María Zurutuza

‘What, then, is time? If no one asks me, I know; 

if I wish to explain to him who asks, I know not.”

 St. Augustine (como se citó en Green, 2002)

“Acordarse es existir. 

El presente existe porque es memoria, 

un aprés-coup permanente apuntalado en el pasado 

con dirección de un futuro”

 (Botella, C. y Botella, S., 1997).

Existen temas recurrentes a lo largo de la historia, aquellos que inspiran canciones, películas y artículos psicoanalíticos; el tiempo es uno de ellos. Jugamos con nuestra idea del tiempo en diversas formas: que vaya más rápido o más lento, visitar pasados y explorar futuros. El tiempo es algo que se siente tan familiar en nuestras vidas que lo tomamos como una constante; creo que esa constancia es una primera impresión, una ilusión de certeza. Sin embargo, una vez que pasamos esa primera capa y comenzamos a pensar a profundidad, el tiempo se siente como niebla intangible. “La intuición del tiempo es inmediata, auto-evidente. Por otro lado, el pensar sobre el tiempo se resiste a la reflexión tanto como pensar sobre el ser. Se ha argumentado que son, de hecho, una misma cosa” (Green, 2002, p. 147).

¿Qué es el tiempo? No es algo que percibimos con los sentidos, no es como sentir el agua por el cuerpo o el aire en la cara. Lo podemos pensar como el paso continuo de los segundos, minutos y horas, notarlo en el cambio de las estaciones. Tenemos evidencias del pasado, desde fósiles o huellas en la arena hasta los recuerdos que viven solo en nuestra mente. Todo esto es evidencia de algo, particularmente de cambios, pero no son evidencia del tiempo por sí mismo.

Tal vez el tiempo no existe, no como una cualidad objetiva e inalterable, sino que es una herramienta de organización y descripción de nuestras experiencias. La creencia de que el tiempo es constante hace tan desconcertante notar cuando nuestra experiencia temporal nos dice lo contrario, que el tiempo es flexible y mutable. No como una línea recta sino como una red cambiante que soporta distintos pesos; esa red está tejida por afectos, memoria, objetos y fantasías, completamente subjetiva. 

La percepción temporal se construye sobre las bases fundamentales de la estructura psíquica: la diferenciación entre mundo interno/externo, la prueba de realidad y la relación con el Otro. De tal forma que si estos ejes se ven afectados, también se distorsiona la experiencia del tiempo. Con una amenaza constante y la necesidad de aislamiento,  la pandemia impactó precisamente esas áreas. Lo interno se expandió de los límites del cuerpo a los límites de lo residencial y cambió la forma de relacionarnos con Otros; al mismo tiempo, las realidades a las que estábamos acostumbrados sufrieron alteraciones que pusieron a prueba la capacidad de adaptación. 

No sabíamos qué imaginar sobre un futuro, añorábamos un pasado que parecía perdido pero teníamos que funcionar en el nuevo presente. Algunas personas describían la sensación de estar en un sueño, otras de estar en una pesadilla. Mientras algunos encontraban tiempo liberado para su vida personal, otros la encontraban invadida: lo laboral en la familia y viceversa. El tiempo parecía ser demasiado e insuficiente simultáneamente. La temporalidad se volvió un arma de doble filo: un límite contenedor de angustia que generaba la impresión de un fin a la incertidumbre y, por otro lado, una incógnita que confrontaba con la verdadera posición ante el tiempo: el no saber y la falta de control.

Precisamente por la forma en la que se construye la percepción temporal, considero que el tiempo no existe: lo que experimentamos personalmente es un tiempo, subjetivo, que buscamos co-exista con un tiempo del Otro. Carlo Rovelli (2014), un físico teórico italiano,  sostiene que el tiempo existe solo en función de su utilidad para el ser humano; es decir, el tiempo existe como un concepto funcional en la sociedad en lugar de una propiedad fundamental del universo. Las personas comenzamos a experimentar lo temporal de forma distinta, extraña, porque cambió su utilidad, como si ahora fuera en función de un mundo interno. Partes del mundo interno se “sacudieron” durante la pandemia, particularmente núcleos obsesivos y paranoides. El control anal del tiempo por medio de la medición obsesiva de éste genera un placer narcisista omnipotente al, aparentemente, poder ejercer control sobre algo tan abstracto, aunque en realidad sea una satisfacción alucinatoria. ¿Qué pasa cuando todos los seres humanos nos enfrentamos ante un cambio absoluto e inesperado? Esa ilusión de omnipotencia se desploma y la experiencia del tiempo se vuelve volátil y desorganizada.

El tiempo y la realidad están entretejidos, como raíces de un mismo tronco. Frecuentemente se habla sobre la realidad, como si fuera única y solo externa, similar al tiempo común. Sin embargo, parte del psicoanálisis es tomar en cuenta que existen múltiples realidades, que surgen del tejido subjetivo de consciente-inconsciente, relaciones objetales y experiencias. Lo real y lo temporal tienen una relación bidireccional, la experiencia de uno influye en el otro continuamente puesto que son parte de la misma subjetividad. 

En cuanto a la diferenciación de mundo interno y externo, la etapa de indiferenciación inicial en el desarrollo es un momento en el cual el bebé no sostiene una diferencia entre dentro/fuera, yo/no-yo; hay un constante ir y venir de introyección y proyección, proceso en el que se incorpora algo externo al mismo tiempo que se expulsa algo interno. Según Baranger (1961), estos movimientos son simultáneos, por lo tanto se mantienen en una no-temporalidad hasta que gradualmente se identifican límites, espacio y causalidad. En el campo primitivo de experiencia (Baranger, 1961, p. 377), no hay criterios absolutos de una realidad; la realidad es supuesta por los adultos, quienes al observar creamos referencias que nos permitan imaginar la experiencia preverbal. En la pandemia, por lo menos a inicios, parece que tuvimos una regresión o recuerdo del campo primitivo de experiencia: sin referencias ni tiempo común, con el dominio de angustias que, en su mayoría, están reprimidas. Una paciente describía la sensación de estar aislada en casa, sin contacto con lo que era su cotidianidad de trabajo o clases, como “estar todo el tiempo en mi”, alternando constante y frecuentemente entre posición esquizo-paranoide y depresiva. El retorno de la mirada hacia adentro, junto con la confrontación de la calidad del mundo interno, impactó la percepción del tiempo porque también se contactó con la atemporalidad inconsciente, otorgando la sensación de estar en un sueño constantemente, en lugar de tener la primacía del tiempo común. 

Con la desorientación que generaron los cambios y amenazas, la prueba de realidad no se volvió tan fácil de establecer ya que no había un contacto directo con lo externo. Freud (1925) dice en el texto de La negación, que “el fin inmediato del examen de realidad, no es hallar en la percepción objetiva un objeto que corresponda a lo representado, sino reencontrarlo, convencerse de que todavía está ahí” (p. 255). Es decir, que el objeto debe de estar asegurado internamente previo a ser reencontrado externamente. César y Sara Botella (1997) proponen que “la prueba de realidad debe pasar por la paradoja de negar la realidad” (p. 32) para estar en condiciones de re-conocerla. De esta forma, la convicción anímica que surge de “creer” en la existencia del objeto interno y desmentirlo en percepción externa es lo que permite el reencuentro. Es así que “la prueba de realidad se ejerce en una doble convicción contradictoria, el objeto existe `solamente dentro-también fuera`”(Botella y Botella, p. 33), lo cual es indispensable para la apropiación de la realidad subjetiva.

Se podría decir que en la pandemia, como en el duelo, se regresa al “solamente dentro” después de la pérdida del “también fuera”, la falta del objeto. Todos los movimientos de des-investidura y re-investidura libidinal que hace el sujeto ante la pérdida provoca “[…] un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria del deseo” (Freud, 1917, p. 242), ya que por medio de la retención del objeto en pensamiento y emociones se puede satisfacer, alucinatoriamente, la falta. En el duelo, el objeto es perdido externamente pero no es perdido por completo ya que existe internamente. La pandemia fue una nueva forma de tiempos, experiencias y objetos perdidos. 

Un aspecto interesante de esta doble convicción contradictoria es que “la destrucción del objeto en percepción gracias a la omnipotencia del pensamiento anímico es el único medio de preservar la capacidad de representar, de pensar” (Botella y Botella, 1985, p. 33). Parece ser que esta negación-creación alimenta la creatividad e imaginación porque mantiene un espacio de interpretación subjetiva, no de imposición, que alimenta la convicción de que hay un mundo interno capaz de organizar e integrar tanto temporalidad como realidad. 

Un paciente joven que vive sólo con su madre, quien sufre de una profunda melancolía, antes de la pandemia evitaba estar en casa lo más posible para encontrar espacios sin su madre. Por la pandemia, perdió esos espacios externos y se vio confrontado con el engolfamiento que tanto había evitado; sentía que el tiempo no pasaba, era pesado e inmutable. A lo largo del análisis, trabajó en la construcción y creencia de espacios “solamente-dentro”. Lograr la convicción interna, le permitió re-encontrar espacios externos, aún en casa con su madre, para establecer su identidad; el tiempo volvió a fluir, y él pudo empezar a crecer y pensar.

Por otra parte, somos seres sociales que requieren de la interacción con otros. Green (2002) establece que hay una necesidad de la temporalidad del Otro para poder reflejarnos; sin el objeto externo hay una dificultad en el auto-reconocimiento puesto que no hay un retorno de mirada, como si el reflejo de lo interno nos acercara a la congruencia con nosotros mismos. En la interacción con el Otro hay un reflejo también de temporalidades, y la experiencia de la auto-temporalidad es más profunda que la del tiempo común, rígido y mecánico, ya que no se construye con el objetivo de exactitud, sino que se experimenta con base en los afectos, fantasías y angustias del propio sujeto. La experiencia temporal que muchos vivimos con extrañeza a lo largo de la pandemia pueden ser expresiones de la auto-temporalidad – que funciona más con las propiedades del sueño que de la consciencia– con un intento de traducción al tiempo común, sin la retroalimentación del Otro. Durante la pandemia, experimentamos distintas temporalidades propias, obligando a muchas personas a pensar y contactar consigo mismos por primera vez en mucho tiempo. Green (2002) nos dice: 

Lo que no ha sido visto –con pocas excepciones– por psicoanalistas que han dedicado serio pensamiento a la cuestión del tiempo (y aun así admiten quedar perplejos) es la internalización de la co-existencia de temporalidades de un fuera-del-tiempo, un contratiempo y de un anti-tiempo. Es lo que el tiempo universal no ha podido resolver, excepto al homogeneizar el tiempo de consciencia, que es obligado a sacrificar aquello en lo que no puede pensar. (p. 140)

En conclusión, el psicoanálisis siempre ha interactuado y pensado con distintas temporalidades: la transferencia es el pasado en el presente, las interpretaciones en sesión no buscan cambios inmediatos sino que son semillas para el futuro. En el análisis, particularmente en la transferencia, el pasado hecho-presente se convierte en un nuevo pasado, reencontrado por medio de la construcción del presente y la memoria. Pensar en el tiempo es pensar en el ser, ya que la percepción temporal se construye sobre las bases fundamentales de lo que nos hace nosotros: el mundo interno, la fantasía y el tiempo co-existente con Otros. Aunque la pandemia ha movilizado profundas angustias, también ha dado espacio, y tiempo, para un profundo crecimiento.   

Bibliografía

  • Baranger, W. (1961). Posición y objeto en la obra de M. Klein. Buenos Aires: Ediciones Kargieman. 
  • Botella, C. y Botella, S., (1997) Más allá de la representación. Valencia: Editorial Promolibro.
  • Freud, Sigmund. (1925) La negación. Obras Completas de Sigmund Freud, Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Freud, Sigmund (1917). Duelo y Melancolía. Obras Completas de Sigmund Freud, Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Green, A. (2002) Time In Psychoanalysis: Some Contradictory Aspects. London: Free Association Books.
  • TEDx Talks. (Productor). (2014). Carlo Rovelli: Time does not exist.[YouTube]. De: www.youtube.com/watch?v=xeHHjGKwZWM