a-cutter-4-1533027Por: Thelma Cortes
Te ves en un espejo, te ven en tu andar, en lo que haces, miras alrededor, observas a cada uno de tus pacientes, los demás te pueden describir con esa superficie que ven en ti, superficie aún cubierta, otros más otros menos, me refiero al cuerpo, por esa constitución corporal que cada uno tenemos, hablamos, expresamos, para algunos es su mayor medio de comunicación, ya lo decía Freud (1922) en el yo y el ello, “el yo es sobre todo una entidad corpórea y no sólo una entidad superficial, pero también la proyección de una superficie”.
 
Es en el cuerpo donde se hospeda la historia de cada persona, acompañada de un mundo de recuerdos, es al que se le complace pero también se le castiga, al que se le halaga, pero también se le reprocha, el que existe, está, pero puede no reconocerse, el cuerpo es emisor y receptor de lo que sucede, la pregunta es: ¿Qué está manifestando el otro con su cuerpo?
 
El presente trabajo surge de la necesidad de conocer qué es lo que está pasando con un suceso que cada vez es más frecuente, cutting. Específicamente lo abordaré desde la etapa de la adolescencia.
En mi experiencia con adolescentes, hay aspectos que tienden a repetirse, como es el pertenecer a un núcleo familiar disfuncional, sufrir violencia, padres con problemas de adicciones, presiones académicas o ambiente escolar en el que son vulnerables a la hostilidad e influenciables para imitar patrones. Con esto quiero resaltar que cada adolescente tiene una explicación del porqué se auto agrede.
La adolescencia, una etapa más en el desarrollo del ser humano, así es como se puede considerar éste término tan significativo. Sin embargo, es aquí en donde empieza el acomodamiento de la persona, yo la describiría como una organización física, social y mental que trasciende a la niñez y delimita la adultez, dicha organización se lleva a cabo a lo largo de toda nuestra vida, pero es justo en la adolescencia, donde adquiere un valor en particular.
 
De acuerdo con la OMS (citado por Schutt-Aine, J. y Maddaleno, M., 2003), se considera adolescencia inicial entre los 10 a 13 años. Asimismo, concibe a ésta etapa como un período de transición en el que los jóvenes experimentan una serie de cambios biológicos, cognitivos y psicosociales que afectarán su vida adulta. Estos cambios están influenciados no sólo por el género y el nivel de madurez física, psicosocial y cognitiva del individuo, sino también por el ambiente social, cultural, político y económico en el que vive.
Blos (1993), expresa que muchas perturbaciones de la adolescencia se deben a deficiencias en el desarrollo, por ejemplo, el no avanzar en la autonomía yoica, conllevando esto una desconfianza en sus funciones del yo, como es la cognición, la memoria, la previsión, la tolerancia a la tensión, la auto conciencia (la capacidad para distinguir entre realidad y fantasía (prueba de realidad), o entre acción y pensamiento, lo que es resultado de una latencia incompleta) y una inmadurez del desarrollo emocional.
La adolescencia, por la angustia y los miedos que genera, tanto para quien la vive como para quienes le rodean, puede vivirse de manera sufrida, comprendiendo que el sufrimiento produce agresividad, la cual puede expresarse y utilizarse de diferentes formas, el adolescente que recibe agresión, le busca un cauce, que por medio del cutting tiene dos direcciones, hacia él y para los demás, al generar preocupación e incertidumbre de qué es lo que le pasa.
Por ésta transición que vive el adolescente, las relaciones de objeto se tornan distantes o hasta tormentosas, sus sentimientos y emociones están volcados hacia si mismo, en conjunto con su cuerpo que es el primer medio para inferir cómo se está viviendo dicha etapa. Siendo el cuerpo el depositario para manifestar lo que le pasa, una de éstas manifestaciones es la autoagresión, haciéndose presente de diferentes formas, por ejemplo verbal y mental, denigrándose, reprochándose, subestimándose, aniquilándose en pensamiento o lo contrario, algunos se pueden quedar sólo con esto “pasivamente”, pero el impulso suele hacerse presente, llevando al adolescente a actuar esa pasividad, que sería añadir la parte física, descargar en el cuerpo para auto agredirse físicamente.
 
El papel que juega el cuerpo es someterse a lo que su dueño disponga de el. Debe obedecer los excesos y exigencias que se le hacen, éstos pueden ser tenerlo con hambre o saturarlo de comida o cualquier otra cosa, desvelarlo, forzarlo a actividades, cortarlo, etc.
El autolesionarse, como también se categoriza al cutting, parece que hoy en día está de moda, no existen estadísticas precisas de los casos, ya que muchos de ellos se desconocen.
Dartiguelongue (2010), menciona que la práctica del cutting no se trata de intervenciones en el cuerpo que impliquen incisiones como en el caso de los piercings, tatuajes, incrustaciones, escarificaciones, etc., sino de la intervención que consiste pura y específicamente en realizarse tajos en la piel. Se trata de la realización de tajos superficiales, medidos, calculados, que no requieren sutura ni atención médica y localizados siempre en zonas que no conlleven riesgo vital.
 
¿Qué hay detrás de esas heridas?
Inevitablemente hay dolor, físico y psíquico, el primero, se minimiza al ser justificado, y porque el adolescente es quien está decidiendo hacerlo, ya sea voluntario o impulsado por alguien, pareciendo esto un acto de valentía que genera placer, aún con el displacer que produce al ver después las cicatrices y recordar que esas heridas hablaban; el segundo porque para llevar a cabo los cortes, hay motivos, personas y sentimientos, que sólo por esas heridas se pueden hacer presentes.
 
Ésta provocación de dolor también es cíclico; yendo del yo para el otro y del otro para el yo. Esto puede ser entre pares, buscando esa identidad y sentido de pertenencia, por medio de pactos e imitando, y con los padres, manifestando algún sentimiento de culpa o demandando algo. La realidad es que cada corte tiene su motivación y significado, que el adolescente se lo da de acuerdo a lo que está viviendo.
En los contextos en los que la dinámica familiar no facilita la atención al adolescente, éste se torna más susceptible para buscar pares con los que logre identificarse y sea aceptado.
Blos (1980), habla de la importancia de la amistad, en la mujer la falta de una amiga puede llevarla a una gran desesperación y la pérdida de ésta puede precipitar una depresión y la falta de interés en la vida.
Freud (1924) en “El problema económico del masoquismo”, menciona que el masoquismo es incomprensible si el principio de placer gobierna los procesos anímicos de modo tal que su meta inmediata sea la evitación de displacer y la ganancia de placer.
 
El impulso sádico se ha vuelto contra el propio yo; al realizarse los cortes se busca huir de ese displacer que no se tolera, que atormenta, que avasalla y la forma de minimizarlo o poder controlarlo es evitando ese dolor con heridas que inconscientemente están gritando y recordándole lo que pasa, disfrazándolo de un placer momentáneo. Al auto agredirse se quiere resaltar ese autodominio, demostrar que se tiene control sobre si mismo haciéndose los cortes.
 
Freud habla de una “necesidad de castigo”. Para provocar el castigo, el masoquista se ve obligado a hacer cosas en contra de su propio beneficio, destruir las perspectivas que se le abren en el mundo real y, eventualmente, aniquilar su propia existencia real.
En el congreso de la Sociedad Psicoanalítica de México (2015), la psicoanalista Alicia Briseño en su ponencia “El cuerpo propio: ese desconocido”, haciendo referencia al cutting mencionó: “con las heridas, la cicatriz estará presente, siendo la superficie de la piel en donde queda la huella. Quien se corta, ha perdido la posibilidad de sentir. La persona se corta para poder sentir corporalmente, lo que la lleva a darse cuenta de que existe”.
El dolor que las personas se autoinfligen es para existir e irse creando una identidad.
 
Nasio (2007), describe que “el dolor no está en la lesión; la sensación dolorosa está en el cerebro y la emoción dolorosa está en los cimientos del yo en el ello. Dicho de otro modo, el dolor de la lesión comporta tres aspectos: el real, el imaginario y el simbólico. Real: percepción somatosensorial de una excitación violenta que toca los tejidos orgánicos. Imaginario: puesto que el cuerpo se vive como exterior al yo, la sensación dolorosa será percibida imaginariamente como si emanase de la herida, y la herida como un hostigador de quien uno quiere deshacerse. Simbólico: formación súbita de una representación mental y consciente del lugar del cuerpo donde se produjo la lesión”.
 
No sólo es el cuerpo físico, es también el cuerpo psíquico. Al cortarse se corta simbólicamente el sufrimiento que se está viviendo, porque no es nada más marcar la piel, a la vez se marca la pertenencia. La piel va a ser la depositaria directa de éstas cargas afectivas, pero la piel es parte del cuerpo, así como los ojos que ven las heridas, la sangre, los brazos que reciben esas cortadas, la mano que traza el corte, etc.
 
Hoy en día pareciera que cada vez hay más desinterés por el otro, sin embargo, al mismo tiempo está el deseo de comunicar. Vivimos en un mundo en el que cada vez las ausencias son más presentes, los padres están porque se sabe que existen, que alguien dio la vida, pero de repente parece que se olvida lo indispensables que son para el adolescente, sobre todo el vinculo con el primer objeto de amor, la madre.
Doltó (2004), considera que “la adolescencia es un periodo maravilloso para vivir la repetición de su nacimiento. El joven no tiene las palabras para hablar, las sesiones con los adolescentes son frustrantes para el psicoanalista. Muchos piensan que el paciente no es analizable, ya que no dice nada…, el psicoanalista que no tiene miedo del silencio, que está preparado para soportarlo, es para él un interlocutor privilegiado”.
 
Trabajar con adolescentes puede ser una labor complicada, para sensibilizar al adolescente que se corta, se puede hacer uso de herramientas que principalmente protejan la integridad física del paciente, una propuesta es la que se maneja en “El Proyecto Mariposa”, coordinado por el Dr. Alejandro Nagy, el cual es una técnica de apoyo para mujeres que lesionan su cuerpo y que desean ayuda para inhibir esta conducta. Consiste en que cada vez que se tenga el deseo de cortarse, se dibuje con un plumón una mariposa en el lugar donde se corta o cortaría, ponerle el nombre de alguna persona que se quiera o se desee su bienestar, después, dejar que la mariposa se desvanezca naturalmente, trata de conservarla sin frotarla, si se corta antes de que la mariposa se vaya (se despinte sola), la habrá matado, si no se corta, vive, si se tiene más de una mariposa, al cortarse las matas a todas. Ésta técnica facilitará se siga exponiendo el cuerpo y se haga un transformación en lo contrario en el caso de los sentimientos que fomenten el cutting, ya que en lugar de cortarse, simbólicamente cuidarán a un ser querido.
Es importante no reemplazar la labor de un especialista de la salud mental y se recomienda como auxiliar de un proceso psicoterapéutico.
 
Para finalizar, definitivamente es nuestro cuerpo lo que nos representa, y es en la adolescencia donde su concepción externa e interna van a ser el medio para reflejar lo que al adolescente le pasa en ésta etapa de su vida. Quiero hacer hincapié en que por muy superficiales, tanto física como psíquicamente que parezcan los cortes, no dejan de ser una conducta de riesgo con la que los adolescentes están manifestando algo, y no se debe minimizar nada de lo que acontezca. Cada adolescente con los recursos humanos que cuenta es como se va a enfrentar a todas las adversidades que la vida le presente. El volcar toda la energía que se tiene en esa etapa a objetos o actividades lo más sanas posibles, es el reto en la adolescencia. Dando por concluido éste trabajo me surge la siguiente pregunta, ¿por qué el cutting es más predominante en mujeres?
 
Bibliografía
 

  • Blos, P. (1980); Psicoanálisis de la adolescencia. México: Editorial Joaquín Mortiz.
  • Blos, P. (1993); Los comienzos de la adolescencia. Argentina: Amorrortu editores.
  • Dartiguelongue, Josefina (2010). Sobre la practica de la realización de cortes en el cuerpo y el problema de su generalización. II Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XVII Jornadas de Investigación Sexto Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. Disponible en http://www.aacademica.org/000-031/720
  • Dolto, F. (2004). La causa de los adolescentes. México: Paidos.
  • Freud, S. (1922). El yo y el ello. Buenos Aires: Amorrortu, Obras Completas, Vol. XIX.
  • Freud, S. (1924). El problema económico del masoquismo. Buenos Aires: Amorrortu, Obras Completas, Vol. XIX.
  • Nasio, J.D. (2007). El dolor físico. Barcelona: Gedisa.
  • Schutt-Aine, J. y Maddaleno, M. (2003). Salud sexual y desarrollo de adolescentes y jóvenes en las Américas: Implicaciones en programas y políticas. OPS: Washington, DC.

 
Foto:  FreeImages.com/ Alfonso Diaz
 
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