mirror-image-1379289Por: Julio César Paredes
Diana es una chica de 20 años, llegó a análisis debido a que desde hace 5 años sufre de depresión, sin embargo ella siente que hace 6 meses su vida ha empeorado, siente que en esta ocasión ya no le es posible levantarse, no importa cuántos esfuerzos haga no logra reunir las fuerzas necesarias para hacer lo que ella llama “una vida normal”.
Cuando comenzó a padecer de depresión fue llevada al psiquiátrico donde se le dio tratamiento farmacológico y ella sintió mejoría, el médico recomendó terminar con el tratamiento y le retiro apropiadamente el medicamento, después de esto pudo llevar por un tiempo una vida, que si bien no era la que ella tenía en mente, ella aún la consideraba vida. Sin embargo esta dicha duro poco tiempo, Diana no lograba concentrarse en la escuela, leer le causaba dolor de cabeza, esto afecto sus calificaciones y comenzó un descenso doloroso.
Diana se siente mediocre, siente que no sirve, que su padecimiento es responsabilidad suya y que únicamente está dañando a su familia; odia a su padre, ama a su madre, esta todo el tiempo enojada, dice que le “echa mierda a todo el mundo”, no tolera la felicidad de los demás, ver a alguien feliz la hace enfurecer, de las actividades que realizaba y que le gustaban ya no puede hacer ninguna, no sólo es en el estudio en lo que se vio impedida, ahora tampoco puede hacer ejercicio, se la pasa en su casa y ni el dormir le trae tranquilidad, cuando duerme tiene pesadillas, en ellas aparece el demonio, el diablo la mira con malicia.
Junto con la depresión le vino un brote de dermatitis en su rostro, fue al inmunólogo y le diagnóstico alergia al polvo… después de este diagnóstico Diana comenzó a tener síntomas obsesivos. Nadie puede tomar sus cosas, sus toallas de baño están apartadas de las toallas de los demás, si alguien las toca presenta ataques de ira; su cama siempre debe estar limpia, sacude las cosas 8 veces: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, les da la vuelta y comienza a sacudir de nuevo 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 veces más; hace lo mismo con su ropa, no hay prenda que use que no pase por este proceso.
La ropa no es lo único que necesita mantener limpio, su cuerpo también tiene que estar inmaculado, pasa hasta 60 minutos bañándose, tallando su cuerpo, “si estoy menos de 60 minutos siento que no estoy limpia” dice Diana con una mirada de cansancio y desesperación. Sus manos están lastimadas, las tiene que lavar constantemente, no pueden estar sucias y trata de no tocar nada para no ensuciarse. Todo esto lo hace porque lo ácaros pueden lastimar su cara, los ácaros que se encuentran en todos lados: en las alfombras, en los sillones, en el polvo de las casas, en el polvo de las oficinas, los ácaros la persiguen por todos lados y ella tiene que defenderse de ellos porque pueden desfigurarla.
La chica de 20 años siente que la vida no es vida, que no aguanta más seguir así. La falta de ejercicio, su vida sedentaria y necesidad de estar comiendo constantemente provocan que suba de peso, su peso… le pesa, lo carga con esfuerzo, la ropa que con anterioridad le quedaba ahora le aprieta, no sufre de obesidad, sin embargo ella se siente gorda y esa gordura la tortura, una cosa más en la que ha fallado. No puede estudiar, no puede trabajar, se siente gorda, siente desesperación todo el tiempo, tiene miedo de los ácaros, tiene miedo de la gente, tiene miedo de los hombres que se le pueden acercar en la calle, es mediocre y nadie la comprende, todos le dan mensajes de ánimo y ella los vive como obligación, no importa si ella tiene un logro “tengo una parte de mí que me dice que nunca voy a estar bien”, Diana menciona esto con dolor, le duele vivir, “por eso he pensado que es mejor morir” cuenta con una gran pena, con toda su angustia, con lágrimas que resbalan por su rostro y que no puede limpiar porque lo tocaría y quedaría desfigurada.
De entre todos sus síntomas, de entre todos sus malestares hay un fenómeno que altera mucho a Diana, un fenómeno que al presentarse la consterna y la angustia mucho, y este es la de su imagen en el espejo. Cada vez que Diana se mira al espejo no se reconoce, cuando se mira en el espejo dice: “la que veo no soy yo, veo otra cosa y no me gusta, no quiero ver a esa Diana en el espejo, quiero ver a la Diana de antes”. ¿Alucinación? ¿Ilusión? ¿Deseo de ver al “niño interior”? ¿Qué pasa con ese reflejo que le es desconocido? ¿Qué puede estar provocando la alteración de su visión en el espejo? Todas estas preguntas saltaron a mi mente desde la primera ocasión en que me narró este fenómeno y en gran parte es este mismo el que se ha vuelto un medidor de la integración de su yo.
Para lograr entender este síntoma es necesario entender cómo funciona su aparato psíquico, tratar de explicar su concepción del mundo y de sí misma. Ciertamente Diana sufre de depresión, sin embargo, esta no explica la totalidad de sus síntomas, ella estaba presentando otra posible patología la cual en un inicio no parecía del todo clara y con el tiempo comenzó a presentarse como un trastorno fóbico.
Lo primero que salto a la vista fue la presencia de un Superyó cruel, bastante tirano, que siempre le exige más y más, no es que ella no tenga cosas buenas como una vez llego a explicar, es que las cosas buenas no son suficientes, no importa la cantidad de cualidades positivas que tenga, si hay una sola cosa en la cual no haya logrado la meta tal cual se le había planteado se considera un fallo. Eso “malo” que ha hecho le tira todo por la borda, las cosas malas anulan a las buenas, dejándola con una sensación de fracaso, de pérdida, de inutilidad.
Su Superyó, bastante primitivo, la castiga con ferocidad y le pesa, no quiere entrar en contacto con los demás porque sus palabras de ánimo sólo hacen que sienta más obligaciones, son más órdenes, más reglas que se suman a su decálogo.
La agresión es otro elemento que se comenzó a trabajar con ella. Diana está constantemente furiosa, furiosa con todos aquellos que no la comprenden, que ponen sus expectativas en ella y la aplastan. Llamarle enojo a la emoción que siente sería minimizar su experiencia, es ira lo que la llena y con esa ira le grita a sus padres, le grita a su hermano, con esa ira defiende sus cosas y su espacio, con esa ira se aparta del mundo. Cada vez que Diana siente que agrede a los demás entra en un período depresivo, siente que se ha equivocado, que no debería hacer eso, que los demás han sido buenos con ella y debería de respetarlos, ya los lastima mucho con su enfermedad para ahora lastimarlos con sus palabras y sus actos. “¿Diana te sientes culpable? Sí, me da miedo lo que pueda pasar. Siento que le echo mierda a los otros y me da miedo que los otros me regresen la mierda que les he lanzado” ¿Culpa? Sí, una culpa primitiva, una culpa persecutoria, ha dañado a los otros y ahora espera que los otros la agredan… ¿Su respuesta? Defenderse… aunque tuviera que agredir nuevamente.
Esta combinación de patologías se alimentan la una a la otra constantemente, la depresión constantemente agrede a su Yo, ataca a los objetos buenos internos y para protegerlos proyecta la agresión al mundo externo, así el mundo externo se vuelve un territorio lleno de objetos persecutorios a los cuales intenta dominar y controlar por medio de los síntomas obsesivos. Los ácaros y los hombres que se le acercan le dan miedo porque pueden volver a contaminarla, hay algo sucio en ellos que es necesario evitar, salir al mundo exterior, salir de su casa es sinónimo de muerte, “porque al salir tendría que limpiar todo lo que me rodea y no puedo hacerlo, si lo hiciera moriría” menciona Diana.
Superyó primitivo, ansiedad persecutoria, miedo a la retaliación ¿la posición esquizoparanoide kleiniana? Fueron sus otros mecanismos de defensa los que ayudaron a responder la pregunta. El primero la escisión: Diana tiende a dividirse durante las sesiones, una parte terrenal que carga con el peso de la vida, otra parte etérea que desea la muerte; una parte que ansía la cura, otra parte que le niega tal deseo; una parte castigada, otra parte castigadora; una parte vida, otra parte muerte; en sus palabras Diana menciona que “hay una Diana real y una Diana depresiva”. Klein (2009) menciona que “la división entre pecho bueno y el malo puede ser difícil de mantener y el niño puede sentir que también el pecho bueno esta hecho pedazos” la Diana depresiva, representante del Superyó primitivo y contenedora de toda la agresión, opaca y castiga a su Diana real, la eclipsa, la desaparece, la invita a morir, la llena de desesperanza, le niega la salud. Diana narra este fenómeno de la siguiente manera: “a veces siento que las dos Dianas están ahí, pero de pronto la Diana depresiva, se hace más grande, más fuerte y cuando eso pasa comienza a cubrir a la Diana real, como si pusiera un velo enfrente de ella y al final es como si la Diana real desapareciera, como si muriera y yo no quiero eso, yo quiero a la Diana real viva”.
El otro mecanismo de defensa es la identificación proyectiva. Diana identifica a su padre, principalmente, con toda la agresión que ella vive por dentro, su padre se torna así en alguien lleno de pura maldad, no hay una sola parte buena en él, todo lo que él es, es destrucción, no hay cualidades que lo rediman y ante tal proyección de sus impulsos agresivos cualquier acción que realice su padre es con la intención de hacerle daño, y con cada confirmación de esto Diana sentía que igual que su papá ella es incapaz de otra cosa más que destrucción.
Bajo estos preceptos y entendiendo el funcionamiento de Diana al nivel de la posición esquizoparanoide abordaré el problema de la imagen de esta chica frente al espejo. Lacan propuso en su teoría el estadio del espejo que tal estadio es “un caso particular de la función de la imago, que es establecer una relación del organismo con su realidad; o, como se ha dicho del Innenwelt con el Umwelt” (Lacan, 1972). Junto con esta definición hay que tomar otro argumento de él y es que “el yo es un objeto: un objeto que cumple una determinada función que aquí denominamos función imaginaria” (Lacan, 2008).
De esta manera hay que resaltar puntos que son importantes en estos dos argumentos: 1) el estadio del espejo es una función que conecta mundo interno con mundo externo; y 2) el yo es un objeto. Este yo que es objeto hace referencia al yo (moi) físico, a la parte corporal que constituye a lo que solemos llamar yo, así el cuerpo es objeto de la psique, es una construcción o espejismo del funcionamiento psíquico, es un objeto narcisista que el aparato psíquico utiliza para constatar la realidad externa, pone a prueba por medio del cuerpo la realidad psíquica. El yo físico, el yo (moi), y su imagen especular son constructos fantásticos, o mejor dicho, imaginarios.
Ahora si el yo es un objeto y es un constructo imaginario basado en la fantasía o la “idea” que el aparato psíquico tiene del cuerpo, entonces la mismas reglas que se aplican a la relación que tiene el Yo con sus objetos se aplicarían a él. El primer objeto, propone Klein, es el pecho materno y sobre este primer objeto se realiza una proyección de la pulsión de muerte en un intento de liberarse de ella y de la angustia de aniquilación que provoca su presencia en el Yo. Según Melanie Klien (2009) “las relaciones de objeto son modeladas por la interacción entre introyección y proyección, entre objetos y situaciones internas y externas. Estos procesos intervienen en la construcción de yo y del superyó”. Esto lleva a pensar que la imagen especular, el reflejo en el espejo, también estará afectado por este circuito de introyección-proyección y dependiendo de la fuerza del Yo y su capacidad para introyectar los objetos buenos es cómo será visualizado éste.
Habrá que traer al texto nuevamente a Diana quien tiene la tendencia a proyectar constantemente su agresión, llenando a todos de mierda y la sensación de pérdida de los objetos buenos. Toda su dinámica tiene el componente agresivo como núcleo de su relación de objeto, proyecta agresión e introyecta agresión, causando la fantasía de ser un personaje destructivo y dañino para todos los demás. Diana se acerca al espejo, un objeto cuya cualidad consiste en regresar una imagen, podría decirse que es un objeto vacuo dado que no hay contenido en sí sino es un objeto que regresa contenidos; cuando ella se acerca al espejo el objeto que aparece ante ella es el yo físico, “su yo”, en el momento en que este aparece ante ella el reflejo de su rostro se vuelve un objeto más y entra en el circuito antes mencionado. En el caso de Diana la imagen que aparece ante ella es un objeto que le es extraño y le es extraño porque el Yo, que tiende a la integración, en ese instante se muestra desfigurado. A lo largo de su desarrollo Diana logró introyectar un objeto bueno el cual logro estructurarla y permitirle acceder a la posición depresiva y junto con la integración del Yo, la imagen especular de igual manera debió haber quedado integrada, así gracias el poco objeto bueno que ha integrado el Yo se siente alienado del mundo exterior, el reflejo es reflejo de agresión, un objeto parcial.
Sin embargo, hay otro factor que influye en este fallo de la percepción, un factor que surgió de la pregunta ¿quién la mira a través del espejo? Es cierto que la proyección realizada sobre el objeto en el espejo deforma la imagen, sin embargo en el discurso de Diana ella hace una distinción entre ella y “eso” que está en el espejo “porque me veo al espejo y no soy yo la que está ahí” ¿Quién está ahí entonces? Winnicott retoma el proceso del estadio del espejo y lo ubica como una función realizada por el rostro que la madre muestra a su hijo con cada una de sus aproximaciones “la madre lo mira y lo que ella parece se relaciona con lo que ve en él” (Winnicott, 2012).
En el caso de Diana la que la mira a través del espejo es su Superyó proyectado, el cual debido a su condición actual la mira con severidad. Se puede decir que cuando un sujeto se halla instalado en la posición depresiva la imagen que se refleja es total, incluyendo las cualidades y defectos que cada uno de nosotros tiene; Diana por otro lado tiende a la escisión y gracias a la proyección de la agresividad la imagen en el espejo es un reflejo de todo lo que ella es de destructiva, la que aparece en el espejo es la Diana depresiva. Hay que mencionar que la visión es una función muy vívida y distorsionada en Diana, no sólo es el reflejo donde se puede apreciar esta alteración también hay otros eventos que dan fe de ello, Diana narra que cuando apareció por primera vez su dermatitis esta comenzó en su mano “recuerdo que mi mano comenzó a temblar y de pronto vi como si mi mano comenzará a agrietarse, se secaba, era como arena y poco a poco se fue extendiendo hasta llegar a mi rostro”.
Al inicio de este texto indique que la imagen en el espejo se había vuelto un indicador de la integración del Yo de Diana, la capacidad de integración de su Yo es la que se ve reflejada, mientras más desintegrada, más fragmentada se siente Diana, más desconocida le parece esta imagen, llegando al punto del desconocimiento total que llego a manifestar cuando dice “últimamente me veo en el espejo y ya no sé quién soy, no soy la que se está viendo, ni es la Diana que quisiera volver a ser, simplemente es algo que no soy yo”. Y a la inversa cuanto menos escindida se siente entonces la imagen se vuelve irreconocible mas no desconocida, es el punto donde ha logra una escisión más clara: Diana real y Diana depresiva. Hanna Segal (2005) menciona que “la fragmentación del yo es un intento de desembarazarse de toda percepción, y es el aparato perceptual al que primordialmente se ataca, destruye y oblitera (…) Se odia al objeto responsable de la percepción”
Otros ejemplos que se pueden tomar como muestra de este fenómeno de integración/desintegración del reflejo son los que narran Jorge Luis Borges y Virgina Woolf en sus autobiografías. Borges recuerda que durante su infancia frente a su cama había un ropero el cual poseía tres espejos: “Yo me acostaba y me veía triplicado en ese espejo y sentía el temor de que esas imágenes no correspondían exactamente a mí y de lo terrible que sería verme distinto en algunas de ellas” (Borges en Braunstein, 2008).
Por su parte Virginia Woolf recuerda que en su casa había un espejo en el vestíbulo, a ella le gustaba pararse de puntillas y mirarse en él “Pero sólo lo hacía cuando estaba sola (…) Parecía que un intenso sentimiento de culpa se ligaba a mi mirada. ¿Por qué? Se me ocurre una razón: mi hermana Vannesa, tres años mayor, y yo éramos vistas como marimachos” (Woolf en Braunstein, 2008).
En el recuerdo de Borges el mirarse triplicado en el espejo le producía temor, la idea de llegar a verse distinto surge del miedo a la desintegración, la angustia de aniquilación surge ante la imagen dividida que invita a la propia división del Yo; mientras que en el recuerdo de Woolf se tiene que tomar en cuenta la culpa que ella haya frente al espejo, la culpa causada por no cumplir con el mandato de ser mujer, la fantasía de ser hombre y la mirada de los otros que le recriminan el deseo de serlo.
El caso de Diana y su reflejo me han llevado a estas conclusiones: La imagen especular, el yo (moi) que aparece en el espejo, es uno de más de los objetos con el que Yo lleva a cabo el proceso proyección-introyección. Dependiendo de la fortaleza del Yo y su capacidad para la introyección este objeto aparecerá más integrado cada vez.
Desde la más tierna infancia el Yo tiene cierta integración, frágil, pero está presente y el estadio del espejo es un medidor de esta integración. Un Yo más integrado podrá observarse de manera más completa que uno que esta siento invadido por las ansiedades persecutorias y la agresión, desde la postura lacaniana podríamos decir que la imagen especular se sostiene en lo imaginario, la fantasía, y se sigue elaborando desde este terreno, sin embargo si el Yo comienza a presentar procesos de fragmentación esta imago abandona el terreno de lo imaginario y se degrada hasta lo Real, donde, como en el caso de Diana, se cae en el desconocimiento total de la imago, el Yo se vuelve innombrable y la angustia de aniquilación impera sobre él desvaneciéndolo.
Pongo sobre la mesa otra hipótesis y esta es que en el caso de Diana su insistencia de verse en el espejo es producto también de la escisión, estando dividida no es capaz de encontrarse o simbolizarse incluso en su discurso, llegado el caso de que logre integrar las partes escindidas la necesidad de recurrir al espejo como un objeto de referencia disminuirá dado que comenzará a nombrarse en el discurso. La desaparición de la escisión le permitirá pensarse y articularse haciendo de su conducta de buscarse en el espejo algo innecesario, será sólo un espejismo del pasado.
El alcance del espejo no se limita al objeto llamado así, la función de espejo se extiende conforme el Yo se va desarrollando a los mensajes que provienen del mundo exterior, ya no es sólo la visión, sino el cuerpo como objeto total de funciones perceptuales varias será el que se volverá receptáculo de la información del mundo exterior. Cuando logra el sujeto articularse en el discurso entonces la función del espejo disminuye aún más, esto es, los mensajes que se reciben del exterior dejan de ser un punto de partida y se convierten en puntos de referencia, ya no son una verdad sino una consideración.
 
Bibliografía:

  • Braunstein, Nestor A.(2008) Memoria y espanto O el recuerdo de la infancia, México: Siglo XXI, p. 1-105
  • Klein, Melanie (2009) “Notas sobre algunos mecanismos esquizoides” en Envidia y gratitud y otros trabajos, México: Paidós Mexicana, p. 10-33
  • Lacan, Jacques (1972) “El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” en Escritos I, México: Siglo XXI, p. 11-18.
  • Lacan, Jacques (2008) El seminario de Jacques Lacan Libro 2: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Buenos Aires: Paidós, p. 1-88
  • Segal, Hanna (2005) “Psicopatología de la posición esquizoparanoide” en Introducción a la obra de Melanie Klein, México: Paidós Mexicana.
  • Winnicott, Donald W. (2012) “Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño” en Realidad y Juego, Argentina: Gedica, p. 179-188

 
Imagen: freeimages / Maggie Freitag
 
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