Liliana Portales

Cuando un paciente llega a análisis, por lo general manifiesta algún malestar que disminuir, una herida que sanar, un enojo que elaborar; pero si escuchamos con detenimiento, en muchas ocasiones, busca reparar algo en su historia. Creo que el espacio analítico es un lugar donde se plasman contenidos del mundo interno, siendo una oportunidad para el paciente de poder reparar componentes de su historia de vida, esto con la finalidad de poder afrontar los contenidos negativos (por así llamarlos) y retener los objetos buenos. A simple vista suena fácil resumirlo así, pero sabemos que para poder llegar a este punto se requiere de todo un proceso. 

A lo largo de la obra de Melanie Klein, podemos observar el planteamiento, de tanto de los aspectos agresivos y destructivos del bebé, como aquellos de índole más libidinal. En su obra Amor, Culpa y Reparación (1937), plantea cómo estas distintas fuerzas coexisten. Esto es crucial al momento de abordar el tema de la reparación, ya que para que se pueda llevar a cabo, es porque ha ocurrido un daño, el cual puede ser real o fantaseado. Para poder ahondar en el tema de la importancia de la reparación, comenzaré por explicar de dónde surge esta necesidad en el individuo.

Hanna Segal, en su libro Introducción a la obra de Melanie Klein (2008) aborda los temas centrales de la teoría Kleiniana. Al retomar el concepto de la posición esquizo-paranoide, explica que el bebé escinde a la madre, por lo que es un objeto parcial. Todo aquello que le brinda al bebé satisfacción y es gratificante es vivido como el pecho bueno, mientras que todo aquello que frustra al bebé es el pecho malo, al que convierte en perseguidor. Esto  le desencadena angustias persecutorias, ya que teme ser atacado por el pecho malo. En palabras de Segal (2008): “La ansiedad predominante de la posición esquizo-paranoide es que el objeto u objetos persecutorios se introducirán en el yo y avasallarán y aniquilarán tanto al objeto ideal como al Yo”. (p.31). Aquí el yo teme ser atacado por el objeto perseguidor. Si el bebé es capaz de integrar las características libidinales como las agresivas, entonces es capaz de colocarse en una posición depresiva. 

Robert Hinshelwood en su obra Diccionario del pensamiento Kleiniano (1989) logra explicar de manera muy precisa la posición depresiva. Al integrar al objeto y volverlo así en un objeto total, el bebé teme haber dañado los aspectos positivos con las fantasías destructivas, que descargaba en el pecho malo. Se percata de que aquello que ama es a la vez lo que odia. Esto genera culpa ya que teme haber dañado, e incluso, destruido al objeto con su agresión. Es importante resaltar que no solamente se teme haber dañado al objeto gratificante, sino a sus partes buenas introyectadas. “Junto con los impulsos destructivos existe en el inconsciente del niño y del adulto una profunda necesidad de hacer sacrificios para reparar a las personas amadas que, en la fantasía, han sufrido daño o destrucción”. (Klein, 1937, p.315).  

El sufrimiento que generan las angustias depresivas, pueden suscitar defensas maniacas. Andrea Córdova plantea que la finalidad de estas defensas “consiste en reparar al objeto sin experimentar sentimientos de culpa o perdida” (2014, p. 55). Se protege al yo de esta desesperación utilizando los mecanismos de control, triunfo y desdén. (Córdova, 2014). Para ejemplificar esto de manera más detallada, cito a Julia Kristeva (2000) “De este modo, niega la importancia que tienen para él sus objetos buenos, los desvaloriza y los rebaja; su desprendimiento es el índice de su sentimiento de omnipotencia ejercida sobre otro anulado”. (p. 72). Esto hace que el sujeto se sienta menos dependiente de sus objetos y por ende, menos desvalido. (Hinshelwood, 1989). El problema ante esta postura, es que al devaluar a sus objetos y anularlos, acaba con las partes malas pero también anula las partes buenas, lo cual le genera sensación de vacío. 

Quiero enfatizar las diferencias significativas existentes entre la reparación maníaca y la reparación que busca el cuidado y bienestar de los objetos. Me parece que Segal logra ilustrarlas de manera muy clara. Dice: “La reparación propiamente dicha, apenas puede considerarse una defensa, ya que se basa en el reconocimiento de la realidad psíquica, en la vivencia del dolor que esta realidad causa, y en la adopción de una acción adecuada para remediarla en la fantasía y en la realidad. La reparación es justamente lo opuesto a una defensa; es un mecanismo de gran importancia para el desarrollo del yo y para su adaptación a la realidad.” (2008, p. 98). 

Klein afirma que la reparación es parte fundamental de las relaciones amorosas. (1937). A su vez, Hinshelwood estipula que esto permite los sentimientos generosos y altruistas dirigidos al bienestar del objeto. Un gran diferenciador entre la posición esquizo-paranoide y la posición depresiva es que, en la primera, solamente se aman las partes buenas del objeto y se tiende a idealizarlo para desplazar todos los aspectos negativos, o de lo contrario, contiene solamente los aspectos malos, por lo que se torna en persecutorio. En la posición depresiva, el objeto es amado a pesar de las características malas que puede tener, lo cual da pie a un vínculo más maduro y gratificante. 

Es primordial plantear que, en los procesos de duelo, el sujeto no solamente cree haber perdido las cosas buenas que le proporcionaba el objeto, sino también las cosas buenas internas con las que se había identificado. Esto da cabida al proceso de reparación. Las angustias depresivas se reactivarán cada vez que el sujeto se enfrente ante una pérdida. (Hinshelwood, 1989). Córdova (2014) retoma la propuesta de Klein que explica que, ante un duelo, la persona se ve en la necesidad de retomar los vínculos con el mundo externo para reparar la pérdida y reconstruir el mundo interno. Como el sujeto afronte sus pérdidas, mucho tendrá que ver cómo fue la resolución de cuando afrontó la posición depresiva en la niñez. Por ejemplo, en el caso de no haber elaborado satisfactoriamente la posición esquizo-paranoide, “la persecución ocupa el lugar del dolor”. (Paciuk, 1998, p. 102). Por lo que, al predominar esta posición, se podrá observar que el sujeto vivirá al objeto perdido como persecutorio. 

Un detonante fundamental para que se pueda lograr el anhelo de reparar al objeto es la culpa. “La culpa por lo general da origen a un cuidado, que es una reacción más esperanzada frente a la posición depresiva. El cuidado promueve arreglar las cosas…” (Hinshelwood, 1989, p. 194). La culpa no solamente promueve relaciones interpersonales cercanas, sino que es un elemento clave para el desarrollo social de la persona. Para ilustrar esto de manera más clara, me gustaría retomar un fragmento de Winnicott tomado de su texto El Desarrollo de la capacidad de preocuparse por el otro

La palabra “preocupación” se utiliza para referirse, en positivo, al mismo fenómeno al que se alude en negativo con la palabra “culpa”. El sentimiento de culpa es una angustia vinculada con el concepto de ambivalencia […] La preocupación entraña una integración y un desarrollo más avanzados y se relaciona de modo positivo con el sentido de responsabilidad del individuo[…] La preocupación se refiere al hecho de que el individuo cuida o le importa el otro, siente y acepta la responsabilidad. (1990, p. 68). 

Winnicott hace énfasis en la importancia que esto tiene en el análisis, ya que esta capacidad se encuentra presente en el juego y en trabajos constructivos (como lo es el tratamiento terapéutico). Lo determina como un indicador de una vida sana. Al principio el bebé utiliza a la madre de manera incompasiva, ya que solamente representa un objeto gratificador de pulsiones: “el bebé usa al objeto sin detenerse a pensar en las consecuencias”. (Winnicott, 1990, p. 70). Esto genera en él sentimientos de culpa, que son soportados y disminuidos por la contribución a la madre-ambiente, quien le ofrece la oportunidad de dar y reparar, lo cual es necesario para que se pueda llevar a cabo la capacidad de preocuparse por el otro. “La capacidad de preocuparse es, pues, siguiente a unos complejos procesos de maduración cuya efectivización depende de que se presente un cuidado suficientemente bueno al bebé y al niño”. (Winnicott, 1990, 69). Al ser capaz de preocuparse por la madre se establece un ciclo benigno, donde la culpa que siente el bebé por haber sido hostil hacia el objeto, es reducida por la empatía de la madre-ambiente, quien de manera simbólica le permite reparar el daño. (Winnicott, 1990). Si no se da una “reparación confiable […] el bebé perderá la capacidad de preocuparse y la reemplazará por angustias y defensas más primitivas, tales como la escisión o la desintegración”. (Winnicott, 1990, p. 71). Podríamos decir que, si no hubo una madre suficientemente buena, el mismo bebé no se sentirá en la necesidad de cuidarla y, por ende, de preocuparse por ella. 

Creo que por el momento ha quedado explicado de manera breve la posición depresiva. Me parece vital ejemplificar ¿cómo podemos ver la reparación manifiesta en conductas? Klein (1937) afirma que en el caso de los niños podemos observar esto al momento de jugar. En ocasiones, el niño tratará de reparar lo que destruyó, como por ejemplo arreglar el juguete que rompió. Los juegos donde asume un rol distinto (por ejemplo, una niña jugando a las muñecas) podrá reflejar aspectos que desearía reparar en su relación con su madre. “Así, al invertir la situación, es decir, al actuar hacia otros como padres bondadosos, nos recreamos y gozamos en la fantasía del amor y la bondad que anhelamos en nuestros padres”. (Klein, 1937 p.316). Por otro lado, pienso en aquellos abuelos que cambian ante la llegada de los nietos y que, de ser padres duros y poco afectuosos, cambian de manera radical con sus nietos, esto tal vez como reflejo de un intento de reparación de la relación anhelada con los hijos. Esto se presenta como una oportunidad de “reeditar” la propia niñez. (Klein, 1937). Klein ejemplifica que, en ocasiones, los niños reparan aspectos de sus relaciones con sus hermanos, con sus compañeros en la escuela o con amigos. Esto prevalece en la vida adulta, donde las amistades pueden fungir un rol reparador (1937). 

Un factor que no he abordado que es indispensable para que la reparación se pueda llevar a cabo, es que el entorno del niño le permita al mismo enmendar el daño hecho. Podemos pensar en padres demasiado punitivos, que a pesar de los esfuerzos del niño en mostrar su arrepentimiento y en tratar de reparar el daño, aceptan la oferta de mala gana, o afirman aceptarla, pero posteriormente reprochan el daño que ya se había considerado como reparado, dejando así entrever que el daño persiste. 

Otro ejemplo de un ambiente poco facilitador para la reparación es: “La indulgencia materna exagerada tiende a fomentar un clima de quietud y, además, no da campo suficiente para el ejercicio del impulso infantil de hacer reparación, sacrificios a veces, y desarrollar una verdadera consideración hacia los demás”. (Klein, 1937 p. 322). Si el niño siente que nunca daña al objeto porque su entorno aprueba todas sus conductas, ¿qué se puede reparar si no hay daño? Este abordaje sobre la indulgencia, está relacionado con la postura de Winnicott, quien afirma que para el niño la necesidad de dar es mayor a la de recibir. Ejemplifica que cuando el infante juega a simular el cuidado de un bebé, necesita de alguien que tome en serio el juego simulado (1990). 

Para Klein la reparación es una parte “inherente de la capacidad de amar – ensancha su ámbito, consolidando la posibilidad infantil de aceptar amor y de hacer suya, por varios medios, la bondad proveniente del mundo externo. Un equilibrio satisfactorio entre “dar” y “recibir” es condición primordial para la felicidad futura”. (1937 p. 344). 

Finalmente, me gustaría señalar que la posición depresiva culmina en aspectos libidinales como la gratitud, la autoestima y la confianza. Si se logra una adecuada identificación con el objeto bueno, la persona sentirá que cuenta internamente con los aspectos positivos del mismo. “El objeto interno bueno provee el diálogo interno continuado de aliento y autoestima que es la base de la confianza y de la seguridad psicológica”. (Hinshelwood, 1989, p. 186). Esto me parece de suma importancia ya que, en momentos de desolación, tristeza y/o angustia, el sujeto puede recurrir a este diálogo interno para buscar la seguridad de la cual carece en ese momento. Lo anterior está íntimamente correlacionado con los vínculos que se establecieron en la infancia. Como plantea Klein: “Precisamente la cantidad de amor que el niño experimenta hacia su madre le proporciona una gran disponibilidad para sus vínculos futuros. El proceso de desplazar amor es de suma importancia para el desarrollo de la personalidad y para las relaciones humanas y podríamos decir, incluso, para el desarrollo de la cultura y de la civilización. (1937, p.329).“

Opino que la posibilidad de lograr el proceso de desplazar amor, está relacionado directamente con la capacidad que tuvo el niño de poder reparar a sus objetos y de que hayan predominado los aspectos buenos internalizados. Además, obtendrá la posibilidad de incrementar la satisfacción auténtica, logrando así ser más tolerante ante las privaciones, reduciendo así la voracidad, el odio y la envidia. (Klein, 1937). 

Algo que me parece sumamente significativo del proceso de reparación, es el papel que juega dentro del proceso de análisis del paciente. Como analistas, pienso que el observar cómo el paciente repara a sus objetos y cómo vive este proceso, nos revela una parte importante de su mundo interno. Habrá el paciente que viva la reparación como someterse ante un otro o que lo haga de una manera compulsiva cuando la culpa sea desbordante, lo cual no sería una reparación propiamente dicha, sino una manera de aplacar a los objetos persecutorios. La reparación es desencadenada por la culpa, pero también por los procesos que se presentan a lo largo de la vida. “En el ámbito psicoanalítico se entiende que tal expresión dolorosa puede ser originada además por una pérdida de cosas, por desengaños, por desilusiones y por pérdida de valores o caída de ideales, e incluso (sobre todo con Melanie Klein) separaciones”. (Paciuk, 1998, p. 4 y 5). Esto me parece ilustrativo al momento de trasladar este concepto a nuestra práctica, ya que la mayoría de las veces no se manifiesta la teoría de manera exacta en el consultorio, sino que son matices que nos dejan entre ver lo que está ocurriendo en el inconsciente del paciente. Los ejemplos que expone Paciuk, nos permiten ver un panorama más general sobre los detonantes que pueden desencadenar un proceso de reparación. Por otro lado, al observar cómo el paciente sobrelleva estas dificultades, podemos lograr comprender cómo afrontó en algún momento la posición depresiva, ya que nuevas experiencias remiten a cómo fue alguna vez. Por otro lado, a decir de Córdova (2014) “el paciente reedita en la situación analítica los aspectos de su propio proceso de elaboración de la posición depresiva” (p27). Esto brinda la oportunidad al paciente de restaurar la manera en la que afronta estas angustias depresivas y su propio proceso de reparación. 

Retomando el tema de las defensas maníacas, me parece que actualmente, vivimos en un momento de la historia donde hay una gran inclinación a acudir a este tipo de defensas. Las cosas que ya no son “útiles” las reemplazamos por cosas nuevas. Somos menos tolerantes ante los defectos de los demás y se proyecta de manera constante una imagen de una perfección aspiracional. Se proyecta lo bueno y lo malo queda escindido. Las relaciones de pareja han adquirido mayor complejidad ya que, a la menor desilusión, se devalúa a la persona para justificar la intolerancia ante sus defectos y se busca un reemplazo rápido. Opino que es importante tomar esto en cuenta ya que de manera constante lo podemos observar dentro del consultorio. Llegan pacientes que quieren resolver malestares sin atravesar por esa desesperación causada por la culpa o la pérdida. Es importante considerar que, en ocasiones, estas defensas operarán en nuestra contra en el análisis del paciente, ya que “esas defensas atacarán al objetivo de la cura, tratando de paralizar al analista”. (Kristeva, 2004 p. 72). 

Alejandro Radchik en su libro “Mapas de lo inconsciente” (2019), ilustra de manera muy clara como la gente oscila entre la posición esquizo-paranoide y la depresiva. Para ejemplificar esto, relata un fragmento de una película donde una mujer, despechada por una separación amorosa, comienza una relación donde idealiza a su pareja. La mujer escinde a la nueva pareja, atribuyéndole solamente aspectos buenos, pero esto se torna en una relación de sometimiento, donde el hombre la manipula y controla. Después de un tiempo, la mujer recapacita sobre esta dinámica, y decide alejarse, para ahora poder repararse a ella misma. Al momento de separarse de su esposo, la mujer adopta una posición esquizo-paranoide y después se encuentra en una posición depresiva, la cual abre paso a su propia reparación. (2019, p. 35). “En la práctica, la angustia es mixta”. (Hinshelwood, 1989). Esto me parece crucial al momento de pensar en la práctica, ya que, a lo largo del tratamiento, podemos ver cómo los pacientes pueden fluctuar entre estas dos posiciones y los recursos con los que cuentan al momento de afrontarlas. “Al estar en la posición depresiva seremos más activos y menos dependientes [… ] Tendremos menos miedo de los demás, pues en vez de esperar la retaliación, fomentaremos la reparación”. (Radchik, 2019 p. 34). Creo que no se trata de estigmatizar la posición esquizo-paranoide, sino de que predomine la posición depresiva, la reparación y la gratitud. 

Por otro lado, el análisis permite al paciente reparar aspectos de sus objetos iniciales sin resultar tan amenazante. Retornando a Klein, “Como sus sentimientos hacia estas nuevas personas no son tan fuertes, sus impulsos de reparación, que una culpa excesiva hubiera obstaculizado, pueden manifestarse ahora más plenamente”. (1937 p.330). Así como el paciente logra reparar en distintas figuras, creo que la transferencia nos permite ocupar el lugar de estos objetos iniciales que a veces se busca reparar sin resultar tan abrumador para el paciente. “… se quiere alcanzar ante todo una reparación del mundo interno por la vía de reparar el mundo externo”. (Hinshelwood, 1989, p.255). El espacio analítico permite plasmar ese mundo interno en una parte del mundo externo del paciente. Entran en juego los objetos internos del paciente, pero por medio de la transferencia, se pueden reparar en el mundo externo. 

Finalmente, me parece que como analistas es imprescindible pensar en las propias reparaciones que hemos hecho a lo largo de nuestra vida y dentro de nuestro propio análisis. Esto nos permite comprender a mayor profundidad los duelos y angustias que atraviesan nuestros pacientes, y como detrás de esto puede surgir un crecimiento personal. Pienso que como analistas el ser partícipes de la reparación de un otro, reparamos ciertas cosas en nosotros mismos. Acompañar al paciente en este proceso no siempre es fácil, pero para lograr dicha reparación, es necesario atravesar con él los momentos de desolación, lo cual puede ser amenazante ya que nos remite a nuestras propias angustias. Creo que, así como en muchas ocasiones somos testigos de enojos, frustraciones, duelos, angustias y contenedores de esto, uno de los aspectos más gratificantes y libidinales de nuestra profesión es acompañar y ser testigos de cómo el paciente logra reparar aspectos de su vida, tornando así lo doloroso en aquello que lo fortalece. 

Referencias

Córdova, Andrea. (2014). Reparación y su relación con el cambio psíquico en la obra de Melanie Klein. (Tesis de maestría). Universidad de Chile. Recuperado el 28 de julio, 2020 en: http://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/135633/Andrea%20cordova%20V..pdf;sequence=1

Hinshelwood, Robert. (1989). Diccionario del pensamiento Keliniano. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu Editores. pp. 181-196 y pp. 529-534. 

Klein, Melanie. (1937). Amor, culpa y reparación. Buenos Aires. Paidós. pp. 310-345. 

Kristeva, Julia. (2000). Un Genio Femenino: Melanie Klein. Buenos Aires. Paidós. pp. 70-75. 

Paciuk, S. (1998). Duelos depresivos y duelos reparatorios. Revista Uruguaya De Psicoanálisis, (88), 99-111. Recuperado de: https://www.apuruguay.org/apurevista/1990/1688724719988806.pdf

Radchik, Alejandro. (2019). Mapas de lo inconsciente. México. Editores de Textos Mexicanos. pp. 33-35. 

Segal, Hanna. (2008). Introducción a la obra de Melanie Klein. México. Paidós. pp. 29-104.

Winnicott, Donald. (1990). Deprivación y delincuencia. Argentina. Paidós. pp. 57-76.