Entre lo somático y lo simbólico ¿la madre es la llave para acceder al pensamiento?
Autora: María Guadalupe Ramírez

“Una madre puede convertir a un embrión en niño y sólo un padre puede convertir a un niño en hombre”.  Robert Bly

Diálogos del Cuerpo como tema central del Congreso de la Sociedad Psicoanalítica de México nos remite a una diversidad de modalidades de expresión psíquica y es un excelente motivo para compartir los avatares a los que nos enfrentamos en la experiencia clínica.

Los procesos somáticos adquieren especial relevanca dentro de este contexto ya que la población infantil es el blanco perfecto para manifestarse, pero resulta ser más, el síntoma familiar que el del niño en sí. Se convierte en  un grito ahogado al no poder expresar lo percibido o sentido, no es una consecuencia de su ausencia, sino de un filtrado de las expresiones sin explicar, con la finalidad de proteger la unidad y la aparente armonía del sistema familiar. El lenguaje del síntoma entonces, expresado somáticamente por el pequeño, no sólo es el lenguaje de su cuerpo, ya que se compromete a tal grado, que su organismo reacciona con stress involuntario, debido a que la demanda no es de él (ella), sino de la totalidad del cuerpo familiar.

Ustedes se preguntarán ¿porque? ¿Si el enfermo es el pequeño(a)?  Además, todos nos enfermamos y en última instancia todos estamos propensos a ello, ya sea por predisposición genética  o por factores ambientales.

Sí, efectivamente, esos aspectos son determinantes y muy importantes, pero ¿ha considerado usted porqué un pequeño presenta mayor proclividad a enfermar? ¿Por qué presenta una larga historia de internamientos hospitalarios o por qué acude con tanta frecuencia al médico? ¿Cómo se desempeña en el ámbito escolar? ¿Cómo se refleja en la dinámica familiar? ¿Incide la enfermedad somática  en el desarrollo cognitivo o en la función reflexiva? ¿Se refleja con ello el pensar lógico-deductivo?

Existen diversos elementos que es necesario considerar para poder dar respuesta a este tipo de interrogantes, pero lo que si estamos ciertos es que la diada madre- hijo(a) como factor fundamental en el psiquismo de ese nuevo ser no consolidaría un sano desarrollo sin el padre o quien se encargue de realizar la función.

El ser humano en toda su complejidad, siendo bebé y al igual que una antena parabólica capta toda la atmósfera que le rodea, ese contexto lo aborda desde lo sensorio-perceptual, matizado por una gama de emociones que consolidan su presencia mediante el afecto y el deseo de ambos padres puestos en ese nuevo ser.

La angustia, que deviene de angostamiento (canal vaginal o de parto), destaca la falta de aliento en el primer momento del alumbramiento. Es la sensación intensa de resolver y regular lo desconocido, y lo primero es respirar e iniciar todo un mecanismo distinto al vivido en el seno materno. Pone en juego en el nuevo ser, la capacidad para resolverlo, ya que se presentan sumas enormes de información que mediante los actos reflejos como dotación biológica puede solventar primitivamente en un inicio, no así durante toda su vida. La magnitud de los estímulos alcanza un nivel importante sin que el neonato pueda dominarlas mediante su aún incipiente psiquismo. Esa sensación llamada angustia, requiere de ser atendida y entendida para alcanzar niveles de estabilidad psíquica considerables y con ello lograr comprender toda aquella novedad que se está viviendo.

El cuerpo contesta en su realidad biológica, a través de mecanismos de alteración interna como tener hambre, sueño, desconocer qué es frío o calor, pero experimentarlo es una cosa y saber de qué se trata, es otra, por lo que la presencia de otro ser humano se torna imprescindible.

Este asistente puede ser la madre o un sustituto en el maternaje. Posterior al parto la madre se prepara biológica y psicológicamente para establecer un circuito de comunicación en el que su fundamental labor es conectarse con las necesidades de su pequeño, dentro de los marcos naturales esperados.

En un inicio el intercambio se dará a nivel de recepción cenestésica que implica la comunicación y sensibilidad materna profunda. Ella hará las veces de detector de señales que le ubique qué le pide o necesita su bebé y tenga la actitud y disposición para responder ávida y amorosamente, reconfortando y  conteniendo el impulso o la ansiedad difusa. Requiere simultáneamente una explicación verbal de la naturaleza y magnitud de lo que ella cree que le está ocurriendo a su bebé, en este intercambio podrán existir errores de apreciación, pero el bebé lo hará notar de alguna manera. Esto no sólo implica acunarlo, es verlo a los ojos, es tocar su cuerpo, hablarle y decirle por ejemplo: ya tienes hambre, pero ahorita te daré tú leche y estaremos mejor, has de sentir el hambre en tú pancita, pero ahorita la llenamos. Ese simple hecho, contiene al bebé, el cual apenas está dándose a la tarea de conocer y con la ayuda de mamá, discriminará que no es lo mismo sentir hambre que sentir la defecación o el orinar o bien, cuando siente calor o deseos de dormir, todos ellos son estímulos distintos.

El padre también inmerso en este proceso, desde el simple acto de cargar a su bebé, le proporciona otro tono muscular dado que sus brazos sostienen con más fuerza e intensidad; el timbre de voz es más grave y fuerte, lo cual permite al pequeño(a) establecer diferencias de cuando es papá o mamá.  Con ello la aparición de ese Otro que se hace presente en esa diada madre-hijo que parece indisoluble, el padre mediante su presencia hace sentir que existe alguien más al cual hay que tomar en cuenta. El padre cercano a su familia, distrae, juega y convive con su bebé propiciando el conocimiento y reconocimiento de su entorno con notables variantes respecto de su madre, así Papá y Mamá se convierten en una guía.

El bebé es como un turista en un país de visita que desconoce y requiere de orientación, señalamientos, restricciones y accesos que le propicien la exploración y su crecimiento.

La lactancia no sólo cumple con la función de alimentar o de proveer los anticuerpos e inmunidad para el bebé, crea un circuito afectivo el cual permite calibrar los avatares cotidianos y estructura el aparato psíquico. Y papá admitido dentro de ese circuito, entrará para apoyarlos y proveer el confort físico y psicológico necesario para ambos, realizando funciones de organización, contención y de  relevo.

El bebé en un inicio, no intenta comunicar nada, la madre es la que le atribuye un significado a las señales y mensajes que el bebé emite, las respuestas son constantes y provocan un registro psíquico y corporal, que tiene una relación directa con el inconsciente materno y que le son ajenas a la madre en su control consciente. El padre una vez establecidos esos rangos los consolida, y a la vez propicia que esas demandas sean matizadas por el sí, el tal vez, o el ¡no! Criterios que establecerán los principios básicos mediante la demora, el desarrollo de la tolerancia a la frustración y el ajuste a una realidad que no responde sólo a su voluntad.  Además le estimulan y desarrollan la capacidad de observación, de exploración, además de ubicar tiempos de actividades e inicio de horarios y la formación de hábitos. En diferentes momentos le anticipan qué va a ocurrir, lo preparan en lo posible a vivir y si no es así y ocurren situaciones inesperadas, lo acompañan y contendrán en un mundo nuevo a descubrir traduciendo de qué se trató la sorpresa o la eventualidad; simultáneamente imprimirán emociones y afectos de acuerdo a su propio sistema de referencias, dándole a su hijo(a) herramientas que le permitirán dar un significado a lo vivido, incluyendo en ello sistemas de expresión verbales y no verbales con carácter de representación.  El bebé desarrollará su self y la capacidad de estar sólo e inicia el proceso de separación, de explorar, descubrir y el de pensar lo ocurrido, procesando todo cuanto se le presente, así como coloquialmente oímos decir, como una esponjita.

Ahora bien, en situaciones como la somatización, la madre presenta generalmente alteración de su mundo interno que le obstaculizarán realizar su labor metabolizadora.          El bebé será receptor de descargas en su self que no han sido tramitadas o resueltas por su progenitora; hará las veces del continuador o actuador de las mismas cubriendo entonces las necesidades de su madre y no las propias. Las tensiones percibidas en la relación interpersonal cotidiana madre-hijo lo bombardearan, y como la madre no le ha dado carácter de consciente, la conexión de inconsciente materno a inconsciente bebé es actuada vía la expresión corporal, somatizando. Dicha manifestación permite al hijo un manejo relativo de aquello que percibe y descarga pero no comprende, por tanto puede convertirse en una defensa ante lo desconocido o bien una descarga impulsiva de la ansiedad o de la agresión y no encuentra cabida en su ser y la redirige, en este caso hacia sí mismo, con ello se permite estabilizar (entre comillas) su mundo interno.

Algunas de las variantes en las que se observa la expresión de las tensiones internas del bebé no procesadas y ajenas, es en el cuerpo a través de trastornos funcionales, ejemplo de ello son: los cólicos del primer trimestre, los vómitos, el insomnio, el espasmo de sollozos, el asma, el rash o salpullido, o bien en niños mayores observamos gastritis, colitis, problemas cardiacos o bien, dermatitis, entre otras.

La enfermedad es una forma de expresión, y se ha dado en llamarle “lenguaje corporal”, lo cual no quiere decir que estamos hablando en términos artísticos o expresiones dancísticas. Estamos hablando de un lenguaje no descifrado, encriptado, sellado en el cuerpo, el cual sólo se aprecia mediante síntomas. Es una forma de intentar establecer una comunicación que más bien tiene visos de monólogo ya que pone en evidencia la incapacidad de integrar en un nivel psicológico los estados de tensión a los que está sometido.

Y ¿qué hay del padre?

La Función Paterna se encuentra enmarcada por tres referentes femeninos:

a)    La interpretación que la madre se ha hecho acerca de la función de su     propio padre,

b)    la función que el niño asigna a su padre de acuerdo con la que la madre atribuye a este, y

c)     lo que la madre desea transmitir acerca de esa función y lo que pretende prohibir acerca de ella.

Si consideramos que la relación de esa hija (madre ahora) con su padre fue buena y observó su participación en la vida familiar y sobre todo se le respetó el lugar por su madre, el padre vivido e introyectado, dará a su vez acceso y funciones al padre de sus hijos y sus hijos a su vez desplegarán el amor y el respeto a la figura paterna.

La presencia y función paterna a la que hago referencia no sólo implica el abastecimiento de provisiones alimenticias, manutención económica, actitudes de cuidados como relevo, que son elementos muy importantes para el desarrollo y quizás cualquiera de los dos puede realizarlo, pero aquí de lo que estamos hablando es que la figura paterna adquiere mayor relevancia en lo subjetivo, en la vida emocional de los hijos:

a)    contribuye específicamente en la estructuración de la vida psíquica, ya que organiza la cadena significante inconsciente,

b)    da acceso al orden simbólico y por consecuencia da paso a la cultura y lo social,

c)    produce una inscripción del símbolo paterno que marca al hijo como varón y a la hija como mujer y auxilia en la configuración de la identidad genérica y a los procesos que llevan a la autonomía,

d)    hace surgir la dimensión temporal y marca los tiempos en la familia,

e)    asigna lugares y roles en la familia, discrimina la relación de alianza de las relaciones con la familia materna, por lo tanto protege el encuadre familiar y

f)      promueve la salida de los hijos de la familia permitiéndoles emanciparse y generar un proyecto propio de vida, es decir asegura la apertura de la familia al grupo social. Este proceso no ocurre solamente en la infancia sino que es continuo a lo largo de la vida del hijo. El padre tiene un rol crítico en los procesos de iniciación y en los rituales en los que estos se apoyan para materializarse. A mayor déficit de función paterna, mayor perturbación de los procesos de emancipación y simbolización.

En ese sentido es importante recalcar que en la actualidad el número de madres solteras o divorciadas aumenta día a día, por lo que no sólo debemos  enfocarnos al padre físico sino al ejercicio pleno de una función, una función que sea ejercida por un “segundo adulto” en vínculo con el pequeño(a) que esté disponible para mediar y discriminar lo que se supone un vínculo exclusivo y excluyente madre-hijo(a) que es similar al vínculo materno pero denominado vínculo paterno-filial, que se asemeja a un espacio transicional que le otorga al hijo(a) un lugar diferenciado, propio y seguro para consolidar su mismidad.

Cuando la presencia del padre es excluida y alimentada de rencores, venganzas o agresiones, la figura masculina en la madre, devendrá en un estorbo u obstáculo para ella y deseará ser sólo ella la que ejerza el poder con características de omnipotencia. Un padre concebido así, será devaluado y desplazado en el encuentro con su hijo. No le será permitido el ingreso a ese mundo que componen sólo la madre y el hijo y nadie más. La función reguladora, de separación, de ley, es en algunos casos, devaluada y en otros más extremos, suprimida. Y si a eso le sumamos que el padre no busca y garantiza su presencia y su lugar, se colude con el rechazo materno a la presencia masculina en la vida de los hijos(as).

Algunos niños, que ante tales fallas de explicación del mundo e integración de lo experimentado, se manifiestan o expresan a través de su cuerpo como se ha explicado, se deben asimismo a que las tensiones se han incrementado de tal manera que se han convertido en motivo de stress y no de representación y menos de simbolización.

La somatización, constituye una acusación contra aquella parte del propio self corporal que es vivida como perteneciente a la madre o simplemente se sintonizan con ella a tal grado, que actúan lo que la madre no pudo o no puede actuar. En pocas palabras, la enfermedad se convierte en un vínculo inconsciente con la madre, cuyo cuerpo también es atacado ante la no diferenciación y la falta de presencia del padre, a quien le es negado su lugar.

Los procesos somáticos, se brincan un puente fundamental que debió construirse conjuntamente padre, madre e hijo a fin de lograr acceso a lo imaginario, a lo fantaseado, cuyo desarrollo permite como una función fundamental del Yo, acceder a la mismidad, es decir, a la constitución e integración del self, del sí mismo. Cuando esta función no logra constituirse, se vive de forma concreta y manifiesta, no hay elementos, ni estructura para llegar hasta el peldaño de la simbolización mediante el pensar. La actividad de la fantasía en términos de desarrollo evolutivo, posee la cualidad de elaborar tensiones e integrar modos de funcionamiento psíquico; el problema está en que como forma de expresión es tal vez, la regresión más profunda y primitiva del psiquismo, porque se establece una comunicación interpersonal muy precaria mediante la enfermedad, se desarrolla un estilo vincular de apego del tipo ansioso e inadaptado, simbiótico y de naturaleza autodestructiva.

Presentación de Caso

La voz de un hombre joven se escucha al contestar, llama al consultorio para concertar una cita, el tono de voz es de preocupación. Su pequeña de dos años y tres meses comenta que ha estado enferma desde que nació. Él y su esposa han consultado una gran diversidad de opiniones médicas, una de las más recientes les ha sugerido la atención psicológica, pero el camino les es desconocido y realmente no logran entender qué tendría que ver esto.  “Si no está enferma, ahora qué? está loca?”, me dice el padre desconcertado, “hay veces que pienso que nada más eso me faltaba”.

Siendo infantes, ambos padres fueron victimas de abuso sexual. Su vida sexual ha sido inconstante y sólo la penetración se pensó para la procreación de la pequeña. Tras ocho años de matrimonio y después de mucho insistir el esposo,  programaron el embarazo.

Ruty es hija única. Nació por cesárea programada, ya que en el último ultrasonido se encontró que presentaba circular del cordón umbilical al cuello. Nació a término, presentó problemas al tragar al momento del amamantamiento y erráticamente sólo se lograron escasos 15 días de alimentación por este medio. Posteriormente se le cambió a fórmula y biberón, mismo que aún utiliza al momento de la consulta. Su madre comenta que presentó problemas de temperaturas elevadas sin motivo aparente y que éstas ascendían hasta los 41°C, situación que originaba su ingreso inmediato al hospital. A partir de entonces se le presentaron infecciones recurrentes de tipo respiratorio, intestinales y de vías urinarias, durando algunas de ellas hasta 15 días. Eso llevó a un lapso de 15 por 15, es decir, la mitad del mes estaba enferma y la otra mitad “sana”. A ello se sumó una serie de alergias a medicamentos, cuya respuesta orgánica se reflejó en la piel, presentando salpullido y ronchas en todo el cuerpo, sobre todo ante los ingresos hospitalarios y la separación de la madre. Desde que inició la deambulación, ha sido muy agresiva con su papá, familiares, y extraños, incluso con los animales, a los que jalaba y pateaba; llegando a morder al gato de la abuela en la cola. No así con su mamá. La reacción ante la demora en sus alimentos o necesidad de defecar u orinar, desencadenó fuertes reacciones: berrinches y pataleo. En ocasiones llegó a conductas auto-agresivas mordiéndose los brazos y arañándose la cara. Durante los escasos dos años y tres meses de su existencia, la mitad o dos terceras partes de su vida estuvo enferma. En el Instituto donde la atendían, llegaron a decirles que probablemente tendría SIDA, situación que generó desajustes importantes en la vida de la pareja y por tanto de la familia. Fueron sometidos a exámenes los tres y después de varias semanas de esperar resultados, de estar muy sensibles y agresivos entre ellos, les dieron resultados negativos. Posterior a esta información les hicieron saber que ya no sabían por qué se enfermaba tanto y que un factor que no habían considerado era lo psicológico, así que recomendaron como su última opción, llevarla a terapia psicológica.

Previo al tratamiento, presentó problemas para dormir, comía escasamente y no le gustaba ir al baño sin compañía. Acudía al médico por lo menos una vez a la semana ya sea por presentar cuadros gripales, ronchitas, problemas intestinales, temperaturas elevadas. “No hay semana que no la llevemos al doctor, argumentó el papá, de todo y por nada está enferma. Si le da aire, frío o calor, hay problema, no sabemos qué hacer”.

Ruty mide aproximadamente un metro y pesa alrededor de 8-10 kilos. Es de tez blanca lechosa, ojos grandes verdes esmeralda, cabello, cejas y pestañas pelirrojas, boca pequeña y nariz muy fina. Su complexión es delgada. Su lenguaje era escaso conmigo, pero no por eso incoherente y no deseaba hablar, se relacionaba conmigo haciendo gestos, lanzando golpes y patadas, a la vez que se chupaba el pulgar y se tomaba la oreja.

Como podemos observar el Caso de Ruty ejemplifica una relación exclusiva y de dominio madre-hija. En esta dinámica la madre requiere que la hija, sustituya al padre, Ruty representa para la madre un objeto de necesidad vital o de supervivencia, más que de deseo.

La pequeña está llena de necesidades ajenas, refleja los conflictos sádicos y sexuales sin resolver de sus padres, así como de sus vivencias sexuales y narcisistas insatisfechas. Y así como menciona McDougall (1987) con pacientes como Ruty, se tiene la impresión de que en la mente de los padres, no existe ningún proyecto relacionado con la independencia futura de su hija, por el contrario tal posibilidad ha sido negada o temida por lo que ésta representa.

La madre se presenta como “buena” en exceso, lo cual parece más un proceso defensivo de transformación en lo contrario y de agresión pasiva. Visto así, existe la posibilidad de un abandono psíquico, ya que los cuidados parecen totalmente indiferentes a las necesidades psicológicas y a los estados afectivos de Ruty. Es como si se volcara ante cualquier dolor corporal o síntoma físico, pero no así en tanto no esté enferma, no le resulta interesante si no está enferma.       Así los aspectos “gratificantes” de la relación, dan la impresión de ser la prolongación narcisista y sexual de su madre y por tanto, que nada de lo que pudieran hacer su hija, pudiera satisfacerla o repararla, las necesidades de Ruty no cuentan.

Ante tal dilema, el niño tapón como lo denomina McDougall, es necesitado para que la madre mantenga su integridad y sólo encuentra salida ante la tensión psíquica con la somatización. Con una estructura defensiva de tal envergadura, el sujeto ya no necesita cortar los lazos con los objetos importantes, es decir queda atrapado(a) en un cuerpo para dos, no se sucede el proceso de separación-individuación que por naturaleza ha de presentarse. De ésta manera se hace evidente la agresión de la madre actuada por la hija y no está compensada por la función paterna de guiar hacia el mundo externo, de acompañar las experiencias de iniciación, de orientar, sin evitar la vivencia, dicha función no ayuda a crecer. Como podemos analizar, la representación metafórica en que surgen las emociones de esta familia, expresan el miedo a cualquier transformación que perturbe su estabilidad, en particular la amenaza que implica la individuación y con ello la disgregación familiar, elementos que claramente se observan en los mitos y los fantasmas de la unidad familiar. Estos mitos nacen y se organizan en el curso de la historia de la familia. Historias que surgen de la familia de origen de cada cónyuge y crean en la familia nuclear una red compleja de significados. En el pasado de esta familia, se encuentran eventos traumáticos no elaborados y se asocia a vivencias emocionales de intensa angustia de cada uno de los padres. En algunas situaciones psicosomáticas, los roles, interacciones y vínculos, aparecen inalterados, como si su potencial evolutivo o su capacidad de verse en evolución, estuviera bloqueado. En otros casos, aparecen intensos temores, como si el cambio o la evolución se viviese como una amenaza más, que como un crecimiento colectivo.

Hay un cordón umbilical físico, que corta el obstetra y hay un cordón umbilical emocional que sólo puede ayudar a cortar amorosamente el padre. Si esto no se hace, puede convertirse en tóxico lo que en un momento dado pudiera ser nutricio.

De tal suerte que como analfabetos emocionales, como tantos seres humanos que realizan funciones parentales, de cualquier edad, nivel cultural y social, de manera urgente y necesaria sobre todo  los varones, reflexionemos sobre el lugar del padre, sobre su regreso a un espacio vacío que sólo él puede ocupar y que, como hombres, deberán aprender y enseñar a transitar por la vida a sus hijos de una manera nutricia y constante antes que dolorosa o trágica como lo antes descrito.

Las funciones familiares actualmente no son tan rígidas, exclusivas o privativas, encontrándonos hoy en día con roles no tan estrictos y estáticos para cada uno de los padres sino con funciones parentales compartidas y complementarias.  Igualmente no es fácil y no siempre el peso histórico de estas formas de funcionamiento familiar pueden actualizarse y modernizarse acorde a los tiempos, no siempre el padre o la madre acepta ejercer su rol desde otro lugar. Esto del padre que sostiene económicamente y da seguridad y bienestar a la familia se hace en muchas familias pero ahora resulta difícil de sostener.   Esto lo observamos a nivel mundial y ha cambiado, el trabajo ya no es estable y para toda la vida, estamos mas en una cultura de la supervivencia que exige cada vez más, capacitación, una flexibilidad a los cambios que no siempre están presentes en el grado necesario en todas las personas. Tenemos al papá que no termina de aceptar que la mujer gane mas dinero, o peor, que tenga trabajo y él no, o la mamá que no renuncia a ese cuento con final feliz que le trasmitieron tal vez sus padres o abuelos, de encontrar su príncipe azul que le diera todo lo necesario para ella y sus hijos y garantizara la felicidad de todos. Si bien el dinero no lo es todo es cierto, ya que con trabajo y bienestar no siempre los roles parentales se ejercen adecuadamente, si es cierto que el trabajo es el medio mas sano y viable que el hombre ha tenido para satisfacerse en primer lugar sus necesidades vitales básicas, sociales, de crecimiento personal, de capacitación y las de su familia. Los padres, representan el todo para los hijos. El hecho de que alguno de los padres falte o se sobre imponga en sus funciones, podrá provocar un desequilibrio emocional que con el transcurso del tiempo puede manifestarse de muy diversas maneras.

Para finalizar quiero leer una leyenda del rito del pasaje de la juventud de los indios cherokee que me comentaron recientemente.

Leyenda del rito de pasaje de la juventud.

Un padre observa a su joven hijo y comenta a su esposa “creo que ya es un joven” a lo que la madre angustiada responde ¿ya tan pronto? ¿realmente es necesario?   Su padre le lleva al bosque, con los ojos vendados y le deja solo. El joven tiene la obligación de permanecer sentado en un tronco toda la noche y sobre todo pase lo que pase no quitar la venda de sus ojos hasta que los rayos del sol brillen en la mañana.
Él no puede pedir auxilio a nadie. Una vez que sobrevive la noche, él ya es  un hombre. Él no puede platicar a los otros muchachos acerca de esta experiencia,  debido a que cada chico debe entrar en la masculinidad por su cuenta.
Se encuentra naturalmente aterrorizado. Él puede oír toda clase de ruidos. Bestias salvajes que rondan a su alrededor. Quizás algún humano le puede hacer daño, piensa él. Escucha la fuerza del viento soplar y la hierva crujir, él sentado estoicamente en el tronco, permanece sin quitarse la venda. Ya que es la única forma aceptada en su tribu en que podría llegar a ser considerado realmente un hombre y ser tratado con respeto. Después de una terrible noche, el sol apareció,  y por fin pudo quitarse la venda descubrió a su padre sentado junto a él. Veló toda la noche, para proteger a su hijo del peligro y mientras su madre oró a los dioses solicitando su protección.