Autor: Ingrid Perdigón
Lo sabido no pensado, la O de origen, entonamiento, sentimiento de soledad al estar acompañado, apego seguro, transferencia, identificación proyectiva, contacto físico, afectivo, cognitivo, experiencias en común, pensar con, pensar por, de-construcción, tercero analítico, espacio transicional, angustia persecutoria y depresiva, son todos conceptos que de alguna u otra manera están presentes en el consultorio cuando el analizando se relaciona con el analista.
De acuerdo a una definición cibernética, la palabra intimidad hace referencia a “ un aspecto interior o profundo de una persona, que comprende sentimientos, vida familiar o relaciones de amistad con otras personas; parte de la vida de una persona que se considera que no ha de ser observada desde el exterior y afecta solo a la propia persona”.[1]
Sin importar el diagnóstico, etiqueta, tipo de angustia y tipo de apego, todos los pacientes experimentan intimidad dentro del consultorio aun cuando parecieran no experimentarla. Algunos, como el neurótico obsesivo, lo hacen a través de las racionalizaciones; otros, como el esquizoide, desde el aplanamiento afectivo y el aparente desinterés por contactarse con el otro. Los pacientes borderline, intiman de forma intensa desbordando todas sus emociones a pesar de la dificultad con que cuentan para tener relaciones objetales totales. El paciente histérico, intima desde la seducción infantil o adulta; el narcisista, desde la idealización al analista en la búsqueda de constantes suministros narcisistas y el paciente psicótico desde la desorganización de su pensamiento, la desconfianza y el temor.
La intimidad es un fenómeno que se encuentra siempre presente en el setting analítico. Al ponernos a reflexionar acerca del “cómo” el analizando busca intimar, nos ponemos en contacto con su mundo interno y podemos inferir el tipo de objetos, vínculos, imagos, afectos y situaciones con que cuenta. Es un fenómeno que se presenta desde un inicio en el análisis y se va transformando con el pasar del mismo; tiene lugar en el espacio transicional, propuesto por Winnicott en 1951, que no sólo está presente entre la madre y el niño sino en el consultorio mismo. Al hablar de espacio transicional, hago referencia “al área que asegura una transición entre el yo y el no-yo, la pérdida y la presencia, el niño y su madre,” [2] y es en la relación con este objeto interno (Klein, 1934) que se presenta como concepto mental, que el bebé aprenderá las pautas bajo las cuales relacionarse con el mundo y que experimentará por primera vez dicho fenómeno.
El sentimiento de intimidad puede ser experimentado de diversas formas: a través del contacto cuerpo a cuerpo con otra persona, ya sea a través de la sexualidad o de una muestra afectiva desde el lugar de la ternura. Algunas personas hablan de intimidad cuando el otro, vivencia junto con ellos sentimientos de tristeza, ternura, amor, enojo, etc. Así, se podría entender el masoquismo como el lugar en el cual una persona se conecta con otra a través del sufrimiento y de experimentar dolor en la búsqueda de intimar con el otro.
Otra forma de sentir intimidad, es haciendo cosas prácticas con el otro como cocinar, hacer ejercicio, arreglar una casa, etc. pues brinda una sensación de unión con la persona. Resulta interesante pensar cómo, dentro de setting analítico, se genera una intimidad particular entre el analizando y el analista propicia para romper la intimidad del paciente; esto, abre paso al mundo interno de ambos, permitiendo acceder al inconsciente lleno de fantasías, deseos, necesidades, afectos, recuerdos e intimidades del analizando.
Dentro del consultorio, el analizando buscará intimar con el analista a través de diversas formas: compartiendo sus afectos, evitando sentir y dando prioridad al pensar, relatando sueños, asociando libremente, llevando a cabo actuaciones, invitando al analista a identificarse con sus proyecciones, etc. Si el analista accede a intimar con el paciente y a estar con él, podrá no sólo brindarle la oportunidad de sentirse acompañado sino que le permitirá hacer evidente, a través de la transferencia, la manera en que el analizando se relaciona con el mundo y le generará nuevas pautas de relación que éste podrá deconstruir en pro de reparar las fallas de los objetos internalizados.
Wallin menciona, “mientras el apego de la niñez inicialmente estructura al self, el apego del paciente con el analista puede, más tarde, re estructurarlo, cambiando un modelo de vinculación inseguro a uno seguro. Para que la psicoterapia sea transformativa en este sentido, debe dar espacio simultáneamente al pasado disociado y ofrecer al paciente un modelo de relación fresco en el presente. Por ello, es importante integrar las experiencias previas y crear nuevas” (Wallin, 2007, p. 85).
En esta intimidad entre el analizando y el analista, habrá cabida para lo “sabido no pesado” que termina siendo aquello que no se puede pensar pero que sin embargo es sabido. Está compuesto de experiencias pre-verbales que quedaron fuera de la conciencia, traumáticas o no, que influirán de manera importante al sujeto y es aquí donde el analista ayuda al analizando a pensar aquello que éste no puede pensar, contribuyendo a su metabolización y re-introyección (Bollas, 1987.)
Así, me resulta pertinente hacer referencia al concepto de entonamiento, attunement, propuesto por Stern en 1985, en donde señala la importancia de que, tanto analista como analizando, se encuentren con un mismo ritmo y en sintonía desde lo cognitivo, afectivo e instrumental (por instrumental, haciendo referencia a la alianza terapéutica). Esto posibilitará el que ambos miembros de la dupla puedan experimentar el sentimiento de intimidad.
El “entonamiento” me hace pensar en los ensambles musicales, en donde dos o más personas se unen por medio de la voz o instrumentos musicales, interpretando con un toque propio obras de diversos géneros. Cada participante debe “leer” su propia partitura, interpretarla, respetar los silencios para dar espacio al otro, entrar a tempo, y mantener un estilo interpretativo propio; estos son algunos de las factores más importantes para que dicho ensamble se exprese de forma exitosa.
Thomas Ogden, en su artículo de 1998, “Reconsiderando tres aspectos de la técnica psicoanalítica” hace referencia a Debussy, quien pensaba que la música, eran las notas que se encontraban presentes en los silencios entre las notas mismas, comparándolo así con el trabajo que se realiza con el analizando en donde el inconsciente, lo sabido no pensando, se encuentra en las palabras que el sujeto va enunciando. Dice que son estos espacios los que contienen las reveries tanto del analista como del analizando que van componiendo la música psicoanalítica.
El consultorio es el espacio en el cual dos personas se unen a través del inconsciente, de la O de origen propuesta por Bollas, buscando entender y ser entendidos a través del acompañamiento, las interpretaciones y señalamientos, el holding, la metabolización, etc.
Volviendo al entonamiento en las áreas afectiva, cognitiva e instrumental, Bleichmar considera importante el cuestionarnos lo que el paciente hace en éstas. Esto favorecerá el que analista esté en el mismo espacio psíquico que el analizando, compartiendo su intimidad y generando una nueva intimidad entre los dos.
¿Pero, por qué resulta entonces tan importante el poder intimar? La respuesta se encontraría en el pensar que la intimidad conforma al sujeto, es decir, le da forma, lo constituye a través de la mirada del otro. No importa si se es bebé, niño, adolescente o adulto; nunca dejamos de necesitar que el otro, ya sea como objeto externo u objeto interno, de fe de que existimos, de que somos vistos y por lo tanto, revalidados, para poder dar base a nuestro placer a partir del placer del otro.
El analizando que busca intimar con el analista, de manera consciente o inconsciente, busca reafirmarse como sujeto a partir de la confirmación por parte del analista de que lo que piensa y siente puede ser pensado y sentido.
A partir de lo mencionado con anterioridad, podríamos pensar que el concepto de “intimidad” se podría ubicar en el lugar del “tercero intersubjetivo analítico”, término descrito por Ogden en 1992. Éste, se encuentra en el espacio existente en un Diagrama de Venn en el cual, ambos círculos, cada uno con sus peculiaridades y características, se intersectan, dando lugar a “una mezcla intersubjetiva entre analista y analizando, en el cual, de forma asimétrica, comparten sus inconscientes. La mezcla de los roles de cada uno, estructuran la interacción analítica de una forma tal que permite explorar el mundo de los objetos internos del analizando.”[3]
Este tercero analítico, es distinto no sólo para cada uno de nuestros analizandos sino incluso para cada parte de la dupla, ya que está plasmado de experiencias propias, fantasías con respecto al otro, mundo interno y mundo externo, es por ello que se vive como algo asimétrico dado que es una mezcla de experiencias intersubjetivas.
Es de llamar la atención el hecho de que tendemos a asumir que dentro de esta intimidad en el consultorio, existe algún tipo de “conexión” entre las dos partes implicadas: el analizando y el analista, gracias a la cual, el paciente se permite a corto, mediano o largo plazo, abrirse ante el sujeto supuesto a saber. Pero qué sucede cuando dentro de este acompañamiento y vinculación, el analizando se siente solo a pesar de la presencia del otro?
Cuántas veces no hemos escuchado dentro del consultorio a pacientes que hacen referencia a que su pareja “no los entiende, está en otro mundo, se encuentra distante, etc.” dejándonos clara la sensación de soledad a pesar de tener a la persona al lado. Es una queja hacia sentir que el espacio mental que se comparte, no es el mismo, ya que el sujeto no ocupa el lugar que quiere en la mente del otro. Este desencuentro emocional no es exclusivo de la relación de pareja y puede presentarse dentro de la dupla analítica.
Melanie Klein, en su obra “Envidia y Gratitud”, hace referencia al sentimiento de soledad no como la “situación objetiva de verse privado de compañía externa, sino a la sensación intensa de soledad, a la sensación de estar solo sean cuales fueren las circunstancias externas, de sentirse solo incluso cuando se está rodeado de amigos o se recibe afecto” (Klein, 1963, p. 306).
Para sentirte entendido dentro del consultorio, resulta necesario haber experimentado dicho entendimiento en la relación materna, en donde ésta logró contactar su mundo interno con el del bebé. La autora explica dicho “sentimiento de soledad” a partir del resultado de las ansiedades paranoides y depresivas de la persona “cuando surgen violentos impulsos destructivos, la madre y el pecho de ésta se viven en virtud de la proyección como persecutorios y por lo tanto el bebé experimenta inevitablemente cierta inseguridad, siendo esta inseguridad paranoide una de las causas esenciales de la soledad” (Klein, 1963, p. 307).
Al entrar a la posición depresiva, las angustias propias de la misma, permite que se contrarreste dicho sentimiento, a través de integrar al objeto. Así, resulta de vital importancia ayudar al analizando a integrar al objeto, a ser capaz de dar y recibir, permitiéndole relacionarse con el objeto bueno y, por lo tanto, disminuyendo el sentimiento de soledad. Es posible pensar que en sujetos que presentan gran dependencia o su contraparte, utilizan esto como defensa ante la soledad.
Me gustaría concluir dejando claro que no es el objetivo del analista, privar al analizando del sentimiento de soledad, ya que éste es algo que nunca se elimina por completo debido a que “la tendencia a la integración y el dolor que se experimenta durante el proceso de integración, emanan de fuentes internas que siguen ejerciendo su influjo durante toda la vida” (Klein, 1963, p. 320).
Bibliografía
- Winnicott, Donald. Realidad y Juego. Barcelona, España. Gedisa, Editorial, 1971.
- Wallin, David J. Attachment in Psychotherapy. New York, New York. Guilford Press, 2007.
- Bollas, Christopher. The Shadow of the Object: Psychoanalysis of the Unthought Known. Columbia University Press, 1989.
- http://www.apdeba.org/wp-content/uploads/Ogden.pdf
- Bleichmar, Hugo. Del Apego al Deseo de Intimidad: las angustias del desencuentro. Aperturas Psicoanalíticas; Revista Internacional de Psicoanálisis No. 002.
- Klein, Melanie. Envidia y Gratitud y Otros Trabajos. 1ª ed. 5ª reimp. Buenos Aires, Argentina. Paidós, 2008.
[1] www.google.com.mx/search?q=real+academia+espa%C3%B1ola&oq=real+aca&aqs=chrome.0.0j69i57j0l4.2181j0j7&sourceid=chrome&es_sm=91&ie=UTF-8#q=definici%C3%B3n+de+intimidad
[2] Winnicott, Donald. Realidad y Juego. Barcelona, España. Gedisa, Editorial, 1971. Pág. III.
[3] http://www.apdeba.org/wp-content/uploads/Ogden.pdf
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