#SiMeMatan dirán que fue por escribir este trabajo

El feminicidio en México, una conversación entre el psicoanálisis y los Estudios de Género

Autor: Regina Fernández

Hace 9 meses Lesvy Berlín Osorio de 22 años fue encontrada estrangulada y atada a una cabina telefónica en la UNAM. La Procuraduría General de Justicia al comenzar a indagar en el asesinato de la víctima compartió en redes sociales algunos avances de la investigación; entre la información publicada, aseguraban que la joven había consumido drogas y alcohol el día de su muerte, aunado a esto, comentaron que la víctima había dejado las clases tres años atrás y debía varias materias. (Vargas y Sienra, 2017)

La reacción de los ciudadanos fue inmediata, respondiendo con un nuevo hashtag que leía #SiMeMatan, esta tendencia representaba un reclamo a las instituciones gubernamentales por responsabilizar a la víctima de su propia muerte. Como si el hecho de que la joven hubiera dejado la escuela fuera razón suficiente para haber sido asesinada… (Vargas et al., 2017)

Entre las personas que protestaron, se encontraba Mara Fernanda Castilla quien publicó en su cuenta de Twitter el siguiente mensaje: “#SiMeMatan es porque me gustaba salir de noche y tomar mucha cerveza”. Meses después el destino se burló cruelmente de la joven y al subirse a un taxi de la plataforma Cabify después de una noche de fiesta, Mara despareció… Una semana después su cuerpo fue encontrado envuelto en una sábana de Motel, la joven presentaba signos de haber sido violada y posteriormente estrangulada. (Berman, 2017)

Y es así como Lesvy y Mara pasaron a ser un nombre más en una lista de miles de mujeres víctimas del crimen que hoy conocemos como feminicidio. Este término es una variación de la palabra “femicidio” acuñada en 1976 por Diana Russell, la cual posteriormente fue modificada para que su significado englobara la siguiente definición: “el asesinato de mujeres por hombres motivado por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres”. (Cruz, 2017)

Los perpetuadores de este delito son en un 38% parejas sentimentales o conocidos de las víctimas. Asimismo, una de las principales características es que las mujeres suelen ser torturadas, violadas y agredidas antes de su muerte. (SEGOB, INMUJERES y ONU Mujeres, 2016)

En la década de 1990, una oleada de sangre se postró sobre Cd. Juárez y en un periodo de aprox. 20 años murieron miles de mujeres en crímenes que quedaron impunes y que, a la fecha, siguen sin ser resueltos. Sin duda, es alarmante que a pesar de los años que han transcurrido desde ese fenómeno, no se han logrado reducir las cifras de mujeres que mueren cada año por el simple hecho de serlo. Incluso, las estadísticas demuestran que ha habido un incremento sustancial en la tasa de feminicidios reportados. El pasado 2017 es considerado uno de los años más peligrosos para las mujeres en nuestro país. (Muedano, 2017)

Las cifras indican estadísticas alarmantes ya que cada cuatro horas, en promedio, muere una niña, una joven o una mujer adulta; registrándose un total de 22 mil 482 mujeres asesinadas entre el 2007 y el 2016. Sin embargo, se desconoce cuántos de estos asesinatos fueron tipificados como feminicidios; además de las muertes que se reportan equivocadamente como suicidios o como homicidios no violentos. (Muedano, 2017)

La falta de información, las prácticas inadecuadas durante las investigaciones y las contradicciones entre los datos que presentan distintas entidades gubernamentales, provocan que exista impunidad y que no se puedan tomar las medidas preventivas necesarias. (Muedano, 2017; Ángel, 2017) No obstante, a raíz de los feminicidios ocurridos en Cd. Juárez, se realizaron reformas al Código Penal que permitieran facilitar la persecución del delito.

Actualmente, un asesinato es tipificado como feminicidio si cumple con los siguientes criterios:

  • La víctima presenta signos de violencia.
  • La víctima presenta mutilaciones o actos de necrofilia.
  • Existan antecedentes de violencia familiar, laboral o escolar.
  • Haya existido entre la víctima y el activo una relación sentimental, afectiva o de confianza.
  • Existan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso.
  • La víctima haya sido incomunicada en el tiempo previo de privación de la vida.
  • El cuerpo sea expuesto en un lugar público. (Ángel, 2017; SEGOB et al. 2016)

A pesar de existir estas reformas, las incidencias siguen aumentando puesto que muchas veces la ley a pesar de estar presente, no es respetada ni llevada a cabo por las autoridades gubernamentales.

Pero, ¿a qué se debe esta violencia ejercida en contra de las mujeres?, ¿qué provoca la necesidad de dominar a otro hasta llevarlo a la muerte? Los Estudios de Género nos han proporcionado una mirada hacia los efectos de la cultura patriarcal en la subjetividad del ser humano, los ideales impuestos por la sociedad sobre lo que significa “ser hombre” o “ser mujer” influyen en nuestro comportamiento y proporcionan una parte de las identificaciones que posteriormente constituirán nuestra identidad. (Burin, 2016)

Mabel Burin (2016) asegura que, para un adecuado estudio de los feminicidios, se requiere iniciar una conversación entre los Estudios de Género y la teoría psicoanalítica. Los Estudios de Género nos han proporcionado la base para comprender la manera en la que la cultura patriarcal impone valores y estereotipos que influyen en la construcción de la subjetividad de hombres y mujeres. (Burin, 2016)

El feminicidio es un acto donde se pretende deshumanizar a la víctima, Burin explica que frente al colapso narcisístico que se produce cuando un hombre no cumple con los ideales de la masculinidad; la única respuesta posible será “la expresión irrestricta de la acción de dominar a quien promovería el agravio”. Las formas en las que el hombre busca ejercer su poder masculino son múltiples; no obstante, al estudiar el fenómeno del feminicidio, se establece una clara relación entre la necesidad de mantener la posición de dominio y autoridad en relación con las mujeres. (Burin, 2016)

Nancy Chodorow (citada en Burin, 2016) afirma que los hombres ponen mayor énfasis en señalar las diferencias que existen entre ellos y lo femenino, puesto que tienen que realizar un esfuerzo más significativo al “separarse-desidentificarse de la madre en pos de la resolución del conflicto edípico”. Lo anterior, contribuye a una lógica binaria de la diferenciación entre los sexos, donde la otredad se convierte en motivo de temor y existe una necesidad irrefrenable de diferenciarnos del “otro”. (Burin, 2016)

“El varón define la feminidad como una amenaza narcisista y ello lo conduce a un repudio universal” (p.326, 1997) asegura Emilce Dio Bleichmar cuando explica las razones por las que los hombres buscan mantenerse alejados de las mujeres, evitando una imaginada “contaminación” de las características consideradas típicamente como femeninas. Explica también que cuando un varón despliega ternura corre el riesgo de ser feminizado.

No obstante, este alejamiento de la mujer no es total, ya que el cuerpo sexuado de las mujeres estará siempre presente en la subjetividad masculina; pero no como un todo, sino como un “algo”, cosificado, recortado y sexualizado. Lo anterior, trae catastróficas consecuencias psíquicas a la mente de los varones, ya que legitima la desigualdad entre los géneros promoviendo un sistema de jerarquías donde el hombre como sujeto activo, dominará a la mujer. (Dio Bleichmar, 1997)

Las mujeres pueden entonces ser sujetos del deseo de los otros, pero no deben devenir deseantes. Dio Bleichmar (1997) argumenta que, desde pequeñas, las niñas estructuran su ser femenino alrededor de formas hipersexualizadas implantadas en su subjetividad por la cultura patriarcal y hegemónica. El cuerpo entero de la mujer se sexualizará independientemente de su deseo.

Las fotografías de los asesinatos de mujeres que se cuelan en los periódicos amarillistas constituyen un ejemplo de esta imagen del cuerpo de la mujer. La violencia ejercida en las víctimas antes de llevarlas a la muerte, desde la mutilación de sus genitales, hasta los signos evidentes de tortura; denotan la necesidad del victimario de ejercer un rol de dominancia, de triunfar sobre la víctima imponiendo su jerarquía y poder. El sensacionalismo de los medios al publicar las fotografías, al convertir a cada una de las víctimas en un altar para el voyeurismo de los hombres. Incluso muertas, siguen siendo sujetos de deseo.

Adam Jukes (2010), psicoanalista que ha trabajado en el tratamiento de hombres que ejercieron violencia hacia sus parejas, creó el concepto “The Big M” el cual se refiere a la necesidad constante del varón de negar su impotencia atrás de una pantalla de hipermasculinidad; Jukes advierte que la masculinidad se convierte en una máscara para ocultar la vulnerabilidad que sintió el pequeño varón frente a la madre.

El autor asevera el hecho de que la inmensa mayoría de los hombres con los que trabajó, habían tenido experiencias devastadoras de humillación y desprotección al ser niños; resultando en una enorme vergüenza y sensación de inadecuación frente a la figura femenina. Es por ello, que ahora en lugar de asustarse frente a ésta, buscan volverse amenazantes y convertirse ellos mismos en los perpetuadores de la violencia que sufrieron en manos de sus cuidadores primarios. (Jukes, 2010)

En forma similar, Donald Campbell (2017) refiere que la violencia hacia la mujer es utilizada como una herramienta del yo para preservar el equilibrio narcisístico del self.  La necesidad de dominar y de desempeñar el papel activo, se imprime con fuerza en la subjetividad de los varones; al no cumplir con estas expectativas corren el riesgo de ser engolfados por la madre, de desdibujarse en ella, de volverse femeninos. (Campbell, 2017)

Por otro lado, existen las teorías de Karen Horney (citada en Chasseguet-Smirgel, 1999) y Rosalind Minsky (1996), las cuales coinciden en que los varones envidian la posibilidad de crear vida que tiene la mujer. La llamada “envidia del útero”, es experimentada por los niños varones cuando cobran consciencia de que no podrán engendrar bebés y este hecho es experimentado como una falta. El hombre, entonces siente la necesidad de someter a la mujer no porque la considera inferior; sino porque la sabe superior.

Estas ideas son respaldadas por los fundamentos propuestos por psicólogos evolucionistas, quienes argumentan que los feminicidios y la violencia de género; no resultan únicamente de la necesidad de dominar a la mujer sino también de ganar control sobre su capacidad reproductiva. (Peters, Schackelford y Buss, 2002)

En la maternidad la mujer asume un rol activo, teniendo un papel central en la crianza del pequeño. En la familia tradicional, es la madre quien se encargará del control esfínteriano y quien representará en la mente del pequeño, la primera “Ley”. Sin embargo, con excepción de la maternidad, las mujeres no suelen ser bien recibidas en la vida pública, al menos no como sujetos activos. El que una mujer ejerza un rol de poder en el trabajo o en el estudio, es motivo de indignación, será considerada una usurpadora, alguien que invade un espacio que no le corresponde. (Dio Bleichmar, 1997; Minsky, 1996)

Así les sucedió posiblemente a las jóvenes que trabajaban en las maquiladoras de Cd. Juárez quienes al regresar a casa después de una ardua jornada laboral, se encontraban con un destino trágico por haberse encontrado en un lugar que a los ojos de la sociedad “no les correspondía”.

El hombre teme a la potencia de la mujer y evitará a toda costa que ésta ejerza su componente anal. (David, 1999) Frente a este fenómeno, podemos remitirnos a la imagen propuesta por Klein de la madre pre-edípica todopoderosa, la que posee los bebés, la leche materna, el pene del padre y todo lo que el bebé considera “bueno”. (Segal, 1982) Esta madre motivo de envidia y también de deseo, es receptora de los impulsos destructivos del pequeño, que frente a ella se siente humillado, débil e impotente. (Horney 1932, citada en Chasseguet-Smirgel, 1999)

No es hasta que el varón se percata de que él tiene algo que la madre no, el pene; que su sensación de impotencia se ve revertida. Ahora siente que ha triunfado sobre la madre y este hecho tiene importantes consecuencias sobre su narcisismo. (Chasseguet-Smirgel, 1999) Sin embargo, si la madre fracasa en brindar la contención necesaria y cuya hostilidad se vuelve demasiado amenazante para el pequeño; provocará que el varón tenga la necesidad de triunfar una y otra vez sobre ésta, buscando a su vez someter y humillar a sus parejas. (Chasseguet-Smirgel, 1999)

Lo anterior, tiene consecuencias no únicamente individuales sino también sociales, el sometimiento de la mujer a través de los mitos, las leyes y las estructuras políticas; se hace presente hasta la fecha. Citando a Amapola Garduño (2016), “Dicha vivencia del niño hacia la madre omnipotente, podría representar el parteaguas del desprecio hacia el sexo femenino, lo cual resultará un elemento definitorio en la relación futura con las mujeres.”

Las perspectivas teóricas antes revisadas, nos llevan a pensar que al igual que la mayoría de los fenómenos políticos y sociales, el feminicidio es un suceso para el que no existe una única causa. No obstante, el propósito del presente trabajo era integrar las nociones de la teoría de género con la perspectiva psicoanalítica. La mezcla de ambos paradigmas nos permite aterrizar un mismo hecho desde una perspectiva socio-cultural pero también desde la subjetividad del ser humano.

Resulta claro que las categorías binarias de pasividad-actividad, masculinidad-feminidad, deben ser replanteadas en pos de una visión más amplia de la sexualidad. El ajustarnos a los roles de género arcaicos que fueron implementados durante la Revolución Industrial, cierra oportunidades para complejizarnos y termina oprimiendo nuestro deseo y por ende enfermándonos.

Es por ello, que debemos enriquecernos con los avances obtenidos en materia de género; iniciando conversaciones para erradicar la violencia y la competencia entre los mismos. Como analistas, es nuestra labor concebir la naturaleza humana fuera de los parámetros normativos que rigidizan nuestra subjetividad; especialmente en algo tan fluctuante y complejo como lo es la sexualidad humana. 

Día con día miles de mujeres se integran al entorno laboral, ascienden a puestos altos dentro de la jerarquía empresarial o emprenden sus propios negocios. Frente a esta realidad, resulta irrisorio creer que necesariamente la actividad tenga que ser desplegada únicamente por el sexo masculino; la prevalencia de estos estereotipos que se encuentran profundamente arraigados en nuestra psique, es la principal causante de las muertes de Mara y de Lesvy.

Una cultura donde la mujer sigue siendo vista como inferior dentro de una jerarquía impuesta, donde cualquier signo de rebeldía será interpretado como amenaza y donde se siga culpabilizando a la mujer por las dificultades del hombre; es una cultura que reproduce la violencia y también la legitima.

Las mujeres que han muerto en manos de la violencia de género, tienen nombre y apellido, eran hermanas, esposas, amigas, madres, pero por sobre todas las cosas eran personas. No permitamos que se olviden sus nombres, que queden veladas por una nube de humo publicitario, que se busque atenuar la gravedad de sus muertes. Evitemos que se vuelvan una más entre pilas de archivos muertos en una oficina gubernamental.

Démosles el lugar que merecen, compartamos nuestros conocimientos para iniciar el diálogo; la teoría puede ser un catalizador de movimientos sociales, políticos y culturales que transformen el futuro por siempre. No tengamos miedo de conversar, de ampliar nuestros paradigmas, de reconocer que dentro de nuestra subjetividad también hemos sido marcados por la huella del patriarcado y así #SiNosMatan al menos lo habremos intentado.

Bibliografía

  • Ángel, A. (2017). En CDMX menos del 40% de los homicidios de mujeres están reconocidos como feminicidios. Recuperado de http://www.animalpolitico.com/2017/05/cdmx-feminicidios-asesinatos-mujeres/ 
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  • Burin, M. (2016). Feminicidio, diálogo entre género y psicoanálisis. Recuperado de https://www.pagina12.com.ar/2211-feminicidio-dialogo-entre-genero-y-psicoanalisis
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  • Chasseguet-Smirgel, J. (1999). La Sexualidad Femenina. Asociación Psicoanalítica de Madrid: Biblioteca Nueva.
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  • David, C. (1999). Una mitología masculina acerca de la feminidad. La Sexualidad Femenina. Asociación Psicoanalítica de Madrid:  Biblioteca Nueva.
  • Dio Bleichmar, E. (1997). La sexualidad femenina de la niña a la mujer (4° reimpresión). Barcelona: Paidós. 
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  • Jukes, A. (2017). Is there a cure for masculinity? Londres: Free Association
  • Minsky, R. (1996). Psychoanalysis and Gender: An Introductory Reader. Londres: Routledge
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  • Vargas M. y Sienra R. (2017). #SiMeMatan: El asesinato de Lesvy y la furia de las mujeres mexicanas. Recuperado de https://www.gatopardo.com/opinion/actualidad/si-me-matan-el-asesinato-de-lesvy-feminicidio-mujeres-mexicanas/