La bifurcación de la sexualidad y el género femenino
Autor: Lorena Fenton
El concepto del monismo fálico marcó un modelo en el descubrimiento de las teorías sexuales. Este hallazgo, argumenta que la mujer vive un sentimiento de castración y minusvalía frente a los hombres. Desde la génesis de la sexualidad infantil, es la mujer quien debe asumir la falta y transita una aparatosa travesía para descubrir su órgano sexual.
Se equiparaba a la masculinidad como activa, en posesión de un pene y entretanto a la feminidad como pasiva y “objeto”. Arribando a conclusiones que cuando una mujer tiene características masculinas está compensando su deficiencia con la envidia del pene. En el escrito de Freud de algunas consecuencias de las distinciones anatómicas de los sexos en 1925 escribe que para la mujer, el complejo de Edipo será un pasaje con más bravata a enfrentar. Ya que la niña tendrá que encontrar la manera de desprenderse de la madre. Menciona que la pequeña en el momento de presenciar un varoncito con un pene, sabe instantáneamente que no lo tiene y que lo quiere.
Caso I. La Paciente M
Mujer de veintitantos años, se presentó solicitando terapia, con el motivo de consulta de “no poder” tener relaciones sexuales con su pareja. Sin saber conscientemente el motivo de este. Ella era virgen en ese momento y existía en ella una sensación de curiosidad en el tema. Se exploraron las fantasías alrededor de este. Por una parte la paciente solía decir “tengo ganas de hacerlo, pero tengo miedo por otra parte”. Se le interpretó la fantasía de ser destruida por dentro por el pene. Sin embargo esto ocurrió al principio del proceso terapéutico, situación temporal donde yo carecía de información importante que eventualmente marcaría las pautas etiológicas del síntoma. Puesto que la paciente provenía de una familia con recursos abundantes y a su vez expuesta a una educación con semblantes machistas y lo que a simple vista parecería un patriarcado. La paciente expresaba con enojo la situación familiar, donde se sobrevaloraba el término de “la mujer” y su pureza, así como el panorama desde el punto de vista cultural que le asfixiaba. Se veía, en un ir y venir de pensamientos abrumantes. La paciente estaba atrapada en “coger o no coger” porque por un lado si lo hacía existía la posibilidad de ser considerada una más de las mujeres que practican el sexo pre-matrimonial y esta perdería su valor como mujer. Llegaba a presentar miedos diurnos donde se imaginaba que después de tener relaciones sexuales con su novio, este la abandonaría y ella hubiese perdido algo de tanto valor por nada.
Por otro lado vivía su sexualidad como una traición hacia sus padres. Se le interpreto, el sentimiento de culpa hacia su madre por querer quitarle al padre. Y de esta surgieron insights importantes, que marcaron la pauta a un escalón a más profundidad dentro de las gradas mentales de la señorita. Tales como el enojo y resentimiento hacia su madre por no haberla premiado con un pene como el de sus hermanos, mismo que tuvo que presenciar durante toda su infancia parangonando constantemente su falta frente su vagina castrada. Los sentimientos de hostilidad hacia su madre se convertían en actos de relación sádica, mismos que podrían ser también factor adyacente a sus fantasías de destrucción interna. Dando como resultado el “temor” de la introducción de un pene a su interior. Como resultado, la paciente era verdaderamente encantadora conmigo, haciendo una transposición de su madre conmigo, convirtiéndome en el objeto que busca venganza por el odio y resentimiento de no haberla dotado con un falo tan maravilloso como el de su hermano. Su coquetería me aplacaba constantemente, con su carisma y encanto. Se le interpretó el pavor a sentir hostilidad hacia mí y por ende hacia su madre.
La señorita compartió cuarto con sus dos hermanos menores hasta los 14 años y sospechaba posibles juegos sexuales con ellos. A decir de la paciente, no hubo encuentros sexuales con sus hermanos. Sin embargo todo indicaba que parte de la turbación que ella sentía al estar expuesta a situaciones donde existiera la posibilidad de coito, era en realidad el espanto incestuoso hacia su hermano. Este pariente era poco tiempo menor que la paciente y esta, hablaba de él con mucha admiración y exquisitez. Aunado a esto, se evidenciaba sutilmente la hipótesis en mano, porque el novio de la paciente era de la misma edad que el hermano y del mismo grupo de amigos. Se interpretó que el tener relaciones sexuales con su novio para ella tenía un equivalente de tener relaciones sexuales con su hermano. El asombro a tal perogrullada, la dejo glacial.
Adentrándome aún más hacia un abismo psíquico, se reveló que gran parte de las prácticas sociales que solían ser parte de la rutina de la paciente, tales como la rutina escrupulosa de limpieza, especialmente en su peinado donde, ella aplacaba con gran cantidad de productos su pelo, para controlar sus chinos retorcidos y ondulados de la misma manera que intentaba aplacar los sentimientos provenientes de su “ello”. El ímpetu de su agresión, de su sexualidad, eran agentes de peligro que amenazaban con derrumbar su creación de estabilidad psíquica. Eventualmente la paciente logró apalabrar los sentimientos de envidia hacia su hermano, envidia que se encontraba saturada de deseos incestuosos y envidia al pene. Una envidia tal, que la paciente se vio sin opción más que crear un propio pene imaginario para ella misma, sería su virginidad. Su flor. Su valor. Su tallo. Su pene.
En la sexualidad femenina de Chasseguet-Smirgel se relacionan los sentimientos de celos con la envidia del pene. La hija resiente a la madre por haberla hecho carente de un pene y la acusa de amar más a aquellos hijos hombres. La niña toma esto como oportunidad de rechazarla y se detiene la masturbación porque existe la decepción de su clítoris. Para Freud la masturbación era una práctica masculina, decía que para que una mujer pudiera remediarse al lado femenino tendría que aceptar la diferencia de sexos y cesar su actividad masturbatoria. Para Freud el complejo de castración “inhibe y limita la masculinidad e incentiva la feminidad.
Caso II. La Paciente S
Mujer de veintitantos años. Se presenta solicitando terapia por el motivo de sentir que estaba convirtiéndose en homosexual. Sin haber tenido relaciones sexuales. Perteneciendo a una familia religiosa de prestigio. Completamente preocupada por sentir atracción física hacia su mejor amiga. A lo largo del tiempo se fue esclareciendo la sintomatología, quedando evidencia con carácter arcaico de su estado emocional. Puesto que la atracción física que sentía hacia las mujeres solía ser la misma que sentía hacia los hombres. Se consideraba una mujer bisexual. Debido a que no presentaba impulsos descontrolados, no practicaba o hacia cosas que le hicieran daño, me fue inservible un diagnóstico limítrofe de la personalidad, tenía muchos comportamientos obsesivos y una estructura yoica que parecía estar dentro del reino de las neurosis. Así transcurrieron los primeros meses de análisis, hablando de los miedos y fobias sociales que presentaba, de sus padres y de su temor de querer tener relaciones sexuales con mujeres. Hasta que se destapó el reino de las fantasías sexuales. Donde la paciente, al masturbarse, recreaba una escena sexual donde ella jugaba el papel del varón y se vivía con un pene dentro de esta fantasía. Desde que comenzó a practicar actos onanistas a muy temprana edad esta solía ser su fantasía. Y por ende parecería que estaba en una situación donde negaba inconscientemente la diferencia del género, negando así la castración simbólica y recompensando en fantasía la necesidad de contener aquello que su madre necesitaba. La paciente S tenía una relación sumamente ambivalente con su madre, en ocasiones con comportamientos idiosincrásicamente engolfantes. Por una parte resentía a la madre por otorgar privilegios al hermano mayor, que a decir de la paciente era “el consentido”. Existía en el mundo interno de la señorita, una fantasía donde aquel que poseyera el falo tendría el amor materno. Mientras que el contraste con las exigencias sociales y la cultura perteneciente familiar, empujaba a la paciente a idealizar el género masculino y degradar el femenino. Introyectando así, solamente en su paraíso sexual, en su mundo interno creando un espacio donde no tendría que sentir inferioridad por sus características sexuales. Asumiendo una identidad bisexual que la volvió omnipotente, sin tener que sacrificar nada a cambio. Mucho menos someterse a la castración. En este caso, el amor de la madre se equipara con poder.
La señorita no quiere tener hijos, y no busca entablar relaciones amorosas con mujeres, quiere tener un matrimonio con un hombre y simplemente reducir la culpabilidad que siente por estas fantasías sexuales. Avanzando en asociación libre y reducción de represión, se fue descubriendo que la atracción hacia las mujeres era paraje de la confusión de establecerse de un lado del espectro de género, en donde si asumes una posición masculina por ende debes amar a una mujer. Al perder la virginidad con un hombre, descubrió que la fantasía masturbatoria fue reemplazada con la fantasía de penetrar analmente a su pareja con un artefacto que asemeja un pene. (Strap on) La paciente buscaba una compensación del ego, haciendo que el hombre ocupara ese lugar <sumisión>.
Podemos observar en la viñeta anterior, ella practicaba la masturbación, aunque si nos basamos en el modelo de Freud; lo hacía desde una posición masculina meramente por la fantasía adyacente del falo.
En cuanto a los rasgos bisexuales de la paciente, es más frecuente en las mujeres, por la comparación psíquica de clítoris siendo homóloga al pene. La paciente anterior puede tener rasgos perversos debido a la renegación de la castración femenina, sin embargo nunca ha practicado aquello que existe en su mundo fantasía. Por ende la paciente sufre de importantes síntomas somáticos, la mayoría de ellos girando alrededor de un rechazo a su cuerpo femenino.
Presentándose así, físicamente con una fachada femenina, sin embargo teniendo fuertes problemas de competitividad y rivalidad fraternal. La paciente, aunque negando ciertas características femeninas, como la debilidad, el exceso de emociones, la vestimenta, Siendo así, me inclino a pensar que lo que está rechazando la paciente no es la diferencia de sexos, sino la diferencia de género, a un nivel vertical. Está buscando anular la superioridad que fue otorgada a su hermano por poseer el pene que buscaba la madre. La paciente no ha renunciado a su sexualidad, ha aceptado grandes características femeninas, pero pareciera que solo aquellas que no la ponen en desventaja frente a la representación del falo. Para Freud el complejo de castración determinaba el rol social.
El contraste entre las viñetas es aquel en donde una paciente inhibe por completo su sexualidad mientras que otra paciente la utiliza como válvula de escape. Ambas afectadas por la jerarquización de aquello que carece, siendo reprimido y resucitado de maneras distintas.
Ruth Mack Brunswick mencionaba que las tendencias activas ayudaban a establecer la primacía de las tendencias pasivas, pero si estas se veían frustradas en exceso, la sexualidad de la pequeña dama se vería inhibida. Tal como resulta en la viñeta I, done la paciente se encuentra con una mejor relación (en superficie) con su madre, y donde las agresiones y sentimientos hostiles se encuentran reprimidos, sin pistas pre-conscientes accesibles para la paciente. Ella percibió las seducciones maternales en exceso, y asumió el papel de pasividad en tu totalidad.
Horney en 1926 mantenía que la “envidia de pene” es exagerada en los postulados de Freud y ella consideraba que era una consecuencia secundaria con origen al disimular y silenciar sentimientos hacia el padre.
Caso III: La Paciente B.
Una mujer de 35 años. Se presenta solicitando terapia debido a la “autodestrucción” en sus relaciones amorosas. En las cuales suelen haber golpes de parte de los hombres. Esto según la paciente, por su comportamiento seductivo con otros hombres. La paciente, exacerbando sus rasgos femeninos, solía posicionarse como la que sufría por la situación de abuso, sin embargo su vida sexual era para ella un goce. La paciente tenía rasgos histéricos importantes, pero era su sexualidad masoquista la que divagaba en sus excitaciones sexuales. La paciente provocaba celos a su pareja, y este en respuesta la golpeaba y después tenían relaciones sexuales. La paciente menciona que es el mejor sexo de su vida pero que le preocupa permanecer en una relación tan “enfermiza”. La paciente, tiene un hijo varón, a quien dice amar y adorar. interesante e importante comentar que, tenía el deseo que su primer y único hijo fuese varón. La relación con su madre, mencionaba era difícil debido a que la madre buscaba controlarla e implicarle su manera de pensar.
Uno podría considerar que las características psicológicas de la feminidad dan como resultado y preferencia, descargas pasivas de la libido. Sin embargo esto desemeja la pasividad propiamente dicha. La entidad nosológica de tal palabra suele ser una de las erróneamente aceptadas teorías del rol de la mujer. Puesto que en algunas ocasiones, se requiere una intensa actividad para lograr obtener ciertas ganancias pasivas.
Muchas infravaloraciones de palabras y explicaciones ocurren cuando hablamos de líneas que delimitan el género, no obstante suele ser una consecuencia de las costumbres sociales, que suelen forzar a mujeres hacia situaciones cargadas de pasividad. Tales como coartar su agresión mientras que para los hombres es festejada esos actos de “virilidad”. Freud habla de esta supresión en su texto de Feminidad en 1932 “esta supresión favorece el desarrollo de poderosos impulsos masoquistas, que tienen éxito al empalmar eróticamente esas tendencias destructivas que han sido revestidas hacia sí. Por ende el masoquismo es, verdaderamente femenino.” Yo me pregunto como anexo extra, y refuto hasta cierto punto tal conclusión, puesto que hay hombres que practican el sado-masoquismo y gozan de tal acto sexual. Siendo entonces que si el masoquismo es femenino, el sadomasoquismo siendo un retoño de tal, lo sería también.
Siguiendo la lectura de Feminidad de Freud, continúa bajo el esquema teórico que asumir la castración es necesaria para poder asumir una sexualidad femenina. De nuevo adquiere una posición de dicotomía, donde esta castración antecede una de dos posibilidades. La primera siendo que la mujer desarrolla una estructura neurótica con inhibiciones sexuales o entra en problemas de un complejo de masculinidad. A este bosquejo entra también la consideración importante de haber establecido una separación con la madre fálica y no castrada. Solamente para realizar después (en la mayoría de los casos) que su madre, a diferencia de su fantasía, es castrada y puede así proseguir a renunciar a la masturbación clitoral. Transitando una metamorfosis psíquica desde la pasividad; de ahí a una relación con el padre; a una envidia del pene; hasta el deseo de tener un pene. Solamente solucionado este deseo cuando es reemplazado por el deseo de tener un hijo. Terminando la metamorfosis al someterse a la figura del hombre, y través de este dolor paga la culpa por desear al padre y desplazar a su madre.
“Durante el desarrollo psicosexual de la niña que esta se comporta de maneras similares al varón hasta la etapa fálica. La relación libidinal de la mujer es reemplazada con una identificación hacia la madre y en respuesta buscar llenar ese vacío del pene perdido teniendo un hijo con el padre.” J. Lampl De Groot.
Lo importante a destacar en la evolución del complejo de Edipo femenino, es que menciona que el narcisismo de la niña/mujer sana al procesar que la capacidad de tener hijos es exclusivamente un privilegio de la mujer. Ya que en muchos casos la pequeña no necesariamente tiene que negar la castración, intenta compensar el sentimiento de inferioridad en un campo no-sexual, con actividades profesionales y ajuares corporales. Si no se acepta la castración, estará en una batalla perpetua de competencia con los hombres, en donde entrara como resultado la frigidez sexual.
El grande problema con las dicotomías teóricas es que reduce significativamente las hipótesis. Como se ejemplifica a lo largo de este escrito, el complejo de Edipo puede tener variaciones al igual que el asumir la castración femenina. Y aunque existen similitudes y congruencias entre estas diversificaciones teóricas, es absurdo pensar que la diferencia principal entre hombres y mujeres es la oposición entre activo-pasivo. Tanto para Freud como para Lampl de Groot, “los hombres aman y las mujeres se dejan ser amadas”.
Helene Deutsch hablaba de una “mujer pasiva”. Pero que hay en relación a la “mujer activa”? Las infancias en hombres y mujeres, ambos asumen un rol activo, y es en el momento que existe una decepción por la falta del pene de “la madre” que la niña busca al padre. Y este volverse atrás narcisista la empuja a buscar ser amada pasivamente por su padre.
Reingreso al problema de intentar aterrizar algo tan complejo como la psique y el resto de sus componentes en una dicotomía. ¿Qué sucede cuando se presentan otras pautas y prototipos al llamémosle, habitual, donde la mujer es aquella que suele significar las resonancias pasivas del modelo familiar? ¿Qué sucede cuando la madre es quien parece ser la que tiene el poder/el falo simbólico familiar? Se tiende asociar tal situación con una creación perversa donde el sujeto recrea el conflicto edípico. Sin embargo, en los casos expuestos no me refiero a que sean estructuras perversas. Sino que, de la misma manera como se defiende un ser ante la amenaza de la muerte psíquica, ante la cual el ser infantil y frágil inventara lo que sea para escapar (McDougall, 1978).
Es decir, mediante medios de fantasía erótica, controlar el peligro que representa el hombre para la existencia de la mujer. Más aún, en estos casos. Similar a la perversión, las mujeres expuestas parecen no haber solucionado el conflicto edípico y por lo tanto, su sexualidad se ve entorpecida y adormecida. Como resultado crean fantasías, mitologías propias, creaciones imaginarias donde recuperan su “valor social”. Y como consecuencia la capacidad de sentirse dignas de hallarse equivalente a un hombre.
En estas mujeres que expongo brevemente, comparten similitudes importantes en relación a la teoría implicada. Estas son; La presencia de una madre fálica, una situación cultural/ familiar donde se valora en demasía a los varones, la angustia de castración, eventos traumáticos de la infancia, una presencia física femenina (no niegan los atributos femeninos), áreas sociales y laborales en orden (hago referencia aquí, en relación a que no existen problemas en el discurso más que aquellos en el campo de lo relativo a la sexualidad). Pareciera, que asumen la castración socialmente, sometiéndose a las reglas desde un punto de vista de una parcela superficial. Mientras que en lo recóndito de su mundo interno, operan maneras desemejantes. La compensación aparece, como resultado, de la falta de un sentimiento de poder y/o paralelamente buscando el amor y el reconocimiento de la madre.
Los pacientes de los casos II y III podían expresar agresión verbal y a su vez de alguna manera, sublimada y transferida la expresión de su sexualidad.
El Caso II directamente buscando controlar y asumir el rol de la poderosa.
El Caso III en un juego sado-masoquista donde encontraba placer al presenciar el poder de otro sobre ella e inconscientemente buscando controlarlo.
El Caso I no encuentra la posibilidad, no ha creado en lo profundo de su mundo interno una ecuación simbólica que le otorgue el poder <nuevamente>. Asumiendo entonces, un rol femenino pasivo en lo que pareciera, su totalidad. El mismo caso, pareciera el comienzo de futuras posibilidades de frigidez.
“El masoquismo, eliminando por completo su satisfacción sexual. Y de acuerdo con sus estudios muchas mujeres nunca llegan a experimentar la sensación de un orgasmo y sin embargo suelen tener una vida psíquica sana. Sana porque, mantienen buenas relaciones familiares y sociales y durante el intercambio sexual están de acuerdo en proporcionar satisfacción a sus parejas.” (Deutsch, 1930). Esta autora también continúa diciendo que el masoquismo femenino, se debe al tráfico de instintos activos originalmente con las catexias en el clítoris, abriendo así los caminos hacia la feminidad. Ergo, a su vez a la frigidez, porque también incrementa miedos en la integridad yóica. En el Simposio de la Frigidez en 1960, la autora expresa desesperanza, al no comprender porque ciertas mujeres (en algunos casos psicóticas) agresivas y masculinas experimentaban placer sexual, (en sus orgasmos vaginales) mientras que las mujeres “amorosas, entregadas, maternales y felices no experimentaban tal sensación; aunque se sentían completamente satisfechas”.
Se hacía la pregunta, “¿Cómo es que algunas mujeres están condecoradas con orgasmos vaginales y otras no?”
A lo cual yo respondería, a partir de las viñetas. A fin de que una mujer alcance el goce sexual en su plenitud, debe existir una congruencia entre su sexo anatómico y su nivel de confort alrededor de este. Teniendo en cuenta el reconocimiento social de género. Donde no se encuentren peleadas con la supremacía del macho, no busquen erradicarla, así como estas pacientes no buscaban conscientemente erradicar al hermano.
Sino recrear en el mundo interno, una fantasía lo suficientemente “potente” como para compensar la degradación del propio género que perciben dentro los ámbitos familiares y sociales. Sea esta perfidia psíquica, en el reino de lo social o por medio del éxito laboral y el beneficiarse de esos atributos materiales que las embisten y engrandecen, únicamente así llegan a adquirir un sinónimo de poder. Por lo tanto estas creaciones, sin necesariamente tener que ser perversas, en donde la compensación por la falta aparente, se resuelve por medio del acto sexual.
Y aunque este acto, teñido de cargas y pensamientos sádicos como suele ser, parezca renegar la castración. Lo hace de manera concreta, como una puesta en escena.
Ya que a mi parecer, el ejercer la sexualidad está directamente ligada a la construcción que tiene un sujeto de sí, a su identidad. Las mujeres suelen tener dificultad en ejercer su sexualidad, por el choque y contraste tan incongruente que existe socialmente. Y este afecta de manera directa su identidad.
Para mí el órgano sexual supremo y absoluto, es la psique. Y si una mujer no tiene capacidades orgásticas, aunque una vida “feliz”, es porque sus asociaciones mentales con la feminidad contrastan en demasía con aquellas en relación a su narcisismo, a su yo ideal.
Partiendo sobre la idea, que cierto narcisismo en toda persona es importante, si el bombardeo de la información social del diario, la vuelve un objeto sexual, correspondientemente la esclaviza, la esquina hacia la dirección de pensarse meramente como un objeto para un otro, sea este un hombre, su padre o su futuro hijo, no existirá el orgasmo porque este solamente le recordara a la falta de identidad y minusvalía que tiene en su mundo interno y/o su familia y/o la sociedad y cultura.
Bibliografía:
- Chasseguet-Smirgel, Janine. (1986). Sexuality and Mind: The Role of the Father and Mother in the Psyche. France: Karnac Books.
- Chasseguet-Smirgel, Janine. (1991). Female Sexuality: New Psychoanalytic Views. France: Karnac Books.
- McDougall Joyce.. (1978). Plea for a Measure of Abnormality. Britain: Free Association Books.
- McDougall Joyce . (October 17th 1995). The Many Faces of Eros: A Psychoanalytic Exploration of Human Sexuality. England.: W. W. Norton Company.
- Deutsch, Helene; The Psychology of Women. New York, 1944.
- Freud, Sigmund. “On the sexual theories of children.” Standard Edition, London. Hogarth Press. 1957.
- Freud, Sigmund. Three Essays on the theory of Sexuality. Standard Edition. London. Hogarth Press. 1953.