mandelinky-1406880Por Juan Pablo Quibrera
“Niños: la ficción es la verdad que se encuentra dentro de la mentira y la verdad de esta ficción es muy sencilla: la magia existe.”[1] – Stephen King
 
La literatura ha estado relacionada con el psicoanálisis desde los albores de éste. Fue Freud mismo quien, en su artículo El creador literario y el fantaseo (1908), estudió la relación entre las fantasías infantiles en el juego y la actividad creativa en el escritor[2]. Décadas después, Bruno Bettelheim (1975) realizó un análisis de los cuentos de hadas populares y argumentó que estos textos tienen un nivel latente de significado que apunta hacia los conflictos internos de los seres humanos[3], permitiendo que los niños lidien con los desafíos del desarrollo y sus pulsiones inconscientes[4]. Personalmente, he reflexionado sobre cómo en mi propio análisis frecuentemente termino hablando de literatura, y es que la ficción es un lugar donde se pueden depositar contenidos de manera menos amenazante, donde uno proyecta y se identifica con una mentira que no por serlo deja de ser verdad. Considero pertinente mencionar que la literatura es un acto del yo capaz de fantasear: en palabras de Gaitán (2001), “la función de fantasías del yo logra un producto imaginativo que representa una transacción entre las demandas del mundo interno del individuo, que funciona bajo el principio del placer, y las posibilidades que le ofrece la realidad.”[5]
 
A lo largo de este trabajo, haré un recorrido por algunas obras de la literatura infantil, exponiendo algunos puntos de contacto entre estas y la teoría psicoanalítica, en particular la sexualidad infantil.
 
Para llevar a cabo la lectura crítica de estas obras, hay que determinar dos cosas: qué se va a leer y desde qué punto de vista se lo va a leer. Surge así una primera pregunta: ¿qué es la literatura infantil? ¿Qué determina que sea infantil? ¿Se le denomina infantil porque está hecha para ser leída por niños, o porque sus personajes son niños? ¿Son textos escritos por niños o inspirados en ellos? Estas preguntas problematizan al género literario y nos permiten pensar en lo nuclear de un texto, es decir, los temas que aborda. Existen algunos textos que pertenecen a géneros adultos y que sin embargo abordan temáticas que en esencia son infantiles. Ejemplos de esto son las novelas norteamericanas Swamplandia! (Russell, 2011), traducida al castellano como Tierra de caimanes, y The Goldfinch (Tartt, 2013), traducida como El jilguero. Ambas son novelas de gran valor literario y retórico, nominadas al Premio Pulitzer, y ciertamente son libros que se encuentran en la sección adulta de la librería. Sin embargo, es curioso que ambas giran en torno a los vínculos con las figuras primarias, la separación, las angustias infantiles, la ambivalencia y el paso hacia la adolescencia y la adultez. ¿Por qué estos textos son considerados como ficción literaria adulta, si sus temáticas son infantiles?
 
El segundo aspecto que hay que establecer es el siguiente: ¿Desde dónde leer, desde dónde escuchar un texto? Ogden y Ogden (2013) introducen un concepto que denominan crítica literaria psicoanalítica, en la cual el lector tiene que incorporar la escucha puramente psicoanalítica y la lectura de la retórica de un texto, para después formar un tercer tipo de escucha; se trata de ser un lector diferente, sin hacer conjeturas sobre la psicología de un autor a partir de sus personajes, ni mucho menos de establecer la psicología de un personaje ficticio -ya que éste no puede poseer una mente propia-. Este nuevo tipo de lector escucha la voz literaria de una pieza, y prestando atención al lenguaje y a los fenómenos que éste presenta, es que puede entender algo sobre la relación intersubjetiva que se juega entre la literatura, el autor y el lector, de manera similar a la que un analista conjunta la teoría con la práctica dentro del setting analítico.[6] Como explica Peter Brooks en su libro Psychoanalysis and Storytelling (1994), es posible establecer una relación intertextual entre la narrativa de un texto y el discurso de un paciente. Lo importante de estudiar un texto desde nuestro punto de vista psicoanalítico, entonces, no es aplicar la teoría a lo que leemos, sino explorar las fantasías que se expresan en la obra (Segal, 1991).
 
Comenzaré con la revisión de algunas obras que he seleccionado para poder pensar en conceptos teóricos y reflexionar sobre la concepción de lo infantil en el ámbito del psicoanálisis y la literatura. La literatura infantil es un universo vasto y sería imposible hacer un estudio exhaustivo de ella, por lo que he escogido sólo unos cuantos textos que me parecen relevantes.
 
Desde sus inicios, la literatura infantil tuvo un carácter moralizante y estuvo ligado con el tema de la sexualidad. Textos clásicos como las fábulas de Esopo, o fragmentos de la Ilíada y la Eneida adaptadas para niños, estaban construidos de tal manera que los niños pudieran discernir qué era un comportamiento apropiado y qué roles de género eran aceptados o no. Se considera que la primera obra como tal para niños es Orbis Sensualim Pictus, escrita por John Amos Comenius en 1658. Este libro, al igual que el resto de la literatura infantil surgida en el siglo XVII, estaba inspirado en valores puritanos y decía a los niños qué hacer y qué no hacer para evitar los tormentos del infierno. En el siglo XVIII, en la época de la Ilustración, la literatura infantil reforzaba enfáticamente el valor del raciocinio: los niños que aparecían en estos textos eran descritos como ignorantes y proclives a la impulsividad, y era tarea de los padres el prevenir que cayeran de la moralidad. Un ejemplo es El asistente para los padres publicado en 1796 por María Edgeworth (Reynolds, 2011).
Al investigar esto, me sorprende que la literatura fuera en esencia un vehículo para transmitir a los niños aquello que debían de hacer o ser, algo totalmente educativo con el fin de moldearlos y mantenerlos dentro de lo esperado y lo “bueno”. Me pregunto si aún hoy la literatura infantil o para niños necesariamente debe de incluir un mensaje positivo o que refuerce los valores de su sociedad. Muchas veces he escuchado a padres o maestros decir frases como “no, no puedes leer esto, no es bueno para ti” o “vamos a buscarle un buen libro a Fulanito, un libro que le enseñe algo”. ¿Cuál es la posición que tomamos los adultos con respecto a lo infantil? ¿Por qué creemos que los niños sólo deben de recibir historias no-amenazantes? Podría ser que como adultos hemos olvidado lo que es realmente leer el mundo como un niño. Freud (1905) escribe sobre la amnesia infantil en Tres ensayos de teoría sexual:
 
“…reaccionábamos con vivacidad frente a las impresiones, sabíamos exteriorizar dolor y alegría de una manera humana, mostrábamos amor, celos y otras pasiones que nos agitaban entonces con violencia, y aún pronunciábamos frases que los adultos registraron como buenas pruebas de penetración y una incipiente capacidad de juicio. Y una vez adultos, nada de eso sabemos por nosotros mismos.”[7]
 
Una posible hipótesis es que nuestras defensas adultas se ven amenazadas por lo infantil de esta literatura. El yo, amenazado con regresionar a etapas arcaicas, levanta sus diques y nos vuelve expertos en racionalizar la angustia. “No quiero que mi hijo lea esto, no es adecuado” dicen muchos padres en su discurso. ¿Hasta qué punto podemos censurar lo que un niño elige leer?
 
No fue sino hasta el siglo XIX que la literatura infantil dejó de tener un carácter meramente educativo, y comenzó a fungir como fuente de entretenimiento. Muchos llamaron a este periodo la Era de Oro de la literatura infantil, con autores como Lewis Carroll, Louisa May Alcott, Washington Irving y Nathaniel Hawthorne. Los niños que aparecían en estos textos ya no eran los personajes de antes, que tenían que ser sometidos y enseñados a ser buenos, sino que eran personajes más complejos, ricos y libres (Reynolds, 2011). Es interesante pensar que este movimiento en la literatura infantil coincide con la emergencia del movimiento psicoanalítico, en particular con las ideas freudianas de la sexualidad infantil y el cambio de paradigma en la concepción de lo que es un niño. Ya en textos del siglo XX se puede observar este viraje radical en la representación de los niños, donde no hay una necesidad imperante de reprimir las pulsiones, lo cual queda simbolizado en distintos elementos que explicaré posteriormente. También se puede apreciar la diferencia en los roles de género, particularmente en las niñas: Anne of Green Gables, Mujercitas y Alicia en el país de las maravillas son ejemplos de personajes que ya jugaban roles activos y dinámicos. Sin embargo, a mi manera de ver, las ideas propuestas por Freud y sus discípulos quedaron representadas en un personaje en particular: Peter Pan. En 1904 se estrenó la obra de teatro original y en 1911 fue novelizada por J.M. Barrie. La idea fundamental de este personaje es la de la infancia perenne, un niño que se rehúsa a crecer, sumamente feminizado, de tal suerte que en la obra de teatro es interpretado por una actriz joven. Peter es la personificación de lo que Freud (1905) propuso alrededor de la misma época: “una disposición originariamente bisexual que, en el curso del desarrollo, se va alterando hasta llegar a la monosexualidad”[8]. No es sino hasta que Peter renuncia a su infancia que puede establecer una relación heterosexual con Wendy, lo mismo que sucede en la adolescencia. No es poca cosa ni mera casualidad que un personaje así surgiera en este momento histórico. Pareciera que gran parte de la literatura que fue escrita en ese entonces estaba cargada de contenidos sexuales, si bien en un nivel latente: Alicia es aquella niña pre-adolescente que se rinde ante sus fantasías, y es arrancada de su propio mundo contra su propia voluntad a un lugar extraño y grotesco, incomprensible para ella, donde se le pide crecer y actuar ante los desafíos que se le imponen. Este mundo adulto le provoca mucha angustia, de la misma forma que es causa de conflicto para cualquier niño que se enfrente a los cambios de la pubertad. Alicia también nos permite pensar en la adolescencia, donde se de-catectizan los objetos parentales para ir en busca de otros nuevos, los impulsos salen más libremente al debilitarse el superyó, al mismo tiempo que se experimenta un “sentimiento de vacío y de tormento interno”[9](Moreira, 2010). Alicia debe desligarse de sus objetos, en especial de su madre, para poder después identificarse con ella. Esta re-edición del complejo de Edipo, a mi manera de ver, queda representada en la figura de la Reina de Corazones, quien amenaza con cortarle la cabeza. Ambos textos que he mencionado hasta ahora, Peter Pan y Alicia, nos hablan de temáticas de gran importancia para el psicoanálisis: la bisexualidad infantil, el camino de la adolescencia hacia la sexualidad genital madura, y qué significa ser hombre o mujer.
 
Siguiendo la línea histórica de la literatura infantil en Inglaterra, surgió en 1950 una serie de libros que ha dado mucho de qué hablar: Las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis. El primero de estos libros narra las aventuras de cuatro niños en el mágico reino de Narnia, el cual fue creado por Aslan, un dios protector. Los niños llegan a Narnia como Herederos de Adán y Eva, para derrocar a una malvada bruja. Para poder vencer a este enemigo, Aslan debe de morir a manos del pueblo que no cree en él, para finalmente resucitar. C.S. Lewis escribió estos libros como propaganda cristiana, con la intención de que los niños no se dieran cuenta de que estaban leyendo las historias bíblicas, pero que de adultos pudieran recibir a Jesucristo dentro de sus corazones (Campbell, 2015). Asimismo, las Crónicas están plagadas de estereotipos de género que favorecen la masculinidad por encima de la feminidad, desde detalles mínimos como el hecho de que Aslan les obsequia a los niños magníficas espadas que representan el poder fálico, mientras a las niñas les da una daga, una poción curativa y un cuerno para pedir ayuda. Sin embargo, la más grande atrocidad cometida por Lewis en su obra es al final del último libro, en el cual todos los niños mueren en un accidente de tren y son bienvenidos por Aslan a Narnia a vivir eternamente. La única a la que no se le permite regresar es a Susan, quien es rechazada por tener demasiado interés en crecer y madurar – ciertamente Susan es el único personaje de la serie que pasa por el despertar sexual adolescente, y esto la hace desmerecedora de Dios. Sus hermanos, en cambio, pueden ir al reino de los cielos donde serán preservados como niños sin sexualidad por toda la eternidad. Es interesante que la mayoría de los niños que leen Las Crónicas de Narnia efectivamente no leen este mensaje religioso que es evidente para los adultos.
 
Esto nos lleva a un autor muy especial, muy importante, considerado por varios como el autor infantil inglés de mayor importancia en las últimas décadas (y que sin duda merece mucho más que una mención en mi trabajo de rotatorio): Philip Pullman. Pullman menciona que los libros de Narnia fueron “lo más venenoso” (Pullman, 1998)[10] que había leído en su vida, y en respuesta a ellos, a manera de antídoto, escribió la trilogía His Dark Materials (1995) -en castellano La materia oscura-, sin duda su magnum opus. Esta trilogía narra la historia de dos preadolescentes (un niño y una niña) en un universo en el cual los seres humanos están acompañados de seres llamados daimonions, los cuales representan la sexualidad de la persona fuera de su cuerpo, en forma de un animal. Los daimonions son algo sumamente privado y sagrado, nadie los puede tocar más que su humano. Cuando dos personas intiman, los daimonions también lo hacen. Lo curioso es que durante la infancia los daimonions pueden cambiar de forma, y en la adolescencia se fijan en un animal específico del otro sexo. Esto evoca, a mi parecer, el concepto freudiano de la sexualidad infantil perversa y polimorfa, que busca la excitación de zonas erógenas hasta el momento de la pubertad y la adolescencia, cuando ya se puede poner al servicio de la procreación. Los protagonistas preadolescentes de la trilogía de Pullman luchan contra la Iglesia, organización que busca eliminar el pecado original y borrar la sexualidad de los niños. Es como si se deseara mantener a los niños en una etapa de latencia constante, donde los impulsos están reprimidos y las catexias se dirigen a otras actividades adaptativas. El desenlace de la trilogía consiste en que Will y Lyra derrotan a Dios y logran ejercer la sexualidad, salvando así al mundo. La obra de Pullman claramente contrasta con la de Lewis: en Narnia, los niños son representados como seres en un estado de latencia perpetua, totalmente buenos y adaptados; en cambio, los personajes de Pullman buscan rebelarse, buscan su identidad y finalmente devienen sexuales, es decir, pasan por la adolescencia.
 
Conclusiones
La historia demuestra que los descubrimientos de Freud sobre la sexualidad infantil, que en su momento resultaron inverosímiles para muchos (por no decir indignantes), finalmente empezaron a cobrar sentido y permearon la cultura. La literatura infantil es solamente una de las maneras por medio de las cuales podemos dar cuenta de cómo la concepción de los niños ha cambiado con el tiempo. Considero que este cambio en la literatura contemporánea se puede ver en dos aspectos:
 

  1. Los niños ya no son vistos exclusivamente como seres asexuados; si bien en muchos casos la sexualidad no es evidente o no se trata en estos libros, al menos se puede tomar en cuenta a los niños como personas integradas por múltiples factores, y no como la versión idealizada de la pureza.
  2. Los roles de género. Existen cada día más textos que combaten los estereotipos de género, y hay ejemplos bien conocidos de ello, donde los protagonistas cuentan con características tanto masculinas como femeninos, tienen agencia y son capaces de solucionar problemas. Un claro ejemplo es la gran obra de Roald Dahl, que escribió sobre varias protagonistas niñas, como Matilda o El gran gigante bonachón.

 
Ahora bien, mi propósito en este trabajo fue comenzar a pensar y a problematizar sobre lo sexual en la literatura infantil. Sería interesante pero poco útil estudiar las posibles representaciones de la teoría psicoanalítica en esta literatura: podríamos argumentar que los duelos de varitas de Harry Potter son la expresión de la agresión uretral, o que el bolso de Mary Poppins es el útero que en la fantasía del bebé posee todos los contenidos, penes, vaginas…, pero eso francamente no nos sirve de nada. Lo que sí hay que hacer es pensar en cómo se relacionan las temáticas de estos textos con las fantasías que expresan los pacientes, que generalmente tienen que ver con lo infantil (recuerdo un paciente que me contaba de su deseo de recibir su carta a Hogwarts y tener una varita mágica todopoderosa, capaz de resolverle cualquier problema, y que todos lo admirasen por su “gran varita”).
 
Por otro lado, hay que cuestionarnos cuál es nuestra posición como adultos frente a lo que leen los niños o lo que se escribe para ellos. ¿Cómo decidimos si algo es adecuado para un niño? ¿Es válida la censura? Reflexionar sobre la literatura infantil nos hace regresionar y contactar con nuestras propias vivencias infantiles, por lo general olvidadas, que pueden ser causa de angustia y dolor psíquico, y tal vez cuando damos un juicio de valor sobre cierto texto estamos hablando mediante un mecanismo de defensa ante algo que vivimos como doloroso o difícil.
 
Para finalizar, considero necesario que pensemos en qué va a pasar con el futuro de la literatura infantil. El mundo en el que vivimos está definido por la accesibilidad y la tecnología, y los niños están expuestos a contenidos y experiencias a las que antes no. ¿Cómo se verá esto reflejado en la nueva literatura para niños? Si los niños de hoy o los del futuro viven aparentemente con más libertad y menos represión, ¿dejará de existir la literatura infantil como un lugar seguro para proyectar contenidos sexuales amenazantes? Considero que no, ya que como dije al principio de este trabajo con la cita de Stephen King, la verdad de esta ficción es sencilla: la magia existe, es decir, la pulsión siempre encontrará barreras para llegar al objeto, siempre será imposible la satisfacción total ya que al funcionar en proceso secundario estamos condenados a estar incómodamente incompletos – pero esta condena es la que nos obliga a crear.
 
Bibliografía
 

  • Bettelheim, B. (1975) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Buenos Aires: Crítica. Reimpresión de 2010.
  • Brooks, P. (1994) Psychoanalysis and Storytelling. Gran Bretaña: Blackwell.
  • Campbell, Jen. (2015). Bookish Chat: His Dark Materials by Philip Pullman | with Holly. 2 de octubre de 2016, de YouTube Sitio web: https://www.youtube.com/watch?v=_pvLbtOX444
  • Freud, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu. Tomo VII.
  • Freud, S. (1908). El creador literario y el fantaseo. En Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu. Tomo IX.
  • Gaitán, A. (2001) Los caminos hacia el inconsciente. Gradiva.
  • King, S. (1986) Madrid: Debolsillo.
  • Lewis, C.S. (1950) The Lion, the Witch, and the Wardrobe. Gran Bretaña: HarperCollins.
  • Moreira, X. (2010) Historia Personal. En L. Rossi (2010), Entrevista, Historia clínica y patología frecuente. México: Editores de Textos Mexicanos.
  • Ogden, B. y Ogden, T. (2013) The Analyst’s Ear and the Critic’s Eye: Rethinking Psychoanalysis and Literature. Londres: Routledge.
  • Pullman, P. (1995) His Dark Materials. Gran Bretaña: Knopf.
  • Pullman, Philip. (1998). “The Darkside of Narnia”. 2 de octubre de 2016, de The Cumberland River Lamppost Sitio web: http://www.crlamppost.org/darkside.htm
  • Reynolds, K. (2011) Children’s Literature: A Very Short Introduction. Gran Bretaña: Oxford University Press.
  • Russell, K. (2011) Swamplandia! Estados Unidos: Knopf.
  • Segal, H. (1991) Dream, Phantasy and Art. Gran Bretaña: Brunner-Routledge.
  • Tartt, D. (2013) The Goldfinch. Estados Unidos: Little, Brown.

 
 
[1] King, S. (1986) Eso. Madrid: Debolsillo. p. 7.
[2] Freud, S. (1908). El creador literario y el fantaseo. En Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu. Tomo IX. pp. 127-135.
[3] Bettelheim, B. (1975) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Buenos Aires: Crítica. Reimpresión de 2010. p. 11.
[4] Bettelheim, B. (1975) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Buenos Aires: Crítica. Reimpresión de 2010. pp. 12-13.
[5] Gaitán, A. (2001) Los caminos hacia el inconsciente. Gradiva, p. 20.
[6] Ogden, B. y Ogden, T. (2013) The Analyst’s Ear and the Critic’s Eye: Rethinking Psychoanalysis and Literature. Londres: Routledge. pp. 1-5.
[7] Freud, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu. Tomo VII. p. 158.
[8] Freud, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu. Tomo VII. p. 129.
[9] Moreira, X. (2010) Historia Personal. En L. Rossi (2010), Entrevista, Historia clínica y patología frecuente (p. 143) México: Editores de Textos Mexicanos.
[10] Pullman, Philip. (1998). “The Darkside of Narnia”. 2 de octubre de 2016, de The Cumberland River Lamppost Sitio web: http://www.crlamppost.org/darkside.htm
 
 
Imagen: freeimages / Marek Vesely
 
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