Escogí relatar este evento porque quise comunicarles cómo es que comprendí el significado de la transferencia en los niños, fenómeno indispensable para el psicoanálisis. Entendiendo a la transferencia: el tener por una persona sentimientos que no le pertenecen a ésta sino a otra. En todas nuestras relaciones interpersonales existe una parte subjetiva. Podemos tener sentimientos hacia una persona que transferimos de otra persona del pasado. En el enunciado de: “El me la hace, tú me lo recuerdas, tú me la pagas” como se representa en el ejemplo de la bofetada.
Autor: Alma Millán Gamboa
“Bebé malo” fue la frase que utilizó Ivete; una niña de dos años cuando me abofeteó (en mi consultorio) al distraerme. Al darse cuenta de que me había pegado con tanta intensidad, se asustó, quiso llorar y se escondió de mí.
Escogí relatar este evento porque quise comunicarles cómo es que comprendí el significado de la transferencia en los niños, fenómeno indispensable para el psicoanálisis. Entendiendo a la transferencia: el tener por una persona sentimientos que no le pertenecen a ésta sino a otra. En todas nuestras relaciones interpersonales existe una parte subjetiva. Podemos tener sentimientos hacia una persona que transferimos de otra persona del pasado. En el enunciado de: “El me la hace, tú me lo recuerdas, tú me la pagas” como se representa en el ejemplo de la bofetada.
Ivete iba tener una hermanita, por lo que en ese momento, para ella me convertí en ese bebé; peligroso, que la despojaría de ser “su majestad la reina de su casa” y donde no le quedaría más remedio que aprender a compartir su trono.
Existen muchos ejemplos en donde podemos observar las fantasías inconscientes que están experimentando los niños, pero si no tenemos el conocimiento clínico; el ejemplo de Ivete pudiera haber pasado como que estaba en una fase “grosera” como me lo reportaba su mamá constantemente.
Por eso sostengo que es un mito el que los niños no puedan expresar lo que sienten, y lo dejo sustentado en los ejemplos expuestos a lo largo de este trabajo a través de mi experiencia con niños.
“Freud ubicó al juego infantil como una actividad preponderante de la infancia, lo equiparaba a la creación literaria, al ensueño diurno y al humor” [2]. Posicionando a la fantasía como heredera del juego. “El juego, explica, ha sido placer al que no se renuncia, se permuta, lo que antaño constituyó el placer del juego hoy será el placer del fantaseo” [3].
Melanie Klein afirma que la fantasía “es la expresión mental de los instintos y por consiguiente existe, cómo éstos, desde el comienzo de la vida” [4]. Reiterando que para cada instinto hay una fantasía correspondiente. En base a dichas fantasías inconscientes es que se construye nuestra personalidad, siendo éstas las que modulan nuestra conducta. En el ejemplo con Ivete, ella estaba teniendo la fantasía que su hermanita podía enojarse al querer molestarla, por eso corrió a esconderse después de la escena representada.
La premisa de la terapia de los adultos y de los niños es la misma: el autoconocimiento. En psicoanálisis se revisa cómo las personas manejamos la información, en otras palabras que el sujeto se pueda conocer a si mismo, para que tome decisiones de mayor calidad. Toda la vida es una negociación entre lo que quiero y lo que puedo hacer y entre mejor pueda hacer las negociaciones el adulto o el niño, más pleno estará y sentirá más control de su vida. En los adultos tenemos acceso a las fantasías mediante la palabra, en los niños tenemos que aprender a descifrar el código en el que nos hablan; es decir mediante el juego.
Un juego tan simple como es el de “aparecer y desaparecer” puede enseñarlos como es que se construye la constancia objetal en los niños, es decir, que el niño pueda internalizar a la madre aún cuando ésta salga del cuarto él sabe que no desaparece para siempre.
Tal es el caso de Matilde, una niña de 5 años que por haber vivido una infancia turbulenta (tenía un padre violento) se encontraba retraída socialmente y tenía que recurrir al síntoma de hacerse pipi en la cama. Recordemos que un síntoma es un aviso que nos da nuestro organismo, es una llamada de atención de nuestro mundo interno.
Matilde recurría a juegos practicados en la fase de separación-individuación como un intento de reparar la idea de sentirse abandonada. Estos juegos son realizados por niños de menos edad principalmente. Matilde jugaba conmigo en todas sus sesiones a las escondidas.
Manifestaba abiertamente un miedo a crecer, jugando conmigo a ser mi bebé. Mis intervenciones, entre otras, se dirigían al miedo que le daba crecer, sentía que al ser más grande iba a estar sola.
A través de la terapia de juego poco a poco Matilde fue adquiriendo seguridad y cambió a representar juegos propios de la etapa edípica de desarrollo en la que se encontraba y por consecuencia dejó de hacerse pipi en la cama.
Es importante recordar que “la terapia de juego es un proceso dinámico entre el niño y el terapeuta en el cual el niño explora, a su propio ritmo y con un orden individual, aquellos elementos del pasado y del presente, conscientes e inconscientes, que están afectando en su vida presente” [5].
“El trabajo en terapia de juego rara vez es metódico porque a menudo, los asuntos se manejan simbólicamente (Chetwynd,1982), apareciendo por partes cuando y como las necesidad lo requiere” [6]. En el caso de Matilde el ir descubriendo que no porque estuviéramos escondidas desaparecíamos fue lo que la ayudó a ir confiando y socializando más con niños de su edad.
(West, 2000) Nos dice que el juego ayuda al niño a: Desarrollar habilidades físicas. Entender las relaciones. Experimentar e identificar emociones. Practicar roles. Explorar situaciones. Aprender, divertirse y representar aspectos problemáticos, entre otros. Pero la más notable contribución del juego, a mi juicio; es que a través de él podemos llegar al mundo interno de los niños: El juego es una comunicación simbólica. “Actúa como un puente entre el conocimiento consciente y las experiencias emocionales” [7].
Ahora me quiero centrar en un ejemplo de un tipo de fantasías representadas en el juego de un niño de 7 años que pudo aprender a relacionarse con los otros a través de la terapia de juego.
Andrés fue referido a terapia por su mamá la cual mencionaba que tenía problemas de aprendizaje porque le desobedecía al no querer hacer la tarea. Reportaba que pasaba mucho tiempo dormido y cuando ella llegaba en la noche de trabajar él solo se interesaba por jugar.
Era hijo único de una madre abandonada por su pareja al nacer él. No había hablado hasta los tres años y medio cuando su mamá lo llevó a terapia de lenguaje, ante el comentario de un conocido de que su hijo no hablaba. Donde fue evaluado y reportado que no tenía nada físico, sino que le faltaba estimulación. Al momento de llegar a consulta Andrés hablaba con un niño de tres años.
Demostraba durante el juego esta incapacidad de la que había sido víctima, al vincularse conmigo. En sus primeras sesiones jugaba solo y por más de que yo trataba de incluirme en su juego no me lo permitía contestaba: “no, nada, nada” excluyéndome así de lo que estaba haciendo.
En un segundo momento del análisis. La mayor parte de las sesiones se la pasaba construyendo y deshaciendo lo que había hecho, matando y reviviendo a los personajes de su juego. Escogía a dos muñequitos y los nombraba “los malos”. Andrés estaba enojado por el abandono de su padre y el descuido de su madre. Diciendo frases como “la madre está apunto de caerse por la azotea”. El en el juego representaba lo que sentía que a él le habían hecho.
Cuando algo le pasaba a sus personajes ante mi intervención de qué podíamos hacer respondía: “que el niño era tontito y no sabía que hacer”. Cabe mencionar que Andrés tenía una capacidad intelectual normal de acuerdo a una prueba de inteligencia aplicada previamente. Sin embargo, al no haber aprendido a utilizar sus recursos internos para poner solución a algún problema recurría a paralizarse. Durante el análisis se fue percatando que era tomado en cuenta por mí y por su mamá. (Ya que ésta entró a análisis también). Andrés fue poniéndole nombre a sus sentimientos, se fue haciendo más social y pudo incluir a los demás en su juego.
Así podemos describir el proceso de Andrés en palabras de Anni Bergman (1991) como que el juego es: “una creación, una recreación y una transformación de la experiencia vivida. El mundo de las representaciones del niño es revelado y creado a través del juego” [8].
Como conclusión: me gustaría reiterar que el juego es el lenguaje que los niños utilizan para comunicarse. “Tiene un ciclo: comienzo, desarrollo, fin. Tiene un lugar y un tiempo. Finaliza cuando la experiencia se agota, o cuando resulta amenazado por circunstancias perturbadoras internas o externas” [9]. Y que la frase que utilizamos en psicoanálisis de que “lo que no se habla se actúa equivaldría en los niños a que lo que no se juega se actúa”.
Bibliografía:
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Brazelton, TB, Bergman A, El papel del juego en la separación individuación. 1ª. Ed. Mexico D.F, 1991. Instituto de Investigación en Psicología Clinica y Social, A.C.
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Freud S, El creador literario y el fantaseo. Obras Completas. Tomo IX. Buenos Aires, 1995. Amorrortu Editores.
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Lewin M, Juego, fantasía: del más allá al espacio transicional. Página 358 y 368. Recuperada el 10 noviembre, 2007 de: http://www.apdeba.org/publicaciones/2004/pdf/Lewin.pdf
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Schaefer CE, O´Connor KJ. Manual de terapia de juego. 1ª. Ed, México D.F. Manual Moderno. Volumen 1. 1983.
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Segal H, Introducción a la Obra de Melanie Klein. México D.F. Paidos. Psicología Profunda. 2003; 20.
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West J, Terapia de juego centrada en el niño. 2ª. Ed. México D.F. Manual Moderno. 2000; prefacio XI, 6, 14.
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[1]Trabajo leído en el IV Congreso de Psicoanálisis y Psicoterapia S.C. Mitos y Fantasías del Psicoanálisis. Octubre 2007.
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2 Lewin M, Juego, fantasía: del más allá al espacio transicional. Pg. 358
- [5] West J, Terapia de juego centrada en el niño. Prefacio XI