Mariana, una paciente que acude a tratamiento, hizo que recordara una historia: “en la antigua cultura hindú al inicio de los tiempos los dioses se congregaron con el objetivo de crear el Universo, la Naturaleza y al Hombre. Una vez hechos el Universo y la Naturaleza con sus leyes, crearon al Hombre con cualidades físicas para adaptarse a las mismas, pero por ser la creación más débil decidieron también dotarlo de una cualidad que le permitiera tener dominio sobre la Naturaleza y ese dote sería: su Inteligencia.
Una vez creado el hombre, los dioses aún no se sentían satisfechos, como buenos padres y por amor a su creación decidieron regalarle al hombre el bien más preciado de los dioses: la felicidad. Sin embargo el sabio Brahma les dijo a los demás dioses ahí congregados: “no podemos regalar este precioso tesoro al hombre sin que lo haya ganado, ya que si lo hacemos no tendrá conciencia de su valor, no lo apreciará y será incapaz de disfrutarlo y gozar de la plenitud que brinda.
Por lo tanto, los dioses comenzaron a pensar en un lugar digno para tan preciado tesoro, pero sobretodo que tuviera la cualidad de despertar en aquél capaz de encontrarlo, conciencia, sabiduría, y que solamente pudiera descubrirse después de un gran esfuerzo personal, y que de alguna manera implicara el control de sus impulsos primarios. Fue así como Vishnú consideró que el pico de la montaña más alta podría ser un excelente lugar para esconder el tesoro; sin embargo los demás dioses opinaron que algún día la inteligencia del hombre le permitiría llegar hasta la cima de cualquier montaña, y que ello no cumplía con el cometido. Fue así como pasaron muchos dioses que según su tendencia opinaban por distintos lugares. Algunos mencionaron el fondo del mar, otros el centro de la tierra, otros más detrás de las nubes más altas y otros mencionaron planetas lejanos; sin embargo todos ellos eran lugares a los que, utilizando su inteligencia el hombre llegaría tarde o temprano. Fue entonces, que el Gran Shiva padre de los dioses habló diciendo: “escondamos el tesoro de la felicidad en un lugar donde la inteligencia del hombre nunca pensará buscar, un lugar al que solo se acceda con la llave de la humildad, la práctica de los valores y el conocimiento: dentro de sí mismo.”
Y fue así, como los Dioses eternos decidieron depositar el tesoro que haría feliz al hombre, dentro de su corazón.
Mariana, quién se encuentra al final de la década de los treintas, solicitó tratamiento debido a un continuo malestar que tenía controlando su vida desde hacía 20 años, esto era la obsesión por su peso, las dietas y su figura, así como por los constantes episodios de vómito autoinducido, ejercicio compulsivo y abuso de laxantes, ya que a pesar de tener un peso bajo, su permanente sensación de estar gorda, la empujaba continuamente en éste camino el cual tenía una meta, la felicidad y la plenitud de la vida, basada en una figura perfecta.
Sin embargo, al avanzar en el camino analítico de su propio conocimiento, fue descubriendo y describiendo con gran dificultad, la tristeza y la sensación de vacío que la invadían, lo cual se había encontrado oculto por muchos años detrás de la obsesión por el peso, las calorías y el vómito, en donde la meta de la felicidad y la plenitud de la vida, basadas en una figura perfecta, comenzaban a ponerse en duda.
Al intentar comprender la búsqueda hacia la felicidad que Mariana intentaba, se remontó a su pasado, en donde recordó que los lazos de su familia fueron basados en la necesidad de mantener buenos modales, buena figura, pero sobretodo una gran apariencia.
Mariana comenzó a narrar las expectativas que sus padres depositaron sobre ella, éstas se traducían en la necesidad de ser una princesa, cuidando los modales, la delgadez, pero sobre todo su aspecto. Gestándose así la sensación de vacío interno y un molde caracterológico para el resto de su vida, que la llevo a luchar desde entonces por ser la “hija princesa”, posteriormente la “esposa-princesa”, y por supuesto la “paciente – princesa”.
Fue así como el setting analítico se vio invadido por esta atmósfera de perfección y frialdad que me remitía al escenario de la realeza, en donde aparentemente existía un gran compromiso por el trabajo analítico, no obstante se acompañaba de una gran sensación de vacío innombrable y en aquel momento inasible para ambas.
El trabajo analítico pone de manifiesto la premisa de viajar hacia nuestro propio mundo interno, por lo que, cada vez que Mariana intentaba hablar sobre sí misma, frecuentemente repetía, “me siento vacía, creo que sólo hay tallas y dietas en mí”. El espacio de análisis comenzó a nutrir las herramientas necesarias para emprender el viaje hacia ese mundo interno.
Fue así, como a través de la alianza terapéutica, la transferencia se pudo desplegar. Entendiendo a ésta última como el vínculo entre paciente y analista que permite la reedición de las relaciones del pasado, sobre el analista en el aquí y en el ahora.
Apareciendo así elementos peculiares, característicos de la vida de Mariana depositados en la relación conmigo, en especial la frialdad, la superficialidad, la perfección y la búsqueda por complacer a las figuras que ella vivía como autoridad. Lo anterior cargado de una gran autoexigencia, autocrítica canalizado en gran medida en la dureza e inflexibilidad hacia sus conductas alimenticias y hacia la mayoría de las cosas que implicaran placer para ella, privándose no solamente del chocolate y los platillos deliciosos, sino de todo aquello que implicara un placer para ella. Ya que existía la fantasía, de que al ser, quién ella tenía ganas de ser, perdería el amor y la aceptación de sus padres, ya que implicaría tomar características nunca antes experimentadas por ellos.
Mariana a lo largo del viaje hacia su propio mundo interno fue tomando consciencia en el espejeo del vínculo analítico, de los aspectos y características que tenían dominada su vida, despertándose así, un monto de angustia y miedo, que parecían haber estado dormidos y anestesiados por los síntomas de la bulimia, quedando ahora libres, sin riendas y a merced de sus necesidades. Ya que, los síntomas de la bulimia, habían cumplido dos grandes funciones, por un lado la descarga y el manejo de la voracidad, el enojo, el descuido y la tristeza, y por el otro, le había brindado la oportunidad de lidiar no solo con sus miedos y angustias, sino con sus carencias, tanto emocionales como afectivas.
Fue así como se vio acentuado en Mariana una serie de exigencias, rituales, pensamientos obsesivo repetitivos alrededor de la comida, de las apariencias, de sus hijas y de su familia en general, por lo que no se permitía hacer cosas que le dieran la sensación de perder el control, cómo por ejemplo comer algo de lo que no se conociera el contenido calórico.
Lo anterior también se pudo observar en el campo analítico, ya que Mariana tenía una serie de temas que estaban “permitidos” tratar conmigo en su análisis, ya que lo anterior, la hacía sentir segura y con el control, tal como ocurría con la comida y sus dietas.
De pronto, al paso de los meses y del trabajo analítico, la incapacidad inicial que había en Mariana de reconocerse más allá de su peso y su talla, dio un giro, ya que aquellas sensaciones imposibles de nombrar que revoloteaba en su mundo interno cambió, lográndose girar la brújula que marcaba el camino de la búsqueda hacia su bienestar, cambiando la ruta del exterior hacia su interior, alumbrándose así por primera vez, un lugar que había estado olvidado, un espacio de bienestar, donde estaban sometidos y albergados sus deseos, sus pensamientos, su capacidad de amar y la posibilidad de vincularse a un nivel hasta ahora desconocido por ella.
En varias ocasiones al trabajar con Mariana, me daba cuenta de tener la sensación de estar siendo demandada por ella, pero sin poder identificar con claridad en qué, y me pregunté en varios momentos: ¿Qué necesita Mariana de éste espacio?…y fue tiempo después cuando comprendí que sus necesidades habían mutado, que de manera gradual el setting analítico y la transferencia fueron abasteciéndola, alimentándola y nutriéndola a través de las palabras, la interpretación, la constancia y el respeto.
Ahora por momentos, ha comenzado a experimentar gradualmente sus propios deseos, sin estar bajo el yugo del deber ser, el cuál ha sido una herencia que logrará domar con mayor facilidad, conforme más se fortalezca.
Mariana está buscando alimentarse, permitiéndose comer y nutrirse recuperando poco a poco la fuerza necesaria para su autonomía afectiva. Viajando aún hacía su propio mundo interno, fue entonces cuando comprendí que el Gran Shiva tenía razón, ya que su búsqueda estuvo en la dirección equivocada por muchos años, buscó en el fondo de las apariencias, en las estrellas de la ropa y en las montañas de su cuerpo, sin embargo ahora, está experimentando una nueva percepción de su mundo interno, de sus experiencias y necesidades, está buscando en donde el Gran Shiva escogió, su propio corazón.