Daniela Harari
La comida, algo tan sencillo, pero a la vez tan complejo pues, además de ser una necesidad básica, nos acompaña en los momentos más importantes, nos contiene en los momentos más difíciles y nos enfrenta con los lugares más oscuros de nuestro ser. Toda gira en torno a la comida, nuestros horarios, nuestras festividades, las tradiciones, los encuentros sociales… en teoría siempre se encuentra presente cuando se trata de tener contacto con un otro, y por qué no, si desde pequeños aprendemos a vincularnos a través de esta, siendo el pecho materno nuestra primera experiencia, el primer contacto con el mundo, pues comer es un acto íntimo, es una forma de relacionarse con los demás y con uno mismo.
Para empezar, me gustaría hacer un recuento histórico, pues me parece importante recalcar los cambios tan drásticos que han surgido respecto a la figura y las creencias en torno a la comida a lo largo del tiempo. Como bien sabemos, en la época de la prehistoria y en el inicio de la existencia humana durante mucho tiempo la comida comenzó siendo únicamente un recurso de supervivencia, algo necesario para la vida, era mucho más simple, se conformaban con lo necesario para vivir, ni mas, ni menos. Conforme pasaron los años la comida fue tomando un lugar diferente dentro de la sociedad, pues las clases sociales y las diferencias entre estas, eran determinadas de acuerdo a la figura y a la comida. Ser gordo era un privilegio, pues era símbolo de riqueza y valor, representaba la posibilidad de tener mucha comida y se sabía que era de la mejor. Y, por el contrario, la delgadez era símbolo de pobreza y carencia, más que ser un privilegio era una vergüenza. Los estándares de belleza, por lo tanto, se regían de acuerdo a esta creencia, belleza era sinónimo de sobre peso y delgadez se vinculaba con lo feo, lo no deseado.
Siguieron pasando los años, las sociedades cambiaron y, por lo tanto, los estándares de belleza también. Ahora belleza es sinónimo de delgadez, la moda se rige de acuerdo a ciertas medidas, la comida ideal ahora es principalmente de vegano a vegetariano, y bueno, ni hablar del ejercicio, pues más que ser un medio para mantener una condición física saludable, se ha convertido en un privilegio de clase. Por lo tanto, creo que es innegable el papel que tiene la figura y el peso para el ser humano y, por lo tanto, para la sociedad, pues ahora la comida, más que ser un medio de supervivencia es una forma de comunicación, un símbolo.
Me gusta pensar que nuestro cuerpo es mucho más que solo un objeto decorativo, nos permite vivir la vida, las relaciones, tener sensaciones y experimentar emociones, pero pareciera que actualmente esa parte se nos ha olvidado y hemos denominado nuestra figura como un determinante de nuestra valía, le hemos puesto un peso al peso que no le corresponde, pero… ¿Será que realmente la influencia de las redes sociales y los medios de comunicación con altos estándares de belleza y delgadez sean los que generan todas estas inseguridades? Yo creo que su papel si es muy importante y determinante con respecto a estas creencias, pero pienso que nuestra relación con la comida va mucho más allá que solo una influencia social y me lo explico de esta manera.
Hasta lo que entiendo el yo es, ante todo, un yo corporal, pues tomamos nuestros límites corporales para definir y limitar nuestro sentido de qué y quiénes somos, a nivel físico esto es cierto, pero en el nivel de conciencia estos límites son permeables. Los límites del yo que hemos utilizado para definirnos son sólo construcciones mentales, y nos damos cuenta que nos hemos estado aferrando a una imagen de nuestro cuerpo para definirnos como entidades. Asimismo, Melanie Klein explica que al nacer el yo se siente abrumado por la ansiedad y el temor de ser aniquilado, por lo que para salir de esta situación el yo proyecta el instinto de muerte en un objeto externo (pecho malo), y proyecta la libido en otro objeto (pecho bueno). De esta forma el yo entra en relación con dos objetos, el pecho bueno, el cual es gratificante, idealizado y amado, y el pecho malo, quien es persecutorio, frustrante y odiado (Klein, 1930).
Es por esto que se plantea que el alimento pasa a representar a la madre, siendo tragado o vomitado dependiendo de la dificultad que tiene la persona de incorporarla como la que satisface las necesidades de afecto y protección, no pudiendo integrar aspectos idealizados y devaluados de ella, transformándose en un objeto persecutorio, como resultado de la escisión por no haberse logrado la integración (Gabbard, 2002; Kernberg, 2005; Díaz & Cruzat, 2011).
La ingesta entonces simboliza un intento de lograr una fusión simbiótica con la madre, y la expulsión de esta refleja un esfuerzo por separarse de ella, además de un temor inconsciente al abandono (Gabbard, 2002). Un ejemplo de esto seria una búsqueda desesperada de comida para devorar, para poseer al objeto, asi como relaciones sexuales indiscriminadas y el uso de drogas, como intentos de llenar un vacío interior: sentirse aceptada y querida y conseguir sensaciones de relajación.
Por lo tanto, así como el primer contacto con el mundo es a través de la comida, la primera codificación del mundo es a través de la relación con la madre, ella es quien nos va a ayudar a codificar el mundo y los estímulos que lo rodean, por lo que la experiencia va a depender de la forma en que la madre se la transmita al bebe. Winnicott señala que la actitud de una persona hacia la madre, equivale a la actitud con la comida, por lo tanto, si esta relación con la figura materna se caracteriza por ser dañina, lo que se ingiere también lo será.
Por otro lado, es importante mencionar que una madre con fallas en la relación temprana con su bebé, lejos de transmitir al bebé amor, seguridad y contención puede ser caracterizada por una relación absorbente, donde el bebe se encuentra en la dificultad para realizar una verdadera separación e individuación. Pues cuando la madre cría al bebe de acuerdo a sus propias necesidades por sobre las del bebe, no se perciben a sí mismos como un individuo separado, sino como una extensión de su madre.
Es por esto que, cuando la madre ofrece el alimento en respuesta al llanto del bebé, éste desarrolla la sensación de hambre, pudiendo diferenciarla de otras. Sin embargo, la madre al no atender adecuadamente las necesidades, el bebé confundirá́ a futuro la sensación de apetito con otras desagradables y al crecer interpretará erróneamente cualquier tipo de frustración (Bruch, 2002). Esto nos ayuda a entender cómo el mal manejo e interpretación de las emociones puede generar en la persona una forma de descarga equivocada en relación a lo que no está pudiendo poner en palabras.
Por lo tanto, desde las primeras etapas de vida, el cuerpo y la comida se convierten en símbolos a través de los cuales descargamos emociones que van desde una depresión, ansiedad, tensión o agresividad; hasta amor, calidez, atención y cariño. Las dificultades en la regulación de los afectos, traen como resultado sentimientos de falta de control y de impotencia en relación con su experiencia corporal, pues buscan recuperar dicho control a través de poder decidir qué, y cuánto comen, así como, a través del peso y la figura…
Asimismo, Hilde Bruch considera que la base para los diferentes trastornos del comportamiento alimentario, se centran en los problemas en la identificación de sensaciones y emociones, en la percepción de la imagen corporal, la dependencia hacia la madre y la fragilidad de la identidad (Bruch, 1982). Ésta importancia en su imagen corporal estaría asociada a ese “falso self”, el cual lleva a buscar la aceptación en base a la apariencia, al no contar con un Yo y un mundo interior suficientemente estructurado que les permita diferenciar dichas distorsiones (Winnicott, 1953).
Estas dificultades para regular sus estados internos, generan una mayor insatisfacción, incluso odio hacia un cuerpo que no contiene sus afectos. Finalmente, entre estas diferentes vulnerabilidades, los pacientes se crean grandes expectativas con respecto de sí mismas, que resultan en permanentes sensaciones de vergüenza y culpa, así como una excesiva autocrítica debido a la repetida discrepancia entre su Yo verdadero y su Yo ideal, (Kohut, 1971).
Por lo tanto, las patologías alimentarias llevan, a diferencia de otros trastornos psíquicos, cambios físicos y estéticos evidentes que no pueden ser ignorados, con el efecto consiguiente de producir desde esta perspectiva, profundas alteraciones. Desde una visión más cognitiva, una imagen es una condensación de energía que se compone de pensamientos, sentimientos, experiencias, creencias y percepciones que crean el paradigma desde el cual nos relacionamos con la realidad. Quien enfrenta un trastorno alimenticio se vive desde una imagen distorsionada, es decir, todo el eje emocional, la autoestima, las relaciones circundantes y la mirada sobre sí mismo está disminuida.
En la anorexia y la bulimia la relación con la comida se experimenta de una manera que atenta contra la vida propia, y dicha imagen dista mucho de la objetividad y de la salud, sin embargo, se convierte en una fantasía que se vive como algo real y es por esto que se vuelve tan difícil luchar contra esa creencia.
De forma simplificada, podemos entender que uno de los elementos que están siempre presentes en un trastorno de alimentación es la inseguridad con respecto a la figura, sin embargo, la estima corporal es sólo un componente de la autoestima que anula todos los demás componentes y se vuelve la única dimensión sobre la cual basamos nuestra valía personal. Luchar diariamente con la insatisfacción corporal genera mucho sufrimiento y reduce nuestra calidad de vida, provocando además de problemas de salud, problemas en nuestras relaciones, en la vida laboral y profesional. Hay una brecha entre realidad y percepción y en medio de ellas es donde radica el problema.
Creo que lo importante aquí es poder lograr una integración, la cual nos ayude a lidiar con las emociones y aprender a expresarlas de forma asertiva, de modo que esas emociones polarizadas logren moverse a un punto intermedio, para así ser capaces de tolerarlas y aceptar aquello que no podrá ser cambiado y que queda fuera de nuestro control. ¿Pensar así suena fácil, pero no me estaré refiriendo yo también a una fantasía?
Por último, me pregunto si tras un trabajo emocional profundo podrán ser capaces de amar… porque parecería que ser capaces de amar y de sentirse amados es dar paso a la intimidad, lo que para ellos significaría dar oportunidad a alguien más que los lastime, pero principalmente a perder el control. Implica perder el control del efecto que tiene sobre su vida el hecho de amar, de los sentimientos de la otra persona y de sus propios sentimientos, depositando en su cuerpo los sentimientos que no podían expresar, sentimientos y necesidades que no estaban siendo satisfechas.
La pregunta es, ¿seremos capaces de voltear a vernos, reconocernos y quitarle a la figura todo el peso que en ella depositamos promoviendo una relación positiva con la comida?
Bibliografía:
- Bruch, H., (1973), Eating Disorders: Obesity, Anorexia Nervosa, and the Person Within, Nueva York, Basic.
- Bruch, H. (1982). Psychotherapy in Anorexia Nervosa. International Journal Of Eating Disorder. 1(4) 3 – 14.
- Bruch, H. (2002). La jaula dorada. El enigma de la anorexia nerviosa. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
- Díaz, F. & Cruzat, C. (2011). Anorexia Nerviosa: Reflexiones psicoanalíticas sobre la sexualidad femenina y la figura del padre en una evaluación clínica. Revista Mexicana de Trastornos Alimentarios; 2, 1-9.
- Gabbard, G. (2002). Psiquiatría psicodinámica en la práctica clínica. 3ed. Buenos Aires. Ed. Médica Panamericana.
- Kernberg, O. (2005) Agresividad, Narcisismo y Autodestrucción en la Relación Psicoterapéutica. México: Manual moderno.
- Klein, M. (1930). The importance of symbol formation in the development of the ego.
- Kohut, H., (1971), “The Analysis of the Self”, Nueva York, International Universities Press
- Winnicott, D.W. (1953). Transitional objects and transitional phenomena. The International Journal of Psycho-Analysis, 1953, 34, 89-97.