Por: Ligia Matiella
“El fanatismo es una sobrecompensación de la duda” Jung
“Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema” Winston Churchill
La invitación a escribir teniendo como referencia el tema “La mente en la línea de fuego” me resultó un gran reto. Lo primero que evoqué fue la idea de la violencia. Vino a mi mente la guerra y todos los actos de terrorismo que han sucedido recientemente. La mayoría de las veces, detrás de dichos actos existe un tema ideológico, creencias, ideas o posturas políticas o científicas, que se han radicalizado.
Esto me llevó a pensar que las culturas, las creencias, la fe religiosa, la espiritualidad o el compromiso con una serie de ideas puede resultar en algo valioso y funcional para la persona, o puede convertirse en algo persecutorio, limitante y quizás patologizante. Dentro de esto último se encuentra el fanatismo.
En este trabajo, hablaré del fanatismo como una de las manifestaciones de haber adoptado una serie de ideas de manera limitante, persecutoria, rígida y poco funcional.
La RAE (2022) lo define como un apasionamiento y tenacidad desmedida que defiende creencias u opiniones, especialmente de carácter político o religioso.
En la misma fuente, encontramos la definición de fanático, como la persona que defiende una opinión dogmáticamente y sin respetar la opinión de otros.
Siguiendo el mismo orden de ideas, (Goldstein, M. 2019) define al fanatismo como la dominación sobre el sujeto de un dogma o creencia que no es en sí fanática, sino que el sujeto mismo, utiliza para sostener en ella su propia unidad yoica y que, al mismo tiempo, puede servir para cohesionar a un grupo a partir del objeto a idealizar o, en su caso, denigrar.
El fanatismo son formas de pensar, actitudes, conductas, ideologías, que se presentan con una pasión exagerada y una tenacidad incondicional y desmedida por defender una idea, una teoría, una causa o un estilo de vida de modo obstinado y a veces violento e irracional. El fanático está convencido que su idea es la única válida y por mucho la mejor. Por ello puede minimizar las opiniones de los demás con autoritarismo, dogmatismo, obsesión, reduccionismo y hasta discriminación.
Por lo anterior, surge en mí el interés desde la experiencia con mis pacientes, donde observo las vivencias que me comparten, relacionadas con la percepción de un colectivo en el que me parece las posturas ideológicas, en ocasiones, se han polarizado tanto que no queda un espacio para el diálogo y la conciliación.
Creo que las personas coincidimos en mucho más de lo que nos diferenciamos, pero parece que a veces el diálogo no es posible ¿A qué se debe esto? ¿Tendrá que ver con esta época en la que hay una mayor información y conocemos más de otros? ¿Conocer más de otros, estar cerca por la globalización habrá influido en que se busque inconscientemente una mayor adherencia a un grupo, a sus valores e ideas, contraponiéndonos con quien piense distinto?
El fanatismo para Freud es un mecanismo de defensa ante la inseguridad emocional en la que se exige a los otros, cambios que uno mismo no puede hacer. En Psicología de las masas y análisis del yo (Freud, S. 1921), Freud equipara el enamoramiento con el fanatismo haciendo una analogía en la que las masas frente a su líder se comportan como fascinados, dormidos y obedeciendo sin ningún tipo de crítica, es decir, fanáticos.
El fanático renuncia a una identidad personal por una colectiva, se identifica con el grupo con el que comparte el fanatismo. Se aferra obsesivamente rechazando cualquier posibilidad de duda como una exagerada defensa. Desde el punto de vista psicoanalítico el fanático posee una conciencia moral exigente y rígida, su superyó es severo, entre otras cosas por una educación estricta, la cual ocasiona una ansiedad en el niño que le induce a vivir sus impulsos como peligrosos. Esto lo lleva a una obediencia estricta, una personalidad autoritaria y prejuiciosa.
Con estas inquietudes en mente, intentaré acercarme al tema desde dos abordajes: la cultura y la psique.
Es necesario reconocer que existe una realidad externa que es inseparable de la realidad interna. La primera engloba la raza, el género, el nivel socioeconómico, la religión y la cultura, considerando a ésta como una serie de elementos que construyen la identidad de la persona.
Algunos de estos elementos son el saber acumulado, las creencias, que para un grupo conforman lo que es verdadero o falso, los valores, las normas, el lenguaje, la escritura, tradiciones, etc.
En El porvenir de una ilusión, Freud describe así la cultura: “…por un lado, abarca todo el saber y poder hacer que los hombres han adquirido para gobernar las fuerzas de la naturaleza y arrancarle bienes que satisfagan sus necesidades; por el otro, comprende todas las normas necesarias para regular los vínculos recíprocos entre los hombres y, en particular, la distribución de los bienes asequibles” (Freud, S. 1927, p.6).
Así mismo, Freud menciona que la principal tarea de la cultura, su genuina razón de existir, es protegernos de la naturaleza. Es decir, implica sacrificar la satisfacción de las pulsiones en aras de la convivencia; las normas, instituciones y mandamientos cumplen esta tarea.
Es parte esencial para el desarrollo de la identidad personal, interiorizar los preceptos culturales del grupo al que se pertenece y la consecuencia se refleja en los ideales y las creaciones artísticas.
Al personalizar estos elementos, la cultura se transforma en idiosincrasia. Entonces, podemos decir que la cultura es la suma total de diferentes formas individuales. Así pues, la interiorización de estos ideales permite que la persona se adapte más a su grupo.
En el mismo texto, Freud menciona que “los ideales se forman por la conjunción de dotes interiores y las circunstancias externas de una cultura, logros que son reafirmados luego por el ideal… la satisfacción que el ideal dispensa es de naturaleza narcisista… para ser completa esta satisfacción necesita de la comparación con otras culturas que se han lanzado a logros diferentes y han desarrollado otros ideales… cada cultura se arroga el derecho a menospreciar a otras. De esta manera los ideales culturales pasan a ser ocasión de discordia y enemistad entre diversos círculos de cultura”. (Freud. S, 1927. p.13)
Parece que esto responde de alguna manera a la pregunta que me hacía al principio. ¿El mayor conocimiento de otras culturas y la necesidad de pertenecer a un grupo esta relacionado con posturas más radicales e intolerantes? y, con Freud, puedo pensar que la satisfacción narcisista que proviene de un ideal cultural podría explicar algo. Sin embargo, si esto fuera siempre así, la convivencia con otras culturas, con personas de otras preferencias políticas, de otras razas y religiones, sería imposible ¿Qué hace entonces que en ocasiones se logra la convivencia y en otras se radicalizan las posturas?
El fanatismo está en primer plano en nuestra sociedad. Diariamente aparecen noticias sobre nuevos atentados, posiciones políticas radicales y opiniones polarizadas que impiden las negociaciones y el entendimiento entre los pueblos. Por esta situación global en que vivimos, cada día más psicoanalistas abogan por una mejor comprensión de este fenómeno no sólo a nivel social si no también psicológico.
En el consultorio encontraremos muy diversas formas de vivir las creencias, no importa cuales sean estas, nuestra tarea no es dictaminar la verdad o falsedad de estas, sino entender cómo las vive la persona.
Este trabajo no intenta adentrarse en el fanatismo de las ideologías religiosas, políticas, científicas o sociales sino indagar cuáles son sus motivaciones inconscientes.
Fanatismo desde el individuo y su inconsciente
Los rasgos, aspectos o funcionamientos fanáticos, pueden expresarse de diversas formas, responden a una potencialidad inherente propia del ser humano, que puede estar más o menos latente. Dicha susceptibilidad, puede manifestarse en diferentes contextos y situaciones, dando lugar a estados mentales o aspectos y rasgos fanáticos de la personalidad que, a su vez, derivan en funcionamientos o actuaciones con diferente grado de intensidad y extensión en cada persona.
¿Qué ocurre en la mente del ser humano para convertirse en fanático? ¿Cuáles son las motivaciones inconscientes? ¿Cuál es el origen?
Coincido con la idea de Amos Oz en su obra Queridos fanáticos, de que el fanatismo es más viejo que cualquier religión, incluyendo el islam, el cristianismo y el judaísmo. Aparece antes que cualquier Estado, gobierno, sistema político, así como cualquier ideología o credo del mundo. Es así como, el fanatismo se convierte en un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal, por llamarlo de alguna manera. (Oz, A. 2018)
Concluyo que, el fanatismo no es algo propio de una cultura, una ideología, una nación o una religión, sino que es algo que se puede adherir a todo ello formando parte de todos nosotros como una potencialidad en nuestro interior.
Por otro lado, lo contrario al fanatismo, es la tolerancia que siempre permite la escucha y la aceptación de otras ideas y de otras formas de ver el mundo. Es poder tolerar el pensamiento que otro tiene. Significa poder ver al Otro y eso implica que la persona se ha subjetivado suficientemente.
Puchol en su artículo El fanatismo de la vida cotidiana, explica la tolerancia como la facultad que poseemos de poner en duda y cuestionar el pensamiento del otro y de entrar en conflicto con su pensamiento sin que, por ello, se anule la validez de cualquiera de los dos. Esta es una condición necesaria para la actividad psíquica. (Puchol, M. 2019)
¿Cómo es que algunas personas son tolerantes y otras son fanáticas?
En el trabajo de Fanatismo y familia: el secuestro de la identidad (2016), Ana María Solar, propone que lejos de gestarse en los templos religiosos radicales o en los partidos políticos más dogmáticos, el fanatismo se larva al fuego del hogar. Expone la idea de que los rígidos y absolutos mandatos dictados por los padres en algunas familias, tienen la función de eliminar irremediablemente el pensamiento propio y libre del hijo, puesto que éste está obligado a cambiarlo y a acatar lo que sus predecesores le dicen.
Puchol sostiene que, en el ámbito familiar, los niños son los más expuestos a la transmisión intersubjetiva de ideas fanáticas, debido a la vulnerabilidad que deriva de la dependencia con sus padres. Asimismo, converge con Goldberg en la idea de que el fanatismo brinda cohesión a un grupo determinado que comparta las mismas emociones, creencias u opiniones.
Es durante la infancia que el psiquismo se estructura, se instalan los cimientos narcisistas lo que le permite separarse de sus objetos primarios, pero, en el fanático, esto no ocurre.
Es esencial para la propia estructuración psíquica del niño, que, a partir de un momento de su evolución, las figuras parentales puedan reconocerle la necesidad de tener un pensamiento propio como un derecho fundamental para su desarrollo como sujeto pensante e individual.
En “Introducción al narcisismo”, Freud afirma que “el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica para que el narcisismo se constituya”. (Freud, S. 1914, p.74).
Esa nueva acción psíquica, unificará lo autoerótico y vendrá de la mano de la presencia del objeto, que acudirá a la llamada insistente de esas pulsiones necesitadas de satisfacción y para las cuales el autogobierno no es suficiente.
Refiriéndose al narcisismo primario menciona “Todo cuanto sabemos acerca de esto se refiere al yo, en el cual se almacena inicialmente todo el monto disponible de libido. Llamamos narcisismo primario absoluto a ese estado. Dura hasta que el yo empieza a investir con libido las representaciones de objetos, a trasponer libido narcisista en libido de objeto”. (Freud, S. 1938, p.148).
El narcisismo primario se caracteriza por estar lleno de omnipotencia, no hay límites, hay una gran voracidad y la capacidad de espera es nula.
Concuerdo con la hipótesis de Martín Solar (2018) en la que sostiene que “en la formación del fanatismo, el yo del infans se queda atrapado en una especie de limbo, entre la omnipotencia del narcisismo primario y un tímido comienzo de aspiración al ideal del yo, ofrecido como promesa por el objeto y que garantizaría la entrada al narcisismo secundario que es el verdadero narcisismo del yo… en la formación del enclave fanático sucede una primerísima identificación primaria, llena de catexis de omnipotencia. En el dinamismo económico que tiene lugar en el encuentro de pulsión y objeto, la sobresaturada carga de omnipotencia del objeto se impone, inoculando con ahínco en el todavía proto-yo del niño, la grandiosidad de su yo ideal omnipotente y la tiranía de su superyó… La idea que queremos transmitir es la de cómo el encuentro de la pulsionalidad del infans en su camino hacia el objeto, se pervierte. Esta perversión se llevaría a cabo por la inoculación de un precipitado de la omnipotencia materna en estado puro, en sinergia con un superyó altamente tiránico y destructor”. (Martín Solar, A. 2018. en línea)
En resumen, no se ha renunciado a la omnipotencia, se ha introyectado la omnipotencia del objeto, se ha rigidizado el yo ideal, se tiene un superyó tiránico y, de acuerdo a Javaloy, citado en Puchol, tiene una conciencia moral por “sometimiento temeroso”. Es decir, no se ha dado la identificación con los padres por lo que no se ha internalizado la ley paterna, sino se cumple por temor al castigo.
En las personas con funcionamientos fanáticos existe un fracaso en formar entramados simbólicos y redes de tolerancia. De este modo, los vacíos que se forman en la mente son reemplazados por la certeza de la idea máxima.
El fanático no se preocupa por nadie ni por nada vive en un estado de excitación narcisista, con una fuerte fijación al yo ideal, y un ideal rígido y obstinado. Saca las ideas de su contexto originario para entronarlas y deificarlas, haciendo un uso simplificado, empobrecedor y reduccionista de ellas, hiperconcretando sus enunciados, olvida que la verdad no es un fin si no una dirección. (Puchol, M. 2016)
El ideal para el fanático se convierte en ídolo, y buscará su realización de manera inflexible, quedando así atrapado en la consecución de algo imposible pero confundido suponiendo que alcanzarlo es lo que le dará la satisfacción y pensando que este ídolo es real que es necesario cuidarlo y conseguirlo al precio que sea, aún cuando este precio sea alejarse de otros, luchar contra ellos o si es necesario acabar con ellos.
Sin poder aceptar la frustración, y sin poder tolerar la incertidumbre, erige una idea única que no puede convivir con otras, al mismo tiempo que confunde la parte con el todo.
Según Oz sabemos: “Que a la mayoría de los fanáticos no les mueve el sadismo sino grandes ideas sublimes, anhelos de redención y justicia social y para alcanzarlos deben librarse de los malvados… Constantemente, el fanático se apresura a lanzarse a tu cuello para salvarte, porque te ama. Siente por ti un amor incondicional. O, por el contrario, te aprieta la garganta y te ahoga, porque se ha dado cuenta de que… eres incapaz de ser redimido… y, por tanto, sintiéndolo mucho, su deber es odiarte y erradicarte del mundo”. (Oz, A. 2018. en línea)
Como decía, el funcionamiento fanático puede expresarse de diversas formas. No todos serán tan radicales. Responden a una potencialidad inherente a todos nosotros y, por tanto, propia del ser humano por lo que el fanatismo es un tema de cantidad. Se puede ser fanático intolerante de diversas formas. “Los componentes del fanatismo de nuestro vivir común que podemos observar en nuestra cotidianeidad son: la falta de humanidad, la curiosidad intrusiva, la obstinación o terquedad extrema con que se defienden algunas ideas que, sacadas de contexto, son entronadas a la categoría de idea máxima o idea única, el pensamiento concreto y la búsqueda de una situación sin conflicto, que trate de evitar el dolor que puede provocar la confrontación con la diferencia y el cambio. De esta forma, el fundamentalismo tiene muchas voces, pero todas ellas remiten, en última instancia, a una única voz: la voz que encarna la arrogancia, la omnisciencia y el sentimiento de superioridad frente a los otros”. (Puchol, M. 2016. en línea)
Pienso que en la clínica es más común encontrar esta forma de fanatismo. Encontramos quienes tienen ideas rígidas, que no han podido ser pensadas y elaboradas que se manifiestan en afirmaciones que parece que no tienen relación con la persona que está hablando, ideales que no pueden ser traducidos en la conducta.
Conclusión
Cualquier persona puede tener, en algún momento o ante ciertas ideas, un funcionamiento fanático. Nadie está exento de ello, ya que pertenecemos a una cultura lo cual implica introyectar ideas, valores y creencias. Dependerá de cómo se da la introyección.
Así que la función de la creencia en la persona no es en sí misma fanática, sino que se fanatiza debido a escisiones psíquicas muy tempranas.
En la clínica contemplaremos muy diversas creencias y pienso que estas serán sujeto de análisis cuando creen un conflicto, aunque necesariamente atraviesan todo el proceso análitico.
Por último, de manera muy breve abro un posible tema de investigación para seguir pensando, ¿Cuándo y cómo las creencias pueden resultar funcionales para la persona? Cuando no son rígidas, cuando permiten reflexión.
Las creencias se definen por la RAE como firme asentimiento y conformidad con algo. El deseo de saber innato a la persona es lo que sostiene las creencias y engendra teorías, a su vez es la ilusión lo que sostiene este deseo de saber. Así la ilusión y las creencias se encuentran relacionadas. La característica de la ilusión es la de tener su punto de partida en deseos humanos.
Podemos pensar con Winnicott que lejos de ser resistencias del principio de placer, las ilusiones son un motor importante para la creatividad y el aprendizaje, un elemento fundamental en el desarrollo psicológico del individuo.
Según Seligman (2021. en línea), la ilusión puede considerarse como un compromiso creativo con el mundo y como una motivación y capacidad psíquica crucial, en lugar de como una forma de autoengaño. Winnicott y otros autores han entendido la ilusión integradora, imaginativa, como una parte esencial de una vida y un desarrollo psicosocial saludables. Como tal, emerge y se presenta de diversos modos, en transacción con las realidades que la apoyan o la degradan. En su ausencia, se producen diversas dificultades para vivir.
Entonces, la ilusión y el realismo pueden coexistir. No son incompatibles. Puede haber un pensamiento ilusorio que viva totalmente de espaldas a la realidad, pero también se puede conjugar la ilusión con el realismo. De hecho, el pensamiento realista y el deseo se ven obligados a convivir en muchas esferas de la vida, incluida la ciencia.
Pertenecer a un grupo religioso, tener ciertos valores, vivir de acuerdo a ciertas creencias pueden resultar en un desarrollo psicosocial saludable.
Creer en el psicoanálisis nos puede dar la ilusión y el realismo para acompañar a nuestros pacientes. Es creer en una teoría y en técnicas que nos dan los conocimientos necesarios para poder ayudar al paciente a comprenderse, a conocerse porque como dice Etchegoyen a medida que uno se conoce a sí mismo, puede modificar su personalidad, y eso es curarse (Etchegoyen, H. 1987) y tenemos la ilusión, la fe, la confianza y el deseo de que esto sea así, estas creencias serán funcionales para nosotros y para nuestros pacientes en tanto no sean rígidas, en tanto nos permitan seguir pensando y reflexionando, sobre todo en cuanto nos permitan ver a la persona más allá de ver si la teoría se cumple o no en ella.
Si se rigidiza esta creencia estaríamos haciendo un fanatismo del psicoanálisis.
Bibliografía
- Etchegoyen, H. (1987) Los Fundamentos de la Técnica Psicoanalítica. . Buenos Aires. Ed. Amorrortu
- Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. Obras Completas, vol. XIV Buenos Aires, Ed. Amorrortu.
- Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Obras Completas. Buenos Aires, Ed. Amorrortu
- Freud S. (1927) El porvenir de una ilusión, Obras Completas, volumen XXI. Buenos Aires. Ed. Amorrortu
- Freud, S. (1938). Esquema de psicoanálisis. Obras Completas. Buenos Aires. Ed. Amorrortu.
- Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. Obras completas. Buenos Aires. Ed. amorrortu
- Goldstein, M., (2019) El sujeto de la creencia fanatizada. Revista de Psicoanálisis., Tomo LXXVI N° 4. Recuperado en: http://apa.opac.ar/greenstone/collect/revapa/index/assoc/20197604/p0049.dir/REVAPA20197604p0049Goldstein.pdf
- Martin Solar, A. (2018). Origen del fanatismo: Una comprensión psicoanalítica a la luz del ideal y el duelo. Revista de Psicoterapia y Psicosomática. Volumen 38. núm. 97. Recuperado en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6552367
- Oz, A (2018). Queridos fanáticos. Barcelona: Ediciones Siruela S.A.
- Puchol, M (2016). El fanatismo de la vida cotidiana. Fanatismos. APM. Madrid: Lúa Ediciones. Recuperado en: https://mercedespuchol.com/es/el-fanatismo-de-la-vida-cotidiana-2/
- Seligman, S.A. (2021). La ilusión como un principio psíquico básico:Winnicott, Freud, Edipo y Trump. Aperturas psicoanalíticas. Revista de psicoanálisis. Núm. 67. Recuperado en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8022039
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