Hipermaternidad.
Autora: Leticia García.
Del griego ὑπερ- hyper-. Que significa ‘exceso’ o ‘grado superior al normal.
Maternidad: Estado o cualidad de madre.
La palabra compuesta “Hipermaternidad”, es un término que, si bien no es usada en el ámbito psicoanalítico, me pareció interesante investigar más al respecto, pues este y otros términos como “madre helicóptero” o “súper mamá”, han sido de uso más o menos frecuente por algunas de mis pacientes. Al investigar, me doy cuenta que todos estos términos, tienen que ver con ejercer la maternidad de una manera desbordada o cien por ciento dedicada al cuidado de los hijos y una tendencia presente, sobretodo en portales de crianza en internet. Tras investigar los términos mencionados con anterioridad, la palabra “Hipermaternidad”, describe creo yo, muy bien una sobre exigencia hacia la mujer, sobre exigencia desde el rol materno, en otras palabras, una demanda de perfección al desempeñar el rol de madres. En su reportaje ¿Demasiado madres? En donde se explica la fuerte tendencia o moda de la “crianza del apego”, o como es llamada por autoras como Eva Millet (2017) “hipermaternidad”, la reportera entrevista mujeres que ejercen este estilo de crianza. Ellas afirman que una buena maternidad implica la absoluta devoción por y total accesibilidad a complacer las demandas de los hijos, las 24 horas del día. Millet, Describe Hipermaternidad como “un estado exagerado de la cualidad maternal” y se refiere a una elección de crianza en donde la madre, decide sacrificar su desarrollo personal, deseos y relaciones interpersonales por cuidar a sus pequeños.
Dicha hipermaternidad, implica que las madres para ser consideradas buenas madres, deberán quedarse en casa, dedicando su tiempo a las tareas del hogar, tratando de evitar a toda costa que los pequeños sufran frustraciones, o bien puedan sentirse abandonados por ellas. La intención consciente y manifiesta, es conseguir por medio de la presencia a manera de “madres helicópteros” (a manera de analogía con los helicópteros que siguen una noticia, minuto a minuto), dar a sus hijos la sensación de absoluta seguridad. Todo esto les implica a algunas de ellas, el dejar su profesión de lado, e incluso abandonar la vida íntima conyugal a causa de prácticas como el colecho y la lactancia prolongada. Alguna madres han expresado incluso, que la vida social puede también quedar desplazada en función de este tipo de crianza, ya que los tiempos de los pequeños se imponen a eventos sociales o compromisos personales.
Ante la pregunta de qué es lo que se busca lograr con este tipo de crianza, por lo general la respuesta es “niños seguros y felices”. Pero ¿qué tanto estamos hablando de una crianza que promueve el apego seguro? ¿Qué tanto es el rol de la madre, hacer a los hijos felices, quitando para ellos los obstáculos y posibles desencantos del día a día? Al plantearnos un escenario en el cual, la madre no se “despega” de su pequeño, donde desea estar siempre presente y resolviendo por ellos, incluso anticipándose a las necesidades de sus hijos, o es víctima de angustia o culpa en caso de no hacerlo ¿Qué tanto es la propia angustia desbordada de la madre, la que está siendo volcada sobre sus pequeños fomentando en ellos, contrario a lo que se desea, un apego inseguro? Espero que la siguiente revisión teórica, nos ayude a entender un poco más al respecto.
Bowlby quien es considerado el padre de la teoría del apego, nos habla de los tipos de apego que fomentamos en los pequeños. Estos postulados, parten de los estudios de Ainsworth y Bell (1970), quienes pudieron, mediante un ambiente controlado experimental, comparar la respuesta de niños con diferentes características en una situación de estrés. Esta situación de estrés consta en que la madre sale de la habitación por unos minutos, dejándolos en compañía de un extraño para observar cómo reaccionan los pequeños, cuando se ausenta la madre y cuando esta regresa, para luego volverse a ir con el extraño. Gracias a este laborioso e importante experimento, se identificaron 3 tipos de apego: seguro, inseguro-evitativo e inseguro ambivalente.
Los niños que fueron identificados como niños con apego seguro, al salir la madre del cuarto, se sintieron afectados, su capacidad de exploración disminuyó, al regresar la madre reaccionaron con entusiasmo, buscando unos segundos el contacto físico con la madre, para posteriormente retomar la conducta exploratoria. En niños con apego seguro, se observan características como mayor habilidad para jugar y explorar el ambiente disfrutando, confianza, seguridad y presentando una mayor facilidad para ser reconfortado.
En cambio, en niños en quienes fue identificado un apego inseguro-evitativo, se pudo notar que, desde un inicio, ignoraban la presencia de la madre y en ningún momento trataban de verificar su presencia en el cuarto experimental. Al retirarse la madre para dejarlos con el extraño, parecían no percatarse y por supuesto no reaccionaban ante la ausencia. Al regresar la madre, los niños no buscaban a la madre, ni un contacto físico con ella, volcaban su atención a objetos inanimados, evitando relaciones interpersonales. Ainsworth explica que, estos niños al haber sentido que, a lo largo de sus vidas, sus necesidades emocionales, no habían sido del todo cubiertas, intentaban negar los sentimientos de necesidad de para evitar frustraciones.
El tercer grupo de niños presentaban un apego de tipo inseguro- ambivalente o ambivalentes preocupados. Se mostraban extremadamente preocupados por el paradero de las madres, afectando incluso su curiosidad y exploración. Al retirarse la madre, la buscaban desesperadamente o permanecían sumamente alterados. Al regresar la madre, buscaban ser reconfortados, se encontraban llenos de ira o angustia o en una actitud pasiva. No lograban regresar a explorar y jugar.
Cada uno de estos tipos de apego, además de haber sido evaluados en un ambiente experimental controlado, fueron cotejados con información longitudinal que fue obtenida a través de la observación de las madres y el tipo de actitudes y de relación que tenían con sus hijos en el hogar.
Se pudo notar que las madres que tienen hijos con un apego seguro, mostraron una constancia y sensibilidad a responder ante las necesidades de sus pequeños, dando cabida a la libre exploración y juego del pequeño.
En cambio, una actitud rechazante o emocionalmente distante, predice niños con un apego inseguro y evitativo.
Las madres de pequeños que presentaban un apego de tipo ambivalente, mostraban cierta inconsistencia emocional o bien sentimientos de ambivalencia velados hacia sus hijos, además de mostrar claros esfuerzos por sabotear la autonomía e independencia de los pequeños. (Marrone, 1998, p. 55-58)
Si bien, existe una gran preocupación en las madres que desean dar todo lo que puedan a sus hijos, un gran terror a frustrarlos, a ser insuficientes, intentando en ocasiones, podría ser que, a veces que sin saberlo, evitan que los pequeños busquen su propia manera de establecer vínculos afectivos desarrollando un apego inseguro. Estos pequeños, pueden llegar a sentir que, sin mamá no pueden resolver. Tal vez al desear que los pequeños, no sufran, se alimente a nivel inconsciente la sensación de ser muy necesitadas, compensando alguna carencia emocional, misma que muchas veces no es tan fácil identificar. Tratar de resolver todo por los pequeños, implica quitarles maravillosas experiencia y aprendizajes. Winnicott, describe a la madre suficiente mente buena como primer contacto del niño con la realidad. Es “aquella que lleva a cabo la adaptación activa a las necesidades de este, adaptación que disminuye poco a poco, según la creciente capacidad del niño, para hacer frente al fracaso, en materia de adaptación y para tolerar los resultados de la frustración”. (Winnicott, 1982).
Winnicott describe a una madre suficientemente buena como aquella quien es capaz de satisfacer las necesidades del infante desde su nacimiento y de hacerlo la mayoría de los momentos y con la mayor constancia posible, con la finalidad de que, cuando llegue a un estado de separación de su madre, logre buscar sus propios objetos estableciéndose como un objeto individual.
Mahler y Bergman, hablan de dos nacimientos. El primero o nacimiento biológico que es aparatoso, traumático y violento. El “segundo nacimiento” es el que llamaron “nacimiento psicológico”, mismo que se da en la etapa de separación individuación: “El establecimiento de un sentido de separación de y una relación con, un mundo real, tomando en cuenta particularmente las experiencias del propio cuerpo y la representativa principal del mundo, tal como el infante lo experiencia, el objeto primario de amor”. (Mahler, 1975) Continua,
“El proceso normal de separación individuación, que procede al desarrollo normal del periodo simbólico, involucra el logro de una separación funcional, en presencia de, con una disposición emocional”. Esta fase es crucial en relación a la formación del yo y el desarrollo de relaciones de objeto.” (Mahler, 1975)
Esta revisión teórica nos permite recordar que, si bien él bebe desde que nace es un ser indefenso y completamente dependiente de la atención y los cuidados de sus cuidadores, a medida en que comienza a separarse, buscando espacios para explorar en su cuna, en el gateo, lo más recomendable es fomentar dicha exploración del mundo por su cuenta, siendo para ellos muy importante el saber que al necesitar algo, podrán acudir a sus cuidadores. Algunas actitudes que promueven un apego inseguro en los pequeños, podrían ser por ejemplo la excesiva complacencia materna y falta de límites, el vigilar constantemente a los pequeños, aun en ambientes seguros, las sobre reacciones ante accidentes, asfixiarlos con las propias angustias de separación que puedan existir en la madre. Dichas actitudes, les dificulta a los pequeños, lograr ubicarse como un ser independiente y separado de la madre, provocan en ellos un profundo sentimiento de insuficiencia, ira e intolerancia a la frustración. En otras palabras, al mostrar una actitud angustiada por querer evitar sentimientos de frustración o fracaso en los pequeños, les dificulta el poder fortalecerse y resolver por sí mismos, cayendo en actitudes de sobreprotección.
David Levy en su libro “La sobreprotección maternal” (1945), indaga por primera vez e incluso abre el tema para investigaciones posteriores, posicionando en el radar de la salud mental, el termino sobreprotección. En él, narra casos en donde existen francas actitudes de asfixia materna para con los hijos. En los casos que se exponen, aun cuando las angustias son puestas en otros aspectos de la vida de la madre (pensamientos obsesivos, angustia en el plano sexual), Levy concluye que estos casos en donde predomina un maternaje indulgente y sofocante, es decir: madres que brindan excesivos cuidados y manifiestan una constante preocupación por los niños, así como la incapacidad de poner límites claros por miedo a generar aún más enojo de los niños, se traduce en madres que aun teniendo diversos orígenes psicopatológicos, todas parecen hacer un uso constante de la formación reactiva, transformando sentimientos inconscientes de hostilidad e incluso deseos filicidas, en lo contrario es decir: cuidados excesivos y una incapacidad para poner límites. Los niños descritos en los casos del libro, presentan conductas de desadaptación social que van desde una tiranía absoluta hasta una actitud dócil y ultra dependiente. Este postulado nos habla de qué actitudes que pueden ser confundidos con amor devoto y entrega absoluta por parte de la madre, podrían estar escondiendo rechazo y sentimientos de gran hostilidad hacia los hijos.
Lefebvre (1980), sobre las bases de sus muchos años de experiencia como Psiquiatra y Psicoanalista, encargado de la unidad de males psicosomáticos, observó que la vulnerabilidad a contraer enfermedades psicosomáticas, se incrementa notablemente en pacientes quienes, en la infancia, fueron expuestos a situaciones traumáticas en la fase de separación -individuación de Mahler y propone que los pacientes que somatizan, “en pleno momento de la somatización, toman un modelo relacional que, cuando es crónico, se caracteriza por manejarse como una personalidad narcisista” (McDougall, 1980). Esto es, toman una actitud dependiente y demandante.
Al tratar de evitar aparentes daños a los pequeños, se podría caer en lo contrario. Cuando existe una gran preocupación traducida en conductas indulgentes, que propician la fijación o bien actitudes ultra vigilantes, podría tratarse de un miedo inconsciente a hacerles daño, ya sea por ira o frustraciones que no están tan claras en el psiquismo de la madre, o bien por un temor a repetir en sus hijos la propia historia, a convertirse en su propia madre. “La sobreprotección es el mismo lado de la moneda en cuanto hablamos de hostilidad y afecto” (Levy, 1941).
Al fomentar que los pequeños encuentren y hagan uso de objetos transicionales (Winnicott, 1982), preparándose para un segundo nacimiento (Mahler y Bergman, 1975) y con actitudes de curiosidad y exploración (Bowlby, 1983), estos autores nos ayudan a entender un poco más, lo que podría ser un común denominador: lo natural en un bebé, será buscar ser parte del mundo y establecerse como un ser independiente a los objetos primarios de amor.
Actividades como el colecho, la lactancia prolongada, son algunos ejemplos de actividades que, si bien conscientemente buscan retornar a lo orgánico y lo natural, pudieran también estar negando la presencia de la sobre estimulación de los diversos órganos receptores de placer. Negando también la existencia de la sexualidad en la infancia, se prolongan etapas que los pequeños natural mente, buscan abandonar para lograr desarrollarse a su propio ritmo. “Meddel Middelmore (1941) es franca sobre algunas dificultades que las mujeres a menudo presentan al tratar de lactar”, pues, continua… “las remonta a diversas ansiedades como por ejemplo su propia experiencia mamando de su madre, que provee las bases de fantasías orales inconscientes de morder y destruir… también discute la ansiedad de las mujeres respecto al placer sensual que puedan obtener mientras lactan”. (Friedman, 1996)
Como resultado de esta sobre demanda de lactancia, muchas madres entran en un estado de ansiedad, estrés o depresión cuando su cuerpo, mismo que responde no solo a demandas conscientes, sino también a deseos o terrores inconscientes, no es capaz de producir lo que ella o personas importantes para ella, pudieran considerar como “lo único bueno que tiene para dar” o para nutrir a su bebé, cuando en realidad, además de la leche que produce, puede dar mucho mas de ella a su bebé, muchas otras maneras. Pero, en algunos casos, debajo de la idea de que dar pecho la única base para que el bebé logre una nutrición total y un apego seguro, podrían existir satisfacciones narcisistas de la madre, al idealizar dicha actividad y prolongarlo más de lo realmente necesario para el bebé. Friedman (1996) habla, por ejemplo, de la “descarada similitud entre el pecho lactante y el pene en funcionamiento, ambos tienen capacidad eréctil y producen una poderosa substancia, siendo una fuente de orgullo y ansiedad por sus poseedores”.
Algunas madres francamente angustiadas de ser madres por primera vez y enfrentarse a situaciones nuevas, que tal vez, “no son para nada lo que esperaban”, luchan en algunas ocasiones, con sus propios sentimientos de hostilidad que, en su infancia, pudieron haber sentido hacia su propia madre. Pocos artículos de los que revisé en internet, sugieren que, acudir a un espacio terapéutico ayuda para poder lidiar con su angustia, y sanar sus propias heridas pudiendo tal vez, dar un lugar psíquico a este nuevo bebé, mas consientes, con mayor disponibilidad para disfrutar de lo que ya es, una muy particular y compleja experiencia como madres. Buscando dar lo mejor a sus bebés, incurren sin saberlo, en actitudes contradictorias producto de una entendible ambivalencia, ante esta nueva situación de maternidad, como por ejemplo aquellas que sin quererlo o sin saberlo, al sobre proteger, fomentan sin querer, vínculos de apego inseguro en sus pequeños.
Conclusiones
Si bien se ha visto que los estilos de maternaje tienen una influencia directa en el desarrollo infantil y que, por supuesto aquellos padres con la capacidad de un apego seguro y tolerancia a la frustración, podrán dar mucho más fortaleza yóica a sus bebés, no existe una guía de pasos detallados a seguir o de actividades científicamente comprobadas que favorezcan un apego seguro, pues además de todo aquello que hacen las madres en relación con los pequeños, existen factores ajenos a la competencia materna que influyen en la formación infantil. Factores como la personalidad, temperamento y predisposición infantil mismos que dan para todo un trabajo por sí mismo.
Sin embargo, como revisamos con anterioridad, las prácticas que impidan en el infante el influjo de frustraciones manejables acorde con su edad, o bien que aniquilen el deseo de explorar, jugar y hacerse de su propio espacio, serán prácticas que le impidan disfrutar de una importantísima sensación de logro y seguridad. Al no dejar pasar al pequeño de una etapa a otra, interferimos con los “cierres de ciclos” naturales, que al parecer todo infante presenta, podamos verlo o no. Considero que aligera mucho la auto exigencia, el saber que no es responsabilidad de la madre “hacer hijos felices”, sino, niños fuertes y perseverantes, con la suficiente seguridad en sí mismos como para poder buscar la propia felicidad y esto lo da en gran medida, la existencia de la tolerancia a la frustración y un buen contacto con la realidad.
Volviendo a revisar este trabajo, reafirmo que ser una madre “suficientemente buena”, no es cosa fácil, es un proceso de aprendizaje en el que nos embarcamos al decidir ser madres. No implica cumplir con un listado de tareas o con tal o cual característica. Pero algo que definitivamente puede ayudar a reforzar el vínculo seguro de las madres con sus bebés, es ejercer el rol desde una postura más consciente, auto reflexiva y sabiendo que nuestros pequeños nacen totalmente dependientes de nosotras, con el fin de fortalecerse lo suficiente, pero esto es para poder convertirse poco a poco en pequeños seres individuales, con profundos e innatos deseos de libertad e independencia.
Bibliografía
- Bowlby J., 1993, “El apego (Apego y pérdida I)”, Barcelona, Paidos
- Bowlby J., 1985, “La separación (El apego la y pérdida II)”, Barcelona, Paidós
- Bowlby J., 1977, “The making and breaking of an affectionate bond”, British journal of Psychiatry, 130
- David M. Levy, 1941,“Maternal Overprotection”, New York, Norton
- Freud S., 1914/1915, “Tres ensayos para una teoría sexual”, Obras completas, Editorial Lozada
- Friedman, M. 1996, “Mother´s milk”, New York city, Yale University Press
- MIDDLEMORE, M., 1941. “The Nursing Couple”, London: Hamish Hamilton Medical
- Mahler M., Berghman A., 1975, “The psychological birth of the human infant: symbiosis and individuation”, e books, Kindle
- Marrone M., “Attachment and Interaction”, 1998, London, JKP
- McDougall J., 1980, “A Child is Being Eaten”—I: Psychosomatic States, Anxiety Neurosis and Hysteria—a Theoretical ApproachII: The Abysmal Mother and the Cork Child—a Clinical Illustration, Contemporary Psychoanalysis, 16:417-459
- Thurer Shari, 1993, “Changing the conception of good and bad mothering”, Base de datos PEP, N.P.A.P.
- Winnicott D., 1982, “Realidad y juego”. Barcelona: Editorial Gedisa