Budismo y Física Cuántica: un acercamiento al psicoanálisis.
Autor: Pablo Guerrero
A lo largo de la historia de la humanidad han existido descubrimientos que nos han acercado al conocimiento de tal manera que cambia nuestro entendimiento. Estos descubrimientos son y han sido a través de teorías que tiempo después pasan a ser leyes, y esas leyes terminan rigiendo nuestro comportamiento. Unos de estos grandes descubrimientos que han pasado a revolucionar el conocimiento son la ciencia y la religión. Durante muchos años se pensó que estas dos disciplinas se encontraban en una pelea infinita entre los dogmas y el saber. Hoy en día podemos tomar un acercamiento distinto.
El budismo es una filosofía que se ha expandido como un modo de vida; se ha formado una religión. Es un acercamiento que busca comprender de mejor manera el universo y la existencia del ser humano. La ciencia a lo largo de sus años, ha existido con este mismo propósito; a través del descubrimiento del conocimiento poder explicar aquello inentendible, aquello donde la razón y la lógica se ven limitados a comprender. La física clásica explica, a través de leyes, la manera que se comportan los elementos que nos rodean. La física cuántica busca explicar la manera que se comportan aquellos elementos minúsculos y microscópicos que no nos rodean en nuestra realidad visible diaria, pero que existen a un nivel microscópico. Es decir, explica el comportamiento de lo que no vemos pero que sabemos que está ahí (átomos, partículas, electrones), es decir, lo sabido no pensado. Las leyes que rigen el comportamiento de lo cuántico (cuántico definiéndose como unidad mínima de energía) son completamente distintas a las que rigen el comportamiento de la física clásica. El psicoanálisis, por su parte es una ciencia que se ha desarrollado con el propósito de explicar y comprender el comportamiento humano. La teoría freudiana se basa en conceptos físicos clásicos como la energía, la inercia, la deflexión, la resistencia, la fuerza, la condensación, entre otros. Los elementos en común del que parten estas tres áreas de conocimiento son los mismos; el cuestionamiento y la explicación.
¿Qué pasaría si aplicamos el conocimiento cuántico y budista al psicoanálisis? ¿Tendríamos un mejor entendimiento y conocimiento de lo que somos? ¿Comprenderíamos el misterio que existe detrás del comportamiento? ¿Comprenderíamos en esencia la existencia de lo inconsciente y las leyes por las que este se rige? ¿Si Freud utilizó las leyes de la física clásica para explicar el funcionamiento de la interacción entre los sistemas de la psique, entonces podríamos aplicar las leyes cuánticas para comprender el funcionamiento de cada sistema?
Quisiera comenzar por definir el concepto de vacuidad. La definición de vacuidad quiere decir falta de contenido o profundidad. El budismo retoma este concepto y lo define como la existencia de lo inexistente. Es aquello que existe sin existir. Si aplicamos este concepto a la física estaríamos hablando de los electrones, de los protones, de las partículas, es decir, de aquellos elementos microscópicos que se mueven con niveles mínimos de energía, lo cuántico. Si aplicamos este concepto al psicoanálisis, estaríamos hablando de lo inconsciente. Lo inconsciente es vacuo porque sabemos que existe pero no sabemos su ubicación, no sabemos bajo que leyes se rige o si es que existen leyes, no sabemos porque existe, sin embargo, sabemos que existe porque hay rastros que nos permiten comprobar su existencia intangible. A través de los actos fallidos, las interpretaciones de sueños, la creatividad, y otros, es como se comprueba su existencia. En la física, lo cuántico es vacuo porque busca explicar el comportamiento de la materia cuando los niveles de energía son tan minúsculos que dejan de regirse por el comportamiento de la física clásica. Si tomamos el concepto de la vacuidad podríamos decir que gracias a la existencia de lo inexistente y de lo existente (de la materia física que vemos y de aquello tan microscópico que no vemos) hay una interdependencia de uno y lo otro. Es decir, aquello inexistente conforma lo existente. Las partículas forman átomos que a su vez conforman la vida de la materia tangible. En psicoanálisis podemos aplicar estos conceptos. Lo inconsciente como se plantea es vacuo por naturaleza pero eso que existe sin existir en el mundo clásico forma parte del universo tangible. Sin la existencia de lo inexistente no existiría lo existente. Sin lo inconsciente no podríamos ser conscientes ya que gran parte de lo consciente es inconsciente. Esa interdependencia provoca que cualquier elemento inexistente pueda producir un efecto en lo existente y que nada pueda existir sin la presencia de algo. Este concepto es básico para la explicación de sucesos y de elementos en el budismo. El efecto mariposa es el fenómeno por el cual un pequeño cambio del estado inicial de un sistema dinámico puede modificar completamente su evolución posterior. Por lo tanto, si se produce un cambio en el estado inicial de una partícula, se estaría produciendo un cambio en un proceso, a su vez en un sistema y posteriormente en el entero conformado por los sistemas. Esto quiere decir, aplicado al psicoanálisis, que un cambio en la partícula más mínima del inconsciente de un sujeto producirá un cambio en sus procesos inconscientes y por lo tanto en todos los sistemas de su psique, y si aplicamos el concepto de interdependencia entonces se producirá un cambio en la realidad del sujeto y sucesivamente en la de otros. Si provocamos el devenir consciente de un sujeto podemos esperar que ocurran cambios en todo su entorno.
El ser humano está formado por electrones que están interconectados por energía. La física cuántica ha descubierto que esos electrones tienden a veces a comportarse como ondas y a veces como partículas, a este fenómeno se le llama nebulosa cuántica, ya que debido a esto, es imposible determinar la posición exacta de un electrón. Sin embargo, se puede hablar de posibilidades en su ubicación. Este efecto produce la existencia de electrones virtuales, es decir, de electrones con una vida de fracciones de segundos. Esos electrones no cuentan con un yo propio porque sus electrones al no ser ubicados son indistinguibles entre si y por lo tanto son intercambiables. Estos electrones cambian a través de la energía que se enviste en ellas (de onda a partícula), al igual que en la teoría analítica en donde un proceso o un objeto pueden devenir consciente, y por lo tanto existir en la consciencia si se le enviste la energía necesaria.
Si el comportamiento de cada electrón como onda nos indica que el nivel de energía es distinto que el de cada partícula, entonces ¿podríamos decir que el nivel de energía en cada proceso inconsciente, preconsciente o consciente tiene distinta energía?
Ahora, supongamos que lo inconsciente está formado por partículas que se intercambian entre sí para formar procesos inconscientes y debido a la nebulosa cuántica, esas partículas nunca serán las mismas, es por esto que un acto, un chiste, un lapsus nunca tiene el mismo significado y nunca será lo mismo que algún otro, ni lo mismo cuando se escucha, se hace o se dice por segunda vez. Estos procesos están formados por átomos y a su vez estos átomos están formados por electrones. El conjunto de estos procesos forman sistemas y estos sistemas oscilan en el vacío contenido por un self. Entre estas partículas, entre estos procesos y entre estos sistemas existe un vacío y entre estos vacíos existe energía. Ésta energía de vacío es la que permite que se pase la energía entre los electrones y que éstos se comporten como partículas o como ondas. Supongamos que la energía que se obtiene para hacer la carga en los electrones viene de los impulsos. Freud mencionó que el impulso de vida y el impulso de muerte son energía, y si lo ligamos al conocimiento cuántico podríamos decir que esa energía hace que los electrones se comporten como partículas. Dentro de éste tipo de energía se ha descubierto también, que si un proceso no es envestido de suficiente energía entonces este se queda flotando en el vació o bien es una partícula virtual que muere en microsegundos.
En psicoanálisis podríamos decir que cuando un proceso inconsciente deviene a ser consciente, entonces el sujeto estaría comprendiendo la existencia de lo inexistente. La filosofía budista plantea que el sufrimiento humano dejara de estar presente en el momento en el que el sujeto comprende lo vacuo y ese entendimiento permite que el error cese. Si se substituye la palabra vacuo por la palabra inconsciente en el enunciado pasado podemos ver el propósito del psicoanálisis. Es decir, el humano sufre porque se equivoca y se equivoca porque no comprende que ese error tiene existencia por algo inconsciente. De esta manera podemos concluir, que si el sujeto comprende que su error o que su situación consciente tiene raíces inconscientes y aun más importante, comprende esas partículas que forman procesos inconscientes que se expresan en lo consciente, dejará se sufrir y lograra llegar a lo que el budismo plantea como nirvana. Esto sería comparable con el proceso del devenir consciente que plantea Freud.
El segundo elemento que se plantea tanto la física como el psicoanálisis y el budismo, es el de representaciones. Lo vacuo es tan difícil de comprender porque lo único que conocemos de aquello inexistente son las representaciones que formamos y para comprenderlo realmente se tienen que vencer esas representaciones. Estas representaciones forman lo que conocemos como lo existente y es en donde aplican las leyes de la física clásica. Es decir, no conocemos lo inconsciente que es vacuo porque lo que tenemos consciente son las representaciones de eso inexistente, por lo tanto, lo que tenemos consciente es una mínima parte de eso inexistente. La teoría freudiana plantea que al nacer solo poseemos dos impulsos; el impulso de vida y el impulso de muerte. Estos dos impulsos nunca los conocemos en su plena existencia debido a las representaciones que se van formando como resistencias y que terminan conformando nuestra realidad consciente. Fluctuamos entre estos dos impulsos, entre eros y tanatos, sin embargo, estos dos impulsos no permanecen en nuestra consciencia, sino que solo partículas de ellos son las que llegan a nuestro consciente.
Freud retoma el concepto de energía y lo aplica para explicar el modelo de la psique. El plantea que existe la energía de libre flujo y la energía quiescente. Aplicando estos conceptos se dice que los impulsos comienzan teniendo un libre flujo, sin embargo, existen deflexiones de estos impulsos y la energía que poseemos termina siendo investida en determinados objetos, procesos y sistemas. No obstante, al envestir la energía en algún proceso o sistema, esta deja de tener un libre flujo y se vuelve quiescente. Esto quiere decir que esa energía transformada en quiescente se encuentra ahora quieta pero con movimiento propio. Los afectos, menciona Freud, son la transformación de esta energía porque el impedir el libre flujo es lo que forma las representaciones de ese inconsciente vacuo. Por lo tanto, ese afecto que se creó con esa energía quiescente es una resistencia que frena el flujo de la energía, pero que a su vez le permite seguir en movimiento propio. Es por esto que los afectos son constantes pero dinámicos al mismo tiempo. Estos afectos ya son meras representaciones de esos impulsos y de esa energía que busca el flujo pero que se encuentra frenada por esas resistencias. Las resistencias de la energía del libre flujo serían los mecanismos de defensa que explican cómo se transforma esa energía a quiescente y sigue siendo dinámica. Cada sistema (consciente, preconsciente o inconsciente) funciona con la cantidad de energía que se le enviste, de tal manera que esos sistemas solo pueden contener determinada cantidad de energía. Cuando la energía es demasiado fuerte y fluye sin transformarse en quiescente, se forma un trauma porque entra demasiada energía a un sistema en donde no se puede distribuir. La energía de esos procesos que forman el trauma, es decir, una herida. Ésta energía sigue buscando una salida y esa se encuentra gracias al síntoma. Si relacionamos esto con los conceptos budistas definidos anteriormente podríamos decir que al vencer esas resistencias permitimos el flujo libre de la energía y al lograr llegar al estado original de la energía de las partículas, estaríamos llegando a la comprensión de la vacuidad, a lo inconsciente.
Esta explicación se rige por el principio de energía de la física clásica, en donde se establece que la energía no puede ser destruida ni creada, sino únicamente transformada. Esta explicación enérgica permite la comprensión de la neurosis y de la psicosis. Entre mayores resistencias, mayores representaciones y mayores transformaciones de energía de libre flujo a energía quiescente, mayor será la probabilidad de una neurosis. Por lo contrario, entre menores resistencias, menores representaciones y menores transformaciones de energía de libre flujo a energía quiescente, mayor será la probabilidad de una psicosis. Siguiendo este pensamiento, se concluye que el nivel de funcionamiento psíquico será directamente proporcional a la distribución de energía psíquica en el self y a la cantidad de resistencia que exista en el libre fluir de esa energía.
Ahora, quisiera intentar aplicar los conceptos del big bang y la visión cósmica que tiene el budismo y la física, y la manera en la que se relacionaría este punto de vista con el psicoanálisis. El big bang se conoce como el inicio de todo. Es esa expansión masiva en donde se crea toda la materia, espacio y tiempo. No se saben las causas reales de esa gran expansión que hubo, sin embargo, se puede creer que se debe a una acumulación enorme de energía negativa la que ocasiono esta expansión, o bien un espacio limitado para la cantidad de energía que existía. Es como inhalar tanto aire que no se puede contener y que por lo tanto se tiene que exhalar. Por lo tanto, si hablamos de una gran expansión de materia, de espacio y de energía, estaríamos hablando que tendrá que existir eventualmente una gran contracción de nuevo, un big crunch. Todo ser humano y cada cosa que creamos poseen energía propia a nivel particular y teóricamente si creamos tanta energía para un espacio reducido este espacio estallara. Cuando surge esta gran expansión se crea el tiempo y se crea el espacio y por lo tanto las leyes que rigen la física clásica. Esta enorme expansión puede ser comparada con el inicio y la creación del aparato psíquico; el nacimiento y su desarrollo. Cuando se nace, uno ocupa un lugar espacial, temporal y físico, y como ente de materia tienes energía. El budismo se plantea que todo esto surge porque todo en su inicio es nada (big bang), todo es vacuidad y porque todo puede ser. Es la idea de que algo se puede producir de la nada. Por lo tanto, si aplicamos esto a psicoanálisis diríamos que todo proceso y partícula inconsciente puede ocurrir y devenir consciente, al igual que todo existe en nuestro aparato psíquico gracias a ese inconsciente inexistente. Se puede concluir que es justamente la existencia de esa vacuidad la que permite que el SER y el SELF funcionen. La teoría de relatividad de Einstein menciona que entre más velocidad, más se detiene el tiempo y entre menos tiempo menor es el espacio. En lo cuántico no existe el tiempo porque el espacio no existe en el vacío, y si el inconsciente es vacío entonces no puede tener tiempo o espacio. Lo inconsciente es atemporal y los procesos se mantienen en un flote en ese vacío mientras esperan ser cargados por energía. Es decir no existe el tiempo dentro de los procesos inconscientes.
El principio de impermanencia plantea que nada permanece idéntico a sí mismo. Existe una evolución constante que produce cambios dinámicos. La materia que contiene energía nunca permanece en su mismo estado, ésta siempre tiene que ser transformada. Freud siempre planteo el aparato psíquico como dinámico. Si hablamos de transformaciones de energía y de procesos que nunca serán iguales entonces esto explicaría porque el aparato psíquico es dinámico y porqué es posible que una persona cambie con un tratamiento psicoanalítico a menor o mayor medida.
La realidad es otro tema que tocan las tres disciplinas. Para el budismo la realidad depende de la consciencia y de la percepción que uno tenga, no existen realidades absolutas. Un vaso de agua para un sediento significa hidratarse, quitarse la sed y recuperarse, mientras que para un pez significa su hábitat. La única realidad es la que una persona crea, sin embargo esa realidad no existe para los demás porque es creación de cada sujeto. Cada mundo interno es único, es creativo y es original. De la misma forma que no existen dos huellas digitales iguales, no existen dos inconscientes iguales, por lo tanto toda realidad es distinta y cada la realidad es el vacío, es el material inconsciente que abruma en todo ser humano.
La meta como analistas es comprender ese inconsciente que forma la realidad creada por el sujeto. Esto no se logrará a menos que se acepte la existencia de la vacuidad y lo inconsciente, y los efectos que puede tener en nuestras representaciones de la realidad. En el proceso analítico se busca la comprensión de lo inconsciente, esto sería el equivalente al concepto budista de satori que se refiere al despertarse a la verdad cósmica. Este despertar se consigue gracias al zazen que es la meditación del cuerpo, alma y pensamiento en un nivel conocido como hishiryo, que se refiere a pensar sin pensar en el silencio absoluto. Esto mismo es lo que se busca en los pacientes que asisten a una terapia psicoanalítica. La búsqueda y la comprensión de esa verdad es el fin que se busca en las tres disciplinas.
Bibliografía:
- Deshimaru, T. (1998). Preguntas a un maestro zen. Barcelona, España. Editorial: Kaidos.
- Freud, S. (2007). Más allá del principio de placer. Buenos Aires, Argentina. Editorial: Amorrortu.
- Matthieu, R. Xuan Thuan, T. (2000). El infinito en la palma de la mano; un diálogo entre la ciencia moderna y la filosofía budista. Barcelona, España. Editorial: Urano.
- Holzner, S. (2009). Quantum Physics for dummies. New Jersey, USA. Editorial: Wiley.