Amapola Garduño 

“Que nada nos defina, que nada nos sujete, que la libertad sea nuestra propia sustancia” (Simone de Beauvoir)

Ser mujer ha significado históricamente una manera muy particular de explotación y de dominio, en donde los ataques al cuerpo femenino ocupan el protagonismo. Detrás de lo que hoy entendemos sobre lo que significa ser mujer se oculta toda una historia que amerita ser analizada pero, sobre todo, desenterrada. Es necesario sacar a la luz las numerosas estrategias de  violencia por medio de las cuales diversos sistemas de explotación han intentado apropiarse del cuerpo femenino; y resulta muy interesante observar cómo los cuerpos de las mujeres han constituido el terreno principal para el despliegue de las técnicas de poder.

La enorme cantidad de estudios de corte feminista han otorgado diversas explicaciones acerca del control históricamente ejercido sobre la función reproductiva de las mujeres, los efectos de las violaciones, el maltrato físico y psicológico, la imposición de la belleza de la mujer como condición de valía y aceptación social, etcétera. Todo ello nos habla de un hecho ineluctable: el discurso de la violencia hacia el cuerpo femenino ejercido por diversas instituciones de poder en diferentes momentos de la historia.

Para tener un mayor entendimiento de lo anterior enunciaré uno de los ataques a la mujer, particularmente a su cuerpo, más atroces en la historia de la humanidad: la caza de brujas. Me parece inminente repensar dicho genocidio llevado a cabo en los siglos XVI y XVII, no solamente desde una perspectiva histórica, política y social -cómo se ha hecho- sino vislumbrando dicho fenómeno desde una mirada psicoanalítica. Considero que la violencia dirigida a miles de mujeres continúa en la época actual presentándose, desde luego, con un tinte diferente, propio de la época posmoderna; pero a la vez manteniendo muchas similitudes con lo acontecido a finales de la Edad Media. Propongo que pensemos en los múltiples feminicidios acaecidos en la presente época como una nueva persecución, una “cacería de brujas” propia del siglo XXI. Para ello considero trascendental encontrar la causalidad psíquica de dicho ataque a la mujer, con más precisión, al cuerpo femenino y para ello recurriré a nuestra ciencia: al psicoanálisis. 

¿Cómo podemos explicarnos desde una perspectiva histórica la ejecución y persecución de cientos y miles de brujas a comienzos de la era moderna?

No podemos entender la actual situación de la mujer sin antes comprender un poco sobre su historia, sabemos que la mayoría de los documentos históricos han sido escritos por varones, quienes en su mayoría, han pasado por alto el estudio y la explicación de la situación política y económica de la mujer. Pero además, considero imprescindible entender cuáles son las raíces sobre la violencia y desigualdad que ha existido históricamente entre hombres y mujeres, partiendo no únicamente del punto de vista social sino también tomando en cuenta la comprensión psíquica del individuo, en donde, desde luego que el género juega un papel muy relevante.

Podemos observar, entre muchos ejemplos, que las mujeres han sido excluidas del desarrollo económico capitalista, hoy en día imperante, otorgándoles el trabajo no- pagado en el hogar, el cual ha sido uno de los pilares más importantes sobre el cual se construyó la explotación de los trabajadores asalariados, es decir, ha sido uno de los secretos de la productividad del régimen capitalista.

No obstante, la estructura capitalista y el régimen patriarcal son el resultado de múltiples cambios sociales, en este trabajo tomaré una parte de la historia para entender por qué hoy en día tenemos ésta particular forma de organización política, económica, social y psicológica; y por qué la situación social de la mujer, incluso actualmente, se encuentra en un papel subordinado.

Analizaré en primera instancia el cambio social dado de la edad media al capitalismo; el genocidio de la caza de brujas resulta uno de los fenómenos más importantes para entender dicha transición, ya que fue un fenómeno tan trascendental como la colonización y la expropiación del campesinado europeo de sus tierras (Federici, S., 2010). El desarrollo del capitalismo desde el punto de vista de las mujeres demuestra el tan importante papel que ha desempeñado la mujer desde los auges del capitalismo, ya que para la acumulación capitalista y el establecimiento del patriarcado, la mujer ha tenido que permanecer en un papel subordinado frente al varón.

Silvia Federici (2010), en su genial obra “El Calibán y la Bruja”, nos enseña que la nueva división sexual del trabajo propia del sistema capitalista convierte a la mujer en una “máquina de producción de trabajadores”, delegando el papel de la mujer a un nivel netamente reproductivo y otorgando enorme importancia al cuerpo femenino por su papel protagónico en la esfera de la reproducción. Asimismo, esta subordinación de la mujer al plano reproductivo dentro de la estructura social capitalista ha dado oportunidad a que el cuerpo femenino sea campo perfecto para el dominio y la explotación. Observamos aquí, en primera instancia que el valor de la mujer no está dado como un ser pensante, racional y emotivo, sino que se encuentra delegada casi únicamente por su función reproductiva; la mujer es así convertida en una máquina reproductora de la fuerza de trabajo. Con relación a lo anterior, Silvia Federici (2010) afirma que:

“En la sociedad capitalista el cuerpo es para las mujeres lo que la fábrica es para los trabajadores asalariados varones: el principal terreno de explotación y resistencia; en la misma medida el cuerpo femenino ha sido apropiado por el Estado y los varones, forzado a funcionar como un medio para la reproducción y la acumulación del trabajo” (Federici S. 2010 p.17)

Siguiendo la línea anterior, pensar en la mujer dentro de la sociedad capitalista, es definirla también como objeto sexual cuyo fin es ser dominada y sometida por el varón, quien dentro del régimen patriarcal ocupa una posición de mando y poder; mientras que la mujer se encuentra oprimida y subordinada al varón. Así, el capitalismo, en tanto sistema económico- social, se encuentra fuertemente vinculado al sexismo; pero, ¿cómo es que llegó la mujer a ser reducida en el sistema capitalista casi a la categoría de vientre?

Para responder lo anterior resulta decisivo esclarecer primero cómo era la vida de las mujeres en la Edad Media, sin olvidar la transformación que las relaciones de género sufrieron con la llegada del capitalismo. Federici S. (2010) explica que la instauración del sistema capitalista fue la respuesta de los papas, los obispos, los señores feudales y los mercaderes patricios ante un conflicto social secular que hacía temblar su poder, lo anterior, como era de esperar, originó una serie de conflictos bélicos, sangrientos y atroces; entre ellos la “persecución de las brujas”.

Las luchas sociales propias de la Edad Media se caracterizaron por un intento desesperado por la liberación, en donde, muchos grupos sociales constituidos principalmente por campesinos abogaban por un orden social más igualitario, la riqueza se repartiera de manera más compartida, rechazando las marcadas jerarquías y el autoritarismo propio de los agentes del poder. De esta manera se escribió un nuevo capítulo en la historia de la liberación y cabe destacar que entre los movimientos que abogaban por un orden diferente al establecido las mujeres jugaron un papel muy importante (Federici S. 2010).

Contrario a lo que mucho se ha pensado, en la Edad Media hombres y mujeres en calidad de siervos ocupaban un papel activo dentro de la fuerza del trabajo. Los siervos trabajaban la tierra para el señor feudal, recibiendo a cambio una parcela de terreno (concesión), la cual podían utilizar para mantenerse y dejarla en herencia a sus descendientes, lo que quiere decir que los siervos disponían

siempre de los recursos emanados de la tierra. En consecuencia, la experiencia de autonomía adquirida por los campesinos a partir del acceso a la tierra tuvo un potencial político e ideológico muy importante para dicha época, puesto que con el paso del tiempo los siervos comenzaron a sentir como propia la tierra que trabajaban y a considerar intolerables las restricciones a su libertad que la aristocracia les imponía (Federici S. 2010).

La situación laboral de las mujeres propia de la época medieval difería en alto grado con el régimen capitalista, puesto que las mujeres no sólo trabajaban la tierra sino que podían disponer de los productos de su propio trabajo, lo que las colocaba en una posición de mayor autonomía frente a sus maridos. Sin embargo, hombres y mujeres en calidad de siervos se encontraban casi absolutamente bajo el mandato y el autoritarismo de los señores feudales quienes podían controlar cada aspecto de sus vidas, desde el trabajo hasta el matrimonio y por supuesto, la conducta sexual (Federici S. 2010).

Las mujeres en la Edad Media trabajaban el campo, criaban a los niños, cocinaban, lavaban, hilaban; todas estas actividades domésticas no estaban devaluadas, es decir, no se suponía que el trabajo ejercido por la mujer estaba por debajo de la labor del varón. Esta postura es en extremo contraria a la situación capitalista, ya que dentro de éste régimen el trabajo doméstico dejó de valorarse como un trabajo real, por lo que la división sexual del trabajo dentro del capitalismo constituyó una fuente de poder y de dominio sobre las mujeres (Federici S., 2010).

Los diversos conflictos entre amos y siervos fueron diluidos cambiando la concesión de parcelas de tierra por pago en dinero, dando como característica a dicha relación una base más contractual, en consecuencia terminó la servidumbre y poco a poco se desintegró la aldea feudal. Las mujeres a partir de dicho cambio económico y social se vieron gravemente afectadas, puesto que el acceso a la propiedad y al ingreso se vio reducido (Federici S., 2010).

A finales del siglo XII las mujeres encabezaron el movimiento nombrado como  el éxodo del campo” y comenzaron en el medio urbano a ser maestras, doctoras, cirujanas, y por ende empezaron a competir con los varones en términos de conocimientos, obteniendo muchas de ellas alta reputación. Doctoras, parteras y mujeres con altos conocimientos en obstetricia fueron muy destacadas, lo que las conllevó a ganar más autonomía, puesto que su presencia en la vida social comenzó a ser mucho más constante (Federici S., 2010). Ahora, a modo de reflexión me cuestiono si actualmente, en la época posmoderna, está surgiendo algo muy parecido a lo sucedido en el siglo XII, puesto que la mujer hoy en día compite cada vez más en términos de conocimientos, además su posición económica y social cada día más se asemeja a la de los varones y en muchos casos incluso se supera, me parece que estamos viviendo un movimiento social parecido al acaecido en el siglo XII, sin embargo, posteriormente regresaré a este tema.

A partir del éxodo del campo y de las nuevas oportunidades alcanzadas por la mujer en el medio urbano, surgen las llamadas “brujas”; la figura de la bruja encarnó en la época medieval un mundo de sujetos femeninos que iban en contra del sistema opresivo propio de la época medieval y abogaban por una sociedad determinada por la liberación. La bruja era la hereje que estaba en contra de los dogmas rígidos y opresivos propios de la iglesia católica. Bruja era la mujer poseedora de conocimientos, autónoma en cuanto a su posición económica y por si fuera poco, dueña de su sexualidad, puesto que decidía cómo y cuándo ser madre, en palabras de Federici S. (2010), en general bruja era “el cuerpo social rebelde”. Estas mujeres consideradas brujas eran conocidas por ser poseedoras del conocimiento de los primeros métodos anticonceptivos y de interrupción del embarazo, lo cual causó una verdadera revuelta para el pensamiento católico de la época.

Todo lo mencionado encasillaba a este tipo de mujeres y por supuesto a muchos varones en un movimiento herético importante. La herejía popular, como nos enseña Federici S. (2010), fue un movimiento cuya finalidad era crear una sociedad nueva, reinterpretando la tradición religiosa y promoviendo nuevas ideas a favor de un cambio social. La herejía fue un movimiento tan poderoso que a pesar de la persecución extrema que sufrieron, persistieron durante mucho tiempo y jugaron un papel asaz importante en la Edad Media. Los herejes, entre ellos las brujas, fueron quemados en la hoguera y torturados de la manera más cruel; así el papa creó una de las instituciones más perversas y sanguinarias conocidas en la historia de la represión estatal: la Santa Inquisición.

Como parte del movimiento de la Santa Inquisición y anterior a éste, es relevante destacar que además de la persecución de los herejes y las brujas, existió una reacción misógina violenta en respuesta a la nueva independencia femenina, en donde no sólo resultaba amenazante el papel activo y autónomo de la mujer dentro de la sociedad sino que se intentaba coartar con las medidas más punitivas su conducta sexual; me pregunto:

¿Será que hoy en día presenciamos las mujeres de ésta época una parecida reacción misógina vislumbrada con los feminicidios y violencia a la mujer que ocurre todos los días? Es una realidad que, así como la mujer ha logrado superarse en el medio laboral también es característico del siglo XXI una mayor liberación sexual, lo cual, a mi juicio puede ser un factor causal de la violencia que sufren las mujeres hoy en día.

No obstante, regresando a la época medieval cabe mencionar que el intento eclesiástico de regular el comportamiento sexual en la sociedad europea tiene una larga historia, empero, en la Edad Media tenía un papel preponderante, el clero determinaba que el poder que las mujeres tenían de despertar deseo sexual hacia los hombres era algo que debía ser evitado a toda costa, de tal forma que se trató persistentemente de exorcizar la sexualidad femenina atribuyéndole la característica de poder demoníaco y maligno; sagrado era entonces evitar a las mujeres y al sexo (Federici S., 2010). Se expulsaron a las mujeres de los momentos de liturgia y de la administración de sacramentos, se confirió un papel a la maternidad cuasi mágico, por lo tanto eliminando el papel de la sexualidad, como ejemplo tenemos a la figura de la virgen María, mujer que dio a luz a Jesús a través de la inmaculada concepción. Por lo que las prácticas sexuales de dicha época adquirieron un papel ominoso, secreto y oculto, además se impuso un nuevo discurso de la sexualidad exclusivo de la Edad Media. 

De manera paralela a la anulación que tenían las mujeres dentro del catolicismo, en la herejía ocupaban un papel social y religioso muy importante. En las sectas herejes las mujeres tenían derecho a administrar los sacramentos, predicar, bautizar e incluso alcanzar órdenes sacerdotales. Se les permitía un comportamiento sexual más libre, por ejemplo, vivir con un hombre dentro de la misma vivienda sin estar casados, igualmente, las mujeres trataban de controlar su función reproductiva; son numerosas las referencias al aborto y al uso femenino de anticonceptivos dentro de las sectas herejes, no obstante y de manera muy significativa, se criminalizaron dichas prácticas de control reproductivo, equiparándoseles con formas malignas y demoniacas usadas por mujeres brujas (Federici S., 2010). La iglesia exponía en referencia al aborto: “has hecho acaso lo que algunas mujeres suelen hacer cuando fornican y desean matar a su vástago, actuar con maleficia usando hierbas para matar o cortar el embrión…” (Federici S., 2010)

Quiero citar, para concluir ésta breve reseña histórica el caso de la comunidad hereje de “las beguinas”, repartidas en varias partes de Europa; eran un grupo de mujeres laicas de la clase media urbana medieval, vivían juntas formando pequeñas comunidades y se mantenían con el producto de su trabajo, estaban fuera del control masculino y no padecían del dominio opresivo monástico. Las beguinas tuvieron una fuerte presencia en el movimiento hereje de varios países, sin embargo, desaparecieron debido a la reprobación y violencia eclesiástica, puesto que fueron quemadas en la hoguera y muchas de ellas emparedadas (Federici S., 2010).

La mujer- bruja en la Edad Media, cómo se ha mencionado, se convirtió cada vez más en la representación de la figura de lo hereje: su sexualidad libre, su erotismo, su poderío social, su libre pensamiento y su participación política amenazaron cada vez más al poder estatal- eclesiástico, configurado en su mayoría por varones. La mujer rebelde y libre fue catalogada como un ser diabólico- peligroso cuyo único destino debía de ser la muerte, es decir, había que exterminar a las brujas.

Cómo mencioné al inicio del trabajo, lo que más me intriga acerca del fenómeno de la persecución de las brujas es el ataque feroz que existió hacia el cuerpo de la mujer. Es claro que el erotismo femenino fue terriblemente amenazante para la iglesia y la sociedad de aquella época, tanto que la quema de brujas en la hoguera es uno de los ataques al cuerpo de la mujer más feroces en la historia de la humanidad. Las brujas eran desnudadas, atadas y fuertemente sujetadas a un palo, para ser quemadas vivas. El castigo que recibían por hacer uso de su sexualidad y del enardecimiento de su erotismo consistía en ser quemadas en su propio ardor; con lo cual puedo pensar que el miedo que genera el uso y disfrute de la sexualidad femenina es producto de una profunda envidia inconsciente en el varón, lo que ocasionó un violento ataque al “cuerpo maligno- sexual de la mujer” teniendo la fantasía de que con el fuego podría purificarse y entonces ser menos amenazante a su virilidad.

Explicación psicoanalítica de los ataques al cuerpo de la mujer y el papel de la envidia en el varón 

Dichos ataques al cuerpo femenino ejemplificados claramente en el fenómeno de la persecución de las brujas, me remiten a los ataques al cuerpo materno en la etapa oral del desarrollo, en donde la envidia se presenta como una de las emociones más primitivas e intensas en el desarrollo psíquico del infante. La envidia, como concepto fundamental para la teoría kleiniana, se presenta en primera instancia con relación al pecho de la madre, el cual configura una fuente de inagotable gratificación, amor, comprensión, calor y sabiduría, es decir, es el equivalente de la fuente de vida. El bebé entonces presenta el deseo de ser él mismo la fuente de semejante perfección, añora poseer las cualidades que el pecho presenta y en consecuencia surge la envidia. La experiencia frustrante y dolorosa que la envidia genera provoca en el bebé el deseo de arruinar las cualidades del objeto que le producen sentimientos tan penosos. Segal H. (1982) explica que en la envidia el objetivo es ser tan bueno como el objeto pero como esto no resulta posible, el objetivo se  transforma en arruinar todo lo bueno que posee el objeto y así suprimir la fuente de envidia. Entonces, aunque la destrucción sea uno de los propósitos principales de la envidia es al mismo tiempo una defensa contra ella, ya que un objeto arruinado no es capaz de provocarla.

Pensemos ahora en los atributos propios de la sexualidad femenina, a mi juicio existe un desplazamiento de la función del pecho gratificador -envidiado- hacia los órganos sexuales femeninos y, me atrevo a pensar que también a la sexualidad femenina en general. El cuerpo de la mujer es un equivalente simbólico del pecho envidiado en la etapa oral, ya que el cuerpo femenino posee la capacidad inigualable de generar vida, del embarazo, de proporcionar alimento, calor y seguridad, por lo que es esperado que ante la impotencia de no poseer dichas cualidades propias del cuerpo femenino, éste sea profundamente envidiado, en consecuencia atacado.

Podría inferir que la transferencia materna, sobre todo de esta madre arcaica y gratificadora de los deseos del niño, es puesta en la mujer en general; en donde la desesperada envidia se manifiesta en relación a los genitales femeninos, a los orgasmos, al embarazo y, en especial, a los pechos de la mujer. Regresando a la persecución de las brujas; la bruja representa esta madre omnipotente, omnisciente, ejecutora de su sexualidad y gozosa de su erotismo, contando con el poder de decidir sobre su función reproductiva y teniendo la capacidad de dar vida o interrumpirla mediante la práctica del aborto. Las brujas fueron perseguidas y destruidas como consecuencia de una profunda envidia.

Como nos explica Segal H. (1982), la envidia actúa utilizando como mecanismo clave la proyección, se proyectan en el pecho materno las partes malas y dañinas de sí mismo, en la fantasía el bebé ataca al pecho escupiéndolo, mordiéndolo, orinándolo, defecando con flatos, etcétera. 

Dichos ataques, a medida que prosigue el desarrollo, se expanden al cuerpo de la madre, a sus bebés contenidos en su interior y posteriormente a la relación fantasiosa de coito entre los padres. 

Si pensamos en la bruja como esta figura materna, a la que se le han proyectado contenidos malignos, podemos ahora entender por qué se le han atribuido a las brujas poderes tan perniciosos y demoníacos, tanto en la época medieval como en numerosos cuentos y mitos, por ejemplo; las brujas que envenenan la comida, hacen pócimas, matan a los niños, transmiten el hechizo del mal de ojo, etcétera. Con esta analogía se pone en evidencia cómo las capacidades de gratificación y maternidad al ser tan envidiadas son atacadas con todos los medios sádicos posibles, así la madre buena se convierte en la bruja malvada y el alimento bueno otorgado por la madre nutricia se transforma en el veneno y en las pócimas dadas por las brujas. Aunado a lo anterior, arruinar los atributos buenos del objeto deseado tiene implícito su desvalorización ya que se protege la existencia del objeto aunque éste sea su fin. Estas fantasías de arruinar y depreciar al objeto de nuevo se vinculan con la poderosa proyección de sentimientos envidiosos.

Como sabemos una de las formas para lidiar con este tipo de ansiedades de carácter persecutorio tan profundas es proyectarlas al mundo exterior, así los temores internos pasan a ser temores propios de la realidad. Entonces, dicha desvalorización hacia el pecho materno gratificador que, en esencia, es la fachada de una profunda envidia es proyectada hacia la figura de la mujer en general. Por ejemplo, dentro del régimen capitalista, como lo mencioné anteriormente, la mujer se encuentra completamente devaluada, se ve anulada en cuanto sujeto pensante y partícipe dentro de la sociedad, a su vez, dicha cualidad que en momentos muy tempranos del desarrollo fue tan apreciada y por ende envidiada- la maternidad- termina siendo en el régimen capitalista el medio a través del cual se explota y subordina a la mujer.

Con todo esto, se esclarece que la envidia del pene es secundaria, puesto que lo que en primera instancia se envidia es el pecho materno, posteriormente se lleva a cabo un desplazamiento, entonces los atributos preciados que corresponden al pecho son puestos en la figura del pene. No olvidemos que de acuerdo con Klein M. (2012), la madre en la fantasía del bebé contiene al pene del padre dentro de su cuerpo, por lo que desea sacarle a la fuerza el pene que imagina dentro de ella, de acuerdo con la autora estos ataques al interior del cuerpo materno configuran un motivo de ansiedad profunda para el bebé, puesto que el cuerpo de su madre se convierte en un lugar lleno de peligros  que originan toda clase de terrores.

Desde luego que una manera de lidiar con estos profundos temores internos es proyectarlos al mundo exterior, lo cual constituye una forma de lidiar con tan intensa angustia. Los terrores que el cuerpo femenino ha suscitado a lo largo de la historia expresan este tipo de terrores psíquicos tan intensos en relación al cuerpo de esta madre primitiva. El hecho de los ataques al cuerpo de las mujeres puede contener en primera instancia la fantasía de apoderamiento de los objetos valiosos dispuestos en el interior de la madre y en segundo lugar destruirlos con todo el bagaje sádico, principalmente con la omnipotencia sádica del pene, puesto que dicha destrucción aminora la terrible envidia que el cuerpo femenino- materno genera. 

Lo anterior, nuevamente hace sentido con lo expuesto por Klein M (2012) sobre la omnipotencia sádica del pene, puesto que el pequeño niño introyecta las características omnipotentes del pene de su padre dentro del cuerpo de la madre y se las atribuye a su propio miembro; de esta forma el niño en su fantasía toma posesión del cuerpo de su madre. En su imaginación el niño dota a su pene con poderes destructivos y lo equipara con bestias feroces, entonces éste se convierte en el órgano ejecutivo de sus tendencias sádicas. De acuerdo con Klein M. (2012) el niño desplaza situaciones de peligro y ansiedades internas desplazándolas al mundo externo; de esta manera, al conquistar, conocer y explorar objetos de su mundo externo aminora dicha ansiedad interna, por el hecho de tomar sádica posesión del cuerpo de su madre a través de su pene. Por lo que como vemos, es necesario que el niño desarrolle una creencia primaria suficientemente fuerte en la omnipotencia de su pene para poder entonces combatir el terror que la omnipotencia del pene paterno le genera.

Para ejemplificar lo mencionado anteriormente, recordemos la manera en la que las brujas en la Edad Media eran quemadas en la hoguera. Primeramente, observamos el ataque al cuerpo femenino como un desplazamiento a dicho ataque primario al cuerpo de la madre profundamente envidiado. Los cuerpos desnudos de las brujas eran cruelmente expuestos y atados a un palo – símbolo fálico- con lo cual podemos inducir cómo los hombres aminoran dicha ansiedad profunda, demostrando una y otra vez la omnipotencia de su pene. No obstante, es claro que este tipo de hombres que necesitan demostrarse a sí mismos y demostrar al otro su propio poderío, nos habla de que en épocas muy tempranas de su desarrollo fueron incapaces de vencer su enorme sadismo hacia esta madre omnipotente y arcaica, por lo que los temores persecutorios que el propio sadismo genera, ocasiona que encuentren en el cuerpo de la mujer un lugar lleno de peligros, del cual deben defenderse maltratándolo y en el peor de los casos aniquilándolo. Klein M (2012) sostiene que:  “la ansiedad excesiva sentida a causa de los ataques sádicos hacia el cuerpo de la madre se transforma posteriormente en fuente primaria de perturbaciones muy graves en sus relaciones con las mujeres” 

Desde otro ángulo tratemos de pensar por qué fue tan amenazante la independencia femenina que ejercieron las mujeres “brujas” en la Edad Media, recordemos que las mujeres comenzaron a ser poseedores de múltiples conocimientos y, por lo tanto, comenzaron a competir con los hombres en estos temas. El conocimiento de las mujeres en aquella época generó un gran disturbio para la comunidad eclesiástica, principalmente porque este saber propio de las mujeres fue catalogado como un saber demoníaco. Estas mujeres pensantes, denominadas brujas, constituyeron una gran amenaza para los varones fueron perseguidas y posteriormente asesinadas; se les prohibía obtener el gozo del conocimiento.

Regresando a la teoría, Chadwick M. (1928), citada en Klein M. (2012), menciona que el niño al envidiar la capacidad de embarazo y dar vida de la madre, se reconcilia con dicha envidia ejercitando su instinto epistemofílico, es decir, los descubrimientos científicos, las conquistas intelectuales son equivalentes simbólicos de “dar a luz pequeños niños”, igual que la madre. De acuerdo con esta autora este desplazamiento hacia un plano mental de su envidia a las mujeres por la capacidad de embarazo, ocasiona que adopte una actitud de rivalidad hacia ellas en asuntos intelectuales. Considero que en gran parte, esta situación se presentó en la estructuración del régimen capitalista, ya que como un modo de evitar la rivalidad y envidia hacia las mujeres en el plano intelectual y productivo se les denegó su participación en el ámbito laboral, encerrándolas injustamente en el hogar, adjudicándoles casi de manera exclusiva el trabajo casero y la maternidad, con este ejemplo se pone en evidencia la angustia producto de la envidia que a muchos hombres les genera la participación intelectual de las mujeres. 

Conclusiones:

Fernández R. expone en su trabajo titulado “El feminicidio en México, una conversación entre el psicoanálisis y los estudios de género”, una cifra en demasía aterradora:

 “cada cuatro horas, en promedio, muere una niña, una joven o una mujer adulta; registrándose un total de 22 mil 482 mujeres asesinadas entre el 2007 y el 2016. Es de llamar la atención que los feminicidios acaecidos en América Latina tengan como particularidad una violencia feroz hacia el cuerpo femenino; los signos evidentes de tortura al cuerpo de la mujer como las mutilaciones de los genitales, las violaciones, las estrangulaciones, etcétera, son formas mediante las cuales se llevan a cabo los feminicidios” (Muedano, 2017, citado en, Fernández R. 2018 p. 2). 

Concuerdo con Regina Fernández, los “ataques al cuerpo de la mujer” ocupan el protagonismo dentro de la violencia a la mujer en la época actual. En este trabajo expuse una explicación e interpretación psicoanalítica de los ataques al cuerpo de la mujer, haciendo alusión al papel de la envidia desde la teoría de Melanie Klein y, al mismo tiempo, ejemplificándolo con la situación de la mujer en la transición de la Edad Media al capitalismo, haciendo énfasis en el fenómeno de la persecución de las brujas. Observamos cómo cuando la mujer ejerce un papel activo dentro de un grupo social es perseguida y atacada. La mujer pensante, trabajadora, partícipe en el mundo laboral, independiente, gozosa de su erotismo y dueña de su control reproductivo genera terror, pero más allá de eso despierta envidia en muchos varones, puesto que los remite a ansiedades de carácter persecutorio muy tempranas relacionadas con la madre arcaica, propia de la etapa oral del desarrollo. Por todo lo anterior, sostengo que los feminicidios ocurridos diariamente en nuestro país y en América Latina nos hablan de la existencia de una nueva persecución femenina, es decir, una “cacería de brujas propia del siglo XXI”.

Bibliografía

  • Federici S. (2010). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva. En Hendel V., et al. (traducción). Madrid: Traficantes de sueños (trabajo original publicado en 2004)
  • Fernández R. (2018). El feminicidio en México, una conversación entre el psicoanálisis y los estudios de Género.
  • Klein, M. (2012). Los efectos de las situaciones tempranas de ansiedad sobre el desarrollo sexual del varón. En Friedenthal H., et. al. (traducción), Envidia y Gratitud y otros trabajos (Tomo III pp. 249- 272). Ciudad de México: Paidós (trabajo original publicado en 1946).
  • Segal H. (1982). Envidia. En Freidenthal H. (traducción), Introducción a la obra de Melanie Klein (pp. 43- 57). Barcelona: Paidós.