Por Alejandro Radchik
Recordemos aquel dicho de: “la curiosidad mató al gato”; más que gato debería referirse directamente al ser humano, ya que, desde que somos pequeños nos surgen una serie de dudas que echan a andar nuestras facultades para aprender, investigar y saciar la curiosidad… Hay quienes se “nutren” con los chismes.
Desde la antigüedad el Hombre ha querido explicar su origen, y las razones de la existencia; lo que nos inquieta es la conciencia de la propia muerte y no saber (o sí) cuál será el destino final.
Cuando los animales despedazan a uno de su propia especie es porque se lo quieren comer, en cambio el Hombre lo despedaza (diseca) para explicarse cómo funciona y cómo está formado (recordemos la autopsia de Leonardo da Vinci).
No es casualidad que la biblia, en el génesis, narre que a Dios lo enfureció que Adán hubiese caído en la tentación de comer del fruto prohibido (el del conocimiento), pero esto es inevitable e inherente al ser humano.
Klein denominó a este el impulso epistemológico Bion, por su parte lo llamó impulso del conocimiento (knowledge), ofreciéndole a la teoría psicoanalítica un nuevo escalón. Ya Klein había modificado la teoría demostrando la existencia del edipo temprano, pero Bion subraya el hecho de que Edipo se arrancó los ojos cuando supo que cometió incesto y mató a su propio padre y muestra así cómo la esfinge adquirió un papel fundamental en cuanto al edipo concierne.
El impulso del conocimiento es base y motor del tratamiento psicoanalítico y su contraparte: las resistencias, el obstáculo. Se trata de derrotar el negativo del impulso del auto conocimiento en el paciente ( menos k, como lo denomina bion).
Esto, en lo que concierne a la práctica del psicoanálisis… pero para terminar, los invitaría a reflexionar acerca de las razones del por qué es que pasamos tanto tiempo de nuestra vida en la escuela y enterándonos de las noticias o incluso en redes sociales. El impulso del conocimiento en positivo o negativo, es omnipresente.
 
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