Autor: Dr. Alejandro Radchik Hercenberg

“Psicoanálisis es el nombre 1) de un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías; 2) de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esta indagación, y 3) de una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino que poco a poco se han ido coligando en una nueva disciplina científica”.  (Freud, 1923b, p. 231)

“…la técnica del psicoanálisis se ha vuelto tan precisa y difícil como la de cualquier otra especialidad médica.”  (Freud,  1923a    p.  214)   “…es lícito formular la expectativa de que el psicoanálisis …  entrará como importante fermento en el desarrollo cultural de los próximos decenios y contribuirá a ahondar nuestra comprensión del mundo y a contrarrestar mucho de lo que se ha discernido como perjudicial en la vida.   ” (op.    cit.   p.    220)

El psicoanálisis es, de acuerdo con Freud, “el trabajo mediante el cual traemos a la conciencia del enfermo lo psíquico reprimido en él … los síntomas y manifestaciones patológicas del paciente son, como todas sus actividades psíquicas, de naturaleza altamente compuesta; los elementos de esta composición son:  en último término, mociones pulsionales.  Pero el paciente nada sabe, o muy poco, de estas motivaciones elementales.   Le enseñamos, pues, a comprender la composición de estas formaciones psíquicas altamente complicadas, referimos los síntomas a las mociones pulsionales que los motiva, señalamos al enfermo en sus síntomas la intervención de motivaciones pulsionales hasta entonces ignoradas por él … de igual modo mostramos al enfermo, basándonos en las manifestaciones psíquicas consideradas como no patológicas, que él solo era imperfectamente consciente de su motivación, que otras mociones pulsionales, que permanecían ignoradas para él, han contribuido a producirlas.  “(Laplanche-Pontalis, 1968, p.  317)

“El psicoanálisis ha nacido, por así decir, con el siglo veinte; la publicación con que se presentó ante el mundo como algo nuevo, mi obra La interpretación de los sueños, está fechada en 1900.  Pero como bien se entiende, no brotó de una roca ni cayó del cielo; se anuda a algo más antiguo que él continúa; parte de incitaciones, que él elabora”.  (Freud  1923a,  p.  203)

Desde sus comienzos, y a un siglo de distancia, muchos han sido los cambios, las modificaciones y la manera de entender lo que es el psicoanálisis.  En la medida que se trata de una disciplina meramente humana, donde son dos los protagonistas, el analista y el paciente, un gran obstáculo que tiene que vencerse es la subjetividad que impera en ambos participantes.  Dado que esto último resulta imposible en la práctica, la mejor solución consiste en reconocer que existe la subjetividad y que con ésta se trabaja.

Si bien el creador del psicoanálisis fue Sigmund Freud, y todas las escuelas psicoanalíticas derivan de alguna manera de los conceptos básicos propuestos por él, la subjetividad imperante en todos los seres humanos nos ha llevado a que existan no una, sino infinidad de formas de entender a Freud y al psicoanálisis.  De ahí que resulta imperativo contextualizar un marco de referencia a partir del cual se estructuren los conceptos y la manera en que se trabajará con el paciente.

Muchos son los psicoanalistas que, a partir de Freud,  han engrandecido el campo psicoanalítico e incluso han creado escuelas psicoanalíticas con lineamientos definidos.  Algunas veces, las posiciones de las diferentes escuelas son complementarias y otras mas, muestran diferencias irreconciliables que nos obligan a tomar partido por una de ellas.  Todas, sin excepción tienen como ancla al inconsciente y buscan, cada cual a su manera, conseguir la cura del paciente.

Diferentes escuelas psicoanalíticas

La obra de Freud ha dado lugar a diversas interpretaciones que se definen específicamente por ciertas características.  De acuerdo con Néstor Braunstein (1988, comunicación personal), la obra de Freud se puede entender desde cuatro enfoques distintos:

a) enfoque biológico
b) enfoque sociocultural
c) enfoque psicológico
d) enfoque del lenguaje

El enfoque biológico se refiere al Hombre como ser pulsional (libido-agresión).  El sociocultural al hecho de que el Ser Humano se forma en base a las relaciones interpersonales, así como a preceptos culturales es decir, que la personalidad se constituye a partir de relaciones con los objetos primarios-padres-hermanos, con la sociedad y con la cultura.  Al introducir Freíd el concepto de instancias psíquicas (ello-yo-superyó), se entiende a la persona como ser que piensa, que muestra conductas, por tanto como un ser psicológico.  El enfoque del lenguaje se refiere al hecho de que el inconsciente se manifiesta diciendo algo diferente a lo que conscientemente se quiere decir; en otras palabras, que la comunicación que nos brindan los accidentes cuando hablamos, así como los síntomas en sí mismos, son un lenguaje del inconsciente.

Si bien esta clasificación de los enfoques que puede dársele a la obra de Freud tiene grandes limitaciones, la considero útil para englobar los conceptos que caracterizan a muchas de las escuelas psicoanalíticas derivadas de los postulados del creador del psicoanálisis.  Todas ellas toman en cuenta los cuatro aspectos antes mencionados pero ponen el acento en un punto en particular y los otros tres aparecen como secundarios.

El enfoque biológico de la obra de Freud se manifiesta claramente, a mi entender, en la llamada “escuela de los instintos”, encabezada por Melanie Klein.  El núcleo de la teoría Kleiniana está en el manejo que el paciente hace de los instintos.

Para Melanie Klein, es menester del recién nacido proyectar el instinto de muerte.  A partir de ahí tiene que lidiar con este instinto como si proviniera del exterior.  En ese momento se desarrollarán los sentimientos de culpa, primero persecutoria dada la voracidad propia del bebé que le llevan a experimentar sentimientos de envidia y persecución, y posteriormente, cuando pase de la posición esquizoparanoide a la depresiva, será capaz de tener gratitud para con los objetos.

Alrededor del eje, en la escuela Kleiniana, de entender el manejo pasional, se centran los conceptos de identificación proyectiva, escisión, edipo temprano y fantasía inconsciente, entre muchos otros.

Entre los seguidores de Melanie Klein que han enriquecido esta escuela psicoanalítica, destacan:  Racker (1959), que entre muchas otras contribuciones ha hecho un amplio estudio sobre la contratransferencia, Hanna Segal, quien demostró que es posible trabajar psicoanalíticamente con psicóticos, y Wilfred Bion.  Este último incorporó a la teoría psicoanalítica el concepto de un tercer instinto, además del libidinal y el agresivo, es decir el instinto epistemofílico.  (Melzter, 1990)

A partir de Bion, el núcleo del complejo de Edipo no se entiende más como la mera frustración por no poder llevar a la práctica los deseos incestuosos, sino que el problema del Edipo lo centra en el conocimiento de la existencia de los deseos incestuosos.  Existe una fuerza específica que nos impulsa a conocer, a saber, y la denominó como K (Knowledge).

La  escuela sociocultural es aquella que toma como eje la interacción del sujeto con sus objetos.  Supone que las relaciones interpersonales son el punto nodular para la formación de la personalidad.

A diferencia de Melanie Klein, quien considera que el individuo “crea” a los objetos a partir de la proyección del instinto de muerte, o en otras palabras, a partir de la manera como percibe al mundo externo de acuerdo con los objetos que habitan en el mundo interno, para la escuela sociocultural la reacción del mundo externo (principalmente la madre o quien funja como tal) es la determinante para la constitución de la personalidad.

La teoría de las relaciones objetales (Greenberg Y Mitchell, 1983), es decir, aquella que estudia la importancia de las relaciones interpersonales, encuadra con este enfoque social de la obra de Freud.  El estudio acerca del proceso de separación-individuación (Mahler, 1971), así como muchas de las aportaciones de Winnicott, como la de objeto transicional y la de “madre suficientemente buena” (Winnicott, 1971), analizan detalladamente la actitud de los objetos para con el sujeto.  En estos casos el énfasis está puesto en la experiencia que se tiene con los objetos primarios en los inicios de la vida.

A otro nivel, poniendo el énfasis en la cultura y en el comportamiento generalizado de la sociedad, la obra de Erich Fromm pretende explicar la conducta humana a partir de la cultura y del medio ambiente.

La escuela del yo enfoca al entendimiento de la personalidad  a través de un modelo psicológico (pensamiento-sentimiento-acción), al tomar como eje las tres instancias psíquicas propuestas por Freud:  ello, yo y superyó.   Incorpora el concepto de áreas libres de conflicto (Hartmann, 1949), es decir, diferencia aquellos aspectos de la personalidad que por así decirlo se encuentran invadidos de conflictos de aquellos que no se han visto afectados por éstos en alguna medida.

Esta escuela psicoanalítica ha resuelto, desde mi perspectiva, la distancia abismal que pareciera haber habido entre el modelo conductista de la personalidad y el psicoanalítico, ya que incluye lo inconsciente (todo el ello y la parte concerniente a los mecanismos de defensa del yo), y la conciencia, funciones yoicas como percepción, atención, memoria, etc.  También explica la formación de hábitos, conductas repetitivas y aprendidas.

Un ejemplo son los modelos de conación, cognición y afecto propuestos por Rapaport  (1951, 1960), y su magistral explicación acerca de cómo se lleva a cabo transformación de catexis en contracatexis por parte del yo para crear estructuras mentales cada vez más elaboradas.  A partir de la escuela del yo, se reconoce que la labor psicoanalítica no termina al hacer consciente lo inconsciente, sino que se tienen que romper estructuras ya formadas para posteriormente crear otras más elaboradas (Amapola González, comunicación personal).

El propio Freud dijo, en el breve informe sobre el psicoanálisis (1923a,  p. 220-221),   “Si se admite la separación que hace poco he propuesto, y que descompone el aparato anímico en un yo dirigido al mundo exterior y dotado de conciencia, y en un ello inconsciente, gobernado por sus necesidades pulsionales el psicoanálisis deberá calificarse como una psicología del ello (y de sus acciones eficaces sobre el yo).  Por consiguiente, en cada campo del saber sólo puede brindar contribuciones que deben complementarse desde la psicología del yo…”

El enfoque de la obra de Freud que considera al inconsciente como un lenguaje, es encabezado por Jacques Lacan.  La teoría psicoanalítica lacaniana pone especial énfasis en el discurso del paciente como revelador del inconsciente.  Propone la existencia de cuatro discursos distintos:    el del amo, del maestro, de la histérica y del psicoanalista.  Desarrolla conceptos antes no considerados, si bien derivados de la obra de Freud, entre los que destacan el de la denegación, el otro y el Otro, el falo y el Falo, los planos simbólico, imaginario y real, etc.

La gran mayoría de las escuelas psicoanalíticas no adscritas a Lacán han ido incorporando sus conceptos pues resultan muy útiles para explicar ciertos aspectos de la conducta humana.

A diferencia de otras escuelas, para Lacán la duración de la sesión psicoanalítica no debe tener un tiempo constante, sino que varía en cada ocasión, pues considera que el tiempo imperante en el trabajo analítico es el tiempo del inconsciente, que difiere del consciente.

Muchas contribuciones y líneas de pensamiento psicoanalítica no pueden ser incluídas bajo uno sólo de los enfoques arriba enunciados.  El concepto de “angustia de recuperación” y “angustia de reunión”  propuesto por Avelino González (197), por ejemplo, quedaría inscrito en los dos primeros enfoques (biológico y sociocultural) pues si bien se refiere al miedo de perder al objeto primario y  del intento de recuperarlo pasivamente o de reunirse con él activamente, es decir, implica que es evidente la ausencia temporal o permanente del objeto, depende al mismo tiempo del propio sujeto hacer la fantasía de haber provocado el alejamiento del otro.  Al mismo tiempo, es tarea del yo echar a andar las funciones para reunirse con el objeto y si de lo contrario, espera pasivamente recuperarlo, se hablaría de una deficiencia en el yo.

Las escuelas psicoanalíticas arriba enunciadas son sólo algunas de las muchas que existen.  El contenido de cada una de ellas es considerablemente más profundo y extenso que lo descrito en esta disertación.  No hay además, dos seguidores de una escuela que trabajen exactamente igual con un paciente, ni tampoco que comprendan a sus exponentes de manera idéntica.  De ahí que resulte imperativo, contar con un marco de referencia propio, que le permita al practicante de psicoanálisis tener claridad sobre lo que piensa y hace y por qué lo hace.

A veces, conceptos que parecen exclusivos de una escuela psicoanalítica determinada, son explicados por las demás pero con otras palabras.  Así como las grandes civilizaciones cada una por separado, descubrieron el fuego, inventaron la rueda y utilizaron el cero, todo ello conforme se iban desarrollando, otras, un poco más atrasadas, adoptaron los adelantos de las primeras.  En el psicoanálisis ocurre algo similar.

El caso por ejemplo del concepto de “contenedor” de Bion, parece coincidente con el de “holding” de Winnicott o el de “yo piel” de Didier Anzieu.  Se llegó a él por distintos caminos y ahora, dicho de una forma o de la otra, es parte ya del psicoanálisis contemporáneo.

“Los fundamentos de la técnica analítica fueron explicados por Freud y se han modificado muy poco desde entonces…La evolución gradual … del método se ha realizado de modo tal que el psicoanálisis es ahora un proceso claramente diferenciable en su técnica de las psicoterapias que emplean elementos como modificaciones ambientales, consejos, educación, estimulación … etc.   También en forma progresiva se ha generalizado el esclarecimiento del requerimiento de reclusión para el proceso, de modo que admitimos la incompatibilidad del análisis con relaciones sociales con el paciente, el riesgo de contactos sociales preanalíticos, el efecto intrusivo que tiene en los pacientes toda información acerca del modo de vida de su analista, o de sus inclinaciones políticas… Podemos ahora discriminar con cierta certeza entre técnica y estilo, dándonos cuenta que esta última variable entre analistas es inevitable y no tiene por que interferir en los aportes y comunicaciones científicas”.  (Meltzer, 1967, p. 139)

Es indispensable, eso sí, que todo analista tenga un compromiso con el paciente en el sentido de realizar el mejor trabajo analítico de que el analista es capaz y continuarlo mientras tenga la esperanza de que el paciente esté progresando en su estructura de personalidad.   Realizar el trabajo analítico implicará destinar “tiempo de su vida” a esta tarea por un período indefinido, durante el cuál intentará llevar adelante el método psicoanalítico sin detenerse ante el sacrificio del propio dolor mental, hasta el límite de su tolerancia y dentro de un marco de consideración por la seguridad física del paciente y la suya propia.  (Meltzer, 1967).