El niño como objeto transicional de la madre: demanda de dependencia revertida

Autor: Sharon Arakindji

 Podríamos pensar que este es un concepto nuevo creado a partir del objeto transicional de Winnicott; sin embargo este concepto lo propuso Freud, aunque no fue hasta años posteriores que fue desarrollado:

 “La ternura de los padres y personas a cargo de la crianza, que rara vez desmiente su carácter erótico (el niño es un juguete erótico), contribuye en mucho a acrecentar los aportes del erotismo a las investiduras de las pulsiones yoicas en el niño y a conferirles un grado que no podrá menos que entrar en cuenta en el desarrollo posterior, tanto más si cuidan algunas otras circunstancias”  (Freud, Tomo XI; “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa”.)

El siguiente trabajo trata principalmente de la relación madre-hijo. Raquel Zak desarrollo ampliamente el tema de el niño como objeto transicional de la madre planteando que el niño aún antes de iniciar su propia actividad transiconal, es “juguete erótico y objeto transicional para la madre” como parte del campo transicional para ambos. Este campo se constituye como efecto de la reversión normal y transitoria de la propia experiencia de dependencia y la transicionalidad materna, reversión de su demanda de dependencia infantil.

Es una reversión normal y transitoria de la propia experiencia de dependencia y la transicionalidad materna, en donde se equipara el momento de desamparo de la primera infancia con el estado amparo en dependencia de ahora un 3er objeto, el bebé. Estos procesos en su manifestación, son breves y determinantes. Sin embargo, aunque estemos hablando de un corto periodo de tiempo, “son la base de lo que durante toda la vida, será la condición para vivenciarse a sí mismo, constituirse y sostenerse como ser humano. Porque ser amado, equivele a SER PENSADO por el “otro significativo”, al cual Freud se refiere al decir “el primer amor””. (Zak, 1998)

Como bien dijo Winnicott “Si el bebé sigue siendo para la madre aún un “objeto subjetivo” desconocido y ajeno, por lo que deberá rehacer el proceso psíquico del mismo bebé que ella fue para su propia madre, creando y hallando al objeto” (Winnicott, 1971). De esta manera el bebé está predispuesto a la relación que haya tenido su madre con su propia madre, si tuvo en su primera infancia una madre con capacidad de holding y de amparo, él nuevo bebé correra con la misma suerte en relación con su madre. Entendiendo el estado de amparo en el sentido Winnicotiano como la condición psíquica que produce el ser pensado por la madre deseante, en estado transicional de empatía psicosomática con el infante, estado que con-tiene su “estado de desamparo”. En otras palabras la capacidad que tenga la madre de poder traducir las sensaciones fisiológicas del bebé, contenerlas y darles un significado.

Hay por un breve lapso de tiempo en el cual la madre es tentada a adoptar emocionalmente a su bebé y se ve llevada a re-activar el campo específico de sus propias vivencias arcaicas, su propio campo transicional en el cual ella fué juguete de su propia madre, para luego verse en un proceso de identificación con esta como aquella niña jugando a la mamá y a la familia.

En este “campo transicional” la madre califica a su bebé como transitorio objeto transicional, creando una fusión que estaría ligada a un área de ensoñación, así Winnicott lo explica como una actividad temprana del bebé consistente en un “encuentro” -a la manera de puente- entre la actividad alucinatoria de la experiencia de satisfacción y la creciente percepción objetiva de insatisfacción, estos serían los “fenómenos transicionales”, los cuales para muchos podrían ser objetos transicionales. Refiriéndonos a estos como objetos en los que se sostiene el objeto para evitar la angustia, a los cuales el bebé se aficiona y usa para calmar la angustia ante la ausencia.

  El campo materno como una re-edición transgeneracional:

En un campo de ensoñación recíproca entre la madre y el bebé en donde están inmersos la actividad lúdica productiva y creativa del infante, en tanto la madre funciona como barrera anti trauma, yo auxiliar y primera seductora, es el momento según Winnicott en donde el niño hace su aparición como soporte de la necesaria narcisización materna, como “receptor” del deseo inconsciente de los padres, “receptor” de las identificaciones proyectivas maternas, objeto representante de…

La madre, al retomar sus propios juegos y fenómenos transicionales, le impone a este nuevo ser su destino; la madre buscará en el niño todo de su propia fusionalidad que tuvo que des-conocer: eso que ya no es y no tiene, ese falo, la completa autosuficiencia e inmortalidad anhelada y en un comienzo narcisizante el bebé ocupa un lugar majestuoso en la mente de la madre. Así, este “objeto” transicional de la madre en un breve lapso de tiempo deberá ser liberado para poder desear y poder dar paso al trabajo del yo primitivo real propuesto por Freud, en donde el bebé creará sus propios objetos transicionales obligando a la madre a separarse de él.

Así el bebé se sostiene gracias a la evocación revertida de la propia experiencia de dependencia, desamparo y fascinación narcisística, presente tanto en la madre, como en el padre y en la familia. “Juguete blando, maleable, dispuesto a responder en espejo en tanto la madre “lo ensueña” y “se ensueña con él”, empatóa mediante, tal como cuando jugaba, soñando despierta” (Zak, 1998) Estableciéndose así mediante proyecciones e introyecciones una simpatía preexistente.

“La madre “lo mira” y busca su mirada, tal como hizo con su propia madre, tal vez para reconocer en el bebé a ese otro prehistórico inolvidable que ella aún nostálgicamente sigue añorando (Freud, 1897)

Este jugar materno reedita su propio jugar infantil, en donde mediante al diálogo privado crea soluciones y destinos para su mayor desafío, el triángulo inicial y la ruptura de esa diada ideal, la cual se ve de nuevo reeniscificada con su nuevo objeto, su propio bebé.

Hasta que llega el momento del “desencuentro liberador”, de la desilución para ella, de la dolorosa situación que va a tener que transitar nuevamente en donde de nuevo vuelve ese malestar, desamparo e inquietud propio de los tiempos estructurantes, de pronto surge la solución, un objeto al que se le ama a pesar de todo, sin aparente ambivalencia, sin embargo, ese don de amor, esa relación de dos, ni siquiera es relación aún, es solo el espejismo de una relación. Espejismo que la madre, llevada por su propia herida intentará sostener, en una reversión de la dependencia.

La patología en la reversión de la dependencia:

El encuentro bebé-adulto es una relación de dominio-sumisión y es importante que no deriven en una “sumisión o adaptación” consolidada, la cual instalaría las bases de una patología temprana. Estas reacciones de sumisión-adaptación conforman las bases de un trastorno de la reversión normal que, de transitoria, pasaría a ser estable.

“Es el niño que piensa a la madre”. Este niño “soporta” la amenazante proximidad de la angustia pura que es su madre y así mediante una identificación proyectiva, en un intento de conservarla hacer hasta lo imposible por seguirla agradando, pondrá especial atención en cada gesto y cada mueca que haga para atrapar la atención de la madre y así no destruirla.

Surge una identidad de dos, la demanda materna busca un bebé como soporte, falo y ésta es su condición de posiblidad para ofrecer presencia y una cierta función materna, como “madre apenas suficientemente buena” y así funcionando el niño como “objeto transicional patológico de la madre”.

La demanda de dependencia revertida en el campo psicoanalítico

La demanda de la dependencia revertida genera un campo analítico distorcionado, en el cual analista y paciente están unidos en este proceso, el cual se paraliza en tanto la contratransferencia se distorciona. “Lo que debió ser, por parte del analista, un breve proceso de identificación empática que le permitiera comprender a su paciente y al campo creado, se transforma, en estos casos, en una contraidentificación, motivada por la propia demanda de dependencia del analista, proceso que se observa a veces en las etapas de terminación del análisis.” (Zak, 1998)

“Se apoyaron sus brazos sobre la mesa y la rubia cabeza se desplomó pesadamente sobre ellos. Una mirada más de eterna despedida

y se cerró la puerta tras de mí. Había empezado a abrirse entre nosotros el inmenso abismo de la separación.”

Wilkie Collins

Bibliografía

  • Freud, S. “Sobre una degradación general de la vida erótica”. Amorrortu, 1912
  • Winnocott, D. Realidad y juego. Gedisa, 1987
  • Zak, R. De la erótica. Ediciones Publikas, Buenos Aires, 1998.
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Imagen: Morguefile/Chromatoast