El análisis mutuo
Autor: Luis Gerardo Montes
Quiero empezar con un cuento, más bien un mito. Cuenta la leyenda que en la Grecia de los dioses antiguos vivía un joven llamado Orfeo que solía entonar hermosos cantos acompañado por su lira. Se dice que su música era tan hermosa que las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y los ríos se desviaban de su cauce para escucharlo. Un día mientras caminaba por el bosque Orfeo conoce a la ninfa Eurídice y, enamorado, la seduce con su música. La pareja se casa poco tiempo después y viven felices pero no para siempre. Apenas unos meses después de la boda, Eurídice es mordida por una serpiente y muere.
Presa de la desesperación, Orfeo desciende a las profundidades del infierno para postrarse ante a Hades y suplicar que Eurídice le sea vuelta a su lado. Hades queda conmovido por la súplica y los cantos de Orfeo y accede, pero con una condición: Eurídice caminará detrás de Orfeo hasta que abandonen el reino de las tinieblas y solo entonces podrá mirarla; si intenta mirarla antes de salir del infierno la perderá para siempre.
Orfeo inicia el camino de vuelta, durante largo tiempo camina por senderos sombríos rodeados de silencio, ni el más leve sonido delata la cercanía de su amada. En su cabeza resuena la advertencia de Hades. Finalmente puede ver la salida del infierno y la posibilidad de una vida en compañía de Eurídice… pero, Orfeo duda. ¿En verdad Eurídice está detrás de él? ¿No se tratará de un sueño? Orfeo duda y, lleno de impaciencia, voltea. Es en ese mismo momento que Orfeo ve como su amada se convierte en una columna de humo.
Como cualquier mito este está sujeto a cualquier número de interpretaciones posibles sobre el duelo, el amor, la fantasía en el sueño, entre otros. De entre todas estas posibilidades me llama la atención la última parte del mito, el momento en el que Orfeo y Eurídice salen de las profundidades con la prohibición de mirarse. Orfeo guía a Eurídice sin poder asegurarse que Eurídice le sigue. Eurídice acepta a Orfeo como su guía, camina en silencio detrás de él para evitar que éste voltee. En el momento que se rompe este balance Eurídice desaparece.  Me parece que la relación que tienen Orfeo y Eurídice es similar al intercambio entre analista y paciente: el paciente guía al analista sin saber si este lo está siguiendo e incluso buscando ser guiado mediante una palabra, una indicación, siempre preguntándose si el analista sigue ahí o se ha quedado dormido; por otro lado, el analista se deja guiar, la mayor parte del tiempo en silencio, dejándose llevar pero procurando no perderse dentro de las asociaciones del paciente.
Esta forma de ver el análisis no es nueva. Bernardo Lanzagorta, debe estar sentado por aquí, definió el psicoanálisis como “un tour guiado de uno mismo.” Esto es similar a la definición que André Green da en “El pensamiento clínico”: “Lo característico de la situación que se produce en un intercambio psicoanalítico es la vuelta a sí mismo mediante el rodeo por el otro. (Green, 48)” En un sentido estricto, Green habla de cómo hay una investidura previa a cualquier transferencia, investidura que también es producto de una transferencia pero que solo cobra sentido después de haber pasado por el otro. En otras palabras, que la pulsión cobra sentido o “eficacia psíquica” en cuanto encuentra un objeto del que servirse como meta. Si recurrimos a la filosofía podemos encontrar una idea parecida en la teoría de Baruj Spinoza: “el alma humana no percibe ningún cuerpo exterior como existente en acto sino por las ideas de las afecciones de su cuerpo. (Spinoza, 101)” Todo esto para decir que en el intercambio analítico es necesaria la presencia del analista como otro pero no solo como un espejo o un objeto más en la vida psíquica del paciente sino como persona, sin dejar de ser delimitada por el encuadre y la regla de abstinencia.
Aquí puede entrar la conclusión del mito. Orfeo se voltea y Eurídice se convierte en una columna de humo. Me imagino el momento en el que Orfeo se voltea como el momento en el que el paciente voltea, de manera tanto literal como metafórica, a ver al analista… y es que a menudo me pregunto qué pensarán los pacientes de mí, en especial después de alguna interpretación, y como me vivirán dentro de su análisis; si eso puede afectar o beneficiar el intercambio analítico. De la misma forma vale la pena preguntarse sobre el balance que el analista debe mantener entre las asociaciones del paciente, la transferencia y su contratransferencia sin volverse solamente un objeto para el paciente pero sin perder la distancia necesaria para llevar el análisis. Vale la pena preguntarse hasta qué punto hay que guiar y dejarse guiar por el paciente sin que el análisis se convierta en una columna de humo. Me parece que es una pregunta que Sándor Ferenczi trató de contestar y contestarse al concebir la idea del análisis mutuo.

*

Sándor Ferenczi, médico y psicoanalista húngaro, nace en 1873 y muere en 1933 a los 59 años de edad.  Su historia está marcada por su relación con Freud y algunos plantean que los problemas que tuvo con éste terminaron por llevarlo a la muerte. En el último año de su vida el distanciamiento con Freud era prácticamente total debido a los cuestionamientos de Ferenczi acerca de los principios técnicos del psicoanálisis y a su negativa de aceptar la presidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacional. El documento en cuestión es el “Diario clínico de 1932” escrito en el último año de vida de Ferenczi. En este diario se pueden apreciar tres temas centrales: 1) la importancia que Ferenczi le da al trauma dentro del psicoanálisis; 2) la puesta en práctica del análisis mutuo y 3) una crítica personal y técnica a Freud. Solo voy a ocuparme de los dos últimos temas.
¿Qué es el análisis mutuo? El análisis mutuo no es otra cosa que el que el analista aborde sus propios conflictos con el paciente. El intercambio analítico se invierte, el analista se acuesta en el diván y hace una especie de asociación libre sobre sus conflictos en tanto sean pertinentes al análisis del paciente. El paciente escucha e interpreta. Esta variación técnica surge a raíz de las dificultades que Ferenczi enfrentó con una paciente en particular. De acuerdo a su diario, Ferenczi decidió dar libre a curso a sus sentimientos y pudo comprobar como el análisis, estancado desde hace dos años, volvía experimentar progresos lo cual lo motivó a escribir sobre ello. Aquí un ejemplo del análisis mutuo extraído del diario: (Ferenczi, 55)
El progreso en el tratamiento lleva a Ferenczi a sistematizar la práctica – sesiones dobles, una para la paciente y una para él – y a tratar de establecer los límites de éste: practicar el análisis mutuo estrictamente en función de las necesidades del paciente y eventualmente dejarse analizar por un paciente una vez que este haya sido dado de alta. Pronto aparecen los problemas, la posibilidad de que el paciente desvíe la atención del mismo, la imposibilidad de hacerse analizar por todos los pacientes, la necesidad de respetar la sensibilidad del paciente y el peligro que el análisis mutuo podría significar para la confidencialidad del paciente.
En sí, el análisis muto surge como una respuesta a las limitaciones que Ferenczi encontraba en el análisis, en particular en relación a la regla de abstinencia y como crítica a su propio análisis con Freud. Ferenczi critica lo que conoce como “la hipocresía del analista”, manteniendo una falsa actitud ante sus propias reacciones contratransferenciales. Ferenczi opina que esta actitud así como el considerar que hay pacientes no analizables puede acrecentar el trauma inicial del paciente. La crítica a la técnica también es el puente a la crítica a Freud. Dice Green: “Ferenczi hizo una crítica radical a la técnica de Freud, cuestionando su personalidad. Lo acusó, a partir de sus conversaciones privadas, de despreciar a los pacientes, de pensar que no se podía hacer nada por ellos, que le servían al analista sólo para aprender algo sobre la naturaleza del psiquismo, a la vez que le permitían ganarse la vida. Ferenczi le reprocha al analista de entonces la frialdad, la falta de sinceridad, la hipocresía. (Green, 22) Ferenczi, entonces parte de criticar la técnica a criticar a Freud y, finalmente, su análisis con éste; situación que no le es ajena a Freud.  En “Análisis terminable e interminable” Freud discute parte de su relación con Ferenczi, en particular en lo que concierne al análisis de este último: “Así pasan varios años, en los que permanece también imperturbado el vínculo con su antiguo analista. Pero luego, sin ocasión externa registrable, sobreviene una perturbación. El analizado entra en oposición con el analista, le reprocha haber omitido un análisis integral. (Freud, 224) ” En el prólogo al diario, Judith Dupont se pregunta si el análisis mutuo no habrá surgido como consecuencia de la naturaleza del análisis didáctico de la época: “Eran análisis brevísimos, apresurados, fragmentarios, a menudo se los conducía en el extranjero en una lengua extranjera, en el curso de paseos o de viajes compartidos, o con ocasión de visitas de unos a casas de otros. (Ferenczi,27)” Si volvemos al mito de Orfeo y Eurídice se podría decir que Ferenczi le reprocha a Freud el no haberlo querido guiar al final del camino y su propia disposición como guía. En cierta forma parece que cuando Ferenczi se acostaba en el diván esperaba, inconscientemente,  encontrar a Freud sentado detrás de él.
El análisis mutuo parece ser de esos momentos en los que el analista se convierte en una columna de humo. El analista desaparece como tal y entra en un intercambio sumamente peligroso en el que se pierde toda posibilidad de análisis. Es algo que Green le critica a Ferenczi: “Al perder toda prudencia, toda distancia crítica, Ferenczi se deja llevar no solo por la locura de la transferencia del analizante, sino también por el delirio de a dos de la cura analítica. Pues el nuevo fenómeno mayor es el análisis mutuo, que conduce a complicaciones patéticas y, a veces, incluso trágicas. (Green, 22)”  Definitivamente, no creo que el análisis mutuo entre dentro del psicoanálisis y es posible que esa haya sido la intención de Ferenczi, separarse de la técnica de Freud al sentir que no era el mejor tratamiento posible para sus pacientes. Es importante recordar que, al pensar que a ningún paciente debía de negársele el análisis, Ferenczi atendió a gran cantidad de pacientes psicóticos que otros analistas se negaban a atender. Ferenczi prácticamente tuvo que inventar una técnica para estos tipos de pacientes y algunos de sus principios se mantienen vigentes en la técnica para pacientes psicóticos. Finalmente, Ferenczi termina pagando un alto precio por sus descubrimientos, probablemente debido a que no hubo un análisis didáctico que le diera las herramientas para mantener la distancia crítica necesaria frente a la transferencia y a su contratransferencia. Llama la atención el contraste entre la formación que tuvo Ferenczi y la que tenemos en la actualidad. Es posible que el análisis en la época de Ferenczi haya sido más peligroso para el analista que ahora. Podemos agradecerle a Ferenczi el que se haya atrevido a ver que había más allá de la técnica clásica y la influencia que, a pesar del alto costo que pagó, tuvo sobre analistas de la talla de Melanie Klein, Donald Winnicott y posiblemente Wilfred Bion.
Está claro que en el análisis mutuo se pierde el análisis en su totalidad pero no deja de ofrecer información sobre el mundo interno tanto del paciente como del analista. Pienso en los momentos aislados en el consultorio en los que el análisis parece disolverse por unos instantes. Aquí podríamos ubicar los ataques al encuadre por parte del paciente pero también las propias actuaciones del analista, ya sea en relación al material del paciente o en relación a su propia conflictiva: silencios o hablar demasiado, cancelaciones frecuentes o una actitud exageradamente flexible, incluso algunas interpretaciones… siempre puede estar la duda de hasta qué punto estas reacciones son producto del material del paciente y hasta qué punto son producto del analista. ¿Cómo podemos administrar nuestras propias debilidades y cegueras? ¿Cómo podemos usarlas a nuestro favor en el consultorio, sin caer en el análisis mutuo? Es un juego –parecido al justo medio aristotélico – en el que todo analista debe mantenerse sin perder su función como analista. Quiero terminar con una cita de Salomón Resnik, de un artículo publicado en Gradiva: “Psicoanalizar significa ir al encuentro de nuestra disponibilidad  o indisponibilidad al juego del otro… no podemos ser absolutamente psicoanalistas ni absolutamente pacientes, el trabajo en la transferencia es siempre doble, como dos pirámides invertidas que forman parte del mismo octaedro. O como el cuerpo que se contempla en la mirada especular del otro o en su propia sombra.”
 
Bibliografía

  • Ferenczi, Sandor. Sin simpatía no hay curación. Diario clínico de 1932. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.
  • Freud, Sigmund. “Análisis terminable e interminable” en S. Freud, Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu, 1980, volumen 23.
  • Green, André. El pensamiento clínico. Buenos Aires: Amorrortu, 2010.
  • Resnik, Salomón. “Aspectos arcaicos de la transferencia psicótica,” en Gradiva, vol. V, no. 2, año 1991-92.
  • Spinoza, Baruj. Etica demostrada según el orden geométrico. Madrid: Trotta, 2000.
Imagen:Morguefile/Holder