Autor: Cecilia Alcocer
Todos los seres humanos desde que nacemos formamos parte de una sociedad, la cual se va delimitando a diferentes escalas, partiendo desde nuestra nacionalidad, el nivel sociocultural en el que fuimos criados, la religión que nos fue heredada, la escuelas en las que estudiamos, los grupos de amistades que muchas veces surgieron de estas y finalmente la familia tanto nuclear como extendida que nos va marcando con sus respectivas tradiciones y costumbres.
Esto se debe a que todas las personas necesitamos del grupo para sobrevivir, empezando desde la relación primaria con la madre en donde se van a establecer las bases para las futuras relaciones con los otros y progresivamente todas las demás personas que también van formando una parte importante en la vida de todos, como lo es el padre o los hermanos, los cuales comienzan a figurar desde etapas tempranas del desarrollo y conllevan también un papel de gran importancia tanto para la identidad de la persona, como para su propia novela familiar y finalmente para la resolución de conflictos fundamentales como lo es el Edipo para entrar en la cultura.
Así es como una vez atravesadas las primeras etapas de desarrollo, se va ir formando nuestro Súper Yo, la cual va a ser una estructura fundamental para poder vivir en sociedad. Tal como lo plantea Greenacre, P. (1960) el desarrollo del Súper yo se da en cuatro etapas y se va conformar partiendo de las cuestiones corporales y las relaciones con los otros:
Nos menciona que las raíces primitivas se encuentran en la temprana fase introyecto-proyectiva de los primeros meses de vida y posteriormente se registra en los años de educación de hábitos, cuando en la moralidad del kínder, el ser bueno o ser malo depende tanto del esfuerzo del niño por controlar las necesidades corporales, especialmente la comida y las funciones higiénicas, así como por acomodar los ritmos corporales para satisfacer las exigencias de los adultos (Greenacre , P. 1960).
“Más adelante viene la lucha de renunciación, en el periodo edípico y es probablemente la época más importante para el crecimiento del Súper yo, ya que comienza a existir en su forma definida de autocritica desde este momento en adelante. Así mismo es el periodo en el que comienza la formación del ideal, tanto a través de identificaciones parciales, postergaciones, anticipación, como por un aumento de oportunidades para experimentar y verificar la realidad externa. Como un corolario de esta tercera etapa, se produce un refuerzo de las consecuciones de la lucha edípica por las influencias sociales; Los maestros, vecinos, los clérigos y los lideres de grupo se convierten en figuras paternas auxiliares, y el código y el sabor de la familia son aumentados o diluidos por otras influencias sociales. Especialmente durante esta etapa , los rasgos de carácter que ya se han desarrollado se funden con los ideales en cuanto son aprobados, o se convierten en motivo de un nuevo conflicto si son desaprobados, por lo que la conciencia individual termina fundiéndose más o menos satisfactoriamente con la conciencia social” (Greenacre, P. 1960 Pág. 158).
Pero que ocurre cuando los ideales sociales de los diferentes grupos socioculturales o bien el imaginario colectivo, rebasa su función en cuanto a ser una guía de lo esperado en las diferentes etapas del ser humano y comienza a normativizar cuestiones que pertenecen únicamente a la subjetividad de cada individuo.
Con esto me gustaría comenzar a hablar sobre las expectativas sociales que mantienen los diferentes grupos que habitan en México, segmentados primordialmente por el nivel socioeconómico, sociocultural, la ubicación geográfica o la religión que comparten; en donde parecieran establecerse expectativas muy especificas para las personas que las conforman.
Somos un país muy peculiar por la historia que nos precede, siempre hemos estado marcados por una mezcla de dos culturas, la mexica y la española; de la cual no solo derivo un mestizaje sino que a partir de esta fusión se derivo una religión, tradiciones, costumbres y una variedad de estratos socioculturales que difícilmente a lo largo de los años han logrado homogeneizarse y actualmente parecieran polarizare más que nunca.
Sin embargo a pesar de las particularidades que mantiene cada grupo social, a su vez todos comparten una característica única como mexicanos o probablemente también como latinoamericanos y esto es la importancia que tiene la familia en la vida de todos los individuos que la conforman. No es raro observar que en países norteamericanos al cumplir los dieciocho años de edad los hijos salen de la casa de los padres para independizarse, o bien en países europeos, las personas adultas frecuentan a sus padres solamente un par de veces durante el año y a la familia extendida como son primos o tíos aun con menor frecuencia.
En México sucede lo contrario, en muchas ocasiones la familia nuclear y extendida cohabita en un mismo sitio tanto por cuestiones económicas como ideológicas, y en el caso de no ser así no faltaran los motivos o las festividades que reúnan constantemente a la familia del mexicano. Sin embargo esto suele ser un arma de dos filos, ya que por un lado la familia puede ser una fuerte red de apoyo para múltiples cuestiones, tanto en lo económico, lo laboral, lo emocional, el cuidado y la crianza; pero por el otro lado también puede ser un obstáculo para la separación o individuación de lo miembros que la conforman, como si dentro de esta simbiosis familiar muchas veces fuera vivido a manera traición el apartarse de los ideales en común.
Estas cuestiones suelen impactar en gran medida sobre la persona, tanto como si están dentro de la línea o como si se apartan de esta , a manera conflicto, culpa, frustración, sometimiento o dificultades para construir una identidad sana; ya que muchas veces la realidad externa se convierte en un recordatorio constante de estos ideales.
De pronto pareciera que todos deben hacer las mismas cosas para alcanzar el bienestar y el éxito, todos deben trabajar en empresas o todos deben casarse a una cierta edad o todos deben tener hijos y así existe una infinidad de ideales, que la mayor parte de las veces es producto de observar, copiar y competir con el otro para no quedar fuera de este grupo social.
De igual forma estas expectativas suelen impactar con mayor peso a las mujeres, no podemos olvidar que somos un país que ha padecido durante mucho tiempo una tradición machista. Sin embargo quizás por el hecho de que las mujeres al tener la posibilidad de ser madres, suelen ser las principales portadoras de estas expectativas sociales, así como de la continuidad de la familia y el rol de la mujer. Pareciera que a pesar de toda la emancipación que ha tenido la mujer en este último siglo, me da la sensación de que en nuestra sociedad mexicana aún nos resistimos a estos cambios y se sigue mirando con recelo a la mujer que elige estar sola o que no se Casa o que no tiene hijos, o si no lo hace dentro de los límites de edad esperados, o cuando el reloj biológico presiona a la maternidad sin haber un deseo real por esta o incluso si debe de ser todo al mismo tiempo madre, esposa y ejecutiva sin muchas veces ser una elección genuina.
No obstante a pesar de que el peso constantemente recae con mayor fuerza del lado femenino, los hombres tampoco se libran y ellos también se ven afectados por perseguir un ideal de hombre proveedor, exitoso, macho o fálico en la mayoría los casos y que a su vez los limita en poder elegir distintos caminos tanto profesionales como personales, así como roles o formas de actuar que se desvían de esta imagen. Así mismo la reciente apertura frente a la homosexualidad o cuestiones como el divorcio, aunque se ha dado, aun es común escuchar que a muchas familias les cuesta trabajo enfrentarlo o aceptarlo de manera adecuada.
Con todas estas observaciones no intento generalizar lo que ocurre en nuestra cultura, ya que es cierto que a pesar de lo que se espera a nivel familiar y social, muchas personas han tenido la capacidad de cuestionarse su propia vida y elegir caminos distintos; sin embargo pareciera que el trayecto no resulta sencillo debido a que somos una sociedad que tiende mucho a opinar, juzgar y ostentar una imagen artificial con la finalidad de protegerse y pertenecer.
Octavio Paz (1970) en su artículo de Mascaras Mexicanas del laberinto de la soledad, nos define con gran claridad como funcionamos los mexicanos: “La doble influencia indígena y española se conjuga en nuestra predilección por la ceremonia, las fórmulas y el orden, quizás nuestro tradicionalismo que es una de las constantes de nuestro ser y lo que da coherencia y antigüedad a nuestro pueblo, que profesa este amor por la forma” (pág.35).
“En cierto sentido, la historia de México, como la de cada mexicano consiste en una lucha entre formas y fórmulas en donde se pretende encerrar a nuestro ser y las explosiones con que nuestra espontaneidad se venga, ya que pocas veces la forma ha sido una creación original. (Paz, 0. 1970, pág. 36)
Me parece que esta descripción ilustra en gran medida el por qué en nuestra sociedad todos debiéramos conservar y mantener estas formas, como si todos estuviésemos cortados por una misma tijera, dejando muy poco espacio para la singularidad individual. Incluso considero que llega a permear cuestiones como las adicciones, somos una sociedad que celebra y convive a través del alcohol, quien no consume muchas veces termina por quedar fuera o no se le respeta la decisión incitándolo a ingerir.
Esto es lo que llama en especial mi atención, ya que tanto a través de mi experiencia personal sobre todo al vivir en el extranjero y convivir con personas que difieren en cuanto a estas expectativas, así como a través de la clínica, he podido descubrir que muchas veces estas cuestiones llegan a afectar la estabilidad emocional.
Un paciente joven acude conmigo a tratamiento, debido a que estuvo de intercambio en Europa y el regreso a casa de sus padres en México, le resulto un desajuste, así como un fuerte choque entre la posibilidad de ser el mismo al estar fuera de casa y el tener que readaptarse a las exigencias e ideales familiares, que a su vez impactaron en la forma de desenvolverse dentro de su entorno, sintiendo constantemente la necesidad de mostrarse invulnerable frente a los demás, cuestión que le generaba conflicto ya que deseaba poder abrirse y ser el mismo, pero temía mucho de la opinión externa, “El qué dirán “ tenía un fuerte peso al relacionarse.
De igual forma uno de los motivos que también lo aquejaban, era la incapacidad para poder establecer una relación de pareja estando en su país, ya que su decisión se veía constantemente minada por la expectativas de sus padres, cuestión que no afecto estando de intercambio, en donde pudo encontrar una novia con la cual se sintió cómodo.
Durante un buen tiempo su análisis estuvo encaminado en trabajar estos aspectos e irse deshaciendo de los perjuicios sociales, darse cuenta que pertenecían a la herencia de sus padres y así comenzar a construir una identidad propia.
Independientemente de las cuestiones intrapsíquicas y la historia personal de este paciente, su tratamiento me hizo reflexionar, como al fundirse el ideal del yo junto con estos ideales sociales terminan por convertirse en limitantes. Es frecuente observar casos, en donde las decisiones fundamentales de vida se llevan a cabo para complacer mandatos Súper Yoicos, que posteriormente acarrean importantes consecuencias en términos de identidad; así mismo esta característica termina convirtiéndose en algo transgeneracional, ya que quien que si ha cumplido con dichas expectativas normalmente tiende a juzgar o señalar a quien se atreve a hacerlo diferente, debido a que les amenaza el orden y les confronta con su propia incapacidad; siendo difícil abrirnos a la evolución.
Incluso en varias ocasiones me he inclinado en pensar, si será esta una de las razones por las cuales a los mexicanos nos cuesta tanto avanzar y ser una país desarrollado, teniendo tanta riqueza en tantos aspectos.
Una vez planteado esto, pareciera importante entender cómo es que se edifica nuestra cultura; Joseph Campbell (1988) en su libro El poder del mito nos dice que la cultura se va a conformar a través de los valores, lo que acepto y lo que no acepto, los mitos que aportan explicaciones a lo que no sabemos, los ritos que se mantienen, como por ejemplo : el matrimonio o el estudiar una licenciatura, los cuales se establecen pero nada garantizan para el que los realiza, y finalmente los héroes y los símbolos.
Nos dice que lo que buscamos a través de nuestros ritos y mitos, es experimentar el hecho de estar con vida de modo que nuestras experiencias vitales en el plano puramente físico tengan resonancias dentro de nuestro ser y realidad más internos y así sentir realmente el éxtasis de estar vivos, al fin y al cabo de eso se trata de una serie de pistas que nos ayuden a encontrarnos dentro de nosotros mismos (Campbell, J. 1988).
La mitología tiene mucho que decir sobre los estadios de la vida, las ceremonias de iniciación cuando uno pasa de la infancia a las responsabilidades adultas, de soltero a casado. Todos esos rituales son ritos mitológicos, tiene que ver con el reconocimiento del nuevo papel que se asume, el proceso de desembarazarse de la vieja personalidad y adaptar una nueva o acceder a una profesión con responsabilidades.
Es interesante observar cómo se expresan estos ritos mitológicos en nuestra cultura, como los son los XV años, las graduaciones o la bodas que conllevan grandes celebraciones sin importar el costo, ya que no solamente se festeja el nuevo rol, sino el logro y la imagen de esto frente a la sociedad. Sin embargo, el que pareciera adquirir mayor importancia en nuestra sociedad es el matrimonio, el estar en pareja y formar una familia es una de la mayores preocupaciones de los padres hacia sus hijos, por lo cual mucha veces este se contrae pero no todas se lleva a cabo por las razones adecuadas, siendo en la mayoría de los casos el camino directo hacia el fracaso.
Tal como Campbell (1988) lo plantea “El ritual que en una época transmitía una realidad interior ha perdido su fuerza, ahora es solo forma. Y eso es cierto tanto para los rituales de la sociedad como para los rituales personales del matrimonio y la religión. El matrimonio no es solo una disposición social, sino también un ejercicio espiritual y se supone que la sociedad nos ayuda a comprenderlo. El hombre no debería de estar al servicio de la sociedad, sino la sociedad al servicio del hombre; cuando el hombre se pone al servicio de la sociedad tienes un estado monstruo y eso es lo que está amenazando al mundo hoy”.
Así el matrimonio o la unión en pareja dentro de nuestra cultura, va quedando en muchas ocasiones al servicio de la sociedad más que al servicio del hombre, incluso es común observar casos donde la unión se encuentra determinada más por factores económicos que emocionales; o bien el joven o la joven que decide independizarse de sus padres para irse a vivir solo, no recibe el mismo apoyo económico por parte de la sociedad que si de casarse se tratara o finalmente la mujer que no se atreve a divorciarse por miedo a perder su estatus económico o social.
Todos estos son ejemplos de cómo la sociedad estimula y recompensa desde varios ángulos la repetición de patrones que han sido establecidos desde mucho tiempo atrás y que muchas veces resultan inoperantes en relación con la realidad personal y actual.
Campbell (1988) lo señala con claridad “Los mitos ofrecen niveles de comportamiento, pero estos modelos tienen que ser adecuados al tiempo en que se está viviendo, y nuestro tiempo ha cambiado tan deprisa que lo que era adecuado cincuenta años atrás hoy ya no lo es, las virtudes del pasado son vicios del presente y mucho de lo que se creía que eran los vicios del pasado son las necesidades de hoy”.
“El orden moral tiene que ponerse a tono con las necesidades morales de la vida real en el tiempo, aquí y ahora y eso es lo que no estamos haciendo. Nuestras religiones pertenecen a otra edad a otra gente a otro conjunto de valores humanos. Retrocediendo no hacemos otra cosa que perder el ritmo de la historia”. Pg. 36
Otra de las consecuencias frente a este hermetismo, es la calidad de las relaciones que se establecen entre sus miembros y para consigo mismos, como si se construyera una cierto falso Self grupal en donde se aparenta y se niega, resultando muchas veces difícil el ponerse en contacto con los otros o los deseos y dificultades propias, termina por volverse algo superficial; y suele ser incluso una de las limitantes para acudir a tratamiento, aun hay personas que piensan que ir a terapia es “solo para los locos” o bien se prefieren tratamientos que no conlleven un mayor nivel de profundidad.
Octavio Paz (1970) nuevamente nos lo ilustra “El mexicano puede doblarse, humillarse, agacharse, pero no rajarse, esto es permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El hermetismo es un recurso de nuestro recelo y desconfianza, muestra que instintivamente consideramos peligroso al medio que nos rodea. Esta reacción se justifica si se piensa en lo que ha sido nuestra historia y en el carácter de la sociedad que hemos creado. Pero esta conducta legítima en su origen se ha convertido en un mecanismo que funciona solo automáticamente. Ante la simpatía y la dulzura nuestra respuesta es la reserva pues no sabemos si esos sentimientos son verdaderos o simulados”. (Paz, 0. 1970, Pg. 33)
“Nuestras relaciones con los otros están teñidas de recelo, cada vez que el mexicano se confía a un amigo o a un conocido, cada vez que se abre abdica y teme que el desprecio del confidente siga a su entrega. Por eso la confidencia deshonra y es tan peligrosa para él que la hace como para el que la escucha, no nos ahogamos en la fuente que nos refleja como Narciso, sino que la cegamos. Nuestra cólera no se nutre nada más del temor de ser utilizados por nuestros confidentes sino de la vergüenza de haber renunciado a nuestra soledad”.
Me pregunto, si todas las características del mexicano que aquí he planteado afectan del mismo modo a los diversos estratos socioculturales que habitan en nuestro país, ¿Si afectan más dentro de unos grupos que otros?, o bien si las expectativas adquieren distintas formas según el medio pero finalmente impactan a todos.
Al pensar en esto recuerdo mucho a Dani, un niño de 11 años que estuvo viniendo a tratamiento durante seis meses, sus padres eran muy exigentes con la escuela, le pedían excelentes calificaciones y en ocasiones cuando esto no se lograba acudían a los golpes. Los padres a su vez solo habían alcanzado a cursar la secundaria y deseaban en gran medida que Dani pudiera tener un futuro diferente al de ellos. Dani admiraba a su abuelo, el cual era maestro de obras y disfrutaba mucho acompañarlo a las construcciones cada vez que era posible. Un día llego a sesión muy frustrado por los exámenes y las tareas, le parecían una carga excesiva y aburrida, por lo cual me dijo que ya había tomado una determinación la cual acabaría con sus problemas, dejaría la escuela y se iría a trabajar con su abuelo como albañil, ya no le veía ningún sentido entrar a la secundaria. Al escuchar esto quede muy sorprendida, había una confusión en cuanto a las expectativas y los mensajes confusos que estaban depositados en el. Durante varias sesiones estuvimos explorando todas las fantasías que él tenía sobre este tema, así como las ventajas y desventajas reales, que conllevaba trabajar o bien estudiar a su edad. Dani comenzó a mejorar en la escuela y pronto sus papas lo sacaron de tratamiento, sin embargo creo que al menos pudo llevarse sus propias expectativas.
Finalmente, no podemos apartarnos de la sociedad a la que pertenecemos, tal como sucede con la familia, aun si de mudarse a otras formas sociales se tratara, las personas llevan consigo siempre el sello inconsciente de su cultura. Sin embargo, considero que se trata de poder encontrar una identidad propia a la vez que se pertenece al medio, desechando los patrones inoperantes, paralizantes o patologizantes y repitiendo más bien los aspectos libidinales de nuestras tradiciones para poder establecer vínculos más profundos, más reales y más satisfactorios, tanto con uno mismo como con el otro.
Considero que el análisis resulta un excelente espacio, para poder entender estas cuestiones culturales que constantemente se hacen presentes e interjuegan dentro de la realidad psíquica de cada sujeto, y con esto poder integrarlas en beneficio del paciente, abandonando su cualidad de limitantes.
Bibliografía
- Greenacre, P. (1960) Trauma, Desarrollo y Personalidad. Ediciones Hormé. Buenos Aires, Argentina.
- Campbell, J. (1991) El poder del Mito. Emecé Editores. Barcelona, España.
- Paz, O. (2011) El Laberinto de la soledad, posdata vuelta a “El laberinto de la soledad”. Fondo de Cultura Económica. México.