Cómo explicarles el concepto de la muerte a los niños
Autor: María Montaño
 
Artículo publicado en el sitio De 10.
 
Conforme van creciendo, los infantes irán incorporando elementos de su cultura y religión al concepto de muerte; pero hay que dejar que ellos se expresen respecto a este acontecimiento.
Como seres humanos tenemos la cualidad de saber que somos y existimos, dicho conocimiento a la vez nos enfrenta con la incertidumbre al respecto de la terminación de la vida.  Si estamos vivos, ¿qué es no estar vivos? De cierta manera, la muerte sólo existe en nuestras mentes: nadie nos cuenta a ciencia cierta y de manera objetiva qué es, cómo se siente y qué sucede.
Únicamente podemos imaginarla y recurrir a la cultura para entenderla un poco mejor. Es por eso que la idea de la muerte tiene tantos significados. Si vamos de cultura en cultura o de religión en religión podremos encontrarnos con una infinidad de representaciones y significaciones al respecto de ella. Inclusive, nosotros mismos tenemos diferentes concepciones de ésta a lo largo del desarrollo y en el curso de nuestras vidas.
En el caso de los niños, la idea de muerte se forma en relación a diversos factores como lo son: la cultura y la religión, la edad  del menor y las experiencias que pueda tener en relación a la muerte.
Durante el primer año de vida no existe una representación mental de la muerte, en esta edad el niño se encuentra aprendiendo a distinguir quién es él y qué no es él, el concepto de muerte durante estas etapas puede ser primordialmente inferencial; a esta edad los niños son muy sensibles al entorno y a sus personas más allegadas, puede ser que no comprendan el concepto de muerte, pero sí pueden detectar cambios en el ambiente.
Por ejemplo, si muere la abuelita, el niño puede no percibir la ausencia de la abuelita y, por tanto, no comprender la muerte per se de la abuela, pero puede tener la noción de los cambios de ánimo en su madre o su padre, o los cambios en el entorno: si todos están tristes, si hay muchas fotos o si se escondieron todas las que había de la persona que falleció.
 
Durante la infancia más que a la muerte, los niños son sensibles a los cambios y por lo tanto pueden mostrar confusión, reacciones afectivas y conductuales como irritabilidad, berrinches, tristeza, aparentar no escuchar, o bien, se muestran ausentes respecto a estos cambios.
Si ocurre la muerte de un familiar cercano durante esta etapa, es importante mantener el entorno del niño lo más estable posible. No pasa nada si el niño detecta los cambios de ánimo de los que le rodean siempre que tenga sus atenciones y necesidades cubiertas y un espacio que le permita a él también expresar sus reacciones ante estos cambios de forma contenida.
El concepto de muerte durante los años siguientes (de 3 a 5 aproximadamente),  tiende a ser el de una larga partida: suelen creer que la persona que murió fue a vivir a otro lado y por eso no está con ellos. Muchos niños descubren la muerte a través de los animales o insectos y relacionan la falta de movimiento a la misma, por ejemplo un niño puede encontrar un grillo o un caracol inmóvil en el suelo de la guardería y decir “está muerto”.
Por lo general, los niños suelen elaborar esta idea a través del juego y pueden pedirle a un adulto o a otro niño  que juegue en una batalla imaginaria donde al “matarle” se tiene que quedar quieto o inmóvil.  Estos juegos de imaginación y fantasía son muy importantes para elaborar la idea de muerte desde lo más sencillo como un insecto hasta la muerte de un familiar cercano.
Si se trata de una mascota apreciada, suele ser útil favorecer que se expresen sentimientos y se realicen algunos rituales como hacer un entierro simbólico a la mascota o dedicarle una carta. Este tipo de ejercicios ayudan a los niños a afrontar la muerte de una forma natural y elaborar el duelo por la mascota perdida.
En esta etapa, los niños suelen tener la creencia de que sus pensamientos tienen consecuencias directas en el mundo externo y es muy importante explorar las fantasías de culpa respecto a la muerte de un ser querido, por ejemplo, si un niño se enoja con el padre tras un regaño y al corto tiempo el padre enferma, el niño puede creer que su enojo o su mal comportamiento hizo que el padre enfermara.
Otra forma común para los niños de pensar en la muerte es personificándola, atribuyéndole por ejemplo al “coco”, a la “calaca” o a cualquier otro ser la capacidad de “llevarse”  o separar a las personas de su lado, sin embargo, esto puede ocasionar fantasías terroríficas respecto a que alguien poderoso también puede venir por él.
Resulta significativo comprender que los niños durante esta etapa tienen nociones muy concretas al respecto de la muerte y que, en muchas ocasiones, es necesario acercarse a ellos de manera cálida y con palabras sencillas para explicarles la irreversibilidad de la muerte, sus causas y diluir la expectativas y la culpa además del terror que pueda suscitarse. Cada familia puede adaptar sus creencias para dar una explicación de lo que sucede al niño.
Progresivamente, el niño irá perdiendo el pensamiento mágico, buscando más respuestas realistas e incorporando las creencias de su familia y de su cultura, esto suele suceder antes de la entrada a la pubertad.
En estas edades, los niños suelen buscar explicaciones biológicas a la muerte y logran entender la inevitabilidad, la irrevocabilidad y lo universal del concepto de la muerte. Si bien en este punto no es necesaria una explicación sobre lo que está pasando, es importante cuidar la parte afectiva del niño: propiciarle un espacio donde pueda expresar sus sentimientos y que éstos sean validados.
 
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