La Separación de los Amantes
Autor: XimenaMoreira

En el presente trabajo desarrollé el tema de la separación de los amantes y sus consecuencias psicológicas en el individuo. Por amantes se entenderá en este ensayo, a aquellas personas que aún viven, que aún se aman, y que son separados abruptamente por las normas sociales, la religión o alguna otra causa que haga su unión “imposible”. Se  planteará que la separación es como la muerte, uno esta sentenciado a morir, tanto en la conciencia del otro como en la propia, la separación es el equivalente simbólico a la muerte en vida.

A todo esto sobreviene una pregunta ¿Porque el hombre buscaría en primera instancia un amor imposible? Un amor que transgrede las reglas sociales dentro de su comunidad y que sabe está condenado a la separación o al fracaso.  Se busca en la medida en que es sentido, como un amor “libre”, el hombre deja de estar obligado desde fuera, a la unión. Esta unión es un intento de autocuración, el hombre se siente libre, se libera de las normas sociales, se permite gozar. Los encuentros son esporádicos, llenos de aventura y placer. Se conserva una imagen ideal del otro, en la medida en que no hay una cotidianidad.

Se busca en el amante aquello de lo cual se carece,  ya sea juventud, inocencia o madurez y experiencia, en el caso inverso. Hay por lo tanto en dichas uniones un fracaso en el Ideal del Yo, en la medida de que aquello que se es, no es totalmente aceptado por el Yo, quien desearía ser más joven o maduro. Este tipo de elecciones objétales, son narcisistas, se introyecta al objeto, se devora al objeto y se lo apropia. Así el objeto interno se somete al Yo. El amor se hace agresivo.

El superyó de ambos amantes no aprueba dicha unión, y la culpa es alimentada, por lo que sobreviene la separación. Una vez perdido el objeto, el Yo se enfada con él y por ende también contra si mismo.

La separación amorosa y muerte son cómplices según Caruso. Pues al terminar una relación de este tipo, todo aquello relacionado con esta persona, dentro del otro muere, se desinviste (es decir, que la energía pulsional es retirada del objeto) . Así se  experimenta la muerte dentro de la vida, pues el Yo pierde gran parte de su identidad, siendo esta dependiente de la identidad del amante. Se sabe que el otro también olvida, esto es lo mas doloroso,  experimentar mi muerte en la conciencia del otro.

La separación entre dos personas que se aman, se vive como una catástrofe del yo, ya que la díada según Bowlby: como sería la díada madre e hijo, es  destruida. Por lo tanto al estar ausente el objeto de identificación, el Yo se siente mutilado y sufre una pérdida de identidad importante.

Nos separamos de los otros y de nosotros mismos, creemos poseer pero se nos escapa de las manos. El ser humano se defiende frente a los estímulos destructores. Se tiende así, al deseo de posesión del objeto y el deseo de destrucción del mismo. El Yo se siente profundamente herido, ya que amaba y contribuyó a la separación, a su propio sufrimiento. El Yo se encuentra desgarrado, en falta, pierde temporalmente su identidad y experimenta sentimientos de muerte. Aunque en las separaciones existe un activo, que es el que decide separarse y un pasivo, el que es “dejado”, este último rol es el más difícil, pues no fue su decisión, el quería seguir acompañado de su amante.

Al estar el Yo mutilado, se ponen en marcha varios mecanismos de defensa. Un ejemplo de estos sería la agresividad. El objeto se vive como abandonador y se le devalúa, para restaurar el narcisismo herido. El sujeto desinviste al objeto y busca olvidarlo usando la indiferencia. En estos casos no será extraño escuchar el “me importa un bledo”. El sujeto empieza a buscar opciones para distraerse,  para usar la energía psiquica, que ha sido liberada. Aparecen varias defensas obsesivas, para no caer en depresión, buscará la actividad (trabajo, hobbie), o/y usará defensas maniacas (fiestas, alcohol, personas del sexo opuesto), otra opción podría ser buscar una ideología religiosa o filosófica, para restablecer su identidad usando la racionalización.

Sin embargo, estos mecanismos no son suficientes para calmar la desesparación que causa el perder al objeto de amor, la sustitución no tiene éxito, ya que contradice al Yo, quien busca al objeto desesperadamente.

Por contradictorio que parezca, la disminución del valor propio a causa de una separación provoca hacia el otro agresividad, devaluación y la muerte del ausente, pero también su idealización.

Se crea una situación de ambivalencia, en donde el Yo profundamente herido, desea el bien del ser amado, pero a su vez desea su mala fortuna, “él o ella no puede vivir sin mí, se morirá”, esto es una defensa, pues es doloroso, escuchar que el bienestar del otro es independiente de mí y que efectivamente uno mismo, se siente morir, sin el ausente.

El amante ausente es pronto convertido en una imagen insustituible, única y perdida para siempre; acto seguido será vivido como traidor, como alguien que ha fallado, como desagradecido y olvidadizo.

El ser humano siempre está entre la simpatía y el rechazo, entre querer vivir más y no querer vivir así. Cuando hay una separación se trata de vencer la ambivalencia pues el individuo se decide por algo: ya no querer vivir así. Esta decisión es muchas veces aplazada, los ausentes empiezan a mandarse cartas, o a frecuentarse esporádicamente, esto es un sustituto para estar con el ser amado, pero no satisfacen la necesidad. En ocasiones es más doloroso, pues también agudizan la ausencia. Solo traen una relajación breve y engañosa. Sobreviene una angustia tanto de la presencia del objeto, como de su ausencia.  Solo a través de un proceso de duelo, la ambivalencia es vencida.

La regresión provocada por la catástrofe del Yo en la separación representa una desestructuración compleja, y llena de contradicciones de una investidura objetal, la cual esta tuvo que ser extraordinariamente ambivalente durante la relación de pareja y en este proceso de separación se potensializa. El odio se vuelve más importante que el amor. La protesta  y el odio se dirigen no solo contra el objeto perdido, sino también hacia el propio Yo identificado con el amado y hacia la realidad, la realidad que los ha separado.

La separación ya no solo representa la falta de una necesidad cumplida, sino también el fracaso a la autocuración, el fracaso hacia la libertad.  Sobreviene la represión, con el tiempo, se sabe que algo se ha perdido, pero una vez pasado, es difícil revivirlo afectivamente, se queda en el pasado “cuanto lo amé”.

Siendo el hombre el único animal consciente de su muerte, al saberse finito, busca la felicidad, busca la autorrealización, busca al otro con el cual compartir su vida. Al saberse mortal, efímero, busca hacer historia, busca ser apasionado.  La separación de los amantes es un adelanto a esta muerte esperada, saber que no durara para siempre, preguntarse si vale la pena vivir lo que queda de vida acompañado de aquel que es la pareja o si es mejor sufrir de una vez, para luego vivir mejor.  La destrucción es placentera en este sentido, pues se espera algo positivo de esta.

Así se pueden entender varios obras literarias, como Romeo y Julieta, donde ante la separación ambos prefieren morir antes que olvidar al otro. Es el ejemplo también de Ana Karenina, ella es la amante que es dejada, la pasiva,  ante la separación ella decide quitarse la vida. Pues el dejar de existir en la consciencia del otro es tan insoportable que es preferible quitarse la vida mediante el suicidio. Dejando así el amor vivo, el amor de Romeo y Julieta, ese amor idealizado e inmortal.

Hay otras personalidades que tienden hacia la muerte a partir de una separación, destruimos todo lo que hay en nosotros  y alrededor nuestro porque no permanece eternamente.  El hombre no se apasiona, no llega a amar a otro. Para no tener que vivir con la separación, preferimos a diario no vivir, reprimir la vida. Entonces el amor fracasa por angustia ante la pasión. Los mujeriegos son un ejemplo de este tipo de casos pues reprimen cualquier impulso de una verdadera entrega. Otro ejemplo de personas que caen dentro de este mismo tipo son aquellos que se aíslan formando una barrera impenetrable a cualquier relación amorosa.

Otra causa de separación, es la provocada por el componente oral canibalista.  Que consiste en la ilusión de que el objeto está en mi y no se justifica fuera de mi, tiene que complacer todas mis necesidades. Todo intento del objeto de ser autónomo se traduce para el otro como una traición. Se trata de modificarlo, aunque esto significa perturbar y atrofiar en él lo viviente, amar a alguien para hacerle distinto significa asesinarle. Este sería el ejemplo de aquellos que sufren de celos patológicos, deseo de control del otro usando la violencia ya sea física o psicológica.

El amor maduro, sano, se basa en poder compartir mi mundo con el otro y adentrarme en el suyo, de esa forma uno vive en dos mundos compartidos, uno se enriquece y crece. Uno comparte las angustias, las compulsiones, las mentiras también. Lo monótono de mi mundo, se convierte entonces en un mundo compartido pero al mismo tiempo intimo y autónomo.