tao-1418061Por: Frida Garza
“El proceso de simbolización produce lo que podríamos llamar el estiramiento subjetivo: despliega la metáfora, la palabra se desfigura y adquiere un sentido más esponjoso y libidinal; pervierte al objeto y hace del sujeto una superficie porosa y transpirable. Provee al sujeto de la permeabilidad psíquica suficiente para hacer del proceso de simbolización como el modo genuino de ser”
Coll E. (2006) Pag. 165
Lévi-Strauss, citado por Laplanche y Pontalis (2004), afirma que toda cultura se puede considerar como un conjunto de sistemas simbólicos, entre los cuales figuran, en primer plano, el lenguaje, las relaciones económicas, el arte, la ciencia, la religión y las reglas matrimoniales.
Con base a Laplanche y Pontalis se utiliza el término simbólico para designar la relación existente entre el contenido manifiesto de cualquier idea, palabra o comportamiento, con el contenido latente. Desde ésta visión el simbolismo se refiere a todas las formas indirectas de representación, sin discriminar entre mecanismos como el desplazamiento, la condensación, la sobredeterminación y la representatividad.
Se puede considerar como simbólica toda formación sustitutiva.
La esencia del simbolismo es dicha constante relación entre el elemento manifiesto y su o sus traducciones, la cual se puede encontrar en diversos campos de la expresión como el sueño, los mitos, el folklore, la religión, y en diferentes áreas culturales.
La ya mencionada “constante relación”, en esencia, se basa en la analogía.
Diferentes autores (Rank y Sachs, Ferenzi y Jones, citados por Laplanche y Pontalis) concuerdan en que para hablar de contenido simbolizado en psicoanálisis, éste debe ser inconsciente, “no se simboliza más que lo que se rechaza, y solamente lo que es rechazado necesita ser simbolizado” Jones  citado por Sperber D. (1998).
Sperber D. cita a Jones quien en su ensayo de “teoría sobre el simbolismo” argumenta que las ideas que hacen referencia a los aspectos más elementales de la vida, son las únicas que pueden ser simbolizadas, como lo son las que conciernen a las relaciones familiares, al nacimiento, a lo corporal, al amor, a la sexualidad y a la muerte. Explica que las restantes asociaciones de los símbolos son conscientes, o en su defecto, susceptibles de serlo, sea esto de manera explícita o implícita, por lo que éstas no serían “simbólicas sino metafóricas”.
Jones explica que no es raro hallar una combinación, en donde la significación simbólica exista a la par que el sentido metafórico, es decir, que el símbolo en cuestión sea por una parte simbólico, al representar actitudes mentales e ideas inconscientes, y por otra metafórico, al contener a su vez ideas colaterales. Se expone que en algunos casos la significación simbólica puede estar completamente ausente, en este caso se da una “sustitución del simbolismo por una metáfora”.
Frente a la perspectiva de que todo lo simbolizado debe ser de naturaleza inconsciente algunos autores muestran su desacuerdo explicando que, por ejemplo,  una de las consecuencias de la popularización de la obra de Freud ha sido desarrollar considerablemente un simbolismo sexual consciente.
Freud puso al descubierto simbolismos que se mantenían ocultos, esta una de las razones por la cual su obra creo en las personas un sentiente de rechazo y aversión, pues esta proponía que los niños tenían una sexualidad polimorfa y definía diferentes etapas psicosexuales en el desarrollo infantil, explicaba aspectos que eran inconciliables para la comprensión general, como por ejemplo, que la madre erotiza el cuerpo del infante, el  complejo de Edipo, etcétera. A la gente le parecía terrible no solo por hecho de pensar en la presencia de un aspecto sexual en los niños, sino también porque confrontaba al sujeto sobre aspectos de su propia historia, aspectos que contenían fantasías y sentimientos que generaban culpa y por lo tanto eran impensables para el sujeto, por lo que a través de la represión, fueron rechazados por la consciencia convirtiéndose en elementos inconscientes, formando así simbolizaciones. Podríamos pensar que entonces Freud al exponer una teoría que pretendía hacer consciente lo inconsciente permitía que el sujeto fuera explorando aquellas metáforas que permanecían preconscientes y que se relacionaban con el material inconsciente (lo simbolizado). Siguiendo de esta línea de pensamiento, podríamos llegar a la conclusión de que si bien, lo simbolizado se encuentra en inicio, al haber sido reprimido, inconsciente, a partir de interpretaciones se podrían ir encontrando las metáforas, anudadas al simbolismo, susceptibles a la consciencia, de manera que, paulatinamente se pudiera llegar al contenido simbolizado, haciéndolo consciente; podríamos, para explicar lo expuesto, pensar en el ejemplo de la cebolla, así el analista va quitando capas como con una cebolla hasta llegar al núcleo de ésta.
En Estudios sobre la histeria (1985) se expone el determinismo simbólico de los síntomas. Freud define el “síntoma histérico como símbolo mnémico del trauma patógeno o del conflicto”; de modo que el yo se libera de la contradicción, pero se carga del símbolo mnémico que, como un parásito, ocupa lugar en la consciencia. (Laplanche y Pontalis, 2004)
En La interpretación de los sueños (1900) la palabra simbólico se entiende como un conjunto de símbolos dotados de significación hallados en diversas producciones del inconsciente.  (Laplanche y Pontalis, 2004)
Con base al trabajo de “Simbolismo: de Freud a Kein” (2008), el signo es propio de la lengua y el símbolo es una inscripción de tipo iconográfico (imágenes que representan un tema) y/o mimético (similar a la analogía, a partir de rasgos representativos se crean parecidos o semejanzas con el tema original). Desde esta línea del pensamiento se recurriría al símbolo en los sueños y el juego; y el signo, por otro lado, se articularía en el discurso.
“Los sueños utilizan todos los símbolos ya presentes en el pensamiento inconsciente, porque éstos se adaptan mejor a las exigencias de la construcción onírica, dada su aptitud a ser representados, y también porque, en general, escapan a la censura” Laplanche y Pontalis (2004) Pág. 405
El sueño, así como el síntoma,  se rige por expresiones simbólicas del  deseo o del conflicto defensivo, expresados de manera figurada, indirecta y en cierto sentido difícil de descifrar (Laplanche y Pontalis, 2004)
En “La interpretación de los sueños” (1900) Freud plantea que a los sueños se les puede tratar como al síntoma, utilizando el mecanismo de la interpretación, pues el sueño, así como el síntoma, puede instaurarse en el encadenamiento psíquico.
Freud,  citado por Cuesta A. y Jimenez H. (2005), hace mención a Aristóteles, quien  argumentaba que “el mejor oneirocrítico es el que aprende mejor de semejanzas…”, y complementaba “la buena y bella metáfora es contemplación de semejanzas”.
Los mismo autores menciona que el concepto de la interpretación es un proceso inverso y simétrico de la simbolización, pues la elaboración onírica es el proceso de transformación del contenido latente al manifiesto del sueño, ésta elaboración “se contenta con transformar”, la cual es la característica principal de toda simbolización; el trabajo de interpretación pretende llegar a través del contenido manifiesto al latente, elaborando el trabajo opuesto de la elaboración onírica.
En “La interpretación de los sueños” (1900) Freud plantea dos mecanismos que operan en el proceso de formación onírica del sueño: la “condensación” y el “desplazamiento”
Freud percibe que el relato del sueño es escueto y pobre en comparación con la riqueza y extensión de los pensamientos oníricos; afirma que el contenido del análisis de éstos es seis, ocho o doce veces mayor que el relato del sueño.
Expone que, por lo general, a pesar de que se hayan encontrado ciertos pensamientos oníricos, estos no constituyen el material completo, pues si se prosigue el trabajo de interpretación pueden descubrirse otros, ocultos tras el sueño. Es decir, que se puede obtener una interpretación, en apariencia satisfactoria, de un sueño, sin tomar en cuenta una interpretación de segundo  grado: sobreinterpretacion (Laplanche y Pontalis, 2004), explicándolo de diferente manera podríamos decir que un sueño puede interpretarse desde diversos ángulos, de modo que al realizar nuevas interpretaciones del contenido de un sueño, no excluyen la ya dichas.
Freud (1900), a partir de la desproporción mencionada entre el contenido y los pensamientos oníricos, infiere que en la formación del sueño se efectúa una amplia condensación del material psíquico.
Por otro lado, explica que en el contenido manifiesto del sueño, los aspectos que se imponen como los ingredientes esenciales, en modo alguno desempeñan ese papel en los pensamientos oníricos. De la misma manera, puede formularse la proposición inversa: lo que en los pensamientos oníricos constituye evidentemente el contenido esencial, ni siquiera estará necesariamente presente en el sueño. El sueño está, por así decirlo, diversamente centrado, y su contenido se ordena alrededor de un centro compuesto por otros elementos que los pensamientos oníricos.
Es resultado de este proceso de desplazamiento que el contenido del sueño ya no presenta el mismo aspecto que el núcleo de los pensamientos oníricos, pues el sueño sólo refleja una desfiguración de éste.
En la formación de los sueños ocurre entonces un “desplazamiento de las intensidades psíquicas de los elementos singulares”. Éste proceso es pieza esencial del trabajo onírico. (Freud S., 1900)
Freud describe el proceso de desplazamiento y el de la condensación como los dos “maestros artesanos” a quienes se les puede atribuir principalmente la configuración del sueño.
Laplanche y Pontalis (2004) Explican que en el hecho de la condensación la censura ve realizados sus propósitos, sin embargo, el sueño no solo actúa con este mecanismo para eludirla, pues la condensación es una de las características del pensamiento inconsciente.  En el proceso primario se cumplen las condiciones que favorecen el mecanismo de la condensación como lo son: la energía libre –no ligada- y la tendencia a la identidad de percepción (que se refiere a como el proceso primario, que se encuentra regido por el principio de placer, tiende a aquello que se percibe como idéntico a la experiencia de satisfacción) (Turbert S. 2000). Por lo tanto el deseo inconsciente queda sometido a la condensación desde un principio, mientras que los pensamientos preconscientes que son llevados hacia lo inconsciente, lo serán secundariamente a la acción de la censura. (Laplanche y Pontalis, 2004)
Con base a Laplanche y Pontalis (2004) el mecanismo de condensación,  no es un mecanismo específico de los sueños, Freud establece que la condensación constituye uno de los elementos principales en los lapsus lingue, los sueños, el olvido de palabras, los síntomas y en modo general, en las diferentes formaciones del inconsciente.
Este proceso se fundamenta en la hipótesis económica, debido a que sobre la representación se suman las energías que han sido desplazadas a lo largo de las diferentes cadenas asociativas.
El efecto del trabajo de la condensación es la sobredeterminación, que se refiere a cómo una formación del inconsciente remite a una variedad de factores determinantes. Esto se puede entender desde dos sentidos distintos: Por una parte, que la formación considerada es el resultado de diferentes causas, y por otra, que la formación remita a elementos inconscientes diversos, que puedan organizarse en diferentes secuencias significativas.
En más de un punto nodal coinciden las cadenas asociativas, “el síntoma lleva la huella de la interacción de las diversas significaciones, entre las cuales realiza una transacción” para poder admitir un síntoma, sea o no neurótico “Freud exige el mínimo de sobre determinación que constituye un doble sentido, símbolo de un conflicto que terminó más allá de su función en un conflicto presente no menos simbólico”
En resumen el desplazamiento consiste en que la intensidad de una representación pueda desprenderse de ésta para así pasar a otras representaciones en su origen poco intensas, aunque ligadas por una cadena asociativa a la primera. Por lo tanto (al igual que la condensación) recurre a la hipótesis económica, pues la energía de catexis es susceptible a desligarse de las representaciones para deslizarse a lo largo de las vías asociativas.
Este fenómeno también se encuentra en la formación de síntomas y en diversas funciones del inconsciente, al ser el libre desplazamiento de la energía una característica del proceso primario.
En el proceso secundario se halla también el desplazamiento, no obstante éste es limitado en su recorrido y afecta únicamente pequeñas cantidades de energía.
La importancia de la simbolización ha sido estudiada por otros autores como Melanie Klein, en el trabajo de “Simbolismo: de Freud a Klein” (2008), se menciona que ésta autora estructura su teoría a partir del establecimiento de la importancia de la capacidad simbólica del niño. La noción de símbolo que propone  se relaciona a aquello que tiende un puente entre las representaciones fantaseadas y los objetos reales; es por medio del proceso de formación de símbolos que el yo desarrolla la percepción del mundo.
La formación de símbolos es una operación que permite crear un exterior en donde el interior pueda realizar un anclaje pulsional que conforme la realidad del infante.
Klein expone que el proceso de desarrollo de símbolos está relacionado con la capacidad de encontrar campos que simbólicamente puedan catectizar una inhibición que no permite liberar pulsión libidinal de una manera más satisfactoria. Esto permite el desarrollo del talento al fijar en cierta actividad fantasías sexuales que se puedan descargar sin ser objeto de represión; ésta sustitución permite desaparecer el monto de afecto reprimido. Si se contiene el afecto reprimido se puede generar la formación de síntomas.
 
Klein  habla de la catexia simbólica sexual como una tendencia libidinal, y expone que a partir de esta surge la capacidad por la cual el yo encuentra cómo desplazar impulsos libidinales, por medio de actividades que permita liberar los impulsos de formas un tanto menos represivas acercándose al mecanismo de la sublimación.
La sublimación se relaciona con el desarrollo del talento a medida que se constituye como un “canal sustitutivo” para realizar descargas de libido insatisfechas mediante actividades que son aprobadas a gran medida por la sociedad. Esto se logra a partir de la capacidad simbólica.
El sadismo es la fuente motora para lograr establecer representaciones simbólicas.
El proceso de simbolización se plantea como un proceso dinámico que remplaza los objetos, impulsado por la angustia generada por el sadismo, este monto de angustia exige una continua formación de símbolos, que, en cantidad tolerable, brinda una base satisfactoria para el establecimiento del yo. Klein argumenta que la simbolización permite elaborar la angustia y formar el yo.
Klein (1930) expone que, junto al interés libidinal, es la angustia la que pone en marcha el mecanismo de la identificación, el niño que desea destruir los órganos (pecho, pene, vagina) que representan a los objetos, a su vez, empieza a temer a estos. La angustia contribuye a que el niño equipare los órganos mencionados con otras cosas, que a su vez, se convertirán en objetos angustiantes, por lo que el niño estará constantemente impulsado a hacer ecuaciones nuevas que constituyen la base de su interés en nuevos objetos y del simbolismo.
De ésta manera el simbolismo no sólo constituye el fundamento de sublimación, sino que también constituye la relación del individuo con el mundo exterior y la realidad.
La primera realidad del infante es fantástica en su totalidad, se encuentra rodeado de objetos que le generan angustia, en este sentido excrementos, órganos, cosas animadas e inanimadas son en principio equivalentes entre sí. A medida que el yo va evolucionando se va estableciendo gradualmente, a partir de esa “realidad irreal” una relación verdadera con la realidad. Por consiguiente, el desarrollo del yo así como la relación con la realidad, dependerán del grado de capacidad del yo, en etapas tempranas, para tolerar las primeras situaciones de angustia. Es cuestión de cierto equilibrio óptimo entre los factores en juego, pues una cantidad suficiente de angustia será la base necesaria para la basta formación de fantasías y símbolos, de manera que la angustia logre ser elaborada, para que ésta fase fundamental tenga un desenlace favorable, para que así el yo pueda desarrollarse de manera exitosa. Es necesario que el yo se encuentre provisto de la adecuada capacidad que le permita tolerar la angustia.
Una excesiva y prematura defensa del yo contra el sadismo, impide el establecimiento de la relación con la realidad y el desarrollo de la vida de fantasía. La posesión y exploración sádica del cuerpo materno y del mundo exterior (que es por extensión el cuerpo de la madre), quedan detenidas y esto produce la suspensión más o menos completa de la relación simbólica con cosas y objetos que representan el cuerpo de la madre y, por ende, del contacto del sujeto con su ambiente y con la realidad en general.
Conclusiones:
La simbolización es un aspecto amplio, que por una parte se encuentra inherente en diversos aspectos culturales, y por otra, se encuentra presente en diferente áreas importantes en el desarrollo individual, pues se refiere al puente existente entre el contenido inconsciente de un sujeto y el manifiesto, siendo de esta manera, el pilar para la construcción de mecanismos y procesos imprescindibles en el funcionamiento y la estructuración de la psique.
La simbolización se refiere entonces a toda formación sustitutiva que se encuentra basada en la analogía y la metáfora.
Freud coloca el acento sobre la función de la simbolización en expresiones del inconsciente como lo son los lapsus lingue, el óvido de palabras, en la formación del síntoma, en la elaboración onírica, entre otros.
La cura a través de la palabra conocida por Freud encuentra su fundamento en hacer consciente lo inconsciente, es decir, encontrar el significado latente del contenido manifiesto: lo simbolizado.
Por otro lado Melanie Klein se enfoca en la importancia de la simbolización concibiéndola como el puente entre el mundo interno y el mundo externo de un infante, por lo que la formación de símbolos es la base para el establecimiento de la realidad, así como para el desarrollo satisfactorio del yo.
Además determina que gracias la capacidad simbólica se logra el mecanismo de la sublimación. Desde esta línea del pensamiento, el psicoanálisis, como se menciona en “Simbolismo: de Freud a Klein” (2008), debe ser una actividad terapéutica enfocada hacia la sustitución de la represión por la sublimación, desviando el camino de la neurosis por medio del desarrollo de talentos.
 
Bibliografía:

 
 
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