16_Amor psicoanalisisAutor: Norma Farca
¿Quién no se ha preguntado qué es el amor? Todos los seres humanos, hombres y mujeres hemos sido acariciados alguna vez por éste. Se dice que es la materia prima de los poetas, la sinrazón, el canto o la desdicha de los amantes, el bien común, el alimento del alma, la esencia de la felicidad. Del amor hablan los filósofos y también la ciencia.
Diferentes disciplinas han reflexionado acerca del amor y el psicoanálisis no es la excepción. En la clínica psicoanalítica el amor es principio y sustancia. Con esto estamos hablando del amor de transferencia que es considerada como la condición indispensable para el análisis.
Al análisis entramos para “curarnos”, para calmar nuestro dolor, dolor que no es físico, pero que a veces se entraña en el cuerpo en forma de síntomas. En el origen de ese sufrimiento está el amor o el desamor.
La historia del amor y desamor al psicoanálisis pertenece en gran parte a la historia de su fundación, elaboración, revisión y difusión por parte de su máxima figura, el médico vienés Sigmund Freud como respuesta a los interrogantes que le planteaban sus pacientes histéricas, a las que supo escuchar.
En los orígenes están instaladas la escucha y la palabra, nace como diálogo y continua siéndolo 100 años después donde sabemos que es difícil ser escuchado y se priva el monólogo. Sin embargo, escuchar no sólo es una virtud si no que una intuición fundamental: los síntomas histéricos tienen un sentido, significan algo, hay en ellos un discurso aprisionado, privado de expresión verbal.
Más allá de ser declaraciones absurdas, son parte importante de la vida psíquica de los pacientes, ligada a acontecimientos vividos, que la persona no podía recordar y el poder revivirlos determinaba su desaparición.
Los síntomas tenían entonces un significado, que al médico le tocaba descubrir, aunque sólo creando las condiciones propicias, ya que la respuesta estaba dentro del paciente, no obstante era inconsciente por lo cual no era capaz de encontrar la respuesta solo.
Por un tiempo definido Freud utilizó la hipnosis como método terapéutico, sin embargo, rápidamente la sustituyó por la asociación libre, que sólo tenía sentido si el terapeuta dejaba de lado sus prejuicios y ponía a disposición del diálogo toda su atención.
Describe luego la transferencia, fenómeno que llevaba al sujeto a revivir en relación con su analista los sucesos ocurridos, situando por desplazamiento en él la representación de las figuras significativas de su vida infantil.
El amor de transferencia nace en la privacidad del consultorio de los psicoanalistas, entre secretos íntimos confesados por una de las partes que es el paciente y por la escucha activa de un compañero a ese viaje por la vida llamado analista, durante un proceso en que surgirá la invitación para recostarse en el diván desatando en el paciente, el enamoramiento por su terapeuta, acción que se llevará a cabo durante el inicio del tratamiento.
En este enamoramiento no importa el físico del analista, lo amable que pueda ser o cualquier otra característica a favor, nace a partir de esta alianza un “amor incondicional” que no da valor a mas calificativos, le basta con escuchar esas alentadoras palabras “dime todo lo que venga a tu mente” y hacerle ver al paciente que no habrá ninguna crítica o juicio de valor a sus comentarios.
El paciente se siente entendido y sobre todo escuchado ya que el analista sabe acerca de lo que le está pasando. Conoce los síntomas que le agobian y sus malestares. Logra ver a su analista como su “Interprete” del sentido inconsciente del malestar. Poco a poco se vuelve más receptivo para entender las interpretaciones que se le proporcionan. De esta forma se puede ir trabajando de manera exitosa ya que se logra vencer las resistencias.
Se traduce en lo que el paciente trasfiere a la persona del analista, que son todos aquellos sentimientos que dirigía hacia sus padres y el grupo de personas que interfirieron positiva o negativamente durante la infancia, durante este proceso se llevara a cabo mucha liberación emocional del paciente y circunstancia en la cual el analista debe de estar preparado, para no permitir desviar el camino del análisis, dejando seducir por su paciente o concederse amar en reciprocidad, lo cual es un error en el proceso.
Este proceso vital para el desarrollo satisfactorio del análisis, consiste en una repetición que busca satisfacer y con una cierta persona un deseo realizado o fantaseado, con un objeto de la infancia del paciente y que está a disposición del principio del placer.
La definición de transferencia en psicoanálisis que varios autores sugieren son las siguientes:
Laplanche enuncia en su diccionario de psicoanálisis la siguiente definicion:
designa, en psicoanálisis, el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y de un modo especial dentro de de la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de realidad
Por otro lado, con lo que ha dicho Freud en el epilogo de “Dora”, la transferencia se caracteriza como un fenómeno general, universal y espontaneo, que consiste en unir el pasado con el presente mediante un enlace falso que superpone el objeto originario con el actual. Esta superposición del pasado y el presente está vinculada a objetos y deseos pretéritos que no son conscientes para el sujeto y que le dan a la conducta un sello irracional, donde el afecto no aparece ajustado ni en calidad ni en cantidad a la situación real, actual.
Etchegoyen explica que la transferencia para Freud es una peculiar relación de objeto de raíz infantil, de naturaleza inconsciente, que confunde pasado con presente, lo que le da su carácter de respuesta inadecuada, desajustada, inapropiada. Por eso dice Greenson (1967) que los dos rasgos fundamentales de una reacción transferencial es que son repetitiva e inapropiada, es decir irracional.
 
Fenichel (1945a) expone, que cuanto mayor sea la influencia de los impulsos reprimidos que buscan su descarga a través de derivados, mas estará entorpecida la correcta evaluación de las diferencias entre el pasado y el presente y mayor, también, será el componente transferencial en la conducta de la persona en cuestión.
Ferenczi subraya la importancia y la ubicuidad de la transferencia y la explica como el mecanismo por el cual una experiencia típica olvidada es puesta en contacto con un evento actual a través de la fantasía inconsciente. Ferenczi dice que “la neurosis es la pasión por la transferencia: el paciente huye de sus complejos y, en una total sumisión al principio de placer, distorsiona la realidad conforme a sus deseos”.
Klein sostiene que la transferencia opera a lo largo de la vida entera e influye en todas las relaciones humanas. Por lo tanto da un valor universal al fenómeno transferencia y aboga por llevar sus estudios a los niveles más arcaicos de la mente.
Klein asevera que la transferencia es un instrumento idóneo, sensible y confiable, para reconstruir el pasado temprano.
Lacan expresa que “la transferencia es la puesta en acto de la realidad del inconsciente” esto es que la transferencia es un fenómeno universal y que deriva básicamente del funcionamiento del inconsciente, del proceso primario. La realidad del inconsciente que menciona Lacan es sexual, es el deseo. Y este deseo que pone en acto la transferencia, concluye Lacan, es el deseo del otro, es decir el deseo del analista. Por esto, la presencia del analista es para Lacan muy importante.
Uno de los supuestos teóricos de Lacan está asignado por el estadio del espejo en donde el fenómeno de transferencia es siempre una falla del analista, que se engancha en una situación imaginaria. Para este autor, el arte y la ciencia del analista consisten en restablecer el orden simbólico, sin dejarse capturar por la situación especular. “interpretar la transferencia no es otra cosa que llenar con un espejismo el vacío de ese punto muerto”.
Transferencia Positiva y Transferencia Negativa
Pero la transferencia no siempre se caracteriza por la presencia de sentimientos de afecto, a lo que se le llama transferencia positiva. En la medida en que las figuras parentales también representaron una fuente de conflictos, el paciente podrá transferir en el psicoanalista sentimientos negativos e incluso hostiles, lo que se denomina transferencia negativa. En todo tratamiento analítico la transferencia positiva y negativa van alterando su aparición. Esto es debido a que la relación con los padres siempre es de características ambivalentes.
Se presenta así la transferencia positiva como motor, resorte impulsor del trabajo y la transferencia negativa como hostilidad o principal instrumento de resistencia en la transferencia
Desde la perspectiva clínica, debemos analizar la transferencia positiva, como un signo de autoridad en el terapeuta y da confianza y comodidad al paciente sobre las interpretaciones que realice, por lo tanto se convierte en función principal para la cura, pero se debe estar consciente que este proceso debe tener un fin ya que la transferencia idealizada presta un servicio positivo durante el tiempo en el que el paciente necesita liberarse para disponer del ideal dentro de sí mismo y solo se logra liberándose de la transferencia con el terapeuta
Por otro lado la transferencia negativa es una de las resistencias más importantes que pueden surgir en el transcurso de un tratamiento psicoanalítico. Es una resistencia porque el paciente intenta impregnar la relación terapéutica de sus conflictos inconscientes en lugar de utilizar ese espacio para hablarlos y poderlos resolver. En la transferencia negativa la vía de la reflexión queda reemplazada por la de la acción, el paciente intenta convertir su relación con el terapeuta en un nuevo motivo de conflicto. Sin embargo, la transferencia negativa es también la demostración en el aquí y el ahora de la existencia de tales conflictos inconscientes. A pesar de su carácter de resistencia, la transferencia negativa es también una fuente inestimable de información acerca de la realidad psíquica del paciente, que el terapeuta deberá saber escuchar e interpretar.
Se puede decir que la transferencia adopta diferentes formas, a veces como sometimiento absoluto, otras con un tono erótico, siendo estas formas las que atribuyen a la neurosis. Freud aclara que la aparición de la transferencia se da bajo el vínculo amor-odio.
Amor y Odio desde el Psicoanálisis
Que el amor no va sin odio ni el odio sin amor sin amor es algo que se intuye por la mayoría de la gente, pero que la mayoría de los psicoanalistas escuchan todos los días es su consulta. Esta coexistencia del odio y el amor no había pasado desapercibida tampoco para Freud, quien introdujo la cuestión con el término “ambivalencia”.
“El mismo concepto puede estar acompañado simultáneamente por sentimientos agradables y desagradables” la ambivalencia implica una lógica donde coexisten dos tendencias opuestas que pueden sintetizarse por la simultaneidad en la psiquis del sí y del no.
Que no hay amor sin odio lo escuchó con claridad Freud porque pudo establecer el concepto de transferencia, desde donde puede afirmarse que es una de las características de la condición humana.
La Transferencia entre el Amor y el Odio
Que no hay amor sin odio lo sabe todo el mundo, y se supone que los analistas tendrían que saberlo aunque no siempre es así. Los analistas tendrían que saberlo siguiendo el hilo de la clínica freudiana, donde el amor y el odio en la transferencia son las cosas más habituales que pueden pasar en una cura.
Es de la mano de la repetición que Freud descubre la transferencia, es decir, que una representación inconsciente que se repite una y otra vez en el curso de un psicoanálisis se debe a que el analizante, por una falsa conexión, transfiere sobre la figura del analista sus viejos amores y odios infantiles. De esta manera, el amor de transferencia y el odio en la transferencia no son reproducciones falsas, sino que son verdaderos sentimientos que entran a jugar en la dirección de la cura.
Pero esta transferencia no pertenece a la situación psicoanalítica, también se establece en la llamada relación médico-paciente.
Un síntoma cualquiera, ya sea medico o psicoanalítico, produce en la persona sufriente un estado de desamparo que intenta remediar con una consulta al que todo lo sabe. Ante esta demanda, lo que importa es la respuesta que se le da.
A la demanda de curación, el psicoanálisis contesta desde el no saber.
Este no saber es un no saber teórico, es un no saber sobre la persona que consulta. Esto hará posible que el saber sobre el síntoma se vaya articulando para el quien lo consulto.
Es lo que Freud planteo con la transferencia positiva, aquella que hace posible el trabajo elaborativo, la transferencia del amor sublimado, agrupado por el contrario en el polo de la transferencia negativa el odio y el amor no sublimado.
A veces, aunque no siempre, la aparición de un síntoma cualquiera en la vida de una persona, o la irrupción de la angustia, le producen un estado de desamparo infantil, un estado que le recuerda a otros momentos vividos cuando ese desamparo era mitigado por el amor y la protección de sus padres. No sin ambivalencia, por supuesto, porque esa dependencia del amor a los otros, esa necesidad de protección frente al desamparo humano suele acarrear un odio importante que se refleja en la vida de los niños de mil formas distintas. Pero, aun asi, el síntoma, la aparición de la angustia, al producir ese desamparo incitan a una demanda de amor por parte de quien está en el lugar terapéutico. El paciente, cuando consulta, supone que el otro sabe. Es lo que en psicoanálisis se conoce con el término de “Sujeto supuesto Saber”, y mientras se mantenga este supuesto la cura es posible.
La cura analítica muestra que el amor no va sin odio ya que el paciente demanda, más allá de la curación, ser amado, y esto lleva inevitablemente a que el amor produce un supuesto saber. Por el contrario, en otros momentos de la cura, cuando el amor cambia al odio, éste produce una “de suposición de saber”
Es que no hay amor sin odio…ni odio sin amor.
Amor de Transferencia
El amor de transferencia se presenta como cualquier amor, puede considerarse como un “amor normal” e incluso sus declaraciones son parecidas, en donde surgen actos de celos y reclamos. Es idéntico a todo enamoramiento y Freud lo define en rasgos como: el ser provocado por la situación analítica misma, está empujado por la resistencia que domina en esta relación, no se da una mirada objetiva de la realidad, el paciente no mide las consecuencias de su acto de amor hacia el analista.
Esta situación presenta al analizante tratando de hacerse amar por el analista. Lo que explica la diferencia entre “el amor de transferencia” y un amor cualquiera es la relación posible de establecer entre el amor y la asociación libre. Sin embargo, el análisis no puede quedar reducido a este lugar imaginario, es necesario tener presente la inscripción del orden simbólico.
Freud dice que en el tratamiento se trata de liberar el amor reprimido, hacerlo actual, el psicoanálisis en ese caso es también una cura por amor. Pero no un amor cualquiera, sino que un amor definido como la reunión de sus componentes tiernos y sensuales que son los múltiples componentes de la pulsión sexual. Una emergencia del amor en la que el sujeto recae, es una expresión singular recaer en el amor, como se recae en una enfermedad, es la manera literaria, si se quiere, de hablar de la transferencia, en la que se actualiza el amor pasado. Esta renovación del amor, permite que crezcan las mismas pasiones que produjeron el conflicto inicial, eso explica los fenómenos de transferencia, y su intensidad. No obstante la finalidad de este reflorecimiento de las pasiones de tiempos pasados. Es para que puedan encontrar su lugar, removidos, analizados, liquidados o ahogados.
Para Lacan la transferencia es amor que se dirige al saber. Un saber depositado en la persona del analista, quien se supone sabe lo que pasa, pero no responde con su saber, sino con su silencio. Silencio que da lugar a la palabra del analizante y que posibilita el surgimiento de su verdad reprimida, su propio deseo.
Neurosis de Transferencia
Es en 1914, en el texto “Recordar, repetir, reelaborar”, Freud introduce la noción de neurosis de transferencia en relación con sus observaciones: el paciente repite en la transferencia sus conflictos infantiles. Se trata, por lo tanto, de crear una neurosis artificial que sustituirá la neurosis anterior, “sustituir su neurosis por una neurosis de transferencia” En este texto, Freud articula la compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia. Según Freud, el paciente repite lo que no consigue recordar. Freud descubre que lo que no se puede recordar, retorna de otro modo: por la repetición, que consiste en escenificar, en poner en acto lo olvidado.
Los psicoanalistas tienen que estar preparados para la compulsión de repetición de los analizantes, repetición que incluso se producirá fuera del dispositivo, o sea no sólo en la relación personal con el analista, sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida.
En este texto de 1914, Freud plantea la siguiente idea: a mayor resistencia, menor posibilidad de recordar, y por lo tanto mayor compulsión de repetición. Hay la idea de que el que recuerda no repite, y el que repite no recuerda.
El manejo de la transferencia es para Freud el principal recurso para “domeñar la compulsión de repetición, y transformarla en un motivo para recordar”. Aquí tenemos la idea de transformar esta repetición en motor de la cura. Esta repetición es bienvenida, en el caso de que no ponga en peligro las condiciones de existencia del tratamiento, e incluso es necesaria, ya que “no se puede matar a un enemigo ausente o que no esté lo bastante cerca”. A su vez, la repetición tiene que ser aprovechada por el psicoanalista, que deberá “dar a todos los síntomas de la enfermedad un nuevo significado transferencial, sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis de transferencia”.
El “Más allá del principio de placer” de 1920, instituye un viraje respecto a la neurosis de transferencia. El éxito de la cura sería, por lo tanto, casi garantizado en la medida en que el paciente tome conciencia de que esta realidad aparente no existe, sino como retorno de un pasado olvidado. En este texto, el éxito terapéutico dependería de la habilidad del psicoanalista en manejar esta frágil frontera entre el repetir y el recordar.
El psicoanalista tendría que dar a todos los síntomas una nueva significación transferencial. En el texto que nos ocupa Freud enuncia: “El enfermo no puede recordar todo lo que hay en él de reprimido, acaso justamente lo esencial…se ve forzado a repetir lo reprimido. Esta reproducción tiene siempre por contenido un fragmento de la vida sexual infantil, y por tanto del complejo de Edipo y sus ramificaciones; y regularmente se juega (se escenifica) en el terreno de la transferencia, esto es, en relación con el analista. Cuando en el tratamiento las cosas se han llevado hasta este punto, puede decirse que la anterior neurosis ha sido sustituida por una nueva, una neurosis de transferencia.” . Es decir refuerza que la transferencia es una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado, …es decir inconsciente” .
Para esto el analista sólo dispone de unas armas: el manejo de la transferencia y la interpretación. ¿Y porque no llamar las cosas por su nombre?: el analista dispone del deseo del analista.
Conclusiones
En psicoanálisis la falta es un componente del sujeto. La falta crea el deseo. La búsqueda del ser humano a través del amor, el trabajo, la creación, es un intento por cubrir la falta. La medida del éxito en este intento será nuestra capacidad de sobrellevarla o ser abatidos por ella, aún cuando como en el amor esto no sea para siempre
Es posible lograr reparar situaciones traumáticas de una manera terapéuticas siempre y cuando el paciente sienta el vínculo de amor. Considero que es importante que se sienta escuchado, entendido y comprendido para ganar su confianza y su receptividad y así consiga entender las interpretaciones que se le proporcionan.
El amor en la transferencia tiene que ir sorteando ciertas dificultades que es la parte del desamor. En la medida que nos vamos acercando al conflicto se empieza a generar lo que es la neurosis de transferencia.
Al ir reparando el mundo interno (papá, mamá, pareja, hermanos, etc.) también pueden repara el mundo externo.
Es esencial hacer alianza de trabajo. Para que el paciente se sienta entendido las interpretaciones tienen que ser las adecuadas. De esta manera se refuerza el vínculo.
 
Bibliografia

  • Sigmund, F. (1895): Estudios sobre la histeria, O.C., Buenos Aires, Amorrortu.
  • (1900): “La interpretación de los sueños”, O.C.,Buenos Aires, Amorrortu.
  • (1901):”El caso Dora”, O.C.,Buenos Aires, Amorrortu.
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  • (1910): “El porvenir de la terapia psicoanalítica”, O.C., Buenos Aires, Amorrortu
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  • (1914) “Recordar, repetir, reelaborar” O.C.,Buenos Aires, Amorrortu.
  • (1915): “Observaciones sobre el amor de transferencia”, O.C., Buenos Aires. Amorrortu
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  • (1920) “Más allá del principio de placer” O.C.,Buenos Aires, Amorrortu.
  • Horacio Etchegoyen: los fundamentos de la Técnica Psicoanalítica
  • Diccionario Laplanche y Pontalis.