Por: Alejandro Martini Morel
Albert Camus, novelista, ensayista y dramaturgo francés, es considerado uno de los escritores más importantes del siglo XX. Su obra, caracterizada por un estilo vigoroso y conciso, refleja la “philosophie de l’absurde”, la sensación de alienación y desencanto junto a la afirmación de las cualidades positivas de la dignidad y la fraternidad humana.
Camus nació en Mondovi (actualmente Drean, Argelia), el 7 de noviembre de 1913. En 1914 muere su padre Lucien Camus a la edad de 28 años durante la batalla de la Marne en la primera guerra mundial. El autor sólo lo conoció a través de una fotografía y una anécdota significativa retomada en el libro; su repulsión frente al espectáculo de una ejecución capital.
Su padre fue granjero vitivinícola y de bajos recursos económicos, nacido en Alger en 1885 y descendiente de los primeros inmigrantes franceses. Quedó huérfano a la edad de un año, a partir de la cual fue ingresado en una pensión para niños y criado por sus hermanos mayores. En 1907 ingresa al ejército. Vivió el autoritarismo francés que predicaba civilizar el pueblo argelino combatiendo el salvajismo y el fanatismo, mientras promovía la unificación y francofonización de la raza.
Con la muerte del padre la familia del autor vive entonces pensionada por el gobierno. Fue criado por su madre y una abuela autoritaria. Vivió en la miseria y según Camus “La pobreza me llevó a creer que todo está bien bajo el sol y en la historia; el sol me enseñó que la historia no lo es todo.”
Su madre, Catherine Sintés, de raíces españolas, era sirvienta para mantener a sus hijos Lucien y Albert. Camus tuvo para con ella un cariño desbordante: “Oh madre, oh tierna, querida niña, más grande que mi tiempo, más grande que la historia que te sometía a ella, más verdadera que todo lo que he amado en éste mundo, oh madre, perdona a tu hijo que huyó de la noche de tu verdad” (Camus 1960). Sin embargo nunca se estableció una verdadera comunicación entre ambos, debido en gran parte a su sordera, a su analfabetismo y a sus ausencias repetidas del hogar. No se daba a entender y daba la impresión de ser indiferente y extraña. En El primer hombre escribe: “Y lo que más deseaba en el mundo, que su madre leyese todo lo que había sido su vida y su carne, eso era imposible. Su amor, su único amor sería mudo para siempre” (Camus 1960).
Algunos creían que era muda o retrasada mental. Otras personas pensaban, que sus taras se debían a complicaciones de una meningitis mal medicada o que había tenido una conmoción cerebral en el momento que se había enterado de la muerte de su esposo. Finalmente Camus pensaba que era sorda por consecuencia de una tifoidea. Fue una madre asustadiza, nunca se quejaba y siempre estaba sonriente. Pasaba largas horas viendo por la ventana las personas y los tranvías pasar. La abuela se encargaba de ahuyentar los pretendientes que se acercaban a la madre del autor, si ésta se arreglaba para atraerlos, la abuela la trataba de “puta”.
Siempre fue buen alumno en la escuela; asistió a una institución religiosa y estricta aunque en casa no había una gran devoción a Dios. La sexualidad era tema proscrito; su abuela solía decir que la masturbación provocaba sordera, ceguera o locura.
Desde la secundaria mostró dotes para la escritura y un interés particular por la filosofía. En casa era más importante trabajar que estudiar debido a las dificultades económicas. Sin embargo su maestro, Germain Louis, se fijó particularmente en Albert y lo impulsó para que pudiera terminar sus estudios.
En 1930, al estar en preparatoria, contrajo tuberculosis pulmonar, enfermedad que lo llevó a tomar conciencia de la injusticia que se ejerce en contra de los hombres; “la muerte es el escándalo más grande que le puede suceder al hombre” (Todd 1996). Esta enfermedad le enseña que está sólo y que es mortal. Se interna en el hospital durante varios meses para un tratamiento intensivo y doloroso. Su recuperación la lleva a cabo en casa de unos tíos, Gustave y Antoinette Acault, cuyos buenos ingresos económicos permite a Camus vivir una temporada con adecuada alimentación y cuidados. Asistió a la universidad de Argel como estudiante de filosofía y letras. Le gustaba repetir un pasaje del “Etranger” de Baudelaire (1864) que dice:
– A quién quieres más, hombre enigmático, ¿dime?, ¿Tu padre, tu madre, tu hermana o tu hermano?
– No tengo padre, ni madre, ni hermana, ni hermano […]
– ¿Y tu patria?
– Ignoro en dónde se localiza.
– Entonces ¿qué cosa quieres, extranjero extraordinario?
– Me gustan las nubes… allá, allá, las magníficas nubes. (la traducción es mía)
Formó una compañía de teatro de aficionados que representaba obras para las clases trabajadoras; Trabajó también como periodista y viajó mucho por Europa. En 1933 se casó con Simone Hié. Mujer atractiva y provocativa, quien llevaba una vida desordenada y generaba sospechas en la gente de ser una mujer de moral dudosa y libertina. Adicta a las drogas, Camus decide casarse con ella a pesar de su corta edad (el 20 y ella 19 años) y la falta de aprobación de familiares y amigos. Para Louis Benisti, pintor y amigo del autor, Camus se casa con la fantasía de curarla de su adicción a la morfina y no por una clara creencia en la institución del matrimonio. Ya casados dependen económicamente de la madre de ella y los tíos Acault. Se divorcia en 1936 después de enterarse por medio de una carta, que su esposa mantiene relaciones íntimas con un doctor que le proporciona droga. Ingresa al partido comunista en el mismo año al cual renuncia en 1936.
En 1937 publica una serie de ensayos literarios en donde aparecen ya los temas predilectos del autor: La muerte, el sol, el mediterráneo, el aislamiento, el destino del hombre y la relación entre desesperación y felicidad. Trabajó como periodista en varios diarios locales de tendencia izquierdista.
En 1940, decide emigrar a París. Busca estar solo para poder escribir sin distracciones y lejos de dos amoríos de los cuales no decide con cual comprometerse. Es contratado como redactor en el periódico Paris-Soir . París es invadido por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial por lo cual se ve obligado a refugiarse en provincia y se convierte junto con otros intelectuales en un opositor del régimen de Vichy. Intentó alistarse en el ejército francés para combatir al invasor, sin embargo fue rechazado debido a su enfermedad. En 1942 contrae nupcias por segunda ocasión y regresa a Argelia. Fue miembro activo de la Resistencia francesa y entre 1945 a 1947, director de Combat, una publicación clandestina.
Camus, que obtuvo en 1957 el Premio Nobel de Literatura, murió en un accidente de coche en Villeblerin (Francia) el 4 de enero de 1960 y dejó inconclusa una obra autobiográfica intitulada “El primer hombre” (1960).
Terminada en 1940 y publicada en 1942, El extranjero es en parte la traducción romántica de las ideas contenidas en Ensayo sobre el absurdo (1942) y la descripción de la vida del hombre moderno.
Meursault, el narrador, es un empleado de oficina, que da la impresión de ser extranjero para con él mismo. Su existencia es mediocre, limitada al desarrollo mecánico de gestos cotidianos y la búsqueda instintiva de sensaciones elementales. Vive en una especie de torpeza, una extraña indiferencia: al momento de actuar, se da cuenta que tiene varias opciones pero le son indiferentes. Se comporta como si la vida no tuviera sentido. El impacto ejercido por ésta narración objetiva y deprimente es un malestar nauseabundo, el cual según el autor, busca generar en nosotros el sentimiento de lo absurdo.
El manejo del tiempo en el libro refleja una simultaneidad entre la narración y su contenido. Meursault relata los hechos los unos después de los otros como si fuera un periódico. No tenemos la sensación de pasado ni de futuro.
En cuanto al espacio, nos quedamos con la misma sensación de incertidumbre. Podemos adivinar que estamos en Alger sin embargo el paisaje está totalmente borrado y los sitios poco detallados.
La percepción del universo del relato se realiza a través de los ojos o la consciencia del personaje principal. Meursault relata los acontecimientos sin mostrar sus sentimientos; solamente habla de los eventos y describe sus pensamientos. Muchas de estas características lo denotan como un hombre insensible y capaz de matar a sangre fría. Las sensaciones dominan a los sentimientos. Es incapaz de comunicarse y cuando lo hace es a través de monosílabos. Para él los compromisos sociales no son más que compromisos con la sociedad y no con uno mismo.
No hay significado de la vida hasta que se crea uno mismo el significado de su vida y así es Meursault. Para él, lo principal es el presente y su existencia es su verdad, como en la mayoría de las doctrinas existencialistas. Es ateo, y el centro de su universo es él. Su existencia es lo que Meursault es, no lo que sabe.
La obra empieza con el anuncio de la muerte de la madre del personaje principal de la cual desconoce con certeza la fecha del deceso. Meursault reacciona frente a este suceso con total indiferencia y una preocupación exagerada por las cosas banales de su vida, como un desplazamiento a lo insignificante frente a la angustia de la pérdida.
Durante el viaje hacia el asilo donde murió, Meursault no le brinda ningún pensamiento a su difunta madre; ante la inferencia del director («supongo que usted quiere ver a su madre») hay por respuesta un silencio. Pero cuando el portero se ofrece a abrir el cajón, el hijo le contesta con una negativa. El portero pregunta por qué no desea verla, responde «no sé». Según Pollmann (1973) Meursault no quiere a su madre, debido a su rechazo a comunicarse con ella, a rememorarla.
El féretro tapado evita una imagen que desencadenaría la memoria de Meursault de tiempos pasados, evita confrontar la ausencia de una comunicación que nunca hubo pero que con su muerte se torna definitiva; evita, en fin, arrojarse con plena conciencia a la angustia de la carencia afectiva.
Esta forma de reaccionar por parte del personaje frente a la muerte es un intento de fuga de la realidad. Si bien en el duelo normal encontramos una reacción inicial de negación ante la pérdida, en Meursault predomina la indiferencia y una total inadecuación entre su reacción emocional y la realidad a la cual se enfrenta. El autor nos transmite este fenómeno contrastando la expresión emocional de las personas que lo acompañan durante el cortejo fúnebre y la ausencia de dolor en Meursault.
Podríamos pensar en la presencia de un quiebre psicótico en donde el aplanamiento afectivo y la falla de juicio de realidad predominan. Para Freud (1924), uno de los caracteres diferenciales entre la neurosis y la psicosis es el hecho de que en la primera reprime el Yo, obediente a las exigencias de la realidad, una parte del Ello (de la vida instintiva), mientras que en la psicosis del mismo Yo, dependiente ahora del Ello, se retrae de una parte de la realidad.
Meursault vive retraído de los objetos reales. El velorio de la madre es una clara muestra de la falla en el juicio de realidad que predomina en el personaje; ajeno a toda experiencia emocional, su interés por lo insignificante mientras su estadía en la habitación de la difunta es como lo menciona Freud (1924) una fuga psicótica mediante la creación de una nueva realidad exenta de los motivos de disgusto que la anterior ofrecía.
En este primer capítulo aflora la imagen materna inconsciente de Camus, la cual vivió igual de distante que está la madre de Meursault, tan lejos como si estuviera en otra ciudad. La descripción por parte del autor es un intento de reconstrucción de su propia vivencia del objeto materno y le permite plasmar a través de la novela y por medio de la proyección de su mundo interno en los personajes, mantener al margen su confusión interna.
La madre del autor minusválida y distante, con la cual existía poca comunicación debido a su sordera, se ve reflejada en la madre de Meursault. Probablemente ésta figura era melancólica con rasgos esquizoides por lo que retiró catexis del mundo externo y en particular de sus hijos por lo cual la abuela se hacía cargo de ellos. El autor sin duda lo vivó como un abandono el cual la literatura le permitió elaborar: “Lo que me ha ayudado a soportar la suerte adversa me ayudará tal vez a recibir una suerte demasiado favorable-Y lo que me ha sostenido es ante todo la gran idea, la grandísima idea que me hago del arte… No es porque esté para mí por encima de todo, sino porque no se separa de nadie”. (Camus 1960).
Andre Green (1980) en su trabajo sobre la madre muerta habla del duelo de una imago constituida en la psique del niño a consecuencia de una depresión materna, que transformó brutalmente el objeto vivo, fuente de la vitalidad del hijo, en una figura lejana, átona, cuasi inanimada, que impregna de una manera muy honda las investiduras de ciertos sujetos y gravita sobre su destino de su futuro libidinal, objetal y narcisista. “La unidad comprometida del yo, que ha quedado agujereado, se realiza en el plano del fantasma, y entonces da origen abiertamente a la creación artística; o en el plano del conocimiento, y genera una intelectualización muy rica.” (A. Green 1980). Para el autor del extranjero, la actividad filosófica y literaria fue un intento de compensar una falta; la ausencia de palabras por parte de la madre fue llenada por aquéllas escritas por el autor.
Uno de sus vecinos de Meursault, llamado Salamano, convive con un perro que adquirió después de la muerte de su esposa y con el cual se relaciona como si fuera un ser humano. La liga emocional de tipo simbiótico entre el animal y el amo llega al punto en que ambos padecen de una misma enfermedad como si el perro acabara siendo una prolongación narcisista de Salamano. Un día el perro se extravía y teme no volver a verlo por lo cual acude con Meursault en busca de consuelo ante su tristeza de la pérdida y le pide consejo para poder recuperarlo.
Desde un punto de vista psicoanalítico podríamos establecer un paralelismo entre éste personaje y Meursault; el primero pierde a su perro y el segundo a su madre simbiótica. Contrasta sin embargo la reacción emocional entre ambos personajes frente a la pérdida; en el primero la manifestación de un dolor y desesperanza emocional, en el segundo un aplanamiento afectivo (como si Meursault hubiera perdido al perro y Salamano a su madre).
Salamano vendría a representar el tío del autor el cual llevaba una relación muy estrecha con un perro del cual no se podía separar. Por otro lado Camus solía recoger perros en la calle y se preocupaba de encontrarles algún amo dispuesto a cuidar de ellos como si se viera reflejado en esos perros huérfanos en busca de padre que los adopte.
Se vislumbra en este capítulo que la problemática del personaje se ubica en la etapa de simbiosis. Los perros son objetos parciales, que son investidos por un sentimiento de abandono y vacío emocional. Al igual que la madre, los perros no hablan por lo que podemos inferir que llegan a integrar a la madre y al autor fusionados.
Otro personaje importante es otro vecino de origen árabe llamado Raymond el cual acostumbra golpear a su pareja. Meursault establece relación con él al ser invitado a cenar en su departamento; lo escucha hablar sobre una pelea que tuvo con el hermano de su pareja, al enterarse que la había golpeado. El motivo del maltrato hacia ésta mujer se debía a su falta de voluntad para trabajar; fenómeno que para el vecino era un engaño. Lo absurdo de la justificación nos lleva a pensar en los rasgos paranoides del personaje.
Este vecino describe una relación de pareja teñida de mucha agresión, en donde la descarga de impulsos es total, sin capacidad de sublimación y el impulso agresivo está fusionado con el libidinal. Finalmente, Raymond le pide a Meursault que escriba una carta dirigida a esta mujer para provocar su arrepentimiento del daño que le provocó; petición a la cual el protagonista accede sin pensar. A través de ello, se simboliza la fusión simbiótica con el vecino; Meursault asume el agravio como si fuera él mismo la víctima de la agresión por lo tanto sus rasgos paranoides. Raymond se mete en problemas con la policía al ser denunciado como agresor de su mujer. Este vecino le pide a Meursault acudir con él a la jefatura para testificar en su favor, y éste acepta sin ni siquiera pensarlo. En el esquizofrénico no hay una capacidad real de cuestionamiento de las propias acciones. A éste respecto podríamos retomar lo que menciona Bion (1954); el esquizofrénico demuestra preferencia por la acción en las mismas oportunidades en que otros pacientes se darían cuenta que es necesario pensar.
Llama la atención que Meursault establece una relación estrecha con este personaje en poco tiempo. Para Bion (1955) en el esquizofrénico se establecen relaciones de objeto de manera precipitada y prematura, cuya fragilidad está en contraste marcado con la tenacidad con la cual se mantiene. La prematurez, la fragilidad y la tenacidad son patognomónicas y se derivan del miedo a la aniquilación por el instinto de muerte.
Su relación con el sexo opuesto se pone de manifiesto con la relación que lleva Meursault con una chica con la cual empezó a salir el día siguiente del entierro de su madre. En una ocasión María le pregunta a Meursault si él la quiere a lo cual él contesta que no y que no tiene mayor importancia. Sus relaciones de objeto son parciales al no haber una verdadera preocupación por sus objetos a los cuales emplea para sentirse “visto” y acompañado.
Al parecer esta mujer presenta una intensa labilidad afectiva; en un momento dado puede estar triste porque Meursault le dijo que no la quería, y unos minutos después dicho estado desaparece para dar lugar a una alegría injustificada. Sin embargo este fenómeno seduce al protagonista; los cambios de ánimo, sobretodo cuando son hacia lo hipomaniaco, despiertan en él una reacción y el deseo de acercarse al objeto. Meursault reacciona en “espejo” frente a las expresiones afectivas del objeto; como el niño pequeño que acaba sonriendo cuando observa la gestalt materna sonriente. Alfredo Cremanti (2001), citando a Aberastury y Baranger comenta que «la relación de Meursault con Marie es una tentativa de elaborar la pérdida de la madre. Esta tentativa fracasa y su relación con Maria adquiere las características de una defensa maníaca […] no se siente en contacto con ella, si no la toca»
María, le pide matrimonio, a lo cual él le contesta que le da igual. Sabemos que el autor estuvo muy ambivalente respecto al matrimonio; su cercanía con las mujeres le generaban conflictos y prefería mantener una relación a distancia como la mantuvo con su madre. Su segundo matrimonio estuvo matizado de muchas dudas al respecto y no le gustaba que la gente se refiriese a su esposa como “su mujer”. André Green (1980) menciona en su artículo sobre la madre muerta que los sujetos que se han desarrollado con esta imago presentan una dificultad para amar. Para Camus el amor no se conoce como tal, sólo tenemos una idea de él a través del sufrimiento que nos causa; el amor implica privaciones, vacío, angustia, un infierno que supone el paraíso. Podría ser también lo que menciona Bion (1955) en relación a la agresión; los impulsos destructivos son tan fuertes que hasta los impulsos de amor son invadidos por ellos y convertidos en sadismo. Angustia de aniquilación en el autor por falta del objeto contenedor de los impulsos. El intento de Camus de “salvar” a Caterine Sintés de las drogas es un intento de reparar a la madre. Por otro lado los impulsos destructivos de Camus se ven sublimados a través de su obra como una manera de mantener su equilibrio psíquico y reparar a sus objetos.
Parecería que los personajes que rodean a Meursault son lo que denomina Bion (1955) como objetos grotescos; estos últimos no tienen una representación de individuos como tal sino que son una proyección de partes escindidas del protagonista y acaban siendo cosificados. Funcionan sólo como depositarios de impulsos y deseos de Meursault.
El capítulo VI se narra uno de los momentos clave de la obra en donde Meursault acepta una invitación de Raymond para visitar un amigo en la playa. Ya en la playa deciden dar un paseo después de comer y se encuentran al hermano de su pareja y unos amigos, quienes al parecer estuvieron siguiendo a los tres personajes.
Se desata una pelea donde Meursault se queda como observador y con una pistola de Raymond guardada en su chamarra. Raymond es lastimado con un cuchillo por parte de su cuñado. Los árabes se dan a la fuga y Meursault, Raymond y su amigo regresan a la casa para realizar las curaciones necesarias. Meursault decide continuar con su paseo y vuelve a encontrarse con el grupo de árabes. Bajo el sol ardiente y frente al destello de la luz reflejada en el cuchillo del cuñado de Raymond, Meursault decide disparar la pistola que había conservado, matando al sujeto con cinco tiros.
El calor, el sol y la luz intensa reflejan las fantasías de fin de mundo; La descripción nos transmite la idea de infierno, en donde el calor y las sensaciones poco placenteras son apocalípticas (mezcla de fuego, símbolo de infierno, agua, símbolo del diluvio y el sol símbolo del padre). Meursault termina por personificar los fenómenos ambientales. Esta personificación nos da la idea de que está teniendo una serie de sensaciones imprecisas pero desbordantes, lo cual son el indicador de sentimientos intolerables y contradictorios.
Retomando a Bion (1955), el aparato de percepción del personaje se ve invadido por la emergencia de los impulsos destructivos los cuales generan una distorsión sensorial y la aparición de alucinaciones. En ése momento hay confusión entre mundo interno y externo: “En la esquizofrenia existe una falta de discriminación entre mundo externo e interno, entre yo y objeto, entre objetos buenos y malos” (Bleger 1979). A través de este acto, el personaje busca una razón de vida y una identidad aunque sea la de un criminal.
En esta escena se observa la pérdida del control de impulsos por parte del protagonista. La herida infringida a su amigo es apropiada por Meursault como un ataque narcisista. Provoca en él un resquebrajamiento de su yo, y necesita descargar su agresión como una manera de contrarrestar la angustia de aniquilación.
La segunda parte del libro trata del arresto y el juicio de Meursault.
En el capítulo I se describe el interrogatorio de Meursault. En el diálogo que se establece entre el fiscal y él. Se observa un contraste entre el proceso de pensamiento del fiscal y el del personaje principal el cual es muy concreto y en proceso primario. Ante la acusación de falta de sensibilidad por la muerte de su madre y del árabe, Meursault se justifica argumentando que desde hacía un tiempo ya no se cuestionaba las cosas y en muchas ocasiones sus alteraciones físicas le impedían sentir Su forma de reaccionar frente a las preguntas del fiscal, el cual intenta encontrar en Meursault una resonancia afectiva en cuanto a los hechos ocurridos, se acompaña de un total aplanamiento afectivo y una preocupación exagerada por detalles insignificantes sobre el fiscal que lo está interrogando así como del mobiliario de su despacho.
Un elemento importante en este capítulo es el abandono de Maria. Meursault, nuevamente revive a través de su pareja el abandono de sus figuras primaria; lo vive como si su vida se viera interrumpida en ese momento (muerte emocional). Meursault intenta defenderse de estos sentimientos argumentando que hay personas que viven situaciones peores que la suya, y recuerda una frase que su madre solía decir; “uno acaba por acostumbrase a todas las cosas que le suceden”. Vive el encarcelamiento como un encierro autista.
La imposibilidad de fumar cigarrillos lo lleva a la compulsión de chupar trozos de madera para compensar la falta; es la búsqueda del pecho materno frente a la angustia de separación.
Recordando los primeros meses en la cárcel, se le hace necesario, al comentar que deseaba y extrañaba el tener una mujer, agregar que «no pensaba nunca en María particularmente». (El extranjero 1942). Podemos pensar que así fuera, pero resalta una necesidad de obliterarla, como si el recordarla, aun en su aspecto sexual, la recubriese de afecto, lo cual se vuelve inadmisible para su estructura de pensamiento. Y el recordar es justamente una de las capacidades atrofiadas del protagonista, debido a la ligazón afectiva que lleva consigo.
El juicio de Meursault se lleva a cabo en el tercer capítulo. Se sorprende al estar en medio de tanta gente y ser observado. Un reportero se le queda viendo y Meursault termina teniendo la sensación de estar viéndose a sí mismo. Camus periodista solía asistir a los tribunales judiciales y llegó a involucrase en defensa de los detenidos que él consideraba acusados injustamente. Meursault menciona que nunca había tenido la experiencia de que alguien se fijara en él. La mirada del autor a su personaje es empática y refleja en los dos la carencia de haber sido visto por sus figuras primarias. La mirada del otro cumple la fantasía primaria de fusión con la madre en donde al ser visto es como mirarse a sí mismo.
En el siguiente capítulo se hace alusión al caso de un hombre que va a ser juzgado al día siguiente por parricidio después de Meursault. Nos da la impresión que esta acusación también recae sobre el protagonista; para los jueces Meursault mató a su madre y a su padre; muerte de los introyectos persecutorios debido a su intenso odio. Probablemente para Camus, la muerte de su padre durante la guerra fue el resultado de su fantasía edípica de haberlo matado para quedarse con la madre. La culpa edípica se vió probablemente reforzada resultado de su propia excitación debido a sus fantasías incestuosas y la introyección de la imagen manejada por la abuela de una madre excitada; una “puta” y sorda debido a la masturbación.
En el último capítulo el protagonista recuerda una serie de hechos que vivió mientras era pequeño. Su madre le contó que su padre (al que no conoció), fue a ver como ejecutaban a un asesino, sin embargo esta experiencia le había generado mucho disgusto al grado que al regresar vomitó buena parte del día. Meursault entendía ahora a ese padre, el cual en aquél entonces lo había desilusionado; el ver la aplicación de la pena capital a un hombre era el único fenómeno importante para un hombre. Meursault piensa que si tiene la oportunidad de salir de la cárcel irá a ver la ejecución de todos los hombres condenados a muerte como lo hiciera su padre. El recuerdo sobre su padre que relata el personaje al final de la obra es el mismo que aparece en la biografía del autor. Camus sublima por medio de su personaje, la fantasía de asesinar un individuo para ser visto por el padre.
Camus ateo, abandonado por el padre añorado y a la vez odiado, careció de una figura masculina con la cual identificarse. En el apéndice de su último libro aparece una nota que dice: “A los cuarenta años reconoce que necesita alguien que le señale el camino y lo repruebe o lo elogie: un padre”. (Camus 1960). El absurdo toma sus raíces en la dificultad en la integración de la ley del padre; sin ley, no hay sentido a las cosas. Lo absurdo de la muerte prevalece, y el vacío existencial predomina.
La muerte de su madre desencadena en Meursault un quiebre psicótico frente al cual reacciona al buscar la simbiosis con los personajes que lo rodean como una forma de reencontrarse en su fantasía con la madre ausente. La falla en el juicio de realidad que presenta al final de la obra ilustra el fracaso de Meursault en manejar sus impulsos y nos revela su fragilidad yoica. A mi entender durante el relato del asesinato del árabe, el personaje presenta una crisis alucinatoria visual que nos confirma el diagnostico de psicosis.
Meursault es un extraño, un extranjero de sí mismo, en tanto no reconoce sus propias leyes esenciales, las afectivas. Expresado desde una topografía corpórea, su razón, su cabeza, se han desprendido de su cuerpo, se han escindido, ya no se interrelacionan.
Camus, al igual que Meursault, buscó a lo largo de su existencia una razón de vida, algo que justificaba el estar vivo, que le permitiera obtener identidad, para Meursault fue un asesinato para Camus fue la escritura : “Escribir es crear un mundo o limitar el propio, que es lo mismo” (Camus 1960). Los objetos rescatadores que le permitieron mantener el equilibrio psíquico fueron su abuela materna, su maestro que lo impulsó en sus estudios y los tíos que lo acogieron en su hogar durante la recuperación de su enfermedad pulmonar. El éxito profesional al grado de obtener el premio Nobel, fue una forma de resarcir la falta básica, reparar la herida narcisista y eventualmente evitar el quiebre psicótico.
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