué te hiciste en el cabello?, te ves distinta”. Por otra parte estos pacientes dan la sensación de querer ser muy cercanos y comprensivos, cómo si no existiera ningún tipo de distancia o diferencia entre el analista y ellos.

  1. Marty hace una importante observación, señalando que los analistas estamos en constante contacto con las identificaciones que los pacientes hacen de sus objetos y del analista, sobre todo cuando hablamos de un objeto cuyas malas cualidades han sido desechadas y puede ser asimilado por el sujeto, es decir identificaciones fructíferas como en los puntos de inflexión dentro de un análisis, sin embargo los pacientes de los que hemos estado hablando no llegan a estos puntos, para ellos no hay discriminación entre lo bueno y lo malo, no les interesa quien es el uno o quien es el otro, únicamente buscan la unificación.

 
Como resultado de estos vínculos, resulta muy difícil para estos pacientes estar solos, sabemos que esto podría ser algo que le ocurra también a otros pacientes con diferente diagnóstico, sin embargo en este caso hablamos de algo más allá de la dependencia por el objeto, ya que los pacientes con estas características parecieran necesitar la fusión con el otro para sentir que existen.   En este tipo de relación lo que importa es la identificación profunda, la unión con el objeto y no el objeto en sí, por lo tanto pueden conformarse con cualquier objeto que se encuentre cercano y disponible, sufriendo mucho los períodos intermedios en dónde no hay algún objeto disponible.   Una de mis pacientes mencionó: “Me cuesta mucho trabajo cuando estoy sola, es como no saber quién soy o qué hacer de mi vida, así que rápidamente siempre buscó a alguien, aunque no me agrade del todo”.
Para Joyce McDougall los pacientes polisomatizantes establecen un vínculo que ella llamó “osmótico”, donde buscan ser uno con el analista, por medio de la transferencia se puede comprender que no hay límites entre el cuerpo del analista y el del paciente. Como sí existiera un solo cuerpo para los dos.
Podemos decir que estos pacientes buscan la fusión con la madre, lo que puede generar en el analista de forma contra transferencial la intención de proteger a estos pacientes como si fueran niños que necesitan un apoyo constante.
Para Pierre Marty el “yo” de estos pacientes es en teoría un “yo débil”, que tiene como actividad principal el acondicionamiento de los objetos y que parece no tener existencia propia, colocando su valor en los objetos que inviste.
 
Pierre Marty argumenta que la regresión de estos pacientes se da en las siguientes situaciones:

  • Cuando los objetos investidos desaparecen súbitamente
  • Cuando un objeto investido revela bruscamente una característica propia insospechada, que dificulta la identificación del sujeto.
  • Cuando dos objetos igualmente investidos manifiestan una incompatibilidad importante.

 
En caso de que la regresión no fuera interrumpida podría llegar a episodios de despersonalización, para nuestro psicosomatológo las formas en como la regresión se detiene en estos pacientes es ya sea:
-Mediante la recuperación de un nuevo objeto (muy comúnmente el analista) o
-Mediante el desencadenamiento de los síntomas somáticos
 
Puesto de esta manera la somatización podría funcionar como una defensa ante una despersonalización.
Joyce Mc Dougall mencionó que en ocasiones las enfermedades confirman en estos pacientes que su cuerpo está vivo, que existen y que en el interior de su cuerpo enfermo no hay riesgo de perder su identidad como individuos, esfumando el miedo a ser anulados. Recordando que estos pacientes se pueden vivir a sí mismos como propiedad de su madre, siendo su cuerpo lo único que les pertenece. De este modo la manifestación de los síntomas somáticos, elimina el sentimiento de perder sus límites corporales.
Es aquí donde llegamos a uno de los puntos importantes al resumir que los síntomas somáticos, surgen en cuanto la fusión con el objeto se interrumpe o se dificulta, por tal motivo no solo las rupturas con sus los objetos fuera del consultorio sino también los períodos vacacionales o cualquier tipo de distancia con el objeto analista, ya sea físico o incluso las interpretaciones que promueven la idea de que cada uno es un individuo separado, producen en el paciente diferentes afecciones físicas.
Es por esto que algunos pacientes llegan a manifestar incluso estando dentro de sesión algún malestar físico como mareo o dificultad para respirar.   Este es el caso de una paciente que al llegar al consultorio y observar que había una paciente menor, por quien su madre aún no había llegado por ella, expresó sentir un gran marea, podríamos señalar que por una parte le recordaba el abandono o separación de su objeto primario y por otro representaba una amenaza que invadía el espacio que era únicamente de ella y mío.
Existe otra reacción contra transferencial importante, estos pacientes generan sensaciones contradictorias, por un lado parecen no querer separarse pero por el otro, parecen tener una necesidad de alejarse o de huir del objeto, en este caso del analista. Esto lo podemos ver ya sea dentro del curso del tratamiento o después de períodos de ausencia del analista. En la transferencia se muestra el deseo de ser indivisible con el analista pero al mismo tiempo el deseo de escapar de este vínculo. Esta reacción contradictoria me parece evidente en aquellos pacientes a los que se les dificulta el regreso al análisis, después de un período vacacional o alguna cancelación, siendo este comportamiento una constante.
Pierre Marty describe esta situación como un mecanismo defensivo, en el cual por medio del distanciamiento, se desvanecen las características que vieron en el objeto como incompatibles, de esta forma se puede reanudar el vínculo.
Este mecanismo de distanciamiento es importante ya que estos pacientes gran parte del tiempo nos dan la impresión de necesitar estar muy cerca, es decir como si con ellos se tuviera que cuidar la distancia, tanto en la cercanía como en la lejanía.   Es de gran ayuda entender que ante situaciones que no favorecen la fusión con el objeto, el sujeto necesita alejarse para poder continuar más tarde con esta relación sin distinción, es decir con la distancia buscan proteger el vínculo.
Mc Dougall explica este funcionamiento contradictorio entre acercarse demasiado y necesitar poner distancia con los objetos, señalando que estos pacientes tienen en la mente dos figuras maternas distintas, una a la que llaman para que les ayude y tranquilicen, con la cual quieren fusionarse y otra que es vivida como invasora, asfixiante y narcisista, de la cual se busca huir, para no ser succionado por ella.
Esto me recordó a una paciente polisomatizante, quien ante las separaciones ya sea conmigo o con otros objetos presenta dolorosas erupciones cutáneas en las mejillas, lo que le imposibilita llorar, como sí la separación le desgarrara la piel. Por una parte la afección física le impide expresar su dolor, aunque por otra lo comunica. En palabras de Joyce McDougall, si lo ponemos a nivel piel es como si esta se desgarrará por las separaciones y al mismo tiempo ardiera ante el acercamiento excesivo de sus objetos.
Por su parte Joyce McDougall, define a la somatización como la representación de los núcleos psicóticos: “En los estados psicosomáticos es el cuerpo quien se comporta de forma delirante; ya sea súper funcionando, ya sea inhibiendo funciones somáticas normales, es el cuerpo el que se vuelve loco”
Señala que estos pacientes han vivido de forma cruel, la imposibilidad e incluso la prohibición de individualizarse, de abandonar el cuerpo- madre, creando en consecuencia un cuerpo combinado en lugar de un cuerpo propio, que la psique intenta hacer hablar.
En referencia a este punto, P. Marty explica que durante la regresión y antes de la despersonalización, cuando surgen los síntomas, el paciente encuentra verdaderas vías de apariencia psicótica, donde se observa la fragilidad de su estructura patológica, sin embargo resalta como esta apariencia desaparece milagrosamente cuando se hace presente un nuevo objeto atractivo para la fusión.
Esto mismo sucede con los estados depresivos o paranoicos en los que caen nuestros pacientes somáticos y que se podrían confundir fácilmente con otro diagnóstico. Estos cuadros suelen desaparecen en cuanto se presenta un nuevo objeto, tanto el dolor por la pérdida como la desconfianza por los objetos.

  1. Marty señala que en estos pacientes puede observarse tanto una rápida mejoría como una rápida recaída, estando constantemente próximos a la despersonalización y a la re personalización.

 
Es por esto que estos pacientes en específico nos dan la impresión de poder tener cambios de manera rápida sin ser considerados como algo profundo o definitivo, dependiendo de que tanto existan objetos cercanos a ellos con quienes puedan sentirse uno mismo.
Me gustaría exponer un ejemplo de una de mis pacientes somáticas, en el cual me ha sido relativamente fácil observar estos cambios, ya que a parte de la variable sintomatología física, ella representa estos cambios de estado emocional en su color de cabello, de esta forma cuando enfrentó la pérdida de identificación con uno de sus objetos importantes, no pudiendo continuar con la fusión, decidió cambiar su color de cabello, pasando de un rosa fosforescente a un negro total. Es decir pasó al acto en el cuerpo.
Sin duda el analista puede funcionar como este objeto auxiliador o rescatador que como menciona P. Marty facilita la reintegración a los estratos psico afectivos más evolucionados. Sin embargo qué pasa cuando, las investiduras del paciente con sus objetos se han detenido y el analista no se encuentra presente. Es en este momento cuando el síntoma aparece y se instala durante un período prolongado.
Joyce McDougall concluye que ante la falta de disponibilidad del analista, este se convierte en aquella mala madre de quien el paciente se sentía terriblemente dependiente y al mismo tiempo anulado.
Es importante mencionar en este punto, cierta dificultad para simbolizar, que presentan estos pacientes, no pudiendo simbolizar al analista y llevarlo con ellos, esta es otro de las características que los diferencia de otros diagnósticos, ya que uno de los principales logros del análisis es la introyección de la figura del analista pudiendo soportar y funcionar de manera cada vez mejor, aún estado lejos de su objeto – analista.
Joyce McDougall relaciona esta dificultad con la madre de la primera infancia que no pudo ser introyectada como un objeto de identificación benéfica, impidiendo al sujeto identificarse con una madre que protege y que actúa sobre el sufrimiento físico y psíquico del bebé.
Incluso en algunos casos, Joyce McDougall llegó a considerar que el cuerpo del enfermo desempeña el papel de un objeto transicional (Winnicott, 1953) un tanto peculiar, debido a un evidente fracaso en la introyección de una imagen materna capaz de proteger y de tranquilizar a la parte niño en el adulto, y por lo tanto una falta de identificación con tal imago que logrará restituir en el niño el sentimiento de sus límites corporales y permitiéndole controlar sus emociones, es decir la imago materna no sufrió la escisión normal de la infancia entre objeto benéfico y objeto maléfico. Así el objeto transicional no pudo cumplir su verdadera función, liberar al sujeto de la dependencia de su madre.
Una vez que tenemos claro cómo se relacionan con sus objetos estos pacientes, podemos entender que el papel que jugamos en la transferencia es el de un sustituto objetal; como lo describiría P. Marty somos un relevo entre la pérdida de un objeto y la recuperación de otro posterior. Por tal motivo es importante e inevitable el dejarse investir por el paciente, sin embargo esto puede traer tanto el éxito como el fracaso del tratamiento, ya que por un lado si dejamos que esta investidura se haga de manera total, el sujeto no podrá investir a otros objetos, por lo tanto se sugiere promover interpretaciones que detengan una investidura interminable y que puedan mostrarle al paciente como esta forma de funcionar solo lo limita a causa de la fusión que crea con los objetos, incluyendo a su analista. Si en el inicio del tratamiento no se detuvo la investidura total del analista, puede que en el momento donde se busquen interpretaciones separadoras el paciente no las tolere.
Por tal motivo este es uno de los puntos medulares del tratamiento de paciente somáticos, ya que debido a la fusión que crean con el analista, las interpretaciones deben ser percibidas lo menos agresivas o de lo contrario el paciente podría abandonar el tratamiento, por lo cual se sugiere un trabajo lento y progresivo, se recomienda tomar en cuenta la susceptibilidad del paciente.
Este es uno de los principales retos en el trabajo con paciente somáticos ya que como resultado de la intensa transferencia podemos experimentar cierta frustración o desconcierto ante la fusión de estos pacientes, principalmente en la llegada de períodos de separación donde se tiene la sensación de no tener el derecho a separarse de ellos ni un instante, ya sea física o psíquicamente, con la fantasía de que esto podría ocurrir en un futuro, todas la veces que existan momentos de separación.
En la transferencia uno de los principales mensajes es el miedo a que el analista se olvide del paciente y este deje de existir. Por otra parte estos pacientes, parecen tener la sensación de que dentro de la separación temporal, el analista, si se lleva cosas buenas de ellos, pero ellos no logran llevarse algo bueno del analista, de tal forma que les incomoda sentir que el analista si puede vivir sin ellos, pero ellos no sin su analista. No entendiendo como su objeto se puede ir y dejarlos solos, si se supone que el objeto – analista siente interés por ellos. Estos pacientes sienten que tienen que realizar un gran esfuerzo para poder confiar en su analista como objeto bueno, siendo este el que siempre falla durante las separaciones. En conclusión lo que buscan estos pacientes es un objeto que funcione como un “chupón”, algo que siempre pueda tener, que se pueda quitar o poner pero que siempre este a la mano.
Una de mis pacientes me hizo el siguiente comentario: “He estado pensando que si mi madre se muere, te pediré que te mudes a vivir conmigo, de lo contrario, no podría vivir”
Referente a estos mensajes en transferencia, P. Marty señala que el movimiento identificatorio profundo, es decir la fusión del paciente con el analista, molestará durante todo el tratamiento.
Joyce McDougall comenta que las somatizaciones llegan a ser menos frecuentes y graves, en el momento en el que se da en el sujeto la capacidad de crear en sí mismo la representación de una instancia maternizante que consuele al niño desesperado y aterrorizado que vive en su interior. Ya que en estos pacientes podemos observar una importante rabia y herida narcisista.
Otra de las puestas en escena por medio de la transferencia es la tendencia que tienen estos pacientes para complacer al analista, como a todos sus demás objetos, se debe de tener cuidado con el caer en esta interacción o no detectarla, ya que se llegaría a lo que anteriormente llamamos como una investidura total del analista.
Esto lo podemos observar en el consultorio, donde estos pacientes continuamente dan la impresión de estar de acuerdo con todas las interpretaciones o señalamientos, que no tienen que ver con la transferencia, parecería que los entienden a la perfección, sin embargo pronto nos damos cuenta que estas interpretaciones no llegan a ningún tipo de profundidad y mucho menos cambios significativos. Pierre Marty nos explica que estas interpretaciones son bien recibidas ya que representan la indiscriminación del terapeuta con el paciente y son totalmente estériles.
Otra reacción que se podría considerar como contratransferencial en el tratamiento de estos pacientes, es la preocupación que sentimos ante sus elecciones de objetos, ya que sabemos lo frágiles que son ante los rechazos y malas experiencias, sin embargo aunque no podamos intervenir de manera directa en esta elección, P. Marty asegura que el tratamiento protegerá al sujeto de las frustraciones inherentes a una mala elección de objeto, por medio de la elucidación de los mecanismos neuróticos, evitando así que se relacionen con objetos que podrían ser peligrosos para ellos, disminuyendo la posibilidad de entrar en una regresión y por consiguiente en una somatización.
 
Conclusiones:
Debemos tomar en cuenta que la necesidad de identificarnos con nuestros objetos, es una premisa básica y general de todo ser humano, así como la tendencia a somatizar situaciones que exceden nuestras capacidades de entendimiento y de resistencia, sin embargo en los pacientes polisomatizantes, esto resulta una fijación que genera una necesidad imperiosa, impidiendo cualquier capacidad de separación – individuación, ya que de ser así y separarse del objeto es como si no pudieran existir a través del otro.
Gracias a la transferencia, nuestros pacientes colocan en nosotros el conflicto y es por medio del análisis en transferencia que logran procesar el daño que les ocasionó las deficiencias que pudo haber tenido la figura materna en el manejo de la separación, en la medida en que ellos dejen de necesitar poner el conflicto en sus otros objetos y en nosotros, sus relaciones podrán tener un desarrollo mucho más natural.
Por todo esto, es importante tener claro qué podemos hacer con esta información que nos muestran de manera recurrente e intensa estos pacientes. Siendo de suma importancia conocer la forma en como estos pacientes se relacionan con sus objetos, para saber que hacer una vez que la transferencia se instale. Por una parte se requiere poder realizar un diagnóstico diferencial, tomando en cuenta la calidad de los vínculos y sus capacidades para hacerse de objetos cercanos, de lo contrario corremos el riesgo de tener un manejo inadecuado de la transferencia, provocando que el paciente abandone el tratamiento o se dé un estancamiento.
Esto quiere decir que uno de nuestros objetivos primordiales es utilizar la transferencia como herramienta principal para el avance en estos tratamientos, ya que se le proporcionará al paciente el beneficio de recibir su información de manera digerible para poder llevar a cabo cambios psíquicos importantes.
También sería de gran avance no limitar los fenómenos psicosomáticos a las enfermedades del cuerpo, sino tener en cuenta todo lo referente al cuerpo real, es decir a todo lo que incluye la parte no verbal que nos presentan los pacientes, así como los posibles atentados a la salud o la integración física, incluyendo las predisposiciones a accidentes corporales y los problemas en el sistema inmune, para lograr todos estos objetivos requerimos no solo los conocimientos teóricos acerca del psico – soma, sino el desarrollo de una sensibilidad que nos permita conectarnos con estos aspectos del paciente.
Me gustaría hacer inca pie en la importancia de desarrollar esta sensibilidad como analistas, frente a fenómenos que pudieran pasar desapercibidos o pudieran ser considerados como comunes o pertenecientes a otras patologías, ya que dentro de estos fenómenos pudieran estar las respuestas a los síntomas de nuestros pacientes. Cierro con una cita de Joyce McDougall en la cual nos señala que “el analista intenta observar atentamente su propio teatro interior e interpretarlo lo mejor posible antes de interpretar el de sus pacientes”.
 
Bibliografía

  • Joyce McDougall, Teatros del cuerpo
  • Pierre Marty, La psicosomática del adulto

 
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