- Teoría
Es difícil entender y definir la situación, la dinámica y la relación analítica. Esta complicación, me parece, radica en el hecho de que con cada paciente es distinta y dependerá absolutamente en su historia personal y mundo interno. Intentar definir algo que tiene como condición y característica principal lo dinámico, es complicado. El análisis ha hecho innumerables esfuerzos por intentar comprender y definir conceptos individuales. En muchos de estos esfuerzos se termina cayendo en generalizaciones que se intentan aplicar como algo universal, olvidándonos de que es primordialmente un ejercicio individual. Existen reglas universales sobre el análisis, mismas que permiten seguir ciertos lineamientos y crear un lenguaje común, sin embargo, el analista debe siempre tener en mente que estos criterios se deben poder modificar de acuerdo al paciente.
Rosenfeld en “El alma, la mente y el psicoanalista” (2006) define el propósito del encuadre como la herramienta analítica que permite al paciente saber que tiene un lugar y un espacio dentro de la mente del analista. Coincido completamente con el planteamiento de Rosenfeld y me parece que una vez establecido el encuadre, se delimita un espacio de contención que funciona como un continente, tal como lo plantea Bion, en el cual el paciente vive ahora en el mundo interno del analista. Es a partir de este momento que podemos entonces hablar de las bases de la condición transferencial que posteriormente se establecerán en el tratamiento. La manera en la cual el paciente reacciona ante el mismo encuadre, es decir, si se somete, si busca modificarlo, si dice que lo acepta pero no lo respeta, son maneras de vincularse que comienzan a esclarecer sus relaciones de objeto y que reflejan los cimientos de la relación transferencial.
La relación transferencial y el encuadre, forman la situación y la dinámica analítica. Etchegoyen (1986) citando a Gitelson (1952), define la situación analítica como “la configuración total de las relaciones interpersonales y de los eventos interpersonales que se desarrollan entre el psicoanalista y su paciente”. Retomando esta definición, me parece que se está hablando de la dinámica de la relación que tomará lugar entre analista y analizando, dándose entender comúnmente como la relación transferencial. Siguiendo esta misma línea de pensamiento, Willy y Madeleine Baranger desarrollaron la teoría del análisis como campo dinámico. Este planteamiento sugiere la creación de una fantasía en común entre analista y analizando. Es hasta que surge esta fantasía compartida que podemos hablar de una dinámica que puede generar un entendimiento genuino de ambas partes, lo anterior, son solamente teorías que hace el analista respecto al mundo interno del paciente. A diferencia de otros planteamientos, los Baranger nos hablan de una pareja dinámica, en la que uno no existe sin el otro. Esta fantasía inconsciente bipersonal “es una estructura constituida por el interjuego de los procesos de indentificación proyectiva e introyectiva y de las contraidentificaciones que actúan con sus límites, funciones y características distintas dentro del analizando y del analista” (Baranger, 1969).
Ahora bien, me parece importante continuar elaborando la posición de Rosenfeld sobre el encuadre como herramienta y el propósito que tiene para el paciente. Me parece que este mismo planteamiento nos habla de la diferenciación y concepción que tiene el paciente sobre el otro. Bleger elaboró la teoría de la posición glishro-cárica. Esta posición surge antes de la posición esquizoparanoide desarrollada por Klein, y se refiere a “un tiempo en donde no existe tal concepto como objeto, sino más bien, existe la presencia de un núcleo aglutinado” (Bleger, 1997). Más adelante, continúa explicando que ese núcleo aglutinado es la falta de delimitación y discriminación entre yo y no-yo, entre lo interno y lo externo.
- Planteamiento
Los bosquejos teóricos anteriormente mencionados me conducen a pensar en el embarazo y el vientre materno. Pensando en el encuadre como aquello que contiene al paciente, su mundo interno puesto sobre el analista, la ocupación de un lugar dentro de él, la fantasía compartida entre analista y paciente que permite la formación de un lenguaje común entre analista y analizando, así como el núcleo aglutinado sin diferenciación entre yo y no-yo, afloran en mí el pensamiento de un bebé en el vientre materno. En este estado de desarrollo, no existe en ningún momento una diferenciación entre ambos, la madre se encuentra llena de fantasías sobre su futuro bebé y el vientre es el continente que físicamente lo contiene. Las funciones que el analista realiza con su mente, vista como una herramienta analítica, son en esencia, las mismas. Visto desde esta perspectiva podría decirse incluso que una vez formada la fantasía compartida en la pareja analítica, la cual me parece que es el producto de la gestación del resultado de la pareja analítica, las interpretaciones y señalamientos provenientes del analista, son el alimento que nutren al paciente desarrollándose en el vientre mental del analista. El lenguaje por el cual se comunican paciente y analizando, característica primordial de la fantasía compartida, sería equivalente al cordón umbilical-palabra, que permite el recibimiento de los nutrientes-interpretaciones que favorecerán el desarrollo del paciente y amplían la fantasía compartida-bebé formada en el campo dinámico por la pareja.
A partir de esta línea teórica y llevando estas ideas al marco transferencial, la manera en la cual el analizando reaccionará dependerá de la contención, el espacio, las fantasías y las diferenciaciones que tuvieron con él, sus primeros objetos en sus vientres mentales.
- Ejemplo Clínico
Ana llegó a tratamiento por padecer ataques de pánico. Su madre, tuvo un embarazo antes de tenerla a ella y poco antes de nacer, perdió al producto. Un año después de haber perdido al bebé, nació Ana. Años después, la madre de manera inconsciente, adelanta un año de primaria a Ana, haciéndola tomar el lugar del bebé que no nació. Al nacer Ana, la madre todavía seguía lidiando con el duelo del embarazó anterior, lo cual provocó que no hubiera suficiente espacio psíquico exclusivamente para Ana. Aunque físicamente su vientre ya estaba ocupado por Ana, la representación psíquica de él –el vientre mental- estaba ocupado por el bebé anterior. Desde un inicio, las fantasías de la madre la fusionaron con el lugar del bebé no nato. Un periodo del análisis de Ana ha consistido en la elaboración del sentimiento constante de obtener un lugar único en el mundo interno de mamá. Esta sensación se vivía como “no haber sido lo suficientemente visto por ellos” y se manifestaba en una continua duda de su individualidad y su sentido de ser, mismo que en su fantasía inconsciente, ocupa el bebé que perdió la madre y que rondaba su fantasía cuando Ana nació.
La reacción que tuvo Ana hacia el encuadre fue, en una primera instancia, de aceptación, posteriormente evolucionó a una sensación de sometimiento. Comenzó a tener periodos de silencio muy largos en los que manifestaba mucho enojo porque sentía que yo la obligaba a venir, dejando su deseo a un lado. Las proyecciones puestas en mí, me generaban un sentimiento constante de pesadez que me hacían sentir invadido en mi pensamiento analítico, generando una ansiedad que en muchas ocasiones me hacían hablar sin necesidad de hacerlo. Ahora puedo comprender esas invasiones a mi vientre mental como las mismas que Ana sentía de parte del hermano que nunca tuvo, en el vientre mental de su madre. Ana invadía mi vientre mental a través de sus proyecciones porque era la única manera en la que podía ser vista por mí, al igual que su madre solamente la podía reconocer a medida que ella invadiera el lugar de su hermano no nacido.
Al comienzo de una sesión, Ana me dijo que mi suéter le había gustado mucho, seguido por un comentario de enojo porque pensaba que me lo había regalado mi novia y eso la hacía sentir celosa. Esta manifestación transferencial, aparte de ser un indicativo resistencial de transferencia amorosa, me dice que Ana sentía que tenía que ser la única que ocupara un lugar en mi mente. Si mi novia me regaló ese suéter, tal como en su fantasía inconsciente sucedió, entonces, mi supuesta novia representa a ese hermano no nacido que ocupó un lugar en el vientre mental de su madre, y que ahora, venía a invadir su espacio analítico en mi vientre mental y en el espacio físico de mi mente, el consultorio.
- Conclusiones
A mi parecer, este ejemplo, resalta la importancia del análisis como campo dinámico que plantearon los Baranger. De no ser posible una fantasía inconsciente compartida entre analista y analizando, yo no podría entender las manifestaciones transferenciales de Ana. Es gracias a esa fantasía-producto que se gestó en la pareja analítica, dentro de su fantasía y mi vientre mental, que pude entender lo que para ella representaba el espacio analítico y el tener un lugar en mi mente.
Finalmente, me parece que ninguna de estas manifestaciones transferenciales podía haber sucedido si no existiera como base la posición glisho-cárica que sugiere Bleger. Para ser posible la situación transferencial tiene que haber un espacio de no-diferenciación entre mundo interno y externo, y yo y no-yo. Sin esta situación, no sería posible, ya que sin esto, la fantasía compartida entre analista y analizando, no existiría. Esta fantasía consiste primordialmente en atribuir aspectos del mundo interno del analizando al mundo externo e interno del paciente. Ana atribuyó su fantasía de su mundo interno a mi mente y a mi mundo externo, al traerla al aquí y al ahora transferencial. Esta fantasía compartida no reconoce límites entre yo y no-yo, tal como en el caso de Ana, dónde es clara una fusión entre ella y su hermano no nacido.
Creo que es gracias a este funcionamiento del análisis que el paciente puede continuar en desarrollo. El encuadre permite que exista un vientre mental que posibilita la gestación de la fantasía compartida, y es gracias a esta que surge un lenguaje reflejado en el campo transferencial y dinámico, a través del cual el paciente se puede seguir desarrollando y separando.
Bibliografía:
- Baranger, M. & Baranger, W. (1961-62). La situación analítica como campo dinámico. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, vol 4, pags. 3-54.
- Bleger, J. (1967). Simbiosis y Ambigüedad. Estudio Psicoanálitico. Buenos Aires. Editorial: Paidós.
- Etchegoyen, H. (1986). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires-Madrid. Editorial: Amorrortu.
- Gitelson, M. (1952). The emotional position of the analyst in the psychoanalytic situation. International Journal of Psycho-Analysis, vol 33, pags, 1-10.
- Rosenfeld, D. (2006). El alma, la mente y el psicoanalista. México, D.F. Editorial: Paradiso.
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